Read Cómo no escribir una novela Online
Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman
Tags: #Ensayo, Humor
Como hemos indicado antes, la mayoría de la gente piensa en su aspecto con determinados sentimientos: con disgusto, con engreimiento o con la clara determinación de apuntarse a un gimnasio. Del mismo modo, piensan en el aspecto de otras personas casi tan a menudo como piensan en ellas, y sin necesidad de un recordatorio visual. En la mayoría de los casos, cuando hace su aparición un nuevo personaje no hay ninguna necesidad de que el otro personaje lo describa allí mismo mentalmente, recuerda que lo está viendo.
Si tienes dificultades para introducir una descripción física, utiliza los recursos más habituales para pensar en el aspecto de alguien que existe en la vida real. El personaje puede imaginarse a su pareja con deseo, a su madre preocupándose por su salud o a su jefe con fastidio.
Como los de la tele
El patrón de los famosos
Cuando Mark era joven, la gente decía que se parecía a George Clooney.
Ella lucía regia, como una actriz de los años treinta, un poco a lo Marlene Dietrich.
Melinda recordaba a una Halle Berry un poco más oscurita.
Habitualmente esto no funciona porque si pones una foto de George Clooney en la cabeza del lector, las impresiones previas que tiene éste sobre George Clooney difuminarán cualquier personaje que intentes retratar. Aún es peor jugar la carta de «que si quito, que si pongo» (una Julia Roberts bajita, un poco menos guapa que Julia Roberts, una Julia Roberts con rasgos asiáticos) porque el lector tendrá que romperse la cabeza para visualizar a tu personaje.
Este recurso es adecuado si tu personaje se parece a Julia Roberts, pero cuando la describas, describe los rasgos de Julia Roberts sin mencionar en ningún momento a Julia Roberts, pero lo que se dice en ningún momento.
El pase de modelitos
Cuando lo más importante es la ropa
—Joe, ven a conocer a Wanda —dijo la anfitriona.
Joe se quedó mirando a Wanda con evidente interés. Ella llevaba un vestido corto de color azul con hombreras en punta y unas sandalias de pedrería de color azul a juego. Un fino collar de plata completaba el conjunto. A Joe le gustó de inmediato. Le estrechó la mano y percibió la mirada apreciativa de Wanda.
Él llevaba su blazer gris marengo de solapas estrechas y una camisa verde pastel. Su corbata era de color verde oliva con rayas de un marrón tostado, y sus pantalones ceñidos eran de un atrevido verde oscuro. Sus zapatos eran unos mocasines negros. Los calcetines eran de hilo y también negros. Wanda sonrió ante su atuendo, sintiendo que era como si lo hubiera conocido de toda la vida.
Aunque la descripción de la ropa de un personaje puede dar claves sobre su personalidad, la ropa no constituye por sí misma un carácter. A menos que estés escribiendo una novela sobre una mujer loca por las compras y el sexo, no hay necesidad de hacer un inventario completo de la ropa de nadie. Una única prenda —unos estilosos vaqueros negros, un finísimo
body
— nos lo puede decir todo. Un detalle bien escogido siempre es más efectivo que una exhaustiva descripción.
¿… Y si ella fuera un vegetal como hay tantos?
Bueno, antes de que nuestro héroe se lance a esas aventuras que le aguardan, queremos saber un poco más sobre él. ¿Qué deseos le mueven? ¿Cuáles son sus debilidades y puntos fuertes? ¿Está casado? ¿Vive en una estación espacial? ¿Es un psicópata criminal?
Los novelistas que aún no han publicado suelen creer que en un personaje hay cosas mucho más interesantes que todas estas martingalas.
Un día normal
Cuando los detalles cotidianos no dan suficiente vida al personaje
Joe se levantó a las siete y tostó un panecillo de cebolla que untó con queso fresco. Leyó
The Wall Street Journal
mientras desayunaba. Luego se encaminó hacia su Lexus y condujo a una velocidad ilegal hasta su gimnasio. Primero hizo un poco de ejercicio en las máquinas de
cardio training
y luego levantó pesas, trabajando sus pectorales y sus tríceps.
Tras una refrescante ducha salió del gimnasio y llegó a su trabajo cinco minutos tarde. Como todas las mañanas dijo: «Hola, preciosa» a su secretaria, quien, como siempre hacía, se rió y le respondió: «¡Será bribón!» Se metió en su despacho e inició su rutina mientras admiraba la misma vista de blablabla de todos los días blablabla y puntual como un reloj blablabla empezó a darse cuenta de que su vida no era más que una sucesión de acciones sin ningún significado.
Este tipo de escenas suelen prolongarse a lo largo de tres páginas, describiendo cada elemento de la rutina diaria de Joe, desde las bromas con el quiosquero hasta su local favorito para comprar comida china para llevar. Caer en el error de describir Un día normal puede deberse a dos razones. La primera es el sincero deseo de plasmar una vida con todo lujo de detalles. La otra es que el autor piensa que la rutina diaria de Joe va a revelar su personalidad. Pero menos cosas nos permiten conocer el alma de un hombre que saber que come tostadas para desayunar en vez de unos huevos pasados por agua.
El resultado, en ambos casos, es que el lector tiene la impresión de estar ante una larga lista de tareas. Si el lector tiene suerte, Joe tiene una novia, la cual también tiene ciertas rutinas. La solución para Un día normal es sencilla: usa la tijera.
Los niños hacen perder los papeles
Cuando demasiadas cosas se basan en la infancia de un personaje
La madre de Joe era una guapa meteoróloga que su padre llevó al altar después de un apasionado romance. Pero para cuando llegó Joe su amor se había convertido en odio y siempre se oían discusiones a voz en grito en la cama de sus padres. A medida que Joe creció, fue asociando el miedo que sentía durante esas discusiones a gritos con la idea del matrimonio. Quizás, pensó, mientras se ponía sus sandalias y miraba la playa adonde Betty se estaba acercando nadando, ésa era la razón por la que era reacio al compromiso. Poco sospechaba Betty que esa inocente salida a la playa iba a convocar todos sus fantasmas sobre los amores malogrados. ¡Pobre Betty! ¿Cómo podía ella sospechar que Joe era prisionero de las redes de su infancia?
En este libro el autor aún buceaba más en los problemas del pasado de Joe, describiendo sus inseguridades y la vergüenza de su primera experiencia sexual, y relatando pormenorizadamente la reacción de Joe frente a la muerte de su abuela en un trágico accidente con un bibliobús, y todo ello para explicar por qué Joe es como es, o sea, una pescadilla que se muerde la cola.
Sin embargo, el lector no tiene ningún interés en averiguar el enigma de por qué los hombres son reacios al compromiso. O por qué hay neuróticos, tímidos o violentos [pon aquí un adjetivo de tu elección]. Además, al obrar así el autor corre el riesgo de entrar en un bucle; si debemos saber que las raíces de los miedos de Joe se hunden en un desgraciado incidente en una acampada con su padre y el párroco de su congregación, ¿no deberíamos saber también qué les pasó a ellos para actuar como lo hicieron?
Ciertamente a los personajes se les puede dar un pasado. Pero la relación entre ese pasado y la historia que cuenta la novela y el comportamiento del personaje debe ser algo más compleja que la psicología del perro de Pavlov. Y recuerda que los autores que aún no han publicado suelen estar mucho más interesados en el pasado de sus personajes de lo que suelen estarlo los lectores.
Demasiado bueno para ser verdad
Cuando el autor se excede al hacer simpático a un personaje
Melinda disimuló una mueca de preocupación cuando vio al vagabundo sin techo en las escaleras del metro. ¿Sería suficiente con cinco dólares? Decidió que tendría que serlo: todavía tenía a su hermana a su cargo y su madre aún podría necesitar esa operación a corazón abierto. ¿Cómo podría trabajar más horas aún en su duro trabajo? Melinda siempre trataba de mantener el buen humor de sus compañeras de trabajo, siempre tenía a mano una broma o un comentario amable. «No sé qué haríamos sin ti», decía siempre Esmeralda con su acento salvadoreño. Y todas las chicas de la cadena de montaje asentían con la cabeza en señal de conformidad.
La gente perfecta es muy aburrida. Esos tipos son odiosos por la sencilla razón de que son mejores que nosotros. Y, sobre todo, las personas perfectas no existen.
Los personajes deben ser tan majos como lo es la gente común en la vida real. Si los haces más virtuosos de la cuenta, el lector medio los odiará, o se partirá el pecho de risa.
Cosas que el lector no soporta en un protagonista
- Que reflexione.
- Que esté leyendo un libro de uno de tus autores favoritos.
- Que le gusten nuestros músicos preferidos y se haya leído todos los librillos de sus discos.
- Que sea un escritor/músico/pintor/cantautor frustrado.
- Que conduzca un curioso coche de época al que ha puesto nombre.
- Que sepa hacer una tortilla con los ingredientes más inesperados.
- Que tenga los ojos verdes.
- Que sepa beber.
- Que no tome ninguna sustancia estimulante.
- Que lleve una vida de bohemio.
- Que cada año pase una temporada viajando por la India.
- Que ya no viaje cada año a la India porque «aquello se ha vuelto demasiado turístico».
- Que sea un estibador del puerto amante del arte.
- Que a pesar de ser un pianista de conservatorio sea buen amigo del estibador.
- Que su novia sea su mejor amiga.
- Que su novia le ayude desinteresadamente en sus investigaciones detectivescas.
- Que su abuela sea la persona más enrollada que ha conocido en toda su vida.