Conjuro de dragones (22 page)

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Authors: Jean Rabe

Tags: #Fantástico

BOOK: Conjuro de dragones
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—Nuestras fuerzas son demasiado pequeñas para que nos dividamos —protestó el elfo.

—Y los dos lugares están muy separados uno del otro.

—¿Estás solo?

Palin movió la cabeza afirmativamente.

—Entonces dime en qué opinión confías más. Tal vez eso debería decidirlo.

—No lo sé. —Palin sacudió la cabeza, encogiendo los encorvados hombros. El Custodio era la personificación de la Torre de Wayreth, pensó, y la encarnación de la Alta Hechicería en forma humana. Podía lucir el rostro de cualquier hechicero que quisiera. También el Hechicero Oscuro estaba envuelto en un halo de misterio. Tal vez fuera un hombre, pero también podía ser una mujer. Palin había llegado a depender enormemente de ambos magos durante los últimos años. Pero no confiaba en uno por encima del otro.

—¿Cómo puedo ayudar? —preguntó Gilthanas.

—Tienes la magia de tu lado —siguió Palin—, y un dragón. Si Silvara está dispuesta a hacerlo, vosotros dos podríais explorar los alrededores de la Ventana una vez que hayáis llevado a Usha y a Ampolla a la costa, a Ak-Khurman. Buscad indicios y observad con atención por si descubrís algo inusitado.

—Khur es un territorio grande. Llevará tiempo.

—También necesitarán algún tiempo los otros para obtener la corona. Con la ayuda del Hechicero Oscuro, el Custodio ha conseguido por fin ponerse en contacto con Feril y Rig. No fue nada fácil. Se habían encerrado en una cueva, a varios kilómetros de distancia, para esquivar a docenas de dracs. El Custodio les dijo que habíais encontrado a Dhamon, y decidieron seguir camino hasta Ak-Khurman.

»
Y no puedo arriesgarme a destruir más objetos con poderes arcanos para dar fuerza a un conjuro que los envíe a Ak-Khurman —suspiró.

—En Ak-Khurman... —empezó Gilthanas.

—Feril y los otros se reunirán con Ampolla y Usha allí. Luego se dirigirán juntos a Dimernesti. Usha lleva encima gran cantidad de acero para poder alquilar un barco.

—¿Y Dhamon?

—¿Qué pasa con él? —inquirió el hechicero.

Gilthanas dejó que la pregunta flotara en el aire. Rápidamente explicó cómo el misterioso Dragón de las Tinieblas y Silvara habían roto el vínculo de Dhamon con Malys, y cómo el antiguo Caballero de Takhisis parecía haber dejado de ser una amenaza.

—¿Confías en Dhamon? —preguntó el mago con voz ronca.

—Confío en Silvara.

—Si no existe una amenaza, podría resultar útil. —Palin ladeó la cabeza—. No obstante...

—Tu esposa y Ampolla son muy competentes, y creo que están a salvo en su compañía. Pero le quitaré la alabarda a Dhamon para estar más seguro. Es diferente, Palin, está cambiado. Pero supongo que cualquiera lo estaría después de lo que le ha sucedido. Silvara afirma que está totalmente fuera del control de la Roja. Y, como dije, confío en Silvara.

—En ese caso puede acompañar a Usha y a Ampolla. —Palin pareció relajarse un poco—. Nos ocuparemos del asunto de la muerte de Goldmoon más tarde. Ten cuidado en tu viaje, amigo. Los territorios salvajes de Khur son peligrosos.

—He aprendido a tener cuidado. ¿Y tú?

—Yo iré al Reposo de Ariakan.

—¿Qué señales debemos buscar?

—Reuniones de dragones —repuso él tras permanencer unos instantes en silencio con los labios fruncidos—. Donde sea que Takhisis pretenda hacer su aparición, habrá otros dragones y sus esbirros. Y habrá Caballeros de Takhisis.

* * *

—¡Mirad, allí hay más caballeros! —Ampolla agitó los retorcidos dedos en dirección al mercado, indicando un trío de caballeros de la Legión de Acero que interrogaban a un comerciante.

—Baja la voz —le instó Dhamon. Arrastró a Usha y a Ampolla bajo un toldo—. No queremos despertar sus sospechas. No hemos hecho nada malo, nada que los impulse a importunarnos —musitó—. De hecho, quizá puedan ayudarnos. Pero por si acaso...

Los caballeros se dirigieron a otro comerciante y sus compradores, situados en un tenderete más próximo a ellos.

—Vayamos al puerto por otra ruta, ¿no os parece? Por si acaso —sugirió Usha—. La Legión de Acero es honorable. Ha protegido a los habitantes de esta ciudad. Pero...

—Por si las moscas —terminó Ampolla por ella.

Los tres se escabulleron por una esquina y recorrieron las calles polvorientas que zigzagueaban entre casas y negocios dispersos. Los edificios eran grandes, algunos con tres pisos de altura, y construidos en piedra con tejados de tejas. La madera parecía ser escasa; incluso los letreros de los edificios y los postigos estaban hechos de pizarra. En una parcela estrecha situada entre dos construcciones más antiguas estaban construyendo una casa nueva. Desde su llegada a Ak-Khurman, habían observado varias construcciones nuevas.

—No parece que haya tantos habitantes —comentó Ampolla—. Desde luego no para todos estos edificios.

—Cuestión de previsión —dijo Usha—. Ésta es una de las ciudades más grandes de Khur, y la única con un puerto seguro.

—¿De modo que suponen que vendrá más gente? —inquirió la kender.

—Los bárbaros de Khur leales a Neraka están echando a la gente de las llanuras —respondió Usha—. Son gentes que no tienen ningún otro sitio al que ir, ningún sitio seguro.

—Y yo que creía que los dragones eran los únicos que realizaban acciones desagradables como ésa. Eh, Dhamon, cuando tú estabas... ya sabes... trabajando para Malystryx, ¿te hizo hacer ella cosas repugnantes?

Un expresión tirante apareció en el rostro de Dhamon, que hasta ahora, y muy hábilmente, había conseguido evitar tener que hablar sobre la época pasada bajo el control de la hembra de dragón, excepto para satisfacer la curiosidad de Gilthanas y conseguir ganarse un poco la confianza del elfo y de Silvara. Aumentó la longitud de sus zancadas, y Usha y Ampolla tuvieron que apresurar el paso para mantenerse a su altura.

—Susceptible —murmuró la kender a Usha—. No era tan susceptible antes, no lo era cuando sus cabellos eran rubios.

El trío dobló otra esquina. La parte superior de un faro sobresalía por encima de los edificios que se extendían frente a ellos. Construido en piedra, se elevaba hacia las alturas bajo el cielo de primeras horas de la mañana. El faro se denominaba Khurman Tor, y la ciudad había crecido a su alrededor. Los habitantes del lugar habían amurallado la ciudad para que los bárbaros y las tribus de saqueadores de Neraka los dejaran en paz, y habían dispuesto centinelas en el faro para protegerse de cualquier amenaza proveniente del mar o la tierra. La muralla que rodeaba la ciudad y descendía hasta el mar tenía seis metros de altura y era muy sólida, con puertas revestidas de hierro custodiadas por la Legión de Acero. Los caballeros recorrían también las calles y se dedicaban a conversar con los comerciantes y transeúntes, y a interrogar a aquellos que no conocían.

Usha sabía que se encontrarían con los caballeros. Palin había estudiado la ciudad y había sugerido que se encontraran allí con Rig y alquilaran un barco. No era el lugar más cercano al reino submarino de los elfos del mar, pero sí era la ciudad portuaria más próxima situada fuera de territorio de dragones, y además poseía un puerto de aguas profundas.

Se encaminaron a los muelles, eligiendo una calle que atravesaba un pequeño barrio comercial lleno de carniceros, panaderos y pescaderos, y Usha y Dhamon tuvieron que hacer grandes esfuerzos para impedir que Ampolla se introdujera en todas las tiendas para investigar los seductores aromas.

—Canela —anunció la kender, olfateando en un escaparate—. Pasas, también. Manzanas.

—Ya tendremos tiempo de comer algo más tarde —intervino Usha—. Primero quiero asegurarme de que tenemos metal suficiente para alquilar una buena nave.

La kender se conformó de buen grado.

—Y a lo mejor incluso nos quedará suficiente para conseguirle a Dhamon alguna otra cosa que ponerse —comentó—. Algo negro que haga juego con sus cabellos. O algo un poco más alegre. Eh, Dhamon, ¿alguna vez la Roja...?

El aludido hizo una mueca de enojo y apresuró aun más el paso. Usha y Ampolla tuvieron que correr para mantenerse a su lado.

El sonido de los chillidos de las gaviotas y del agua lamiendo los muelles les dio la bienvenida mientras descendían a toda velocidad por una calle especialmente polvorienta que daba al bullicioso barrio portuario de Ak-Khurman. La ardiente brisa que soplaba tierra adentro desde el océano azotó sus cuerpos e hizo que algunos mechones grises se soltaran del copete de Ampolla.

En el lado nordeste del puerto se alzaba una pequeña fortaleza, y varios caballeros de la Legión de Acero deambulaban por sus alrededores. Había más caballeros en los muelles, y, a pesar de la gran cantidad de gente que recorría la dársena, no se veían marineros ni capitanes de barco. A decir verdad, tampoco había barcos atracados en los muelles.

Pero había indicios de la existencia de navíos: Usha fue la primera en darse cuenta. Emergiendo justo por encima del nivel del agua se veían varios mástiles rotos; topes de arboladuras y jarcias flotaban en las aguas poco profundas, atrapados en las raíces de los sauces que bordeaban la orilla. Ampolla contó al menos doce barcos hundidos.

Fuera del puerto había anclados media docena de navíos, entre ellos dos impresionantes galeras. En cada una ondeaba una bandera negra con el emblema del lirio de la muerte.

—Caballeros negros —susurró Usha—. Palin dijo que la Legión de Acero gobernaba esta ciudad.

—Así es —afirmó Dhamon solemne—; pero los Caballeros de Takhisis la han bloqueado. Ése es probablemente el motivo de que los caballeros del Acero estuvieran interrogando a tanta gente. Buscan espías o simpatizantes de los caballeros negros.

—Es evidente que Palin no lo sabía —dijo Usha—, o no nos habría enviado aquí.

—Calaveras y tibias cruzadas me harían sentir mucho mejor que lirios de la muerte. —Ampolla arrugó la nariz—. Rig fue pirata en una ocasión, y apuesto a que podría enfrentarse a piratas mucho mejor que a esos caballeros de ropajes negros. ¿Creéis que los caballeros hundieron los barcos?

—Yo apostaría a que sí —dijo Dhamon sombrío.

—Ahora ¿cómo vamos a llegar a Dimernesti? —inquirió la kender poniéndose en jarras—. ¿Nadando?

* * *

No había una mesa lo bastante grande para todos ellos en La Jarra Rebosante, de modo que Rig y Fiona se sentaron aparte en una pequeña mesa situada contra la pared del fondo. La mujer se había vestido con el resto de la armadura y presentaba un gran contraste con el marinero, cuyas ropas estaban hechas jirones.

Jaspe, Groller y Feril se apretujaban en un lado de la larga mesa cerca de la ventana, todos ellos con aspecto andrajoso. Ampolla, Usha y Dhamon, ataviados con ropas nuevas, ocupaban el otro lado y mordisqueaban la comida de sus platos —la segunda comida del día— en tanto que sus amigos deglutían lo que tenían frente a ellos.

Cuando los compañeros se reunieron en la dársena justo después de la puesta de sol, Rig había asestado un fuerte puñetazo a la mejilla de Dhamon, y Jaspe y Usha tuvieron que hacer un gran esfuerzo para impedir que sacara una daga. El marinero se negó a escuchar las explicaciones del caballero sobre cómo había estado bajo el control de Malystryx, aunque prestó un poco más de atención a Ampolla y a Usha cuando éstas repitieron lo que Silvara les había relatado sobre Dhamon y el Dragón de las Tinieblas. Mientras comía su cordero, Rig lanzaba miradas furiosas a Dhamon y mascullaba en silencio «más tarde».

Los otros recibieron al descarriado compañero con ciertas reservas. Jaspe fue el más amistoso; levantó la mirada de su comida y le dirigió una sonrisa.

—No me gusta el modo en que la gente nos mira, Fiona —dijo Rig—. ¿Los ves? Nos miran fijamente..., a nosotros y a ellos. —Señaló el extremo de la mesa donde estaba sentado Dhamon.

—Quizá se deba a las ropas que algunos de nosotros llevamos —sugirió ella—. Este lugar no tiene entre sus parroquianos a los habitantes más acaudalados de Ak-Khurman; pero, por otra parte, el resto de la clientela va mucho mejor vestida que tú y...

—¿Mis ropas? —bufó Rig.

—Tal vez sean las mías. —La armadura relucía bajo la luz de la lámpara de aceite de la pared.

—A lo mejor piensan que soy tu prisionero.

—Así que te he capturado, ¿eh? —Sonrió maliciosa—. Tal vez, Rig Mer-Krel, nos miran simplemente porque son curiosos. Somos extranjeros aquí. Extranjeros llamativos. En estos días no se puede confiar en los desconocidos.

Rig entrecerró los ojos, y se aseguró de que Dhamon captara su mirada.

—A veces no puedes confiar en aquellos que considerabas tus amigos.

Fiona le pasó los dedos por el brazo para desviar su atención hacia ella, al menos por unos instantes.

—Extranjeros —repitió Rig, volviendo a pasear la mirada por la sala—. Sí, eso es parte de la atracción, supongo. Pero mira la forma en que ese tipo mira a Dhamon. —El marinero señaló a un hombre vestido de oscuro que no había tocado su jarra de cerveza.

—Imaginas cosas. Además, también tú tienes la mirada fija en Dhamon. Es un hombre notable. —Fiona terminó lo que le quedaba de su pan con miel—. Al menos han curado a Dhamon de la influencia de la Roja.

—Curado —rió Rig, al tiempo que tomaba las manos de Fiona, los ojos fijos aún en Dhamon—. Ser el títere de un dragón no es una enfermedad. ¿Cómo puedes curarte de eso?

—Debes concederle una oportunidad —replicó ella. La joven solámnica extendió los dedos hasta el rostro del marinero y lo hizo girar para que la mirara a los ojos—. Dhamon no tenía por qué tomar parte en esto, lo sabes muy bien. No tenía por qué venir aquí con Usha y Ampolla. Podría haber seguido su camino.

—Si Gilthanas se lo hubiera permitido... cosa que dudo. ¿Quién sabe? ¿No habría estado tan mal, verdad? —le espetó Rig—. No lo necesitamos. —Su expresión se dulcificó al clavar la mirada en los ojos de Fiona—. Y ¿qué hay de ti? ¿Una vez que hayamos conseguido la corona seguirás tu camino, de regreso con tu orden?

—Todavía quedarán dragones de los que ocuparse. Estará Takhisis.

—¿Y luego?

—Podrías regresar conmigo. —Le dedicó una sonrisa—. Los Caballeros de Solamnia te darían la bienvenida, Rig Mer-Krel. Eres una persona honorable.

Rig se encogió ante la palabra «honorable».

—Siempre me he considerado un bandido —replicó.

—Un bandido honorable entonces. —Se inclinó sobre la mesa y lo besó—. ¿Lo pensarás?

—¿Yo, un caballero? —Rig le soltó las manos y alzó los dedos para acariciar su suave mejilla—. No lo creo, Fiona. Toda esa armadura... Yo no sirvo para eso.

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