—Piénsalo —insistió ella.
* * *
Dhamon contemplaba a Feril, aparentemente ajeno a las continuas preguntas de Ampolla sobre dónde había estado desde que había abandonado Schallsea, qué le había hecho hacer el dragón, y qué se sentía cuando un ser así controlaba tu cuerpo y te obligaba a hacer cosas que no querías hacer. La kalanesti dirigió un rápida mirada en dirección a Dhamon y luego volvió a apartarla veloz para retomar el estudio de una espiral en la parte superior de la mesa. Groller dedicó al caballero una sonrisa compasiva.
—Feril necesita tiempo —dijo Ampolla—. Estoy segura de que todo volverá a la normalidad dentro de un tiempo. Sólo tiene que acostumbrarse a ti otra vez, ya sabes. A lo mejor si tus cabellos fueran rubios y llevaras puesto algo que no fuera negro y gris. Además...
—¡Ampolla! —La mirada severa de Jaspe detuvo la cháchara de la kender. Pero sólo unos instantes.
—Feril simplemente necesita tiempo —repitió Ampolla.
—Y nosotros necesitamos un barco —indicó Dhamon. Tomó un largo trago de su jarra de sidra y se recostó en la silla.
—No creo que los Caballeros de Takhisis nos vayan a alquilar uno de los suyos —observó Jaspe—. No importa cuánto metal les ofrezcamos. —El enano introdujo en su boca lo que quedaba de su asado e hizo señas con la mano para que le llevaran el postre—. Será mejor que encontremos otra ciudad con puerto.
—Es Ak-Khurman o nada —declaró Usha—. Palin cree que la llegada de Takhisis ocurrirá dentro de los próximos dos meses. Perderíamos demasiado tiempo si viajásemos a otro sitio.
—Entonces esperemos a Takhisis sin la corona —sugirió Jaspe.
—No; hemos llegado demasiado lejos para renunciar a eso —dijo Fiona. La dama solámnica se había acercado hasta ellos y se inclinaba sobre el hombro de Dhamon.
—En ese caso robemos un barco —indicó Rig, uniéndose a ellos.
—Una idea excelente. —A Ampolla se le iluminó el rostro—. Los Caballeros de Takhisis tienen tantos ahí fuera, que no echarán en falta un botecito de nada.
—Un gran barco —corrigió Rig—. Necesitamos un navío allí adonde vamos.
—¿Cuándo lo robaremos? —La voz de la kender sonaba cada vez más excitada—. Nunca antes había robado un bote. Suena como si fuera a resultar emocionante. Y entonces podremos utilizar el metal de Usha para comprarte a ti y a Feril y a Jaspe y a Groller algo de ropa. También a Fiona por si quiere llevar alguna otra cosa en lugar de la armadura. Puede que otro vestido nuevo para mí. Ahorraremos dinero si robamos un bote... eh, barco. Con lo que ahorremos podemos comprar ropa nueva y... —Hizo una mueca de disgusto al contemplar lo que quedaba de los atavíos de Rig, y agitó el dedo en dirección a Jaspe, Groller y Feril—. Ropa para todos. También baños. Así pues, ¿cuándo vamos a hacerlo?
—Esta noche. Justo antes del amanecer. —Rig bajó la voz—. Cuando sea noche cerrada. —El marinero vio que el enano y el semiogro lo miraban e hizo unos cuantos gestos con las manos y los dedos en el silencioso lenguaje que Groller le había enseñado.
—¿Alguien sabe por qué están bloqueando el puerto? —inquirió la kender.
—El tabernero dice que los caballeros no han dado la menor indicación del porqué —repuso Fiona, negando con la cabeza—. Ni siquiera quieren hablar con los oficiales de la ciudad. Sencillamente se presentaron aquí en masa hace casi un mes y destruyeron los barcos amarrados a los muelles. Incluso hundieron las barcas de pesca y mataron a un par de capitanes que protestaron y a los caballeros de la Legión de Acero que intentaron detenerlos. Desde entonces, han impedido que nadie entre o salga del puerto.
—Excepto nosotros —declaró Ampolla—. Nosotros saldremos. Después de que consigamos un bote.
—Un barco —corrigió de nuevo Rig—. Feril ven conmigo. Y tú... —Hizo una señal a Dhamon—. Es hora de dar un paseo y ver qué se encuentra.
—¿Qué pasa conmigo? —La kender hizo un puchero—. ¿Qué pasa con Fiona y con Usha?
—Necesito que vengas conmigo —dijo Jaspe a Ampolla, mientras se metía un pedazo de pastel de manzana en la boca y hacía un gesto de asentimiento en dirección al marinero. Había comprendido las señas que Rig había hecho antes y sabía lo que debía hacer—. Groller también, y
Furia.
Mmm... Será mejor que Fiona y Usha permanezcan aquí y nos esperen. Hemos de conseguir algunas... eh, provisiones. Luego todos nos encontraremos junto a los muelles dentro de una hora más o menos. Junto a aquel enorme sauce.
La kender abandonó tan velozmente su asiento que incluso llegó antes que Groller a la puerta del local.
—¿Dónde vamos a comprar provisiones? Todo excepto la taberna está cerrado. —El enano la empujó al exterior, pero los otros siguieron oyendo su vocecita aguda a través de la puerta abierta—. ¿Qué clase de provisiones? ¿Eh?
Feril paseó la mirada nerviosamente de Rig a Dhamon.
—Feril, necesito tus ojos de elfa —le explicó el marinero—. Tu visión es mejor que la nuestra. No quiero acercarme demasiado a los muelles, no aún. Pero necesito que le eches un buen vistazo a la dársena; que nos digas cuántos caballeros ves a bordo de esos barcos y qué clase de defensas tienen las naves. —A Dhamon, Rig indicó con frialdad:— Y quiero que tú vengas con nosotros, traidor, porque no confío en ti y no quiero perderte de vista. Fiona, Jaspe tiene razón. Deberíais quedaros aquí. —Señaló su armadura—. Destacas demasiado.
Fiona y Usha se quedaron solas ante la mesa, y Usha se dedicó a juguetear con su pedazo de tarta a medio comer.
—¿Por qué viniste aquí, Usha? —preguntó la dama solámnica por fin, rompiendo el silencio—. Que Ampolla viniera lo comprendo. Todo esto es una magnífica aventura para la kender, pero ¿por qué tú? ¿Por qué no te quedaste junto a Palin?
Usha ensartó un trozo de manzana con su tenedor y pareció estudiarlo antes de metérselo en la boca. Al cabo de un buen rato contestó:
—Es por el Puño de E'li.
—¿El cetro que transporta Jaspe?
—Intento recordar algo que los elfos me contaron sobre él.
—¿Y crees que puedes recordarlo mejor aquí que junto a Palin en la torre?
—Desde luego no lo recordaré peor.
La dama mostró una expresión de perplejidad, que se tornó súbitamente alerta mientras se levantaba de su asiento.
—¿No te gusta mi compañía? —preguntó Usha.
—No, es ese hombre que acaba de salir. No ha tocado su bebida. Acabo de verlo pasar ante la ventana siguiendo a Feril. —Fiona se separó de la mesa—. Noto un extraño cosquilleo en la nuca. Tengo un mal presentimiento con respecto a ese hombre. —Se alejó de Usha y se perdió en la noche.
Usha dejó caer varias piezas de plata sobre la mesa y la siguió.
* * *
En el exterior, Dhamon se fundía con la noche; las ropas oscuras y la negra cabellera le permitían desaparecer entre las sombras. Feril avanzaba a su lado, no tan bien camuflada, con Rig andando varios pasos por delante de ellos.
—No sé qué es lo que siento con respecto a ti —decía ella en voz baja—. Creía que te amaba. Puede que aún lo haga. No lo sé. Yo...
—Lo comprendo. Maté a Goldmoon. Y eso lo cambió todo.
—Fue el dragón. Lo sé. Pero es duro...
—Maté a Goldmoon —repitió—. Y estuve a punto de mataros a Jaspe, a Rig y a ti.
—Dhamon, ¿por qué te has vuelto a unir a nosotros?
—Quiero venganza —musitó tras permanecer silencioso unos minutos—. Y no puedo obtenerla solo. Cada noche, lo único que veo es la expresión de asombro en el rostro de Goldmoon, la sangre en mis manos. Quiero que el Dragón Rojo pague por ello. Y haré todo lo que pueda para asegurarme de que así sea. Tal vez sea el único modo de redimirme. Quizá sea el único modo de que obtenga la paz... si es que merezco la paz. —Le cogió la mano, y atisbo en la oscuridad para estudiar su rostro. Ella bajó la mirada a la calle sin responder, y él le soltó la mano.
—Paz —escupió Rig en voz baja delante de ellos—. Mereces mucho menos que paz.
El trayecto hasta el puerto continuó en un silencio incómodo.
Fuera, en la bahía, las luces de las proas de todas las naves de los caballeros se reflejaban en el agua como gigantescas luciérnagas. Una ligera neblina penetraba a hurtadillas para envolver el puerto. El trío permaneció inmóvil y en silencio durante varios minutos, observando y aguardando.
—Hay una docena de barcos ahí fuera —refunfuñó Rig por fin—. Tendríamos que encontrar el modo de robar uno.
—Siete —corrigió Feril en voz queda—. Hay siete barcos.
—Siete, una docena, un centenar. ¿Qué importa? No hay ninguno lo bastante cerca de los muelles para que podamos alcanzarlo sin tener que nadar un buen rato.
—En ese caso tendremos que nadar un buen rato. —Era la voz de Fiona.
Ella y Usha se agacharon bajo unas ramas de sauce; entre las dos sujetaban a un hombre vestido de oscuro, que llevaba un pedazo de tela metido en la boca.
—Os estaba siguiendo —explicó la solámnica, mientras inmovilizaba al hombre contra el tronco—. Nos observaba en la taberna. Creo incluso que escuchaba nuestra conversación. Al principio creí que sólo era curiosidad, que no tenía nada mejor que hacer que curiosear lo que sucedía en una mesa llena de desconocidos. Pero luego tuve esa curiosa sensación incómoda.
Rig se acercó más, sacó una daga del cinturón y la apretó contra la garganta del hombre. Con la otra mano, el marinero aflojó la mordaza.
—Te mataré si gritas. —Estaba oscuro bajo el sauce, pero se filtraba bastante luz procedente de la luna y de una posada cercana, lo que permitió comprobar al marinero que el desconocido no estaba nada asustado. No había una sola gota de sudor en su frente, ni un leve temblor revelador en sus labios. Rig apretó más el cuchillo, haciendo brotar un hilillo de sangre—. ¿Por qué nos seguías?
El hombre no respondió. Rig acercó más el rostro, a centímetros de distancia del desconocido. El rostro de éste era suave, los cabellos cortos, las ropas bien cortadas. Olía a almizcle. No era un obrero. Un presumido, decidió el marinero, pero uno que no se arredraba.
—Nada conseguirá hacerlo hablar —dijo Usha—. Ya lo hemos intentado.
—Bueno, a lo mejor un poco de dolor le soltará la lengua —gruñó el marinero.
—Existe otro modo. —Las ramas de sauce volvieron a separarse, y Jaspe se unió al grupo. Ampolla lo acompañaba, tirando de un saco de cuero, y Groller permanecía detrás de los dos, con un saco en cada mano y el lobo a sus pies.
—Entonces demuéstralo. —Rig arrojó al desconocido al suelo.
El enano se aproximó, acercó los dedos gordezuelos al pecho del hombre y cerró los ojos.
—Esto lo aprendí de Goldmoon —murmuró—. Sólo que nunca antes había tenido necesidad de utilizarlo. —El enano no tuvo problemas para hallar su fuerza interior esta vez. No le había vuelto a costar nada desde la caída en la cueva y su visión de Goldmoon. Alimentó la chispa de su interior, sintiendo cómo crecía rápidamente y se doblegaba a su voluntad.
Un hormigueo le recorrió el pecho y descendió por los brazos para ir a centrarse en los dedos, que se apoyaban en la cara camisa del hombre. El enano abrió los ojos. Ahora se veían muy redondos y brillantes, fijos en los del otro. La expresión severa del desconocido se relajó de forma notable y sus ojos se clavaron en los de Jaspe.
—¿Qué hace Jaspe? —inquirió Rig.
—Magia —susurró Feril—. De una clase que yo no sabía que él pudiera conjurar. Es más que un sanador. Es un místico, como lo era Goldmoon.
—Amigo —dijo Jaspe en tono afectuoso.
—Amigo —respondió el hombre.
—Nos estabas siguiendo.
El hombre asintió, sin que sus ojos se apartaran lo más mínimo de los del enano.
—Sí, os seguía.
—¿Porqué?
—Tenía que asegurarme de que erais vosotros. Órdenes.
—¿Qué órdenes? ¿De quién eran las órdenes?
—Las órdenes del caballero comandante.
—¿De la Legión de Acero?
El hombre negó con la cabeza.
—¿Eres un Caballero de Takhisis?
—No. —El hombre volvió a negar con la cabeza, manteniendo los ojos fijos en los del enano—. No soy un militar. No pagan lo bastante bien. Espío para los caballeros negros. Por hacerlo, ellos me pagan muy bien, amigo. Llevo mucho metal en mi bolsillo.
—Es peor que un Caballero de Takhisis —refunfuñó Rig.
—¿El caballero comandante te ordenó que nos vigilaras? —Había sorpresa en la voz de Jaspe—. ¿A nosotros?
—Tenía que esperar vuestra llegada. Yo y algunos otros... y los caballeros del puerto. Llevamos esperando un tiempo. Sabíamos que veníais a Ak-Khurman. Era sólo cuestión de tiempo. Tuve que ir con cuidado. La Legión de Acero sabía que había espías de los caballeros negros en la ciudad. Se han dedicado a interrogar a los habitantes, intentando localizarnos.
—¿Nos buscabas a
nosotros? -
-repitió el enano.
—Una kalanesti con una hoja de roble en el rostro, un hombre negro con un alfanje —continuó el desconocido—. Tú, un enano con barba recortada. Una dama solámnica. Un enorme semiogro con un lobo rojo. Y Dhamon Fierolobo. A él lo descubrí hace una semana, pero se encontraba demasiado lejos y no lo reconocí entonces. No con los cabellos negros.
El hombre calló unos segundos, y luego añadió:
—Malys, la señora suprema Roja, quiere que se os detenga y elimine. Quiere ver a Dhamon Fierolobo capturado y torturado.
—Maravilloso —observó el enano—. Un encantador sistema para obtener un poco de metal.
—Pero no me pagaron para que os matara, sólo para informar cuándo y dónde os había visto, dónde os podían localizar los caballeros negros. Yo no os haría daño, amigo. Al menos no con mis propias manos.
—¿De modo que los caballeros han bloqueado la ciudad por nuestra culpa? —inquinó Jaspe.
El hombre asintió.
—Otros barcos situados a lo largo de la costa partieron hace una hora más o menos, por si accidentalmente habíais ido a parar a un poblado ogro situado al sur.
—Todos estos barcos de Ak-Khurman hundidos —murmuró Feril—. Por culpa nuestra.
—Probablemente, los dracs rojos de las montañas también habían sido enviados a buscarnos —dijo Fiona—. Y como eso no funcionó...
—¿Por qué? —lo apremió Jaspe con un atisbo de cólera asomando en la voz—. ¿Por qué tienen tantas ganas de detenernos los Caballeros de Takhisis?
—La Roja sabe que queréis impedir el regreso de Takhisis. Os quiere muertos.