Bolitho vio la furia que asomaba en los semblantes torturados de los marineros y se preguntó si él también tenía aquel aspecto. Eso explicaría por qué Couzens se había asustado tanto al llegar a su lado.
La pesada hoja del machete pasó rozando la hebilla del cinto de Bolitho y dejó sobre el metal una muesca del tamaño de una bala de mosquete.
Bolitho vio que de pronto la expresión del hombre se convertía en terror, para luego vaciarse por completo. El filo del sable abrió su cara desde el ojo hasta la mandíbula, y le mandó, entre aullidos de dolor, hacia el grupo de hombres que se defendían tras él.
Bolitho sintió que le invadía la náusea. Estaba agotado y se sentía aturdido por la crueldad del combate. Couzens no sería capaz de prender fuego al bergantín, y, en cualquier caso, los enemigos habían ya empezado a lanzar gritos de victoria. Como hizo Quinn en su momento, él se había esforzado, y si fracasaba nadie podía echárselo en cara.
De nuevo oyó los gritos salvajes e incontrolados:
—¡Hurra! ¡Hurra!
Bolitho cruzó la mirada e interrogó a Stockdale:
—¡Eso no era un enemigo!
Se dio la vuelta, bajando la guardia por primera vez, y vio que de la escotilla de proa surgía de pronto una manada de hombres sucios y mal afeitados.
Couzens, que corría junto a ellos, gritó sin poder contener su alegría:
—¡Prisioneros, señor!
Sin comprenderlo todavía, se sintió empujado por los hombres recién liberados, que cogían espadas caídas, cabillas o cualquier otra cosa que sirviese de arma para golpear y acabar con sus recientes captores.
Bolitho pensó que se estaba volviendo loco, pero aquello ocurría de verdad. No cabía duda de que eran marineros apresados a lo largo de las andanzas del bergantín. Algunos debían provenir de su dotación original. Pero cargaron contra los americanos; reforzando al grupo de abordaje, que empezaba a debilitarse, con la furia de una marea de venganza. Poco tardaron en derrumbar las defensas de la tripulación corsaria; algunos de sus hombres fueron arrojados por la borda. Nada parecía poder detenerles en su determinación de capturar la toldilla.
—¡Adelante, muchachos! —gritó Bolitho—. ¡Un último esfuerzo!
Y tras eso, gritando hurras y aullando palabras sin sentido, se precipitó junto al resto, golpeando y atizando sablazos con un brazo que le pesaba como el plomo, en dirección también a la popa.
Todavía los impactos de las balas golpeaban la cubierta. De pronto, un marinero descendió por uno de los obenques y se plantó sobre sus dos pies. Agarró una pistola que traía en el cinto, con expresión concentrada, y apuntó a los hombres que avanzaban ante él.
Comprendía que nada podía salvarle, pero conservaba una última chispa de orgullo y honor que le obligaba a un ataque suicida.
Couzens se halló cara a cara con el americano. Bolitho, que se percataba de lo que ocurría, se hallaba a varios pasos de distancia. Stockdale estaba todavía más lejos.
Bolitho gritó con toda la fuerza de sus pulmones:
—¡Si dispara le mataré con mis propias manos!
Los ojos del hombre no parpadearon. Bolitho comprendió que nada le iba a detener. Quería disparar. Vio el gatillo que empezaba ya a retroceder empujado por el dedo.
Y en aquel instante una figura saltó desde un montón de velas enredadas y se colocó entre la pistola y el aterrorizado Couzens. El disparo surgió, pero su estampido quedó silenciado por el cuerpo recién llegado.
Bolitho corrió, pero sólo pudo atrapar el cuerpo de Quinn que se desplomaba. Ni siquiera vio el vuelo del machete de Stockdale; sólo oyó el sordo gruñido que el hombre emitió al expirar.
Bolitho sostuvo a Quinn y, con un gran esfuerzo, le colocó sobre la cubierta. Estaba claro que iba a morir; nada podía hacer para evitarlo. La bala había penetrado en su estómago, y se veía sangre por todas partes.
—Me duele… —jadeó Quinn— abandonarle ahora, señor.
Bolitho mantuvo la presión de su mano, consciente de que Stockdale estaba allí para cubrirle la espalda. Un poco más allá, arrodillado sobre las tablas, Couzens sollozaba con desespero.
—Dick —dijo—. ¿Recuerda que debe llamarme Dick?
Sintió que se le humedecían los ojos. Para colmo de males, los hombres habían empezado a gritar celebrando la victoria. La popa se veía como un mundo separado. Los entusiastas marineros arriaban la bandera americana ayudados por los cautivos recién liberados. Les observaba el capitán del
Revenge
, herido gravemente durante la última carga de los británicos.
—Hemos vencido, James —dijo Bolitho con voz suave—. Lo hemos logrado.
Quinn sonrió. Su mirada se dirigía hacia el cielo a través del aparejo y las velas destrozadas.
—Usted, quien ha vencido es usted.
Tenía dificultades para hablar. Su piel había adoptado el color de la cera reblandecida. Bolitho desabotonó su camisa y descubrió la cruel cicatriz, secuela de la primera batalla de Quinn.
Usó la mano que tenía libre para soltar la hebilla de su cinto y dijo con cautela:
—Usted se había embarcado de pasajero. De no ser por su intervención, el joven Couzens estaría ahora muerto. Me ocuparé de que en Inglaterra se enteren. Que sepan de su valor.
Los ojos de Quinn se desviaron hacia el semblante de Bolitho.
—Ya no tengo miedo —las palabras le obligaron a toser, y un chorro de sangre resbaló por su mandíbula—, Dick.
Bolitho iba a responderle cuando vio que la luz se desvanecía en la mirada de Quinn. Como la llama de una candela al apagarla.
Con cuidado, recostó a Quinn sobre la cubierta y se levantó. Stockdale le golpeó suavemente el codo.
—Serenidad, señor. Los hombres le están mirando.
Bolitho asintió. La emoción y el esfuerzo cegaban sus ojos.
—Sí. Gracias.
Se volvió hacia el grupo de marineros, agotados pero exultantes. Por poco no lo cuentan. Pero aquellos hombres se habían entregado como nadie. Se merecían un último esfuerzo, cualquiera que fuesen en aquel momento sus sentimientos.
—Les felicito, lo han hecho muy bien —dijo con voz pausada—. Con una dotación tan reducida, cuesta imaginar a gente más valerosa.
Tres días después, los dos veleros apresados penetraban en la rada de English Harbour bajo la vigilancia de la escuadra entera.
Fueron tres días de agotadora tarea. Hubo que reparar las averías, si bien de forma provisional, para que ambos barcos pudiesen navegar hasta Antigua. También fue necesario seleccionar a los cautivos liberados y repartirlos entre los dos bergantines.
El momento en que el vigía de la cofa anunció la aparición de la costa debía de haber llenado de orgullo a Bolitho, de no ser porque la tristeza de la muerte de Quinn pesaba todavía en su ánimo.
Había decidido tomar el mando del
Revenge
. Allí, tras arbolar un mástil de fortuna y dar sepultura a los muertos de ambos bandos, su primera orden fue hacer eliminar el nombre pintado en la popa. Bajo las letras, Jonas Tracy había hecho escribir su frase preferida:
«No se cruce en mi camino
», subrayada por la imagen de una serpiente.
A medida que la tierra surgía de la calima, y los dos bergantines daban prudentes bordadas para aproximarse al puerto, una fragata que patrullaba la zona se acercó navegando viento en popa para investigar su presencia.
—¿Qué debo decirles, señor? —preguntó a gritos Couzens desde la cruceta.
Stockdale, mirando la expresión de Bolitho, pensó que había comprendido.
—Ya hablaré yo, señor Couzens —dijo.
Luego hizo bocina con sus poderosas manos y gritó tanto para los hombres de la fragata como para el resto:
—¡El bergantín de Su Majestad,
Mischief
, se reintegra al servicio! —Sin duda el momento resultaba muy especial para él, y más aún cuando añadió—: ¡Al mando del teniente de navío Richard Bolitho!
Abatir
. Apartarse un barco hacia sotavento del rumbo que debía seguir.
Acuartelar
. Presentar al viento la superficie de una vela, llevando su puño de escota hacia barlovento. La vela se hincha «al revés» y produce un empuje hacia popa en lugar de hacia proa.
Adujar
. Recoger un cabo formando vueltas circulares u oblongas. Cada vuelta recibe el nombre de aduja.
Aguja magnética
. Instrumento que indica el rumbo (la dirección que sigue un buque). También recibe los nombres de: compás, aguja náutica o brújula.
Ala
. Pequeña vela trapezoidal que se añadía a los lados de otra para aumentar la superficie con poco viento.
Alcázar
. Parte de la cubierta alta comprendida entre el palo mayor y la entrada de la cámara, o bien, en caso de carecer de ella, hasta la popa. Allí se encuentra el puente de mando.
Aleta
. Parte del costado de un buque comprendida entre la popa y la primera porta de la batería de cañones.
Amura
. Parte del costado de un buque donde comienza a curvarse para formar la proa.
Amarada
. Parte interior del costado de un buque.
Aparejo
. Conjunto de todos los palos, velas, vergas y jarcias de un buque.
Arboladura
. Conjunto de palos, masteleros, vergas y perchas de un buque.
Arraigadas
. Cabos o cadenas situados en las cofas donde se afirma la obencadura de los masteleros.
Arribar
. Hacer caer la proa de un buque hacia sotavento. Lo contrario de orzar.
Arsenal
. Lugar donde se construyen o reparan los buques de guerra.
Azotar
. Apretar un nudo o amarre.
Babor
. Banda o costado izquierdo de un buque, mirando de popa a proa.
Balance
. Movimiento alternativo de un buque hacia uno y otro de sus costados.
Baos
. Piezas de madera que, colocadas transversalmente al eje longitudinal del bague, sostienen las cubiertas. Equivalen a las «vigas» de una casa.
Barlovento
. Parte o dirección de donde viene el viento.
Batayola
. Barandilla hecha de doble pared, de madera o de red, en cuyo interior se colocaban los coyes de los marineros para protegerse al entrar en combate.
Bauprés
. Palo que sale de la proa y sigue la dirección longitudinal del buque.
Bergantín
. Buque de dos palos (mayor y trinquete) aparejado con velas cuadras en ambos y además vela cangreja en el mayor.
Bita
. Pieza sólida que sobresale verticalmente de la cubierta, sirve para amarrar cabos o cables.
Bordada
. Distancia recorrida por un buque en ceñida entre virada y virada.
Botalón
. Palo largo que sirve como alargo del bauprés o de las vergas.
Bovedilla
. Parte en ángulo de la popa.
Braza
. Cabos que, fijos a los extremos de las vergas, sirven para orientarlas.
Brazola
. Reborde o baranda que protege la boca de las escotillas. También puede ser la barandilla de los buques cuando es de tablones unidos.
Burda
. Cabos o cables que, partiendo de los palos, se afirman en una posición más a popa que aquellos. Sirven para soportar el esfuerzo proa—popa.
Cabilla
. Trozo de madera torneada que sirve para amarrar o tomar vuelta a los cabos.
Cabullero
. Tabla situada en las amuradas provista de orificios por donde se pasan las cabillas.
Cable
. Medida de longitud equivalente a la décima parte de una milla (185 metros).
Cabo
. Cualquiera de las cuerdas empleadas a bordo.
Cabuyería
. Conjunto de todos los cabos de un buque.
Calado
. Distancia vertical desde la parte inferior de la quilla hasta la superficie del agua.
Calcés
. Parte superior de palo o mastelero, comprendida entre la cota y la cabeza.
Capa
. («Ponerse a la capa».) Disposición del aparejo de forma que el barco apenas avance. Esta maniobra se hace para aguantar un temporal o para detener el barco por cualquier motivo.
Cargadera
. Cabo empleado para recoger las velas.
Castillo
. Estructura de la cubierta comprendida entre el palo trinquete y la proa del buque.
Cazar
. Tirar de un cabo, especialmente de los que orientan las velas.
Ceñir
. Navegar contra el viento de forma que el ángulo formado entre la dirección del viento y la línea proa—popa del buque sea lo menor posible (aprox. entre 80 y 45 grados).
Cofa
. Plataforma colocada en los palos que sirve para afirmar los obenquillos. Las utilizaba la marinería para maniobrar las velas.
Combés
. Espacio entre la cubierta superior, o la de la batería más alta, situado entre el palo mayor y el trinquete. En algunos casos tiene una gran escotilla o abertura rectangular, por lo que no llega de lado a lado del buque.
Compás
. Véase aguja magnética.
Contrafoque
. Vela triangular colocada entre la trinquetilla y el foque.
Coy
. Hamaca de lona utilizada por la marinería para dormir.
Cuaderna
. Cada una de las piezas simétricas a banda y banda que partiendo de la quilla suben hacia arriba formando el costillar del buque.
Cuadernal
. Motón o polea que tiene dos o más roldanas.
Cuarta
. Cada una de las 32 partes o rumbos en las que se divide la rosa náutica. Equivale a un ángulo de 11 grados y 15 minutos.
Cubierta
. Cada uno de los pisos en que está dividido horizontalmente un buque.
Cureña
. Armazones con ruedas que soportan a los cañones.
Derivar
. Desviarse un buque de su rumbo. Normalmente por efecto de las corrientes.
Derrota
. Camino que debe seguir el buque para trasladarse de un sitio a otro.
Driza
. Cabo que se emplea para izar y suspender las velas, vergas o banderas.
Enjaretado
. Rejilla formada por listones cruzados que se coloca en el piso para permitir su aireación.
Escampavía
. Embarcación menor muy marinera, empleada a menudo como apoyo a un buque mayor.