Criopolis (38 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Criopolis
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Miles hizo una mueca.

—¿Recuerdas la última vez que lo intentaste?

—Vivamente. ¿Tú no?

—A retazos —dijo Miles con sequedad.

Mark dio un respingo.

—En todo caso, aunque no dudo de que la almirante Quinn podría hacer el trabajo, te suplico que contrates a un grupo diferente.

Por si acaso no era del todo una broma. Con Mark, en este tema, era difícil saberlo.

—¿Qué vais a hacer los dos a continuación? ¿Tenéis hotel?

—No, hemos venido directamente del espacio-puerto. A continuación vamos a ver a Fuwa.

—¿No han pasado ya las horas de trabajo locales?

Mark se encogió de hombros.

—Sigo el sistema horario de la nave.

—¿Puedo asistir?

—Asistir, sí. Intervenir, no.

—Humm… —dijo Miles, pero Jin, Roic y Kareen regresaron antes de que pudiera abundar en esto.

Jin daba saltitos de placer, pero se detuvo para mirar con el habitual asombro a Miles y su hermano-clon juntos el uno al lado del otro. Miles seguía deseando que Mark no hubiera ganado de nuevo peso como modo de diferenciarse, pero la torva sonrisa de Mark ante la incomodidad de su hermano-progenitor con la decisión, era probablemente un placer añadido, desde su punto de vista. Un hombre complicado, Mark.

—¡Quiero enseñarles mi esfinge a mamá y Mina! —dijo Jin.

—No puedes meterla en la cabina —dijo Raven, alerta.

—Eso ya lo sé —replicó Jin—. Pero puedo acercarla al espejo. ¿Puede Roic-san ayudarme a transportarlo todo?

Roic miró la oficina vacía y le dirigió a Miles una leve negación con la cabeza, consciente de nuevo de su función de guardaespaldas. Vorlynkin intervino, y dijo tranquilamente:

—Yo te echaré una mano, Jin.

—Os acompaño —añadió Raven prudentemente.

—Creo que Leiber sigue por aquí —dijo Miles—. Iremos los dos.

Tenbury regresó entonces, para continuar la visita interrumpida; sin más que un gesto con las cejas por parte de Mark y una sonrisa de despedida por parte de Kareen, los tres se marcharon por otra salida. Miles siguió a Vorlynkin, que llevaba la caja de la esfinge tras Jin. Gritos quejumbrosos de «¡Fueraaa! ¡Casaaa!» resonaban en las rancias sombras del garaje subterráneo.

«A casa, sí. Tú y yo, esfinge.»

La reacción de su madre ante la esfinge fue decepcionante, pensó Jin, pero no sorprendente. Familiar, de hecho, y por tanto reconfortante.

—¡Jin, no! —dijo ella, llevándose la mano a los labios—. ¿Dónde la guardarías?

Nefertiti se retorció incómoda entre los brazos de Jin mientras éste la alzaba sobre su cadera para que su madre la viese, e intentó menear las alas, pero la práctica manejando a Gyre, mucho más feroz, actuó a favor de Jin.

—¡Cuidaré bien de ella! ¿No lo hago siempre? Viene con un archivo de instrucciones, además, así que nada puede salir mal.

En su cama tras la pared de cristal, su madre se frotó la frente.

—Ése no es el tema esta vez, Jin, cielo.

Mina, que había estado al pie de la cama todo el día, se sentó interesada.

—¡Es enorme! Más grande que Lucky y Gyre juntos. En realidad, parece una mezcla de Lucky y Gyre juntos. ¡Oh, di que sí, mami! —Se bajó de la cama y salió de la cabina con un leve vahído de presión del aire.

—¿Ha arreglado Tenbury el intercomunicador? —preguntó Jin, dándose cuenta un poco tarde de que habían añadido algo nuevo—. ¿Cuándo ha venido?

—No, ha sido el cónsul Vorlynkin —dijo Mina, inclinándose para mirar a los ojos a la esfinge—. Tiene una cara graciosa…

—Oh, ¿cómo?

—He encontrado el interruptor —dijo Vorlynkin, apoyando un hombro contra la pared de cristal y contemplándolo todo con cierta diversión.

Raven-sensei se agachó para capturar la mascarilla de Mina y meterla en la caja esterilizadora para volver a utilizarla.

Nefertiti flexionó las uñas y gruñó, y Jin la puso a cuatro patas en el suelo, donde agitó las alas con un sonido arrullador que parecía el de una de las gallinas.

—¿Vuela? —preguntó Mina, extendiendo una mano para que la esfinge la oliera.

—Creo que no —respondió Jin—. Sus alas son casi del mismo tamaño que las de Gyre, pero es mucho más pesada.

—Estas criaturas genéticas de compañía suelen fabricarse para que sean decorativas, no funcionales —advirtió Raven-sensei—. Dependiendo de lo que ordene el comprador, claro está.

Mina frunció el ceño.

—No me parece bien, darle alas para que no pueda volar.

Jin se agachó y rascó los omóplatos de la criatura, entre las alas, que se plegaron de nuevo mansamente mientras se estiraba para recibir la caricia. No podía lamerse la piel como un gato, ni arreglarse las alas con el pico como un ave, así que Jin tendría que hacer un montón de caricias, y hacerlas según las instrucciones del archivo.

—¿Pondrán huevos o tendrán hijos vivos? ¿Uno a uno, o una camada, como los gatitos? Me pregunto si quedará algún macho… Y si pudiera encontrar uno, de alguna manera…

—Puede que no hayan fabricado ningún macho —murmuró Raven-sensei—. Creo que las esfinges eran tradicionalmente femeninas. Pero estas criaturas artificiales no suelen tener capacidad para reproducirse. Habría que clonarla, y criar a los bebés.

La imaginación de Jin se disparó. La clonación casera de animales pequeños no era difícil, si podías conseguir el equipo adecuado, en una tienda de suministros de animales o entre aficionados que ampliaban su colección o la dejaban. No era algo que se encontrara en un callejón de basura, pero tendría que haber material usado barato en alguna parte…

—¡Casaaa! —dijo la esfinge, quejumbrosa.

—¡Habla! —exclamó Mina, con una sonrisa de deleite.

—Vienen con un vocabulario de unas veintidós palabras, según el archivo —dijo Jin—. No sé si se les puede enseñar más, como a los loros.

—Podemos intentarlo…

Tras el cristal, su madre hizo un ruido de impotente protesta materna, como en el momento intermedio de cualquier otra negociación, así que Jin abrigó esperanzas. Pero esta vez ella dijo:

—Jin, ahora mismo ni siquiera tenemos una casa donde llevarla. ¡Oh, no, acabo de darme cuenta! ¿Qué ha pasado con nuestro apartamento, y todas mis cosas? Nadie habrá pagado el alquiler durante año y medio, si está vacío. Oh… y mi cuenta bancaria… ¿Qué pasó con mi dinero, después de que me congelaran? Si no tengo trabajo, ni dinero, ni sitio donde vivir…

—Tía Lorna tiene algunas ropas tuyas en cajas en el desván, eso sí lo sé —respondió Mina—. Y se llevó mis cosas y las de Jin. Tuvo que vender el sofá grande, y la mesa de la cocina, y un par de otras cosas grandes, porque no tenía sitio donde ponerlas.

El cónsul Vorlynkin se volvió y habló a través del cristal, formalmente.

—Todos ésos son problemas que pueden solucionarse, señora Sato, pero ninguno de ellos tiene que ser resuelto hoy, ni todos a la vez. Como parte del caso del lord Auditor (una testigo protegida, más o menos), nuestro consulado cubrirá sus necesidades inmediatas.

—Mi comité, mis amigos… ¿Qué les pasó a todos, aparte de esos que dicen que NeoEgipto asesinó o quitó de en medio? ¿Y si ellos…? —Su voz se hundió en el silencio.

—Su primera tarea debe ser su propia recuperación física —intervino Raven-sensei, preocupado por su súbita inquietud—. Luego vendrá su resistencia mental normal. Dentro de dos o cuatro semanas, no dos o cuatro días… Tiene que darse tiempo.

—Nunca he tenido tiempo suficiente. —Se llevó las manos a las sienes—. ¡Y esa criatura sorprendente…!

Vorlynkin se aclaró la garganta.

—No estoy seguro de en qué pensaba lord Vorkosigan cuando aceptó el animal. De todas formas, podemos tenerlo en el patio trasero del consulado con el resto de las criaturas de Jin, por ahora. No hacen ningún daño allí. Animan un poco el lugar, en realidad. El espacio estaba infrautilizado.

Ella suspiró, se cruzó de brazos y casi se echó a reír, aplacando la creciente alarma de Jin.

—Supongo que todo esto parece tan absurdamente grande porque está tan cerca.

Pero sus ojos miraron a Jin y Mina, no a la esfinge.

Como no iban a regresar al consulado esta noche después de todo, Vorlynkin dejó que Jin hablara por su comunicador de muñeca con el teniente Johannes, para decirle cómo tenía que cuidar a sus criaturas hasta que regresara mañana. Johannes ni siquiera pareció sarcástico por las tareas añadidas. Así que todo iba bien, por ahora.

Miles-san y Roic se habían llevado a Leiber-sensei a otra habitación para hablar, justo después de entrar. Regresaron entonces, cargando, inesperadamente, con un montón de cajas con la cena del Café de Ayako. Miles les hizo saber que este botín era cortesía de la señorita Kareen, que de algún modo había descubierto dónde conseguirlo, cómo hacer que lo entregaran en las instalaciones, y además lo había pagado todo.

Acabaron teniendo una especie de picnic en la sala de recuperación; Raven-sensei incluso le llevó una caja a la madre de Jin, así que cuando retiró las cortinas después de su reconocimiento médico, fue casi como si todos estuvieran cenando en familia una vez más. A Jin le pareció que ella tenía un poco de mejor aspecto después de comer, menos cansada, y con más color en el rostro. Pero claro, el curry de Ayako estaba siempre muy bueno.

Fue divertido ver a Roic sentado en el suelo con las piernas cruzadas, mientras Mina le daba instrucciones para manejar los palillos. Miles-san los manejaba bastante bien, para ser un galáctico; decía que había practicado en la nave cuando venía de camino, y en otras ocasiones en el pasado. Cuando dio a entender que había estado en la Vieja Tierra, dos veces, Mina le hizo contar historias de sus visitas, aunque él habló sobre todo de su segundo viaje, su esposa, y jardines, montones de jardines diferentes. Todo lo que dijo de su primer viaje fue que se trató puramente de negocios, que nunca había salido de una ciudad, que fue la primera vez que vio a su hermano, una observación que a Jin le pareció extraña. El cónsul Vorlynkin se tiró del labio y pareció reflexivo, pero no hizo ninguna pregunta, y Miles-san no continuó.

Con frecuentes referencias al archivo de instrucciones, Jin le dio de comer trocitos a Nefertiti, que al parecer podía comer algunas clases de comida de las personas pero otras no. Por desgracia, Ako entró justo cuando la esfinge tenía un accidente en el rincón más oscuro, que en realidad fue culpa de Jin porque no le había prestado suficiente atención a sus murmullos de «¡Popó! ¡Pipí!» durante sus inquietas exploraciones de la sala de recuperación. Ako se molestó mucho, y obligó a Jin a limpiarlo, cosa que era justa, pero luego insistió en que la criatura no podía pasar allí la noche. Raven-sensei, al menos, no pareció molesto por las suciedades biológicas, y permaneció apartado del debate. Jin acabó prometiendo que se llevaría a Nefertiti a su escondite del tejado para pasar la noche, cosa que satisfizo a Ako, pero entonces Mina quiso acompañarlo y ver el lugar.

Miles-san y Roic se marcharon entonces para reunirse con Lord Mark y Suze-san, así que el cónsul Vorlynkin, tras una mirada a través del cristal a la preocupada madre de Jin, se ofreció voluntario para acompañarlos y cargar con la caja de la esfinge y asegurarse de que todo iba bien. La madre de Jin le sonrió agradecida, así que Jin supuso que todo iba bien.

Bajaban por las escaleras cuando se encontraron a Bhavya, una de las amigas de Ako, que subía jadeando.

—¡Jin! ¿Has visto a Ako? Tanaka-san quiere verla en la primera planta… una criopreparación de emergencia. Dicen que una pobre anciana se desplomó en la cafetería.

—Está en la sala de recuperación con mi madre. —Jin señaló escaleras arriba—. Raven-sensei está allí también.

Bhavya asintió y subió corriendo, dando las gracias sin mirar atrás.

Vorlynkin se giró para mirarla.

—¿Deberíamos ir a ayudar?

Jin negó con la cabeza.

—No, esto pasa todo el tiempo. Bueno, no todo el tiempo, pero cada semana más o menos. Tanaka-san sabe qué hay que hacer.

Vorlynkin pareció vacilante, pero siguió a Jin por los túneles.

—El trazado aquí es muy confuso —observó.

—Sí, los túneles de abajo parten de los edificios de arriba, y pasan también por debajo de las calles. Y algunos tienen cuatro niveles, y otros cinco o seis. Hay que memorizarlos.

Jin no tuvo ningún problema para encontrar su ruta familiar, ni siquiera cuando dejaron atrás la sección iluminada, y Vorlynkin sacó una linternita de su chaqueta para iluminar los escalones. Mina, que hasta entonces había caminado sola, se agarró prudentemente de la ancha manga del abrigo en mitad de las sombras. Subieron cinco tramos hasta salir por fin de la torre térmica al tejado de Jin. Vorlynkin no resoplaba demasiado, para ser un adulto, a pesar de que cargaba con la caja.

Jin había perdido la noción del tiempo en la sala de recuperación sin ventanas, pero parecía muy tarde ya. El aire era húmedo y frío, iluminado por reflejos difusos de las farolas de la zona, que le prestaban a todo un curioso tono marrón. Los ruidos de la ciudad se habían calmado como solían hacer sólo después de medianoche. Pero tras rodear la torre, Jin descubrió que sus lonas seguían puestas y tensas, sin que el viento las hubiera soltado todavía. Su pequeño refugio estaba cubierto por un triste residuo de cosas que no se habían llevado el otro día, porque no eran necesarias para sus criaturas, o eran demasiado grandes y molestas para que cupieran en la aero-furgoneta, o se hallaban en mal estado para conservarlas. Se había llevado su linterna ya, así que ahora estaba en el consulado, inútil, pero Vorlynkin amistosamente iluminó con la suya mientras Jin le explicaba a Mina su antigua vida aquí, y Mina hacía ruiditos de envidia y admiración.

Cuando la sacaron de la caja, Nefertiti no se acostumbró de inmediato al nuevo entorno. Miró alrededor, cautelosa, agazapada, y luego por fin hizo un tenso reconocimiento. Jin la siguió, explicándole a Vorlynkin el terrible destino de los pollitos que todavía no podían volar.

—Si se cayera por el pretil, no sé si caería a plomo, o si aletearía como las gallinas grandes, o si volaría.

Los densos músculos que Jin había sentido bajo el dorado pelaje no le ayudaban a decidir.

—Tal vez será mejor que le ate una cuerda a la pata, como a Miles-san.

—¿Humm? —dijo Vorlynkin, así que Jin le explicó las medidas de seguridad de su primera noche, cosa que hizo que Vorlynkin hiciera otra vez «¡Humm!» y se mordiera el labio superior. Pero por la forma en que sus ojos se arrugaron, a Jin no le pareció que estuviera enfadado ni nada.

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