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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Criopolis (36 page)

BOOK: Criopolis
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—Jin —dijo el cónsul Vorlynkin—. Iba a buscarte. Pretendía volver al consulado, pero… —Miró al nuevo no-Miles.

—Mamá y Mina se han quedado dormidas —respondió Jin.

—Ah, bien —dijo Raven-sensei—. Iré a comprobar cómo están y consultaré un par de cosas con Ako, y enseguida vuelvo. —Se marchó a la sala de recuperación.

Los ojos de la señora rubia chispearon alegremente al mirar a Jin, como la luz del sol reflejada en un lago.

—¿Y éste quién es, cónsul?

Vorlynkin pareció recuperarse, aunque Jin no estaba seguro de por qué la llegada de esta pareja lo había dejado tan aturdido, bueno, a excepción del sorprendente aspecto del hombre bajito.

—Éste es Jin Sato. Hijo de la mujer a la que el lord Auditor y el doctor Durona acaban de revivir. Jin, éstos son lord Mark Vorkosigan y su compañera, la señorita Kareen Koudelka. De Barrayar.

La señorita Koudelka tendió una esbelta mano para que Jin la estrechara, como si fuera un adulto, y el hombre, un segundo después, hizo lo mismo. Jin se preguntó si compañera significaba novia o colaboradora. Parecía que la atractiva mujer debía de ser ejecutiva de una corporación, pues el caro bolso que colgaba de su hombro tenía el tamaño apropiado para material de negocios, no de cosmética.

—¿Es usted hermano de Miles-san? —preguntó Jin. ¿Como Tetsu y Ken? Jin advirtió que le llegaba al hombre a la altura de los ojos, igual que a Miles-san, pero de algún modo la masa extra hacía que lord Mark pareciera más alto. Y su sonrisa no le asomaba a los ojos como le pasaba a Miles-san.

—Gemelos, nacidos con seis años de diferencia —dijo el hombre, con tono aburrido y ensayado—. Es una larga historia.

Y claramente no estaba dispuesto a contársela a Jin.

—No parecen… hum… exactamente iguales —dijo Jin. Lord Mark no usaba bastón como Miles-san, y parecía moverse con más fluidez. Tal vez era el hermano menor.

—Una distinción que a veces tengo problemas para mantener —repuso lord Mark.

Raven-sensei regresó de la sala de recuperación.

—Creo que debería conocer primero a la señora Suzuki, Lord Mark.

—¿Tenemos que tratar con ella? Ese tal Ted Fuwa es el único dueño reconocido.

—Sólo de la planta física. Para nuestros propósitos, la planta física es… bueno, no es que sea nada, pero es intercambiable. Son las capacidades y oportunidades humanas que contiene lo que hizo que mereciera la pena traerle aquí para que echara un vistazo. Y la señora Suze es indiscutiblemente el ama de esta particular corte del caos.

Lord Mark asintió brevemente: escuchaba, sin discutir.

—¿Sabía su hermano que venía, lord Mark? —preguntó Vorlynkin—. No me lo mencionó. Ni el doctor Durona. —Miró a Raven-sensei de modo no muy amistoso.

—Pillamos una nave antes de lo que esperábamos —respondió la señorita Koudelka.

—En realidad no tengo ningún interés en acercarme a ningún nido de avispas en el que Miles esté hurgando —dijo lord Mark—. Normalmente no nos entrometemos en las empresas del otro. Considérelo una especie de escenario paralelo fraternal.

Su compañera intervino entonces, tranquilamente:

—De hecho, tengo entendido que una de las funciones del consulado es ayudar a los barrayareses en Kibou.

Vorlynkin asintió, en guardia.

—Aunque la investigación auditorial tiene prioridad, ahora mismo. —Y entre dientes añadió—: Sea lo que demonios sea lo que crea que está haciendo…

—Naturalmente. —La sonrisa de la señorita Koudelka se volvió cegadora; Vorlynkin parpadeó—. Mark, Raven, el cónsul quizá debería acompañarnos, ¿no? Entonces sólo tendremos que explicar las cosas una vez.

Vorlynkin pareció imperturbable.

—Jin, ¿te importa?

—Oh, Jin puede venir también —dijo animosamente Raven-san. Y le añadió en un aparte a la señorita Koudelka—: Guía nativo y todo eso.

Ella asintió amigablemente, y le dirigió a Jin otra luminosa mirada.

Raven-sensei echó a andar, y Jin lo siguió, asombrado, hasta llegar ante la puerta de Suze-san. Lord Mark y la señorita Koudelka miraban alrededor mientras caminaban; la señora rubia hacía mediciones con un diminuto vid.

En la habitación de la esquina, Raven-sensei llamó con fuerza. La puerta se abrió sorprendentemente pronto. No lo hizo Suze-san, sino Tenbury-san.

—¿Qué es todo esto? —Miró con recelo a través de su mata de pelo—. ¡Has vuelto a traer a gente nueva sin preguntar!

—A preguntar es precisamente a lo que venimos —respondió Raven-sensei—. Me alegra que esté usted aquí. ¿Podemos pasar para hablar con la señora Suze?

—Supongo…

Tenbury observó a lord Mark entornando los otros.

—Dios, es otro. ¿Cuántos galácticos recortados tiene en la manga, Raven?

Lord Mark frunció las cejas, pero Raven-sensei respondió tranquilamente:

—Sólo estos dos.

Tenbury les dejó paso. Suze-san estaba sentada junto a la ventana, jugando al mah-jong y bebiendo algo que probablemente no era té con la tecnomed Tanaka; al parecer, Tenbury acababa de levantarse del tercer asiento. Abrieron los ojos como platos al ver al grupo de lord Mark.

—¿Y ahora qué, Raven? —dijo Suze-san—. Creí que había terminado con usted. ¿Cuándo tendré mis dos resurrecciones, eh?

—En vez de dos, ¿qué le parecerían dos mil?

Ella alzó las cejas, aunque siguió manteniendo la expresión de malestar. Agitó una arrugada mano, y todo el séquito entró y arrastró las sillas para sentarse a su alrededor. Raven-sensei presentó primero al cónsul Vorlynkin, quien, de hecho, llevaba varios días entrando y saliendo de sus instalaciones, y era probable que ella lo supiera perfectamente. Jin asintió, como diciendo «ésta está bien». Tenbury se sentó a medias en el ancho alféizar de la ventana, frunciendo el ceño y tirándose de la barba.

Raven-sensei repitió sus presentaciones:

—Señora Suzuki, permítame presentarle a mi jefe, lord Mark Vorkosigan (es también el hermano menor del lord Auditor Miles Vorkosigan), y a su compañera, la señorita Kareen Koudelka. Lord Mark es copropietario del Grupo Durona, mi clínica en Escobar.

—¿Quién es el otro copropietario? —preguntó Suze-san, mirando fijamente a lord Mark, quien hizo una leve inclinación de cabeza antes de responder.

—La doctora Lily Durona. Que es también fundadora y clon-progenitora del Grupo Durona original de Jackson's Whole. Me interesé hace una década cuando ayudé a librar al grupo de la propiedad del barón Fell, y su emigración a Escobar.

—¿Es usted también médico? ¿Investigador?

Lord Mark negó con la cabeza.

—Empresario. Mi principal interés en la investigación Durona es apoyar el desarrollo de una alternativa al método de aumento de vida por trasplante de cerebros clónicos.

—¡Esa técnica es ilegal! —dijo la tecnomed Tanaka.

—No en Jackson's Whole. Desafortunadamente.

Jin tiró de la manga de Vorlynkin y susurró:

—¿De qué están hablando?

—Alguna gente rica y mala intenta volver a ser joven trasplantando sus cerebros a cuerpos clónicos, desarrollados a placer —respondió el cónsul entre susurros también—. Una operación muy peligrosa, y el cerebro del clon muere siempre.

—¡Ugh!

—Estoy de acuerdo. —Vorlynkin volvió a fruncir el ceño mientras miraba de nuevo a lord Mark. Hizo un gesto con la mano a Jin, «cállate y escucha», y dio ejemplo.

Lord Mark tamborileó con los dedos en un gesto muy parecido al de su hermano, y dijo:

—El Grupo Durona está considerando expandir sus servicios de criorresurrección a Kibou-daini.

Suze-san hizo una mueca.

—Eso sería una pérdida de… oh, espere. ¿Criorresurrección, dice? ¿No crioalmacenamiento?

—El crioalmacenamiento parece ser aquí una industria plenamente madura, sin espacio para recién llegados. Creo que podría haber muchas más oportunidades en un área que las actuales criocorporaciones están descuidando. Raven nos dice que tiene usted más de dos mil criopatrones almacenados ilegalmente en los niveles inferiores. Una situación que ha vuelto estas instalaciones imposibles de utilizar para su actual dueño teórico, un tal Theodore Fuwa.

—Sí, cuando ese idiota compró este sitio para desarrollarlo no sabía que estábamos aquí. Trató de resolver el problema pegándole fuego —dijo Suze-san—. De todas formas, ya son casi tres mil.

—Todavía mejor.

—¿Y qué haría para deshacerse de ellos?

—Pues revivirlos, y dejar que se marchen.

Suze-san bufó.

—Sólo si ha descubierto una cura para la vejez.

Una sonrisita extraña curvó los labios de lord Mark, que mostró los dientes.

—Justamente.

La tecnomed Tanaka alzó la cabeza. Con voz lenta y asombrada, preguntó:

—¿Qué tienen ustedes?

Él se volvió para mirarla.

—No es, por desgracia, una fuente de la eterna juventud. Puede que sea, sin embargo, una fuente de la edad madura. No creemos que sirva de mucho para la gente menor de sesenta años, pero a partir de ahí parece incluir unos veinte años. Hasta ahora. No es un solo tratamiento prolongado, sino una especie de cóctel, en realidad, tal como está ahora, pero nuestro grupo de I+D ha terminado las pruebas virtuales y vivas con mamíferos, y casi estamos dispuestos a pasar a las pruebas clínicas con humanos.

—¿Se han hecho ya pruebas con humanos? —preguntó Tanaka-san.

—Sólo una, hasta ahora —intervino Raven-sensei.

—¿Una prueba?

—Una humana. Lily Durona, por cierto —contestó Raven-sensei.

—Ya pueden imaginar lo entusiasmado que está todo el Grupo con el resultado.

—¿Pueden garantizar los resultados de este tratamiento?

—Por supuesto que no —dijo lord Mark—. Por eso son pruebas. Pero cuando hayamos hecho dos o tres mil pruebas distintas, todos los problemas se habrán resuelto.

—Nunca conseguirán los permisos —dijo Suze-san.

—Al contrario. Escobar tiene acuerdos recíprocos de licencias médicas con Kibou-daini. Cualquier instalación que yo quisiera comprar aquí se colocaría bajo el paraguas regulador del Grupo Durona desde el momento en que se registrara la compra. No hace falta dar la lata solicitando… ah, nada. —Lord Mark se frotó la doble papada—. Si las pruebas salen bien, la empresa podría mantenerse a sí misma en un par de años.

—Y después de veinte años, ¿qué les pasará a esas personas? —preguntó Tenbury—. ¿Podrán volver a ser congeladas?

Lord Mark se encogió de hombros.

—Pregúntemelo dentro de veinte años.

—Maldición —dijo Suze-san—. Esto parece una licencia para imprimir dinero, ¿lo sabe, joven?

Lord Mark hizo un gesto de impaciente desdén.

—Un riesgo secundario, desde mi punto de vista. Será más seguro que el trasplante de cerebro a clon, cierto, pero el tipo de cliente octogenario dispuesto a comprar un cuerpo de dieciocho difícilmente preferirá un cuerpo de sesenta. Tendremos que mejorar, de algún modo. Pero esto podría ser un pasito en la dirección adecuada.

—¿Sólo funcionará con los redivivos? ¿Gente congelada? —preguntó Tenbury.

—Oh, no. Espero que funcione aún mejor con los no congelados.

Los arrugados labios de Suze-san se replegaron en una feroz sonrisa.

—¿Quién no lo preferiría a un arriesgado trasplante ilegal de cerebro? ¿Quién no lo preferiría a ser congelado?

—La gente es extraña —dijo lord Mark—. No hago predicciones.

—Pero ¿qué hay de los pobres? —preguntó la tecnomed Tanaka.

Lord Mark le dirigió una mirada inexpresiva.

—¿Qué hay de ellos?

Sus miradas de mutua incomprensión se alargaron. La señorita Koudelka intervino.

—Si puedo ofrecer una interpretación, Mark, creo que la señora Suzuki y sus amigos tienen sentimientos tan fuertes hacia la imposibilidad de que los pobres de Kibou tengan una oportunidad futura como tú hacia los clones jacksonianos. O no habrían estado dirigiendo este lugar como protesta durante más años de los que tú llevas dirigiendo el Grupo Durona.

Se volvió hacia Suze-san.

—Mark y también el doctor Durona se criaron en Jackson's Whole, donde hay que luchar continuamente para sobrevivir, y apenas hay margen para pensar en los demás. Los dos lo están superando, lentamente. Sugiero que todos aprovechemos la oportunidad para considerar los aspectos más amplios de todo esto. Mark y yo esperábamos inspeccionar el lugar antes de nuestra primera reunión con el señor Fuwa.

Suze-san se acomodó en su asiento, su aspecto extraño y severo.

—¿Y si no…?

Lord Mark se encogió de hombros.

—Entonces tendremos que reunirnos con el señor Fuwa sin su información.

Suze-san entornó los ojos.

—Cree que tiene todos los ases, ¿no?

—Es un juego donde no hay mucho que perder —dijo la señorita Koudelka—. Una empresa conjunta podría producir grandes ventajas para todos, según las necesidades de cada uno.

—Sí —dijo Suze-san lentamente—. Tengo que pensarlo.

Se inclinó hacia delante y colocó el tapón en su botella cuadrada con una mano que temblaba levemente.

—Tenbury, llévalos a dar una vuelta. Enséñales lo que quieran ver.

Tenbury asintió y se apartó de la pared.

—Síganme entonces, amigos…

Todos siguieron a Tenbury, excepto Suze-san y la vieja tecnomed, que se pusieron a cuchichear incluso antes de que la puerta se cerrara. En el pasillo, Jin se acercó al cónsul Vorlynkin, y le susurró:

—¿Qué es lo que han dicho? No he entendido nada. ¿Por qué estaba enfadada Suze-san?

Siguieron al grupo, que todavía podía oírlos sin demasiada dificultad. Vorlynkin se frotó los labios con los nudillos, miró a Jin, y bajó la voz.

—Si lord Mark tiene el dinero, y supongo que es así, podría comprar estas instalaciones ahora mismo y no habría nada que la señora Suzuki pudiera hacer al respecto. Él podría hacer… bueno, no cualquier cosa, porque tendría la responsabilidad legal de todos esos criocadáveres que hay ahí abajo, pero en teoría podría expulsar de aquí a todos los vivos, acusándolos de intrusos y volviéndolos a arrojar a la calle.

—¡Eso no está bien! —dijo Jin, indignado.

La señorita Koudelka le dirigió una mirada por encima del hombro y una sonrisa curiosa. Jin se ruborizó profundamente.

—No estoy seguro de que sea eso lo que tiene en mente —murmuró Vorlynkin—, pero supongo que habrá que esperar a ver.

Jin frunció el ceño, tratando de entenderlo todo.

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