Cuando la guerra empiece (21 page)

Read Cuando la guerra empiece Online

Authors: John Marsden

Tags: #Aventuras

BOOK: Cuando la guerra empiece
4.11Mb size Format: txt, pdf, ePub
Capítulo 13

Uno de los pequeños rituales que tenían lugar a diario era la prueba de la radio de Corrie. Se trataba de una solemne ceremonia que tenía lugar siempre que a Corrie le entraba urgencia de realizarla: se levantaba, miraba la tienda, murmuraba algo tipo «Debería probar la radio por si acaso» y se dirigía hacia la tienda. Poco después, salía de ella con el preciado objeto entre sus manos, se iba al punto más elevado del claro y, sosteniendo la radio a la altura de la oreja, movía con cuidado el dial. No dejaba que nadie más la tocara, porque era la radio de su padre y solo ella podía cuidarla. Era lo único de él que le quedaba. Aunque nos reíamos un poco de ella, siempre que hacía aquello se creaba un poco de tensión. Pero los días pasaban sin ningún resultado, y un día Corrie nos comunicó que las pilas se estaban agotando.

Una noche yo estaba sentada junto a ella cuando hizo otro de sus vanos intentos de captar una señal. Como de costumbre, solo se oían interferencias. Apagó la radio con un suspiro. Estábamos charlando de unas cosas y otras, cuando dijo como si nada:

—¿Para qué son las otras cosas?

—¿Qué otras cosas?

—Las demás posiciones.

—¿A qué te refieres?

Corrie se embarcó entonces en una larga explicación según la cual las pocas veces que su padre le había dejado la radio le había explicado que las señales de radio podían emitirse en PO y en FM.

—¿PO y FM? ¿Qué estás diciendo? Vamos a echar un vistazo —propuse.

Ella me entregó el aparato de mala gana. Por las inscripciones, vi que era una radio francesa. Empecé a traducirlas:
—«Récepteur Mondial á dix bandes
», eso significa «receptor mundial a diez bandas». FM es FM, eso está claro. Y PO seguramente será AM. «OC
Étendue»
. Bueno, «
étendue
» significa «extendido», o «expandido», o algo así. —Poco a poco empecé a entender las implicaciones de aquello—. Esta no es una radio normal, Corrie. Es una radio de onda corta.

—¿Qué significa eso?

—Eso significa que puedes sintonizar emisoras de todo el mundo. Corrie, ¿me estás diciendo que solo has intentado sintonizar las emisoras locales?

—Bueno, sí, He probado con PO y FM. Así fue como me lo enseñó mi padre. No sabía nada de todo eso que acabas de decir, y no quería acabar de gastar las pilas haciendo el tonto. Ya casi están gastadas, y no tenemos ninguna de repuesto.

De repente me puse como loca de contenta y llamé a los demás: —¡Eh, chicos! ¡Venid, rápido!

Llegaron corriendo, apremiados por la urgencia de mi llamada.

—La radio de Corrie puede sintonizar onda corta, pero ella no lo sabía. ¿Queréis escucharla? Ya casi no quedan pilas, pero nunca se sabe cuándo vas a tener suerte.

Seleccioné la posición «OC
Étendue 1
» y le pasé la pequeña radio negra a Corrie.

—Prueba tú, Corrie. Gira el dial igual que hacías, antes.

Nos apiñamos alrededor de Corrie, que, con la lengua asomando por una esquina de la boca, empezó a girar el dial. Un momento después oímos la primera voz adulta con sentido que habíamos oído en mucho tiempo. Era una voz de mujer, que hablaba muy deprisa entre las interferencias y en un idioma que no comprendíamos.

—Sigue —musitó Homer.

Oímos una música exótica, luego una voz en inglés americano que decía: «Acógelo en tu corazón y solo entonces conocerás el verdadero amor», luego otras dos emisoras extranjeras.

—Esa es taiwanesa —dijo Fi, sorprendentemente, de una de ellas. Entonces, cuando el sonido comenzó a apagarse, se oyó una tenue voz. Era una voz de hombre, y lo único que pudimos oír fue—: ha avisado a Estados Unidos de que no se implique. El general ha dicho que, si intentara intervenir, Estados Unidos se metería en la guerra más larga, costosa y cruenta de su historia. También ha dicho que sus fuerzas han ocupado varias ciudades costeras importantes. Gran parte del interior ya ha sido ocupado, y las bajas han resultado inferiores a lo previsto. Se ha capturado a muchos prisioneros civiles y militares, que están recibiendo un trato humano. Se permitirá a los equipos de la Cruz Roja examinarlos cuando la situación se estabilice.

»El general ha insistido en que la invasión está dirigida a "reducir los desequilibrios en la región". A medida que crece la indignación internacional, la Asociación de Corresponsales Extranjeros informa de revueltas esporádicas en numerosas zonas rurales y al menos dos batallas importantes.

Y aquello fue todo. La voz se apagó rápidamente. Oímos algunas palabras sueltas, como «Naciones Unidas», «Nueva Zelanda», «de veinte a veinticinco aeronaves»… y luego se acabó. Nos miramos los unos a los otros.

—Vamos a coger papel y boli y a apuntar todo lo que nos ha parecido oír —ordenó Homer tranquilamente—. Luego compararemos las notas.

Volvimos a reunirnos diez minutos más tarde. Nuestras versiones eran sorprendentemente distintas, pero estábamos de acuerdo en los detalles más importantes. Y lo que inferimos era tan importante como las propias informaciones facilitadas por el locutor.

—Por ahora —dijo Homer, acuclillándose—, lo que sabemos es que no es la tercera guerra mundial. Al menos de momento. Parece que solo se trata de nuestro país.

—La parte de los prisioneros sonaba bien —apuntó Corrie. Todos asentimos. De algún modo, había sonado auténtico. Nos había tranquilizado a todos, al menos un poco, aunque aquellos terribles miedos seguían acechándonos y atacando nuestras mentes.

—Estaba intentando recordar la guerra de Vietnam a los americanos —dijo Fi—. Para ellos es como su pesadilla nacional o algo así.

—Pues aún peor fue para los vietnamitas —comentó Chris.

Miré a Lee, que tenía un gesto impasible.

—A los estadounidenses no les gusta meterse en los asuntos de otros países. —Entonces recordé una cosa que habíamos aprendido en clase de historia contemporánea—. ¿No os acordáis de Woodrow Wilson y el aislacionismo? ¿No era uno de los temas que teníamos que prepararnos en Navidades?

—Hum, recuérdame que trabaje un poco en eso esta noche. —Eso lo dijo Kevin.

—«Indignación internacional», suena prometedor —dijo Robyn.

—Quizás esa sea nuestra mayor esperanza. Pero no puedo imaginarme a un montón de países corriendo a derramar su sangre para salvarnos —dije yo.

—Pero ¿no hay tratados y cosas de esas? —preguntó Kevin—. Pensé que los políticos se encargaban de organizar todo eso. Si no, ¿para qué hemos estado pagándoles todos estos años?

Nadie supo qué responder. Quizás estaban pensando lo mismo que yo, que deberíamos habernos interesado por estas cosas hacía mucho tiempo, antes de que fuera demasiado tarde.

—¿Y qué significa «reducir los desequilibrios en la región»? —preguntó Kevin.

—Supongo que se refiere a repartir las cosas de manera más equitativa —dijo Robyn—. Tenemos un montón de tierra y un montón de recursos, mientras que hay países a la vuelta de la esquina cuya población vive como sardinas en lata. No puedes culparles por estar resentidos, y la verdad es que no hemos hecho gran cosa por reducir ningún desequilibrio, aparte de sentarnos sobre nuestro culos bien hermosos, disfrutar de nuestro dinero y sentirnos superiores.

—Bueno, así son las cosas, como las lentejas, o las tomas o las dejas —dijo Kevin, molesto.

—Sí, solo que ellos antes no tenían la opción de tomarlas —dijo Robyn—. Y ahora parece que quieren quedarse con la olla entera.

—No te entiendo —dijo Kevin—. Parece que no te importe. ¿A ti te parece justo? ¿Dejar que lleguen y se lleven todo lo que quieran, todo por lo que han trabajado tus padres? «Llevaos lo que queráis, chicos, no nos importa». ¿Es eso lo que has aprendido de la Biblia? ¿A poner la otra mejilla? Pues recuérdame que no vaya a tu iglesia.

—Ahora mismo lo veo difícil —dijo Corrie, sonriendo y poniendo la mano sobre la rodilla de Kevin para tranquilizarlo. Pero Robyn no se dejó amilanar.

—Por supuesto que me importa —dijo Robyn—. Si fuera una santa quizá no me importaría, pero no lo soy, así que me importa bastante. Y tampoco es que ellos estén comportándose de una manera muy religiosa. No conozco a ninguna religión que anime a la gente a salir a robar y matar para conseguir lo que quieren. Entiendo por qué lo hacen, pero que lo entienda no quiere decir que esté de acuerdo. Si hubieras vivido toda tu vida en un suburbio, pasando hambre, sin trabajo y siempre enfermo, y al otro lado de la carretera vieras a la gente tomando el sol y comiendo helado todo el día, al cabo de un tiempo acabarías convenciéndote de que quitarles su riqueza y compartirla con tus vecinos no es algo tan horrible. Algunas personas sufrirían, pero mucha gente estaría mejor.

—Pero no es lo correcto —insistió tercamente Kevin.

—Puede que no. Pero tampoco lo es tu manera de ver las cosas. Además, no siempre tiene que haber una parte correcta y otra equivocada. Las dos partes pueden estar en lo cierto, y las dos pueden estar equivocadas. Y creo que esta vez los dos países están equivocados.

—¿Me estás diciendo que no piensas luchar? —preguntó Kevin, que seguía teniendo ganas de pelea.

Robyn suspiró y dijo:

—No lo sé. Ya lo he hecho, ¿no? Yo estaba con Ellie cuando salimos arrasando de Wirrawee. Supongo que seguiré luchando contra ellos. Lo haré por mi familia. Pero, después de la guerra, sea cuando sea eso, trabajaré con todas mis fuerzas por cambiar las cosas. Y no me importa pasarme el resto de la vida haciéndolo.

—Tú eras el que decía que era demasiado arriesgado ir a buscar a Robyn y a Lee —dije yo a Kevin—. Entonces no se te veía tan cabreado.

Kevin parecía incómodo.

—No quise decir eso —fue lo único que repuso. Entonces habló Homer:

—Quizá sea el momento de decidir qué vamos a hacer. Ya hemos descansado, hemos recuperado fuerzas y hemos tenido tiempo para pensar las cosas. Ahora deberíamos decidir si nos quedamos aquí escondidos hasta que la guerra se resuelva por si sola o si salimos y hacemos algo al respecto —Se detuvo, y al ver que nadie replicaba, continuó—: Ya sé que solo somos unos adolescentes, que somos demasiado jóvenes para hacer algo más que limpiarle la pizarra al profe, pero algunos de los soldados que vi la otra noche no eran mucho mayores que nosotros.

—Yo vi a dos que parecían incluso más jóvenes —apuntó Robyn.

Homer asintió. Nadie dijo nada. El ambiente estaba tenso, como una noche húmeda. Llevábamos ya un tiempo en aquel escondrijo, aislados del miedo, el sudor y la sangre derramada en el exterior. Allá fuera la gente estaba apresándose, hiriéndose, matándose, pero nosotros nos habíamos recluido en el paraíso del Infierno.

Aunque no tenía mucho que ver con lo que estaba diciendo Homer, yo dije:

—Ahora entiendo por qué el Ermitaño eligió este sitio para vivir, lejos de todo.

—Lejos de la raza humana —murmuró Chris.

—Pero se trata de nuestras familias —dijo Corrie—. Por eso es por lo que estamos todos preocupados, ¿no? Supongo que sería capaz de luchar por mi país, pero lo que me está volviendo loca es no saber qué le ha pasado a mi familia. No sabemos si están vivos o muertos. Creemos que están en el recinto ferial y que los están tratando bien, y deseamos que así sea, pero lo cierto es que no lo sabemos. Solo tenemos la palabra del señor Clement para seguir adelante.

—El haber visto al señor Coles en el recinto ferial ayudó mucho —dije yo—. No se lo veía demasiado asustado ni herido. A mí me tranquilizó bastante.

Entonces habló Fi:

—Creo que deberíamos indagar más sobre el recinto ferial. Si supiéramos que están todos allí, que no están heridos y que los están alimentando bien y esas cosas, sería muy distinto —Homer estuvo a punto de interrumpirla, pero Fi siguió diciendo—: He estado pensando sobre lo que discutían Robyn y Kevin. Si yo consiguiera recuperar a mi familia y mis amigos sanos y salvos, dejaría que esa gente se quedara con las casas, los coches y todo lo que les diera la gana. Y yo me iría a vivir con mis padres a una caja de cartón en el vertedero, y sería feliz.

Intenté imaginarme a Fi, con su preciosa piel y su suave voz, viviendo en el vertedero.

—Bueno, entonces parece que lo mejor será que indaguemos sobre el recinto ferial —dijo Homer—. Pero no va a ser fácil. —Luego, añadió, intentando sonar modesto—: ¿Os dais cuenta de que todos los grupos que han ido a la ciudad han sido vistos, excepto yo y Fi?

—Querrás decir «Fi y yo» —le corregí. Por toda respuesta, recibí el gruñido que me merecía.

Lee estaba a mi izquierda, apoyado contra una roca que aún se mantenía caliente. Parecía que le tocaba hablar a él.

—No creo que les vayan las torturas ni las ejecuciones masivas. El mundo está cambiando, y cualquier país que haga algo de eso sabe que se montará un escándalo. Ya sé que esas cosas todavía pasan, pero no como antes. Ahora parece que hacen las cosas discretamente, y a largo plazo. Evidentemente, parece que son de gatillo fácil, pero es muy distinto matar luchando que matar a sangre fría. Sabemos que están disparando a diestro y siniestro en los enfrentamientos: son así de bestias, y yo tengo un agujero en la pierna que lo demuestra. Pero eso es normal en la guerra, y en gran parte es en defensa propia. Eso no significa que les vaya el rollo de los campos de concentración y tal. Una cosa no lleva a la otra.

—Los odio —dijo Kevin—. Y no entiendo por qué sois tan comprensivos con ellos. Yo los odio, y quiero matarlos a todos, y si tuviera una bomba nuclear se la haría tragar, para que se enteraran.

Estaba muy cabreado, y puso fin a la conversación como si realmente hubiera tirado una bomba nuclear. Pero, tras un rato de incómodo silencio, Homer siguió hablando.

—Bueno —dijo—, ¿entonces queréis que inspeccionemos el recinto ferial más a fondo? Podemos hacerlo con el sigilo y la astucia que yo y Fi, ejem, Fi y yo demostramos, ¿o queréis que entremos como una banda de heavy metal en un club de bolos?

—También podríamos excavar un túnel —sugerí yo.

—Sí, claro, o saltar la valla con una pértiga. ¿Alguien más tiene alguna sugerencia seria? Y, por cierto, ¿cuántas ganas tenemos de hacerlo?

—Muchas —dije yo.

—No voy a negar que me dé pánico hacerlo —dijo Corrie con su voz suave—. Pero es lo que tenemos que hacer. Si no, no volveremos a dormir por las noches.

—Como seguro que no volveremos a dormir por las noches es si acabamos muertos —dijo Chris—. Mira, mis padres están en el extranjero, así que para mí no es tan importante como para vosotros. Pero supongo que tendré que ir.

Other books

The Zebra Wall by Kevin Henkes
The Panic Room by James Ellison
The Working Elf Blues by Piper Vaughn
Zomblog by Tw Brown
Rhinoceros by Colin Forbes
The Apothecary Rose by Candace Robb
Sissy Godiva by Mykola Dementiuk