Cuentos desde el Reino Peligroso (21 page)

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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantástico

BOOK: Cuentos desde el Reino Peligroso
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Las aventuras de Tom Bombadil y otros poemas del Libro Rojo
Prólogo

Hay en el Libro Rojo gran cantidad de poemas. Algunos de ellos se incluyeron en la narración de la
Caída del Señor de los Anillos
, o en los relatos y crónicas a ella añadidos; muchos más se hallan en hojas sueltas, mientras que algunos están anotados descuidadamente en los márgenes y espacios en blanco. La mayoría de estos últimos carece de sentido, y ahora resultan ininteligibles incluso cuando es posible leerlos; o son sólo fragmentos recordados a medias. Los números 4, 11 y 13 fueron extraídos de dichos marginalia; aunque quizá el carácter de este grupo podría ilustrarse mejor con el garabato que se encuentra en la página que contiene el poema «Cuando el invierno comienza a morder»:

Tanto revolotea al viento la veleta que no

puede tener aun erguida la cola; tanto

padece el frío la pobre gallineta que no

puede cascar una vil caracola. «Mi

situación es dura», gime la gallineta, y «todo

es vanidad» contesta la veleta; y comienzan

las dos su triste batahola.

La presente selección ha sido hecha sobre el conjunto de las piezas más antiguas, referidas en su mayoría a leyendas y bromas de la Comarca hacia el fin de la Tercera Edad; aparentemente compuestas por Hobbits, en particular por Bilbo y sus amigos, o por sus descendientes inmediatos. Sin embargo, rara vez hay indicación de quién es el autor. Se advierte que los poemas no incluidos en la narración fueron escritos por diversas manos, y probablemente provienen de la tradición oral.

En el Libro Rojo se dice que el n.° 5 es obra de Bilbo, y el n.° 7 de Sam Gamyi. El n.° 8 está señalado SG, y la atribución puede aceptarse como válida. El n.° 12 también dice SG, aunque Sam puede a lo sumo haber retocado una pieza más antigua de los bestiarios tradicionales que parecen haber agradado a los Hobbits. En
El Señor de los Anillos
, Sam asegura que el n.° 10 era tradicional en la Comarca.

El n.° 3 es un ejemplo de otro tipo de poema que, al parecer, causaba gracia a los Hobbits: un relato rimado que regresa al comienzo, y que por lo tanto puede ser recitado hasta la exasperación (del oyente). Se encuentran varios ejemplos en el Libro Rojo, pero los demás resultan simples o inmaduros. Con mucho, el n.° 3 es el más largo y elaborado. Evidentemente, es obra de Bilbo. Ello está indicado por su obvia relación con el largo poema recitado por el mismo Bilbo, como obra propia, en la casa de Elrond. Siendo en su origen una «rima sin sentido», en la versión de Rivendel se encuentra transformado, y aplicado, de un modo algo incongruente, a las leyendas alto-élficas y númenoreanas de Eárendil. Probablemente sea porque Bilbo había inventado sus esquemas métricos, y estaba orgulloso de ellos. Estos esquemas no aparecen en otras obras del Libro Rojo. La versión más antigua, que es la reproducida aquí, debe pertenecer a los primeros tiempos después de que Bilbo regresara de su viaje. Aunque se advierte la influencia de las tradiciones élficas, éstas no están tratadas con seriedad, y los nombres utilizados (
Derrilyn, Thellamía, Belmaría, Aerie
) son simples inventos al estilo élfico, pero de ningún modo son élficos.

En otras piezas se nota la influencia de los sucesos acaecidos al final de la Tercera Edad, así como también la ampliación de los horizontes de la Comarca producto del contacto con Rivendel y Gondor. Tanto el n.° 6 (aunque aquí esté ubicado junto al poema del Hombre de la Luna, compuesto por Bilbo) como el último (n.° 16) deben tener su origen último en Gondor. Evidentemente, se basan en tradiciones de los Hombres, en tanto que habitantes de las costas y familiarizados con los ríos que desembocan en el Mar. De hecho, el n.° 6 menciona
Bel/alas
(la ventosa bahía de Bel), y la Atalaya Marina,
Tirith Aear
, de Dol Am-roth. El n.° 16 menciona los Siete Ríos
[2]
que desembocan en el Mar en el Reino del Sur, y contiene un nombre en la lengua de Gondor, en su forma alto-élfica:
Fíriel
, mujer mortal
[3]
. En Playa Larga y en Dol Amroth hubo muchas tradiciones acerca de las antiguas moradas de los Elfos y acerca del puerto en la boca del Morthond desde el cual navegaban los «barcos hacia el Oeste», en una época tan lejana como la de la caída de Eregion en la Segunda Edad. Estas dos obras, por lo tanto, son reelaboraciones de material del Sur, aunque el material pueda haber llegado hasta Bilbo a través de Rivendel. El n.° 14 también depende de la tradición de Rivendel, y parece contener ecos del relato númenoreano de Túrin y Mím el Enano.

Los números 1 y 2 evidentemente provienen de Los Gamos. Demuestran un conocimiento de ese país, y también del Valle, el valle boscoso del Tornasauce
[4]
, que difícilmente tuviera un Hobbit que viviera al oeste de Marjala. También demuestra que los habitantes de Los Gamos conocían a Bombadil
[5]
, aunque sin duda entendían tan poco sus poderes como la gente de la Comarca los de Gandalf: ambos eran considerados personajes benévolos, quizá misteriosos e impredecibles, pero aun así cómicos. El poema n.° 1 es más antiguo, y está compuesto de diferentes versiones de leyendas relacionadas con Bombadil que circulaban entre los Hobbits. El humor de Tom se transforma aquí en burla hacia sus amigos, que lo tratan de una manera divertida (aunque teñida con algo de miedo); pero probablemente fue compuesta en una época muy posterior, después de la visita de Frodo y sus compañeros a la casa de Bombadil.

Los versos aquí presentados, de origen hobbit, gustan de las palabras extrañas, y de los trucos métricos y de rima; en su ingenuidad, los Hobbits evidentemente consideraban estas cosas como virtudes o gracias, aunque indudablemente se trata de meras imitaciones de prácticas élficas. También son (al menos en su superficie) livianos y frivolos, aunque a veces dejan la incómoda sospecha de que allí hay algo más de lo que se ofrece a simple vista. El n.° 15, cuyo origen es innegablemente hobbit, es una excepción. Es la pieza más tardía, y pertenece a la Cuarta Edad; pero se lo incluye aquí porque alguien anotó en su encabezamiento «El Ensueño de Frodo». Esto es digno de mención, y, pese a que es poco probable que el poema haya sido escrito por Frodo mismo, el título muestra que se lo asoció con los sueños de oscuridad y desesperación que lo visitaron en marzo y octubre durante sus últimos tres años. Pero había de hecho otras tradiciones referidas a Hobbits que fueron atacados por esta «locura de aventuras»; y, si alguna vez regresaban, se volvían misteriosos e intratables. El pensamiento del Mar nunca dejaba de estar presente en el trasfondo de la imaginación hobbit; pero el sentimiento que prevalecía en la Comarca a fines de la Tercera Edad era de miedo y desconfianza hacia todo conocimiento élfico, y en verdad ese sentimiento no fue del todo erradicado por los sucesos y cambios con que terminó esa Edad.

1
Las aventuras de Tom Bombadil

Tom Bombadil el viejo era un alegre tipo;

chaqueta azul brillante, zapatos amarillos,

de verde cinturón, las calzas de buen cuero,

y una pluma de cisne sujeta en el sombrero.

Vivía en la Colina; por allí el Tornasauce

de su fuente yerbosa se escurría hacia el valle.

El viejo Tom cruzaba los prados en verano

haciendo a las abejas cosquillas con la mano,

recogiendo ranúnculos, corriendo tras las sombras,

sentado en la ribera durante horas y horas.

En el agua su barba se había sumergido:

Baya de Oro, la hija de la Mujer del Río,

tiró de sus cabellos y allá que fue, arrastrado,

a hundirse entre burbujas, nenúfares abajo.

«¡Eh, Tom Bombadil! Dime, ¿adonde te diriges?»,

le dijo Baya de Oro. «Tus burbujas afligen

a peces escamosos y a pardas ratas de agua,

¡y al somormujo asustas, y tu sombrero empapas!»

«Simpática doncella, el sombrero has de darme»,

le respondió Tom Bombadil. «No quiero ya mojarme.

¡Sumérgete! ¡A dormir a las oscuras charcas

bajo raíz de sauce, pequeña dama de agua!»

A la profunda casa de su madre volvía

la joven Baya de Oro. Mas Tom no la seguía.

En la raíz del sauce sentóse a la solana

secándose las botas y la pluma embarrada.

Allí el Viejo Hombre-Sauce se despertó y cantaba,

adormeciendo a Tom con su vaivén de ramas;

lo aferró en una grieta, se cerró la abertura,

atrapando a Tom Bombadil, sombrero, botas, pluma.

«¿Qué es lo que te has creído? Tom Bombadil el viejo,

¿me espías en mi tronco, mirando cómo bebo

en mi hogar de madera, con esa pluma tuya,

haciéndome cosquillas, calándome cual lluvia?»

«¡Atiende, Viejo Sauce, permíteme salir!

Estoy aquí muy tieso, no son ningún cojín

tus torcidas raíces. ¡Agua de río bebe!

¡Como la Hija del Río de nuevo calla y duerme!»

Liberó el Hombre-Sauce a Tom que así le hablaba;

cerró su hogar de leña, crujiendo se quejaba,

murmuraba en su árbol. Ya fuera de su cárcel

Tom iba caminando, subiendo el Tornasauce.

Bajo aleros del bosque a escuchar se sentaba;

en las ramas los pájaros gorjeaban y silbaban.

Iban las mariposas con sus leves temblores;

caía ya la tarde. Llegaron nubarrones.

Se apresuró el buen Tom, pues la lluvia vibraba,

salpicando de anillos el río que pasaba;

sacudía las hojas el helado aguacero,

y Tom halló refugio en un hondo agujero.

Salió el viejo Tejón con su frente nevada,

sus negros ojos torpes. En la colina hurgaba

con su mujer e hijos. A Tom por la chaqueta

tomaron, y a sus túneles llevaron bajo tierra.

En su casa secreta decían con placer:

«¡Tom Bombadil, aja! ¿Dónde fuiste a caer

irrumpiendo en la puerta? Tejones te atraparon,

y ya nunca sabrás por qué senda has bajado».

«Veamos, Tejón viejo, ¿oyes lo que te digo?

¡Muéstrame la salida! Llevo prisa, mi amigo.

¡Enséñame la puerta entre zarzas y rosas;

después limpia tus uñas y tu nariz terrosa!

¡Y duérmete de nuevo en tu cojín de paja,

como Baya de Oro, cual el Sauce descansa!»

Dijeron los Tejones: «¡Te pedimos perdón!»,

y a su jardín de espinas condujeron a Tom.

Volvieron a esconderse, inquietos y temblando.

Cerrando cada puerta, siguieron escarbando.

Ya no llovía fuera, y Bombadil reía,

en la tarde estival a su casa volvía;

dio la vuelta a la llave, y ya el postigo alzaba.

En torno a la candela las polillas danzaban;

vio Tom por la ventana despertar las estrellas,

y hundirse hacia al oeste la tenue luna nueva.

Llegó la oscuridad. Tom encendió una vela

y giró el picaporte tras subir la escalera.

«¡Tom Bombadil! ¡Bu-hú! ¿Qué te trajo la noche?

Al viejo Tumulario olvidaste en su monte,

cercado allá en la cumbre por círculos de piedra.

Otra vez anda suelto, verás cómo te entierra.

Aquí estoy, tras la puerta. ¡Ahora al fin te tengo!

Pobre Tom, frío y pálido quedarás al momento.»

«¡Vete, cierra la puerta y nunca jamás vuelvas

con tus ojos brillantes, tu vana risa hueca!

¡Vuelve al monte yerboso, que tus huesos descansen

en su cojín de piedra, como el Viejo Hombre-Sauce,

como Baya de Oro y el Tejón en su cueva!

¡Vuelve al oro enterrado, a la olvidada pena!»

El Tumulario huyó cruzando la ventana,

cual sombra por el patio, saltó sobre la tapia,

dando aullidos volvió al anillo de piedras,

sus anillos de hueso temblaban bajo tierra.

Tom Bombadil el viejo fue a su lecho a acostarse

mejor que Baya de Oro, más plácido que el Sauce,

más feliz que el Tejón y que los Tumularios;

como un trompo durmióse, como un fuelle roncando.

Despertó de mañana, silbó como estornino,

cantando: «¡Derry dol! ¡Alegre dol, cariño!».

Tomó chaqueta y botas, la pluma y el sombrero,

y abrió bien la ventana al calor veraniego.

Era el sabio Tom Bombadil un tipo precavido,

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