Cuentos desde el Reino Peligroso reúne en un único volumen cinco relatos de fantasía y aventuras escritos por J. R. R. Tolkien. Estos trabajos breves reafirman el lugar de Tolkien como contador de historias para lectores de todas las edades.
Esta colección está ilustrada por el reconocido artista Alan Lee, quien también aporta un epílogo. Además, incluye una introducción del experto en Tolkien, Tom Shippey y el ensayo "Sobre los cuentos de hadas", que ofrece una cautivadora mirada a la imaginación de J.R.R. Tolkien.
"
Roverandom
" es un perro de juguete que, encantado por un mago de la arena, se lanza a explorar el mundo y encuentra extrañas y fantásticas criaturas.
"
Egidio, el granjero de Ham
" tiene un aspecto poco heroico, pero, tras espantar de forma inesperada a un gigante corto de vista, es elegido para presentar batalla cuando el dragón Crisófilax llega al pueblo.
"
Las aventuras de Tom Bombadil
" tratan, en verso, las muchas aventuras que vive Tom con hobbits, princesas, enanos y trolls.
"
El herrero de Wootton Mayor
" viaja al País de las Hadas gracias a los mágicos ingredientes de la Gran Tarta de la Fiesta de los Niños Buenos.
"
Hoja de Niggle
" narra las extrañas aventuras del pintor Niggle, quien emprende la imposible tarea de pintar el árbol perfecto.
J.R.R. Tolkien
Cuentos desde el Reino Peligroso
Ilustrado por Alan Lee
ePUB v1.0
Volao13.02.12
Introducción
No sabemos cuándo empezó Tolkien a dirigir sus pensamientos al Reino Peligroso del País de las Hadas. En su ensayo «Sobre los cuentos de hadas», que se hallará al final de este libro, admite que de niño no sentía ninguna inclinación por los relatos de ese tipo: sólo eran uno de muchos intereses. «El auténtico interés por la literatura fantástica», afirma, «me lo despertó la filología, ya en el umbral de los años mozos, y la guerra lo aceleró y desarrolló del todo». Parece ser una afirmación estrictamente cierta. La primera de sus obras en la que se advierte interés por las hadas, que nosotros sepamos, es un poema llamado «Wood-sunshine», escrito en 1910, cuando Tolkien tenía dieciocho años y todavía estudiaba en el King Edward's School en Birmingham. Para finales de 1915, el año en que se licenció en Oxford e inmediatamente se incorporó al ejército para luchar en la Gran Guerra, había escrito varios más, algunos de los cuales contenían elementos principales de lo que sería su mitología desarrollada del País de las Hadas. Para finales de 1917, año que pasó en su mayor parte en un hospital militar o esperando a ser declarado apto para reincorporarse al servicio, había escrito el primer borrador de historias que sesenta años después se publicarían en
El Silmarillion
; y gran parte de la Tierra Media, al igual que del Hogar de los Elfos, había cobrado forma en su mente.
Lo que ocurrió después es una larga historia, de la que ahora sabemos mucho más que antes, pero que de nuevo el propio Tolkien resumió de manera concisa y sugerente en el relato
Hoja de Niggle
. En general se acepta que contiene un fuerte elemento autodescriptivo, con Tolkien, el escritor —un «niggler»
[1]
declarado, tal como él decía— transmutado en Niggle, el pintor. Niggle, nos dice la historia, pintaba todo tipo de cuadros, pero uno en particular empezó a gustarle cada vez más. Empezó como una única hoja, pero luego se convirtió en un árbol, y el árbol creció hasta convertirse en el Árbol, y detrás de él empezó a desplegarse un paisaje entero, con «atisbos de un bosque que avanzaba sobre las tierras de labor y montañas coronadas de nieve». Niggle, escribió Tolkien, «dejó de interesarse por sus otras pinturas. O si lo hizo fue para intentar adosarlas a los extremos de su gran obra».
De nuevo se trata de una descripción precisa de lo que podemos ver hacer a Tolkien en las décadas de 1920, 1930 y 1940. Durante estos treinta años siguió trabajando en variantes de las historias de
El Silmarillion
, escribiendo poemas ocasionales, con frecuencia de manera anónima, y componiendo otros relatos, que no siempre ponía por escrito y a veces sólo explicaba a sus hijos.
El hobbit
nació como uno de ellos, ambientado en la Tierra Media, pero inicialmente conectado sólo de manera tangencial con la historia élfica de los Silmarils: empleando el término moderno, fue un
spin-off
.
El Señor de los Anillos
fue un nuevo
spin-off
, esta vez de
El hobbit
, que en un principio surgió del fuerte deseo del editor de Tolkien de una secuela de hobbits. Pero lo que Tolkien empezó a hacer, igual que Niggle, fue tomar cosas que había escrito antes y comenzar a «adosarlas a los extremos». Tom Bombadil, que había empezado como nombre de un juguete infantil, llegó a imprenta en 1934 como héroe de un poema y luego se convirtió en la que quizá sea la figura más misteriosa del mundo de
El Señor de los Anillos
. Esa obra también bebió de otros poemas, algunos de ellos cómicos, como la poesía «Olifante» de Sam Gamyi, publicada originalmente en 1927; otros graves y tristes, como la versión que recita Trancos en la Cima de los Vientos de la historia de Beren y Lúthien, que también se remonta a un poema de 1925 y está basada en un relato escrito antes incluso.
No podemos saber con certeza cuál fue exactamente la «hoja» de la inspiración original de Tolkien, ni a qué se refería con «el Árbol», aunque «el bosque que avanzaba sobre las tierras» recuerda mucho a los Ents. Pero la pequeña alegoría es un nuevo detalle que corrobora lo que Tolkien dijo en otro lugar, que es que los «cuentos de hadas», independientemente de quien los narre, no tratan tanto sobre las hadas como sobre el País de las Hadas, el propio Reino Peligroso. En verdad Tolkien declaró que no hay muchas historias sobre hadas, o sobre elfos, y que la mayoría de ellas —era demasiado modesto para añadir «a menos que estén escritas por el mismo Tolkien»— no eran muy interesantes. La mayoría de los buenos cuentos de hadas tratan de «las aventuras de los hombres en el Reino Peligroso o en sus oscuras fronteras», lo cual constituye otra vez una descripción exacta de las historias de Beren en las fronteras de Doriath, de las escaramuzas de Túrin en torno a Nargothrond o de la huida de Tuor de la Caída de Gondolin. Tolkien siempre fue muy ambivalente sobre la idea misma de «hada». No le gustaba la palabra, en tanto que préstamo del francés —la palabra inglesa es «elfo»— y tampoco le gustaba el culto Victoriano de las hadas como criaturas pequeñas, hermosas e ineficaces, propensas a caer al servicio de los cuentos morales para niños, y con frecuencia irremediablemente falsas. En realidad, gran parte de su ensayo «Sobre los cuentos de hadas» (publicado en 1945 en un volumen en recuerdo de Charles Williams, como ampliación de una conferencia pronunciada en 1939 en honor a Andrew Lang, el recopilador de cuentos de hadas) es una corrección manifiesta tanto de la terminología académica como del gusto popular. Tolkien pensaba que él sabía más, que estaba en contacto con conceptos más antiguos, profundos y poderosos que los que se conocían en la época victoriana, incluso por parte de individuos tan cultos como Andrew Lang.
No obstante, aunque no tenía tiempo para hadas, Tolkien estaba completamente dedicado al País de las Hadas, la tierra, tal como lo expresa Bilbo Bolsón, «de los dragones, los trasgos y los gigantes», la tierra donde se puede oír del «rescate de princesas y la inesperada suerte de hijos de viudas». Las historias y poemas de este libro muestran a Tolkien probando diferentes aproximaciones a reinos peligrosos de un tipo u otro, todos ellos sugerentes, originales, independientes. Representan, podría decirse, las pinturas que Niggle no adosó «a los extremos de su gran obra». Insinúan, dejando fuera de nuestro alcance, direcciones que podrían haberse explorado más, como la historia posterior no escrita del Pequeño Reino del granjero Egidio. Y ofrecen perspectivas bastante diferentes de la inspiración de Tolkien, que abarcan un período de al menos cuarenta años y se extienden desde la madurez hasta la vejez. Además, resulta que sabemos mucho de cómo llegó a existir cada una de ellas.
Roverandom
, que no se publicó hasta 1998, nació más de setenta años antes como una historia con un propósito único y limitado: consolar a un niño pequeño por la pérdida de su perro de juguete. En septiembre de 1925, la familia Tolkien, padre, madre y tres hijos, John (de ocho años de edad), Michael (de cinco) y el bebé Christopher, se fueron de vacaciones al pueblo costero de Filey, en Yorkshire. En ese entonces Michael estaba muy unido a un pequeño perro de juguete que lo acompañaba a todas partes. Su padre, él y su hermano mayor, bajaron a la playa, lo dejó para jugar, pero cuando volvieron a buscarlo no lo encontraron: el perro era blanco con manchas negras, y en una playa de guijarros blancos resultaba invisible. Lo buscaron sin éxito ese día y el siguiente, y entonces una tormenta destrozó la playa y no pudieron seguir buscándolo. Para animar a Michael, Tolkien inventó una historia en la que el juguete Rover no era un juguete, sino un perro de verdad convertido en juguete por un mago furioso; entonces el juguete conocía a un mago amable en la playa, quien le encomendaba varias misiones para que volviera a convertirse en un perro de verdad y se reuniera con su antiguo propietario, el niño llamado Dos. Como todas las historias de Tolkien, creció mientras la contaba y fue puesta por escrito, con varias ilustraciones del propio Tolkien, en torno a las Navidades de 1927, para alcanzar su forma definitiva aproximadamente en la misma época que
El hobbit
, en 1936.
Además de la playa de Filey, donde Rover conoce al mago de la arena, Psámatos,
Roverandom
se desarrolla en tres escenarios principales: el lado luminoso de la luna, donde el Hombre de la Luna tiene su torre; el lado oscuro, donde los niños dormidos llegan por el sendero de la luna para jugar en el valle de los sueños; y el reino submarino del Rey del Mar, donde el mago furioso Artajerjes rige el destino del Pacífico y el Atlántico como Mago o PAM. Tanto en la luna como bajo el mar, Rover recibe la amistad de un perro de la luna, o un perro del mar, ambos llamados Rover, razón por la cual toma el nombre de
Roverandom
. Los tres se meten en continuos líos, haciendo rabiar al Gran Dragón Blanco de la luna y despertando a la Serpiente del Mar en el lecho marino, cuyos movimientos envían una tormenta como la que dispersó los guijarros en Filey, mientras la gran ballena Uin lleva a
Roverandom
a través de los Mares Sombríos y más allá de las Islas Mágicas hasta tener a la vista el propio Hogar de los Elfos y la luz del País de las Hadas, que es lo máximo que llega a vincular Tolkien este relato con su mitología más vasta. «Si se llegara a saber, yo me enteraría», dice Uin, sumergiéndose rápidamente, y nada más sabemos de lo que sería Valinor.