Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media (58 page)

Read Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media Online

Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantasía

BOOK: Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media
5.51Mb size Format: txt, pdf, ePub

Así terminó la Primera Batalla de los Vados del Isen. De la Segunda Batalla no se hizo nunca una crónica tan clara por causa de los acontecimientos mucho más grandes que ocurrieron en seguida. Erkenbrand del Folde Oeste asumió el mando de la Marca Oeste cuando la nueva de la caída de Théodred le llegó al día siguiente en Cuernavilla. Envió jinetes mensajeros a Edoras para anunciarlo y para llevar a Théoden las últimas palabras de su hijo, rogando además que mandaran a Éomer sin demora con toda la ayuda de que pudiera disponerse.
[7]
—Que la defensa de Edoras se haga aquí mismo, en el Oeste —decía—, y no se espere a que sea sitiada. —Pero Grima aprovechó el laconismo de este consejo para favorecer su propia política dilatoria. Sólo después de la derrota a manos de Gandalf se tomó alguna medida. Los refuerzos con Éomer y el mis-mo Rey se pusieron en camino la tarde del 2 de marzo, pero esa noche se libró y se perdió la Segunda Batalla de los Vados y empezó la invasión de Rohan.

Erkenbrand no acudió él mismo en seguida al campo de batalla. Todo era confusión. No sabía qué fuerzas podría reunir de prisa; tampoco le era posible todavía estimar con exactitud las pérdidas de las tropas de Théodred. Juzgó sin equivocarse que la invasión era inminente, pero que Saruman no se atrevería a avanzar hacia el este para atacar Edoras en tanto la fortaleza de Cuernavilla no quedara reducida, pues contaba con hombres y estaba bien guardada. En esta empresa y el reclutamiento de tantos hombres de Folde Oeste como pudiera encontrar, estuvo ocupado durante tres días. El mando en el campo lo dio a Grimbol hasta que él mismo acudiera; pero no asumió el mando sobre Yelmo de Elfo y sus jinetes, que pertenecían a la Nómina de Edoras. Los dos comandantes eran, sin embargo, amigos, y ambos hombres leales y juiciosos, y no había desacuerdo entre ellos; el ordenamiento de las fuerzas fue un compromiso entre opiniones divergentes. Yelmo de Elfo sostenía que los Vados no tenían ya importancia, y que en verdad eran una trampa en la que podían caer hombres que hubieran estado mejor apostados en otro sitio, pues evidentemente no le sería difícil a Saruman enviar fuerzas a ambas orillas del Isen cuando le pareciera oportuno; y su propósito inmediato sería sin duda invadir Folde Oeste y sitiar Cuernavilla antes de que pudiera llegar de Edoras una ayuda efectiva. Por tanto, su ejército o la mayor parte de él bajaría a lo largo de la orilla este del Isen; porque, aunque por allí, siendo un terreno áspero y desprovisto de caminos, el avance sería más lento, no tendría que abrirse paso por los Vados. Aconsejó por tanto Yelmo de Elfo que los Vados se abandonaran; todos los hombres disponibles de a pie serían apostados sobre el lado del este y situados de modo tal que pudieran interceptar el avance del enemigo: una prolongada línea de terreno ascendente que iba de oeste a este a unas pocas millas al norte de los Vados; pero la caballería tenía que ser trasladada hacia el este hasta un punto desde el cual, cuando el avance del enemigo se topara con la defensa, se pudiera atacar con la máxima eficacia el flanco derecho, y así, empujarlos al río. —¡Que el Isen sea una trampa para ellos y no para nosotros!

Grimbol, en cambio, no estaba dispuesto a abandonar los Vados. Esto era en parte una consecuencia de la tradición de Folde Oeste en la que él y Erkenbrand habían sido criados, pero no dejaba de tener en parte razón. —No sabemos —dijo— las fuerzas que Saruman manda todavía. Pero si es en verdad su propósito asolar Folde Oeste y empujar a sus defensores al Desfiladero de Helm para hacerlos allí prisioneros, tienen que ser muy grandes. Es improbable que las despliegue a todas de una vez. No bien adivine o descubra cómo hemos dispuesto a nuestra defensa, sin duda enviará grandes fuerzas a toda velocidad desde Isengard, y después de cruzar los Vados sin defensa, nos atacará por la retaguardia, si estamos todos reunidos en el norte.

Por fin Grimbol apostó hombres en el extremo occidental de los Vados, la mayor parte de sus soldados de a pie; ocupaban una fuerte posición en las fortalezas que protegían las vías de acceso. Él permaneció con el resto de sus hombres, incluidos los que le quedaban de la caballería de Théodred, en la orilla este. El islote fue dejado vacío.
[8]
Yelmo de Elfo se retiró con sus Jinetes y tomó posiciones sobre la línea donde había deseado que se apostara el grueso de la defensa; su propósito era divisar tan pronto como fuera posible cualquier ataque que viniera del este del río, y desbaratar a las fuerzas atacantes antes de que pudieran llegar a los Vados.

Todo fue mal, como muy probablemente habría sucedido en cualquier caso: las fuerzas de Saruman eran excesivas. Empezó su ataque de día, y antes del mediodía del 2 de marzo, un fuerte batallón de sus mejores guerreros, avanzando por el camino de Isengard, atacó los fuertes al oeste de los Vados. Esta tropa, de hecho, no era sino una pequeña parte de las fuerzas con que contaba entonces, no más que lo que consideró suficiente para eliminar la defensa debilitada. La guarnición de los Vados, aunque vastamente superada en número, resistió, no obstante, con firmeza. Pero por fin, cuando en los dos fuertes se libraba encarnizada lucha, una tropa de Uruks se abrió camino entre ellos y empezó a cruzar los Vados. Grimbol, que confiaba en que Yelmo de Elfo rechazaría el ataque sobre el lado este, avanzó con todos los hombres que le quedaban y los obligó a retroceder… por un tiempo. Pero el comandante enemigo hizo intervenir a un batallón inactivo hasta el momento y quebrantó las defensas. Grimbol tuvo que retirarse cruzando el Isen. No faltaba mucho para que el sol se pusiera. Había sufrido grandes pérdidas, pero se las había infligido aún mayores al enemigo (Orcos en su mayoría) y retenía todavía con firmeza la posesión de la orilla este. El enemigo no intentó cruzar los Vados y abrirse camino luchando por las empinadas cuestas; mejor dicho, no lo intentó todavía.

Yelmo de Elfo no había podido tomar parte en esta acción. En el crepúsculo reunió a sus compañías y se retiró hacia el campamento de Grimbol colocando a sus hombres en grupos a cierta distancia de él para que sirvieran de pantalla de protección contra los ataques venidos del norte y del este. Del sur no esperaban mal alguno y tenían esperanzas de que desde allí les llegara socorro. Después de retirarse cruzando los Vados, se habían despachado sin demora mensajeros montados a Erkenbrand y a Edoras que llevarían las infortunadas noticias. Temiendo o, mejor, sabiendo que todavía sufrirían mayores males en breve plazo a no ser que les llegara de prisa una inesperada ayuda, los defensores se preparaban para impedir de cualquier modo el avance de Saruman antes de ser desbordados por él.
[9]
La mayor parte veló las armas, y sólo unos pocos, por turnos, intentaron descansar y dormir brevemente. Grimbol y Yelmo de Elfo permanecieron insomnes a la espera del alba y temiendo lo que ésta pudiera depararles.

No tuvieron que esperar demasiado. No era todavía medianoche, cuando desde el norte se vieron puntos de luz roja que se acercaban al oeste del río. Era la vanguardia de todo el resto de las fuerzas de Saruman que se disponía a batallar ahora por la conquista de Folde Oeste.
[10]
Venía a gran velocidad, y de pronto todas las huestes parecieron estallar en llamas. Se encendieron centenares de antorchas con las que portaban los conductores de las tropas, y uniéndose a la corriente de las fuerzas que ya estaban apostadas en la orilla oeste, cruzaron los Vados como un río de fuego con gran estrépito de odio. Una gran compañía de arqueros podría haber logrado que el enemigo lamentara la luz de las antorchas, pero Grimbol tenía sólo un puñado de ellos. No le era posible retener la orilla este y se retiró formando un gran escudo en torno al campamento. Pronto fue rodeado y los atacantes arrojaron antorchas entre ellos, y algunas las hicieron volar muy altas por sobre las cabezas de los muros del escudo con la esperanza de pegar fuego a los almacenes de provisiones y aterrar a los pocos caballos que todavía le quedaban a Grimbol. Pero el escudo resistió. Pues, como los Orcos no resultaban tan eficaces en este tipo de lucha por su escasa estatura, se arrojaron contra él feroces compañías de Dunlendinos, los hombres de las colinas. Pero a pesar del odio que les profesaban, los Dunlendinos todavía temían a los Rohirrim si se topaban con ellos cara a cara, y eran además menos hábiles en las artes de la guerra y no estaban tan bien armados.
[11]
El escudo todavía resistió.

En vano esperaba Grimbol que le viniera ayuda de Yelmo de Elfo. No le llegó. Por fin decidió llevar a cabo el plan que ya se había trazado en caso de encontrarse en posición tan desesperada. Había terminado por reconocer el tino de Yelmo de Elfo, y comprendía que, aunque sus hombres siguieran luchando hasta que el último pereciera, y así lo harían si se les ordenaba, semejante valor de nada le valdría a Erkenbrand: cualquier hombre que pudiera liberarse del cerco y huir hacia el sur resultaría más útil, aunque pareciera menos glorioso.

Hasta entonces el cielo nocturno había estado nublado y oscuro, pero la luna creciente empezó a resplandecer entre nubes errantes. Un viento soplaba desde el este, anunciando la gran tormenta que pasaría sobre Roban y estallaría en el Desfiladero de Helm a la noche siguiente. Grimbol cobró conciencia de pronto de que la mayor parte de las antorchas se habían extinguido y de que la furia del ataque había menguado.
[12]
Por tanto, sin demora hizo montar a los pocos Jinetes que disponían de caballo todavía, no más de media éored, y los puso al mando de Dúnhere.
[13]
El escudo se abrió por el lado del este y los Jinetes lo atravesaron rechazando en esa parte a los atacantes; luego, dividiéndose y girando, cargaron contra el enemigo por el norte y el sur del campamento. La súbita maniobra por un momento tuvo buenos resultados. El enemigo quedó confundido y consternado; muchos creyeron en un principio que una gran fuerza de Jinetes había venido desde el este. Grimbol, por su parte, quedó de a pie con una retaguardia de hombres escogidos de antemano, y cubiertos durante un rato por estos hombres y los Jinetes mandados por Dúnhere, los demás se retiraron tan de prisa como pudieron. Pero el comandante de Saruman no tardó en advertir que el escudo estaba roto y que los defensores huían. Afortunadamente la luna había sido alcanzada por las nubes y todo estaba a oscuras otra vez, y él tenía prisa. No permitió que sus tropas se adelantaran demasiado en la oscuridad en persecución de los fugitivos ahora que los Va-dos estaban en su poder. Reunió a sus tropas en las mejores condiciones que pudo y se dirigió hacia el camino del sur. Así fue que la mayor parte de los hombres de Grimbol sobrevivieron. Se dispersaron en la noche, pero, como él había ordenado, se alejaron del Camino al este de la gran curva donde tuerce en dirección oeste hacia el Isen. Sintieron alivio y también asombro al no toparse con enemigo alguno, pues no sabían que un gran ejército se había puesto en marcha hacia el sur ya hacía algunas horas y que Isengard no tenía apenas otra protección que la resistencia de sus muros y puertas.
[14]

Por esta razón no le había llegado ayuda de Yelmo de Elfo. Más de la mitad de las fuerzas de Saruman habían sido enviadas hacia el este del Isen. Avanzaban más lentamente que la división occidental, porque el terreno era más áspero y no tenía camino; y no portaban luces. Pero delante de ellos, veloces y en silencio, avanzaban varias tropas de los temidos jinetes de lobos. Antes de que Yelmo de Elfo tuviera noticias de la aproximación de los enemigos por el lado del río que él ocupaba, los jinetes de lobos se interponían entre él y el campamento de Grimbol; y estaban también intentando rodear a cada uno de los pequeños grupos de Jinetes. La oscuridad era grande y todas sus fuerzas estaban en desorden. Reunió a todos los que pudo en un cuerpo cerrado de hombres montados, pero fue obligado a retirarse hacia el este. No pudo llegar a Grimbol, aunque sabía que se encontraba en apuros, y estaba por acudir en su ayuda cuando los jinetes de lobos lo atacaron. Pero presintió también con acierto que los jinetes de lobos no eran sino la avanzadilla de una fuerza demasiado grande, y él no podría impedir que avanzaran hacia el camino del sur. La noche ya concluía; no tenía otra cosa que hacer sino aguardar el alba.

Lo que siguió resulta menos claro, pues sólo Gandalf conoció toda la verdad. Sólo recibió noticias del desastre estando muy avanzada la tarde del 31 de marzo.
[15]
El Rey estaba en un punto no muy lejano hacia el este de la unión del camino con el ramal que iba a Cuernavilla. Desde allí sólo había unas noventa millas en línea directa hasta Isengard; y Gandalf tuvo que haberse lanzado a la carrera montado en Sombragrís. Llegó a Isengard al caer la noche,
[16]
y partió otra vez en no más de veinte minutos. Tanto en el viaje de ida, cuando el camino directo tuvo que haberlo llevado cerca de los Vados, como en el regreso hacia el sur para reunirse con Erkenbrand, debió de encontrarse con Grimbol y Yelmo de Elfo. Éstos se convencieron de que actuaba en nombre del Rey, no sólo por aparecer montado en Sombragrís, sino también porque conocía el nombre del mensajero Ceorl y el mensaje que éste portaba; y consideraron una orden el consejo que les dio.
[17]
A los hombres de Grimbol los envió hacia el sur para que se unieran a Erkenbrand…

Apéndices
1

En algunos escritos relacionados con el presente texto se dan otros detalles sobre los Mariscales de la Marca en el año 3019 y después del fin de la Guerra del Anillo:

Mariscal de la Marca era el más alto rango militar y el título de los lugartenientes del Rey (originalmente tres), comandantes de las fuerzas reales de Jinetes plenamente equipados y entrenados. La sede del Primer Mariscal era la capital, Edoras, y las Tierras del Rey adyacentes (con inclusión del Valle). Comandaba a los Jinetes de las Filas de Edoras, reclutados en este sitio y en ciertas partes de las Marcas Oeste y Este,
[1]
por lo que Edoras era el lugar más adecuado para celebrar asambleas. Al Segundo y al Tercer Mariscales se les asignaban mandos de acuerdo con las necesidades del momento. A principios del año 3019, Saruman era una grave amenaza, y el Segundo Mariscal, Théodred, el hijo del Rey, tenía a su mando la Marca Oeste, en el Abismo del Yelmo; el Tercer Mariscal, Éomer, el sobrino del Rey, tenía su sede en la Marca Este en su lugar de nacimiento, Aldburg, en el Folde.
[2]

En los días de Théoden no había nadie asignado para el cargo de Primer Mariscal. Cuando accedió al trono era muy joven (tenía treinta y dos años), vigoroso y de espíritu marcial y gran jinete. En caso de guerra, le correspondía a él mismo comandar las Filas de Edoras; pero en su reino hubo paz durante muchos años, y cabalgaba con sus caballeros y sus hombres sólo para ejercitarse y hacer desfiles; no obstante, la sombra de Mordor, otra vez despierta, creció más y más desde su infancia hasta su vejez. Durante esta paz los Jinetes y otros hombres armados de la guarnición de Edoras estaban gobernados por un oficial con rango de mariscal (en los años 3012-3019 éste fue el cargo que tuvo Yelmo de Elfo). Cuando Théoden envejeció prema-turamente, según parece, esta situación siguió inalterada, y no había mando central efectivo: un estado de cosas estimulado por su consejero Grima. El Rey, que se había vuelto decrépito y rara vez abandonaba su casa, tomó la costumbre de impartir órdenes a Háma, Capitán de la Real Casa, a Yelmo de Elfo y aun a los Mariscales de la Marca, por boca de Grima Lengua Viperina. Esto no era del gusto de nadie, pero las órdenes se obedecían, por lo menos, en Edoras. En lo que concierne a la lucha, cuando empezó la guerra con Saruman, Théodred, sin que mediaran órdenes, asumió el mando general. Reunió a los efectivos que había en Edoras y puso una gran parte de los Jinetes al mando de Yelmo de Elfo para reforzar las Filas de Folde Oeste y ayudarlas a resistir la invasión.

En tiempos de guerra o de desorden cada Mariscal de la Marca tenía a sus órdenes inmediatas, como parte de su «casa» (es decir, acuartelados en su residencia), una éored pronta para la batalla, a la que podía recurrir en casos de urgencia de acuerdo con su propio criterio. Esto es lo que en realidad había hecho Éomer;
[3]
pero se le acusó, por inspiración de Grima, de que el Rey en este caso le había prohibido disponer de las fuerzas aún sin compromiso de la Marca Este para sacarlas de Edoras; de que sabía del desastre de los Vados y de la muerte de Théodred antes de perseguir a los Orcos por el remoto Páramo, y también de que, en contra de órdenes generales, había dejado ir en libertad a extranjeros y aun les había prestado caballos.

Después de la caída de Théodred, el mando de la Marca Oeste (una vez más sin que mediaran órdenes de Edoras) fue asumido por Erkenbrand, Señor del Valle del Bajo, y de otras tierras del Folde Oeste. En su juventud, como muchos señores, había sido oficial de los Jinetes del Rey, pero ya no lo era. Se lo consideraba, sin embargo, el principal señor de la Marca Oeste, y como su pueblo corría peligro, era su deber y su derecho reunir a todos los que pudieran portar armas y oponer resistencia a la invasión. Tomó, pues, el mando de los Jinetes de las Filas Occidentales; pero Yelmo de Elfo conservó el mando independiente de los Jinetes de las Filas de Edoras que Théodred había convocado con el fin de asistirlo.

Después de que Gandalf curó a Théoden, la situación cambió. El Rey tomó otra vez el mando. Éomer fue restituido y se convirtió en Primer Mariscal, pronto para asumir el mando si el Rey sucumbía o le flaqueaban las fuerzas; pero no se utilizó el título, y en presencia del Rey en armas sólo podía aconsejar y no impartir órdenes. El papel que en realidad desempeñaba era muy semejante al de Aragorn: un campeón temible entre los compañeros del Rey.
[4]

Cuando se reunieron todos los efectivos en Valle Sagrado, y se examinaron, y se determinaron, en la medida de lo posible, la «línea de acción» y el orden de la batalla,
[5]
Éomer permaneció en esta posición, cabalgando con el Rey (como comandante de la éored principal, la Compañía del Rey) y actuando como su principal consejero. Yelmo de Elfo se convirtió en Mariscal de la Marca y tenía a su mando la primera éored de las Filas de la Marca Este. Grimbol (no mencionado antes en la narración) tenía la función, aunque no el título, de Tercer Mariscal, y comandaba las Filas de la Marca Oeste.
[6]
Grimbol cayó en la Batalla de los Campos Pelennor, y Yelmo de Elfo se convirtió en el lugarteniente de Éomer como Rey; quedó al mando de todos los Rohirrim en Gondor cuando Éomer fue a las Puertas Negras y puso en fuga al ejército hostil que había invadido Anórien (
El Retorno del Rey
, V, 9 y 10). Se lo menciona como uno de los principales testigos de la coronación de Aragorn (ibid., VI, 5).

Hay constancia documental de que después del funeral de Théoden, cuando Éomer reorganizó el reino, Erkenbrand fue designado Mariscal de la Marca Oeste, y Yelmo de Elfo, Mariscal de la Marca Éste, y ésos fueron los títulos que se mantuvieron en lugar de Segundo y Tercer Mariscal, sin que ninguno predominara sobre el otro. En tiempos de guerra se designaba el cargo especial de Virrey: el que lo desempeñaba o bien gobernaba el reino en ausencia del Rey, cuando éste se ponía al frente del ejército, o asumía el mando en el campo de batalla si por algún motivo el Rey permanecía en su casa. En tiempos de paz el cargo sólo se desempeñaba cuando el Rey, por causa de enfermedad o vejez, delegaba su autoridad; el que lo ejercía era naturalmente el Heredero del Trono, si era hombre de edad suficiente. Pero en tiempos de guerra el Consejo se oponía a que un viejo Rey enviara a su hijo Heredero al campo de batalla lejos del reino, a no ser que tuviera cuando menos otro hijo.

Other books

Never-ending-snake by Thurlo, David
The Coup by John Updike
Be Shot For Six Pence by Michael Gilbert
The Indigo King by James A. Owen
Sh*t My Dad Says by Justin Halpern
Raising Demons by Shirley Jackson
Cities of the Plain by Cormac McCarthy