—He dejado allí a Cromm y a Hagen el Cuerno. ¿Cuántos ojos hacen falta para ver crujir las hojas a la luz de la luna? Tenemos que hablar.
—¿Otra vez? —Dejó escapar un suspiro—. Ya conoces a la hija de Hagen, la del pelo rojo. Maneja el timón mejor que cualquier hombre y es bonita de cara. Tiene diecisiete años, y la he visto mirarte.
—No me interesa la hija de Hagen. —Estuvo a punto de tocarla, pero se lo pensó dos veces—. Es hora de partir, Asha. Foso Cailin era lo único que impedía que subiera la marea. Si nos quedamos, los norteños nos matarán a todos; lo sabes de sobra.
—¿Me pides que huya?
—Te pido que vivas. Sabes que te quiero.
«No. Quieres a una doncella inocente que solo existe en tu cabeza, a una chiquilla asustada que necesita tu protección.»
—Yo no te quiero —le replicó sin paños calientes—, y jamás huyo.
—¿Qué te retiene aquí aparte de los pinos, el lodo y los enemigos? Tenemos barcos. Navega conmigo y empezaremos una vida nueva en el mar.
—¿Como piratas? —Casi resultaba tentador. «Que los lobos se queden con sus bosques deprimentes; volveré al mar abierto.»
—Como mercaderes. Viajaremos al este, igual que Ojo de Cuervo, pero volveremos con sedas y especias, y no con un cuerno de dragón. Un solo viaje al mar de Jade y lograremos una fortuna digna de los dioses. Nos compraremos una mansión en Antigua o en cualquiera de las Ciudades Libres.
—¿Qarl, tú y yo? —Vio como se encogía ante la mención de Qarl—. Puede que la hija de Hagen quiera navegar contigo por el mar de Jade. Yo sigo siendo la hija del kraken; mi lugar está…
—¿Dónde? No puedes volver a las islas, a menos que tengas intención de someterte a tu señor esposo.
Asha hizo un esfuerzo por imaginarse en la cama con Erik Ironmaker, aplastada bajo su mole y soportando sus abrazos.
«Peor sería el Remero Rojo, o Lucas Codd el Zurdo. —En otros tiempos, el Destrozayunques era un gigante de fuerza temible y lealtad inquebrantable que no temía a nada—. Puede que no sea tan grave. Lo más probable es que muera la primera vez que intente cumplir como esposo. —Eso la convertiría en la viuda de Erik: mucho mejor que ser la esposa de Erik… o mucho peor, según cómo se lo tomaran sus nietos—. Y mi tío. Al final, todos los vientos me empujan de vuelta con Euron.»
—Tengo rehenes en Harlaw —le recordó—. Y también está Punta Dragón Marino. Si no me dejan heredar el reino de mi padre, ¿qué me impide forjarme otro?
Punta Dragón Marino había tenido más población en otros tiempos; en sus colinas y cenagales aún se podían ver ruinas, restos de antiguas fortalezas de los primeros hombres. En los altozanos quedaban los círculos de arcianos que habían dejado los hijos del bosque.
—Te aferras a Punta Dragón Marino como alguien que se ahoga se aferraría a un trozo de madera flotante. ¿Qué hay allí que pueda desear nadie? No tiene minas de oro ni plata; ni siquiera de hierro ni estaño. Los terrenos son tan húmedos que no se puede sembrar trigo ni maíz.
«No tengo intención de cultivar trigo ni maíz.»
—¿Que qué hay allí? Te lo explicaré: dos largas costas, un centenar de calas ocultas, nutrias en los lagos, salmones en los ríos, almejas en las orillas, colonias de focas junto a las playas y pinos altos para construir barcos.
—¿Quién va a construir esos barcos, mi reina? ¿Dónde encontrará vuestra alteza súbditos para ese reino, si es que los norteños te permiten conservarlo? ¿O piensas gobernar sobre las focas y las nutrias?
—Las nutrias darían menos problemas que los hombres, te lo aseguro. —Dejó escapar una carcajada triste—. Y las focas son más listas. No, puede que tengas razón. Mi mejor opción sigue siendo volver al Pyke. En Harlaw habrá quien se alegre de mi regreso, y en Pyke también. Además, al matar a lord Baelor, Euron no hizo muchos amigos en Marea Negra. Podría partir en busca de mi tío Aeron e instigar la rebelión en las islas.
No se había vuelto a ver a Pelomojado después de la asamblea de sucesión, pero sus hombres ahogados afirmaban que se había retirado a Gran Wyk, desde donde no tardaría en desencadenar la ira del Dios Ahogado sobre Ojo de Cuervo y sus secuaces.
—El Destrozayunques también anda buscando a Pelomojado y persigue a los hombres ahogados. Ha detenido a Beron Blacktyde para interrogarlo. Hasta el Viejo Gaviota Gris está encadenado. ¿Cómo vas a encontrar al sacerdote si los hombres de Euron no dan con él?
—Es de mi sangre; es hermano de mi padre. —Pobre respuesta, y Asha lo sabía.
—¿Sabes qué me parece a mí?
—Me temo que estoy a punto de saberlo.
—Me parece que Pelomojado ha muerto, que Ojo de Cuervo le cortó el cuello. Ironmaker lo busca únicamente para hacemos creer que escapó. Euron no quiere que la gente lo considere un asesino de la sangre de su sangre.
—Que Ojo de Cuervo no se entere de que has dicho eso. Si supiera que alguien opina que no quiere que lo consideren un asesino de la sangre de su sangre, matará a uno de sus hijos solo para demostrar que se equivoca. —Asha se sentía casi sobria otra vez. Era el efecto que tenía en ella Tristifer Botley.
—Aunque encontraras a tu tío Pelomojado, fracasaríais. Los dos estuvisteis en la asamblea de sucesión, así que no podéis alegar que se convocó de manera ilegítima, como hizo Torgon. Según todas las leyes de los dioses y los hombres, debéis someteros a su decisión. No puedes…
—Un momento. —Asha frunció el ceño—. ¿Qué Torgon?
—Torgon el Rezagado.
—Era uno de los reyes de la Edad de los Héroes. —Era todo lo que recordaba—. ¿Qué pasa con él?
—Torgon Hierrogrís era el hijo mayor del rey; pero el rey era anciano, y Torgon, inquieto; así que la muerte de su padre lo sorprendió mientras se dedicaba a saquear el Mander con su fortaleza del Escudo Gris como base de operaciones. En vez de avisarlo, sus hermanos convocaron a toda prisa una asamblea de sucesión, seguros de que uno de ellos llevaría la corona de madera de deriva. Pero los capitanes y reyes eligieron a Urragon Goodbrother, y lo primero que hizo fue ordenar la muerte de todos los hijos del rey anterior. Así se hizo, y a partir de entonces pasaron a llamarlo Malhermano, aunque tampoco eran parientes suyos. Gobernó durante casi dos años.
Asha recordó el resto de la historia.
—Torgon volvió a su hogar…
—… y firmó que la asamblea de sucesión no tenía validez legal, puesto que él no había asistido. Malhermano había demostrado a aquellas alturas que era tan taimado como cruel, y le quedaban pocos amigos en las islas. Los sacerdotes lo condenaron; los señores se alzaron contra él y hasta sus propios capitanes lo despedazaron. Eligieron rey a Torgon el Rezagado, que gobernó cuarenta años.
Asha cogió a Tris Botley por las orejas y le estampó un beso en los labios. Cuando lo soltó, estaba congestionado y sin aliento.
—¿Qué pasa?
—Pasa que te he besado. Que me ahoguen por imbécil, Tris, debería haber recordado… —Se interrumpió de repente, y cuando Tris fue a decir algo le indicó que se callara y escuchara—. Eso que se ha oído era un cuerno de guerra. Hagen. —Lo primero que se le ocurrió fue que Erik Ironmaker, su esposo, acudía para reclamar a su díscola esposa—. Parece que el Dios Ahogado me sonríe. Yo me preguntaba qué podía hacer, y Él me envía enemigos para que luche contra ellos. —Asha se puso en pie y guardó el cuchillo en la vaina—. La batalla viene a nosotros.
Corrió al patio interior del castillo, seguida de cerca por Tris, pero llegó demasiado tarde: la pelea había terminado. Asha se encontró con dos norteños que sangraban junto al muro este, cerca de la poterna, vigilados por Lorren Hachalarga, Harl Seisdedos y Lenguamarga.
—Cromm y Hagen los han visto saltar el muro —le explicó Lenguamarga.
—¿Solo eran dos? —preguntó Asha.
—Cinco. A dos los hemos matado antes de que saltaran, y Harl se ha cargado al otro en el adarve. Estos dos son los que han llegado al patio.
Uno estaba muerto, con los sesos untados en el hacha de Lorren, pero el segundo seguía respirando con dificultad pese a que la lanza de Lenguamarga lo había clavado al suelo enmedio de un creciente charco de sangre. Ambos llevaban prendas de cuero endurecido, capa de tonos pardos, verdes y negros, y ramas con hojas entrelazadas en la cabeza y los hombros.
—¿Quién eres? —preguntó Asha al herido.
—Un Flint. ¿Quién sois vos?
—Asha de la casa Greyjoy. Este es mi castillo.
—Bosquespeso es el hogar de Galbart Glover, no de los calamares.
—¿Sois más? —exigió saber Asha. Como no obtuvo ninguna respuesta, agarró la lanza de Lenguamarga y la hizo girar, y el norteño gritó de dolor al tiempo que brotaba más sangre de la herida—. ¿A qué habéis venido?
—La señora —dijo con un estremecimiento—. Por los dioses, parad. Veníamos a por la señora, a rescatarla. Solo éramos nosotros cinco.
Asha lo miró a los ojos. Al ver la mentira en ellos, se apoyó en la lanza y la volvió a girar.
—¿Cuántos más hay? —preguntó—. Dímelo, o estarás muriendo hasta que amanezca.
—Muchos —sollozó el hombre al final—. Miles. Tres mil, cuatro… ¡aaaaaahhh!
Le arrancó la lanza y se la clavó en el cuello para poner fin a las mentiras. Según el maestre de Galbart Glover, los clanes de las montañas eran demasiado pendencieros para unirse si no era bajo el mando de un Stark.
«A lo mejor no mentía. A lo mejor solo se equivocaba.» Era un sabor que ella misma había probado en la asamblea de sucesión de su tío.
—A estos cinco los mandaron para que abrieran las puertas antes del ataque principal —dijo—. Lorren, Harl, id a buscar a lady Glover y a su maestre.
—¿Enteros o ensangrentados? —quiso saber Lorren Hachalarga.
—Enteros e ilesos. Lenguamarga, sube a esa torre, maldita sea mil veces, y diles a Cromm y a Hagen que vigilen bien. Si ven algo, allá sea una liebre, quiero enterarme.
El patio de Bosquespeso no tardó en llenarse de gente asustada. Los hombres de Asha estaban ocupados en ponerse la armadura o en subir a los adarves, mientras que los de Galbart Glover miraban a su alrededor con el miedo dibujado en el rostro y hablaban en susurros. Tuvieron que subir de la bodega al mayordomo de Glover, que había perdido una pierna durante la toma del castillo. El maestre no paró de protestar hasta que Lorren le partió la cara de un puñetazo con el guantelete. Lady Glover salió del bosque de dioses del brazo de su doncella.
—Os advertí de que llegaría este día, mi señora —dijo al ver los cadáveres en el suelo.
—Lady Asha, os lo suplico. —El maestre se adelantó con la nariz rota goteando sangre—. Arriad los estandartes y permitidme que vaya a negociar por vuestra vida. Nos habéis tratado con justicia y honor, y así lo diré.
—Os cambiaremos por los niños. —Sybelle Glover tenía los ojos rojos de llorar mucho y dormir poco—. Gawen tiene cuatro años y me he perdido su día del nombre. Y mi hijita… Devolvedme a mis niños y nada malo os sucederá, ni a vos ni a vuestros hombres.
Aquello último era mentira, y Asha lo sabía bien. Sí, tal vez la canjearan, y luego la mandarían en un barco a las Islas del Hierro, a los brazos de su amante esposo. Por sus primos se pagaría un rescate, y también por Tris Botley y por unos pocos más, aquellos cuyos parientes tuvieran dinero para comprar su regreso. Para los demás, el hacha, la horca o el Muro.
«Pero tienen derecho a elegir.» Asha se subió a un barril para que todos la vieran.
—Los lobos vienen a por nosotros y nos enseñan los dientes. Estarán ante nuestras puertas antes de que salga el sol. ¿Qué hacemos? ¿Tiramos las lanzas y las hachas y les suplicamos clemencia?
—¡No! —Qarl la Doncella desenvainó la espada.
—¡No! —repitió como un eco Lorren Hachalarga.
—¡No! —rugió Rolfe el Enano, un gigante que le sacaba una cabeza al siguiente hombre más alto de su tripulación—. ¡Jamás!
Y el cuerno de Hagen volvió a sonar desde las alturas, retumbando en el patio.
Auuuuuuuuuuuuuuuuuu,
aulló con un grito grave que helaba la sangre en las venas. Asha empezaba a detestar el sonido de los cuernos. En Viejo Wyk, el cuerno infernal de su tío había asestado un golpe mortal a sus sueños, y en aquel momento, el de Hagen anunciaba la que bien podía ser su última hora en la tierra.
«Si he de morir, moriré con un hacha en la mano y una maldición en los labios.»
—¡A las murallas! —ordenó Asha Greyjoy a sus hombres.
Se dirigió a la atalaya, seguida de cerca por Tris Botley. La edificación de madera era la más alta por aquel lado de las montañas; sobresalía diez varas por encima de los pinos soldado y los centinelas más altos de aquel bosque.»
—Allí, capitana —señaló Cromm cuando llegó a la plataforma.
Asha solo vio árboles, sombras, las colinas iluminadas por la luna y, al fondo, los picos nevados. De pronto se dio cuenta de que los árboles se acercaban.
—Jo, jo —rio—. Esas cabras montesas se han puesto capas de pino.
El bosque se movía, avanzaba hacia el castillo como una lenta marea verde. Asha recordó un cuento que le habían contado de pequeña, que versaba sobre los hijos del bosque y sus luchas contra los primeros hombres, cuando los verdevidentes convirtieron los árboles en guerreros.
—No podemos plantar cara a tantos —dijo Tris Botley.
—Podemos plantar cara a los que nos echen, chavalito —replicó Cromm—. Cuantos más sean, mayor será la gloria. Compondrán canciones sobre nosotros.
«Seguro, pero ¿cantarán sobre tu valor o sobre mi estupidez? —El mar estaba a cinco leguas. ¿Era preferible quedarse a luchar tras los fosos profundos y la muralla de madera de Bosquespeso?—. De mucho les sirvieron los muros de madera a los Glover cuando tomé su castillo. ¿Por qué van a serme más útiles a mí?»
—Cuando llegue la mañana, lo festejaremos en el fondo del mar. —Cromm acarició el hacha como si se muriera de ganas de usarla.
Hagen bajó el cuerno.
—Si morimos con los pies secos, ¿cómo encontraremos el camino de las estancias acuosas del Dios Ahogado?
—Este bosque está llenos de arroyos —le recordó Cromm—. Todos van a parar a ríos, y todos los ríos llevan al mar.
—Si vivimos, resultará más fácil dar con la forma de volver al mar.
—Asha no estaba dispuesta a morir, y menos allí—. Que los lobos se queden con sus bosques sombríos; nosotros hemos nacido para los barcos.
«Yo en su lugar tomaría la costa y prendería fuego a los barcoluengos antes de atacar Bosquespeso.» ¿Quién estaría al mando de sus enemigos?