—Estarás a mi lado. —Lo miro a los ojos durante un instante antes de volver a observar a Haven.
Está claro que le encanta ser la nueva reina del grupo de los guays, y presidir una mesa a la que, hasta hace poco, no podía ni acercarse y, mucho menos, sentarse. Solo puedo asumir que Stacia y Honor han decidido ejercer los privilegios de su último año comiendo fuera, ya que si estuvieran por aquí jamás habrían permitido que algo así ocurriera. Me pregunto cómo reaccionarán cuando regresen y se enteren de que Haven ha ocupado su lugar.
—Escucha —le digo mientras le quito el tapón a la botella de elixir para dar un trago—, ya hemos hablado de esto, y estoy bien. Puedo manejar la situación. Puedo manejarla a ella. De verdad. —Me vuelvo hacia él para dejarle claro que hablo muy en serio—. Tenemos toda una eternidad para estar juntos. Solo tú, yo y el infinito. —Sonrío—. No hace falta que nos sentemos juntos también en la clase de física, ¿vale? —Me da un vuelco el corazón al ver que sus ojos se iluminan cuando sonríe—. No tienes que preocuparte por mí. Entre la meditación con Ava y el entrenamiento contigo, ¡me he convertido en la nueva versión poderosa de Ever! Y puedo controlar a Haven. De eso no tengas ninguna duda.
Nos mira a ambas con expresión recelosa. Es obvio que se debate entre la presión de sus temores y el deseo de creerme. Aunque no dejo de decirle que no debe hacerlo, se preocupa por mi seguridad; se considera culpable de toda esta situación, porque fue él quien la inició al convertirme en inmortal, y eso es lo que le impide quedarse tranquilo.
—Vale, pero una última cosa… —Me alza la barbilla hasta que nuestros ojos se encuentran—. Recuerda que es una criatura furiosa, poderosa y temeraria: una combinación de lo más peligrosa.
Asiento con la cabeza.
—Bueno, puede que eso sea cierto —le digo—, pero no olvides que estoy concentrada, que soy más poderosa y que tengo mucho más control del que ella tendrá jamás. Y eso significa que no puede hacerme daño. Por mucho que lo intente, por mucho que lo desee, no ganará esta guerra. Por no mencionar que yo tengo algo de lo que ella carece…
Damen me mira con los ojos entornados. No había anticipado este cambio en el guión que hemos repasado tantas veces.
—A ti. Te tengo a ti. Para siempre jamás, ¿verdad? O al menos eso es lo que dijiste anoche, cuando intentabas seducirme en la campiña inglesa…
—Vaya, ¿así que era yo quien intentaba seducirte? ¿Estás segura? —me pregunta.
Se echa a reír antes de cerrar los ojos y darme un beso. El beso es suave al principio, pero poco a poco se vuelve insistente. Es uno de esos besos que incendian mi cuerpo y lo llenan del cosquilleo cálido que solo él puede provocarme. Pero Damen lo interrumpe rápidamente, consciente de que no podemos arriesgarnos a perder la concentración.
Estas cosas pueden esperar. Haven, no.
Apenas he tenido la oportunidad de serenarme y recomponerme un poco cuando Miles aparece de repente entre la multitud y se aleja de la mesa de Haven para acercarse a la nuestra. Se detiene a unos pasos de distancia, da una vuelta rápida de trescientos sesenta grados y luego adopta una pose de modelo que completa con una mirada penetrante, los labios fruncidos y una mano apoyada en la cadera.
—¿Notáis alguna diferencia? —Nos mira a ambos—. Porque, perdonad que os lo diga, pero Haven no es la única que ha sufrido una transformación este verano, ¿sabéis? —Deja de posar y se acerca a nosotros—. ¿Notáis… algo… diferente? —Pronuncia las palabras muy despacio, poniendo énfasis en todas ellas.
Y cuando lo miro, cuando lo miro de verdad, el universo entero frena en seco con un agudo chirrido. La respiración, el parpadeo y los latidos del corazón se detienen al instante, sobrecogidos por un abrumador impacto. Damen y yo nos convertimos en dos inmortales pasmados que se preguntan si están viendo a un tercero.
—Venga, vamos… ¿qué os parece? —canturrea Miles. Realiza otro giro rápido y lo finaliza con una nueva pose que está decidido a mantener hasta que alguno de nosotros empiece a hablar—. Holt ni siquiera me reconoció.
¿Que qué pienso? Pienso que la palabra «diferente» no sirve para describir lo que veo. Clavo la vista en Damen antes de volver a observar a Miles. Mierda, ni siquiera «completamente distinto» o «absolutamente transformado» servirían para describirlo. Hago un gesto negativo con la cabeza.
El cabello castaño que siempre llevaba rapado está ahora más largo, más ondulado, casi como el de Damen. Y el rostro de mejillas regordetas que le hacía parecer un par de años más joven ha desaparecido por completo; en su lugar aparecen ahora unos pómulos marcados, una mandíbula cuadrada y una nariz bien definida. Incluso su ropa, que consiste más o menos en los vaqueros, los zapatos y la camisa de siempre, parece muy distinta. Diferente. Totalmente cambiada.
Es como una oruga que hubiera decidido deshacerse de su viejo capullo para mostrar sus maravillosas alas nuevas.
Y justo cuando estoy a punto de pensar en lo peor, convencida de que Haven le ha hecho algo, la veo. La vemos. Miles está rodeado por una brillante aura naranja, y eso es lo único que nos permite relajarnos y volver a respirar con normalidad.
Aun así, tardo un rato en asimilarlo todo. No estoy segura de por dónde empezar, así que me siento aliviada cuando oigo las palabras de Damen.
—Parece que Florencia te ha sentado muy bien. De maravilla, mejor dicho. —Sonríe mientras estrecha la mano de Miles.
Miles se echa a reír, y su rostro se ilumina de una manera que logra suavizar sus nuevos rasgos. Pero la sonrisa desaparece al instante, y su aura se convierte en una masa ondulante cuando se concentra en Damen. Es entonces cuando me acuerdo.
Supongo que he estado tan absorta en mi drama particular con Haven y con Sabine que había olvidado por completo que Miles descubrió unos retratos en los que aparecían Damen y Drina.
Retratos pintados hace siglos.
Retratos para los que no existe una respuesta fácil, ni explicaciones lógicas de ningún tipo.
Aunque juré que no lo haría nunca, a menos que fuera necesario, creo que este es exactamente uno de esos momentos que podrían considerarse una emergencia. Así que mientras Damen entabla una charla sobre Florencia con él, indago en la mente de Miles. Necesito saber lo que piensa, lo que sospecha, y me sorprende descubrir que no le preocupan las cosas que yo me temía. Está concentrado en mí.
—Estoy decepcionado —dice, interrumpiendo a Damen para dirigirse a mí.
Inclino la cabeza hacia un lado; puesto que he salido de su mente hace un par de segundos, no sé a qué se refiere.
—He regresado a casa nuevo y mejorado, como podéis apreciar. —Señala su cuerpo con la mano, como si fuera un modelo mostrando el gran premio de un concurso—. Y estaba casi seguro de que este sería mi mejor año. Pero ahora descubro que mis amigas todavía están peleadas, que siguen sin hablarse y que aún me obligan a elegir entre ellas, a pesar de que dejé bien clarito que debían arreglar las cosas antes de que regresara, porque no estaba dispuesto a seguir con este jueguecito. No pienso representar el papel de Meryl Streep en
La decisión de Sophie
. Ni de coña. De hecho…
—¿Es eso lo que te ha dicho Haven? —lo interrumpo, porque tengo la sensación de que, si se lo permito, seguirá con ese monólogo hasta que suene el timbre—. ¿Te dijo que debías elegir entre nosotras? —le pregunto en voz baja, ya que un grupo de estudiantes pasa a nuestro lado.
—No, pero no le ha hecho falta decirlo. Está bastante claro que si tú no hablas con ella y ella no habla contigo, tendré que elegir. De lo contrario, los almuerzos serán aún más incómodos que los del año pasado. —Niega con la cabeza y sus brillantes rizos castaños se agitan de lado a lado—. Y no pienso tolerarlo. Ni hablar. Así que, en resumen, tenéis hasta mañana para solucionar esto. Si no, me veré obligado a comer en otro sitio. Ah, y en caso de que no me toméis en serio, debéis saber que ahora tengo a mi disposición las llaves del viejo coche de mi madre, así que ya no contáis con la ventaja de traerme a clase. Haven y tú estáis igualadas en lo que a mi afecto se refiere. Y eso significa que tendréis que esforzaros si queréis volver a verme, o…
—¿O qué? —Intento parecer alegre, bromista, porque en realidad no tengo ni idea de cómo decirle que, conociendo a Haven, es evidente que nuestro problema solo irá a peor.
—O me buscaré una mesa nueva y un nuevo grupo de amigos. —Asiente mientras nos mira para asegurarnos que piensa cumplir su promesa.
—Veremos lo que se puede hacer —dice Damen, que solo quiere dejar el tema a un lado.
—No te prometo nada —añado, impaciente por aclarar las cosas y mantener un tono realista. No quiero alentar las falsas esperanzas que pueda albergar.
Dando por hecho que ya estamos libres de sospecha, Damen me agarra de la mano cuando suena el timbre para acompañarme a clase, pero se detiene cuando Miles le da unas palmaditas en el hombro.
—Y tú… —Miles hace una pausa y lo mira de arriba abajo—. Tú y yo hablaremos más tarde. Tienes que explicarme algunas cosas.
S
upongo que he estado tan concentrada en Haven que ni siquiera me había acordado de mis otras archienemigas, también conocidas como Stacia Miller y su leal compinche, Honor.
No obstante, en cuanto entro en la clase de física que tengo a sexta hora y la puerta se cierra detrás de mí, justo con el último timbre, las recuerdo de inmediato gracias al sonido apagado de sus risas y sus burlas.
Me dirijo hacia la parte central, y no puedo evitar sonreír para mis adentros al ver la cara de asombro que pone Stacia cuando elijo el sitio que hay más cerca de ellas. ¿Para qué obligarlas a retorcer el cuello para verme bien cuando puedo ocupar una mesa que les proporciona una vista mejor y más clara de su objeto favorito de tortura?
Sin embargo, Stacia no es la única que parece sorprendida por mi elección. Honor está igual. Se endereza un poco en la silla y arquea una ceja mientras me recorre con la mirada. Tiene una expresión tan reservada, tan controvertida, que resulta casi imposible de descifrar.
Casi.
Porque lo cierto es que estoy menos concentrada en su expresión que en los pensamientos que fluyen de su mente y que me envía a propósito, asumiendo correctamente que la estoy escuchando.
—
Sé que puedes oírme. Lo sé todo sobre ti. Y sé que sabes lo que planeo hacerle a Stacia, que pienso hacerle pagar por todas las faenas que me ha hecho a mí y a cualquier otro desgraciado que haya tenido la mala suerte de interponerse en su camino. Lo que no sé es si vas a ayudarme o a detenerme. En caso de que te plantees impedírmelo, será mejor que lo pienses bien. En primer lugar, se ha comportado como una zorra contigo desde el principio, y en segundo… Bueno, no podrías detenerme ni aunque quisieras. Nadie podrá. Ni tú, ni Jude, ni mucho menos Stacia, así que será mejor que no lo intentes…
Me mira a los ojos, ansiosa por descubrir algún tipo de reacción, algún tipo de señal que indique que he recibido su mensaje alto y claro, pero no pienso darle esa satisfacción. Y no tengo intención de escuchar nada más.
Después de oír este patético discursito sobre venganza, los acostumbrados comentarios internos malintencionados de Stacia y el lamento silencioso del señor Borden, que piensa que volverá a desperdiciar un año de su vida con estudiantes desagradecidos y faltos de interés («una bochornosa colección de malos cortes de pelo y ropa horrorosa que resulta indistinguible de cualquiera de las anteriores»)… Después de todo eso, sumado a las angustias y dramas privados de todos los demás, resulta demasiado insoportable.
Demasiado deprimente.
Y completamente agotador.
Así pues, desconecto para intentar comunicarme vía telepática con Damen, que se encuentra al otro lado del campus.
—
Estoy en la clase de física de sexta hora. Por aquí todo bien, ¿y tú
? —pienso mientras me preparo para levantar la mano cuando el profesor me nombre al pasar la lista. Puesto que mi apellido es Bloom, suelo ser de las primeras.
—
Estoy en dibujo. Una forma genial de terminar el día, ya que siempre tengo ganas de que llegue. Desearía que la clase de dibujo ocupara toda la mañana. Ah, y la señora Machado está encantada con el hecho de volver a tenerme en su clase. Me lo ha dicho ella misma. Según ella, nunca había visto tanto talento natural en alguien tan joven. Quiere incluso charlar conmigo sobre mi futuro y sobre las posibles academias artísticas a las que podría asistir
.
—¿
Y qué pasa conmigo? ¿No te ha pedido que saludes de su parte a la alumna con menos talento natural que ha visto en su vida? ¿O me ha borrado a propósito de su memoria
?
—
No seas tan dura contigo misma. Tu réplica de Van Gogh fue sin duda única
.
—
Si con «única» te refieres a horrorosa, entonces sí, ¡tienes razón! Asegúrate de decirle que no pienso intentar un segundo asalto. Necesito mantener bien alta mi autoestima, tanto a nivel mental como físico, y eso significa que no puedo arriesgarme a torturar mi mente con otro semestre de horribles monigotes pringosos. Bueno, ¿cuál es tu primer proyecto? ¿Otro Picasso? ¿Tu propia copia de Van Gogh
?
Damen resopla.
—
El impresionismo es cosa del año pasado. Creo que me gustaría embarcarme en un proyecto más ambicioso, así que tal vez haga una especie de mural. Podría recrear la Capilla Sixtina. Ya sabes, cubrir las paredes y el techo para mejorar un poco esta aula. ¿Qué te parece
?
—
Me parece que sería una forma maravillosa de acabar con ese rollo de «pasar desapercibido» con el que tanto me das la lata
. —Me echo a reír, sin darme cuenta de que lo he hecho en voz alta hasta que Stacia Miller me mira y pone los ojos en blanco.
—¡Fra-ca-sa-da! —canturrea por lo bajo.
Corto la comunicación de inmediato. A juzgar por la expresión ceñuda del señor Borden, acabo de añadirme a su lista negra. No han pasado ni cinco minutos de la primera clase del año y ya me ha etiquetado como una de las alumnas más desagradecidas y problemáticas.
—¿Qué es lo que le hace tanta gracia, señorita…? —Agacha la cabeza para repasar la lista de nombres de la clase—. ¿Señorita Bloom? ¿Le importaría compartirlo con el resto de la clase?
Respiro hondo y niego con la cabeza. Paso por alto la mirada venenosa de Stacia, la expresión divertida de Honor y los suspiros aburridos del resto de mis compañeros de clase, que ya están acostumbrados a verme hacer el ridículo.