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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

Descanso de caminantes (52 page)

BOOK: Descanso de caminantes
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Of making books there is no end
(Eclesiastés, XII, 12). «De hacer muchos libros no hay fin» (versión de Casiodoro de la Reyna, corregido por Cipriano de Valera). Tendría que cotejar con la versión de Scio de San Miguel, en que leí por primera vez la Biblia, en el monte de Vicente Casares, hacia el 30 o 32, después de almorzar, en una hamaca paraguaya.

Cuatro americanos, sociólogos, creo que de Harvard, escribieron un libro en que explican que detrás de todo lo que pasó en el país, en la segunda mitad del siglo XIX, estaban los Casares. Esta increíble tesis divierte mucho a Francis, que no condesciende a darme detalles. A mí —¿por vanidad familiar?— tal vez me interesaría conocerlos…

Idiomáticas. A la que te criaste
. Hacer algo a la que te criaste: sin esmero. La frase deja ver en qué estima se tiene nuestra casa, nuestra familia, quizá nuestra educación.

Dos palabras predilectas, con que se designa a las mujeres jóvenes, menoscabadas por el sentimental y erróneo empeño de disfrazar con eufemismos la realidad:
chica y muchacha
, que significan hoy
mucama
.

A la hechicera no dejarás que viva
(Éxodo, XIII, 18). Según Bertrand Russell, por este versículo quemaron a tantas mujeres (supuestas brujas); sobre todo por el error de traducción, que puso
viva
donde debía decir
prospere
. Habría que consultar si realmente este
prospere
, tanto menos bíblico (en apariencia, al menos) que
viva
, es la traducción justa. «Thou must not suffer a a witch to live» dice,
to the point
, la versión del rey Jaime. Admirable civilización la que cifra la autoridad en un libro que recomienda la matanza de dragones. Lo peor es que los fieles, al no encontrar dragones, debieron matar seudo-dragones.

«En aquella época todo joven poeta estaba obligado a imitar a Balmont». ¿Inmediatamente el lector identifica a Balmont? Los hombres no somos menos numerosos que los insectos ni menos efímeros. [Constantin Balmont (1867-1943), poeta ruso].

Video lupum
se dice cuando aparece la persona de quien estábamos hablando.

«No soy contemporáneo de nadie», afirmó Ossip Mandelstam (1891-1942), poeta ruso.

Conversaban amas de casa. A una de ellas, tan indolente como inútil, le preguntaron: «Y; cuando estás en casa, ¿vos qué hacés?». «Miro por la ventana», contestó.

Cuando yo era chico, todavía se oía tanto
refalar
como
resbalar
. Si
resbalar
viene de
resvarar
, por la ley de Grimm la f sustituyó a la v, la s cayó y apareció en nuestro campo (¿en Pardo, precisamente?)
refalar
.

A un amigo
. No transfieras la estupidez de tu mujer al lomo de tu amigo.

A Katherine Mansfield la tuve siempre por una Adela Grondona de la literatura inglesa. Acabo de leer unos comentarios suyos que me sugieren que no fue tan sonsa.

De E. M. Forster dice que «never gets any further than warming the teapot» («nunca llega más allá de entibiar la tetera»).

Las novelas de Gissing «se escribieron con los pies mojados, bajo un paraguas mojado».

La señorita Gertrude Stein ha descubierto una nueva manera de escribir cuentos. Consiste simplemente en seguir escribiéndolos (Miss Gertrude Stein has discovered a new way of writing stories. It is just to sep on writing them…). Imprevista sospecha, ¿mi mala voluntad para la señorita Stein, mejora mi voluntad para Katherine Mansfield? Estas cosas ocurren.

Vida cómoda
. Los desordenados no viven cómodamente y los ordenados prefieren el orden a la comodidad.

¡Ay, la compañía no deseada! ¡La única, la generosa fuente de aburrimiento que yo conozco!

Leo mis
Diarios
. No olvidar, a lo largo de la vida, la admiración, el afecto que siento por Johnson.

31 enero 1988
. Creo que llevar un diario fue providencial, ya que entre novela y novela, o cuento y cuento, estaba el Diario, para no perder la mano ni la disposición mental. Gracias al
Diario
mejoré mi escritura, como diré, espontánea (la del diario, de los borradores y de las cartas). En el
Diario
, para respetar la intimidad de las mujeres que me quisieron o por lo menos me abrazaron, cambio nombres. Ahora, en algunos casos, guardan el secreto, aun para el autor.

Por la manera de juzgar a los escritores contemporáneos, hay dos grupos de personas. Los que espontáneamente se agregan al abrigo del consenso (los más, señor de la Palisse) y los que juzgan por su criterio. Están en el primer grupo los que admiran a Roberto Arlt, a Quiroga, a Molinari, a Marechal, a Dylan Thomas, A Breton, a Sade, a Restif de la Bretonne, a Scout Fitzgerald, ¿a Brecha?, los que admiraron a Mallea y ahora lo ignoran; los que abominaron de Borges y ahora lo admiran; los que me ignoraron y ahora me toman en cuenta. En cuanto a los autores contemporáneos, para los del segundo grupo (los menos), no hay mayores dificultades. Las cosas se complican para juzgar libros antiguos y famosos. Si uno recurre a un cálculo de mérito literario (a imitación del cálculo hedónico, para la conducta), ¿qué clasificación le pone a la
Ilíada
, la
Odisea
etcétera? En estos casos quizá no pueda uno proceder como con las obras contemporáneas; tal vez haya que recordar la literatura (la cultura, la tradición) que esas obras suscitaron. (Para los contemporáneos: cálculo de mérito intrínseco; para los clásicos, cálculo de mérito completo). Ver la frase de Wells a propósito de la cultura griega «con el sempiterno retumbante Homero» y también la de Francis Newman: «Tengo la convicción, aunque no me propongo persuadir con ella a nadie, de que si Homero, revivido, nos cantara sus versos, en un primer momento despertaría en nosotros el mismo agradable interés que una elegante y simple melodía de un africano de la Costa de Marfil» (
Homeric Translation, in Theory and Practice: a Reply to Matthew Arnold
).

Sofía Uriburu me dijo una vez: «No sentís ningún remordimiento por el tendal de mujeres que dejás atrás». Desde ese momento no fui el mismo.

La única ocasión de aprender empíricamente nos la da la única vida que recorremos. Al principio nuestra ignorancia es absoluta e inmensa; no parece inverosímil que en diversas etapas de nuestro progreso por la vida descubramos en nosotros errores que son parte y producto (más bien que residuo) de aquella infinita ignorancia original.

Hablamos para comunicar, pedir, evitar, prevenir algo, para divertir al oyente. La enfermera no sabe eso. Habla así: «Mi hijo está solito en casa. No es tan chico para no poder estar solo. Ayer a la mañana la abuela se quedó para estar con él en la casa, pero él se pasó la mañana con amiguitos en la calle. Hoy me dijo que va a esperarme con el mate y la factura. Yo siempre me acuesto a dormir a las siete de la mañana [pasa la noche acompañando a Silvina; cuando me asomo está durmiendo en un colchón en el suelo, bien tapada]. Hoy me vaya acostar después de las diez y no sé si podré dormirme. Ayer rompí una maceta. Venía de la azotea, de lavar, con las manos mojadas y se me resbaló». «¿Dónde pasó eso?», pregunta Silvina, alarmada por sus macetas. «En mi casa» —contesta. Continúa—: «Ayer, en la calle no sé dónde, vi a una chiquita con un tapado marrón. Hermosa».

Noemí Ulla, muy resfriada, me pregunta por qué por lo general disiento con la mayoría en cuanto al mérito de escritores famosos o de moda. Le digo que hay gente que espontáneamente se acomoda a la opinión general y que hay otros que por pereza leen, reflexionan y juzgan por su propio criterio. Es raro que en una época todo el mundo admire a Mallea y que en otra, nadie; peor aún: que nadie lo recuerde. Hoy todos admiran a Molinari, a Quiroga, a Arlt; en otras partes se admira de la misma manera espontánea y quizá poco vinculada con la lectura, a Gombrowicz y a Céline. Confieso que yo no siento ninguna comezón por ingresar en ese ómnibus de admiradores, pero no es un prejuicio lo que me lleva a negar a esos inexpugnables. Molinari me parece un pésimo poeta y, como persona, la verdad es que no me causó buena impresión cuando estuve con él en jurados. En cuanto a Quiroga, su prosa me parece espantosa y sus invenciones mediocres. Arlt no es demasiado malo en
El juguete rabioso
, y algunas aguafuertes porteñas son de escritura moderadamente grata. Gombrowicz era personalmente histriónico y engorroso; literariamente no justifica el esfuerzo de sacar sus libros del anaquel.

Con las grandes obras clásicas no tan libremente puede uno apartarse del rebaño lector. ¿Vale la pena parafrasear a Wells y decir que Homero es un payador de baja categoría? La literatura que han provocado esas obras es una cultura, una tradición riquísima, en que participaron y participan los mejores escritores de muchas literaturas, a los que debemos horas felices y, en nuestra memoria, versos y frases felices.

En mis primeros amores más que los hechos me interesaba la imagen mía, la representación que por ellos alcanzaría Adolfo Bioy Casares, o Adolfo V. Bioy (como me llamaba entonces). Yo me decía; «Conquisté a una morena», «Salí con una bataclana», «Tengo que agregar a la lista una mujer casada», etcétera. Me fue mal en esos amores, como me fue mal con el tenis, cuando no jugué por el gusto de hacerla, sino para que se dijera que yo era campeón. Tuve que pasar por dolorosas derrotas para descubrir que uno debe hacer las cosas por gusto, dándose a ellas no para el aplauso de imaginarios espectadores ni para la vanidad. Aunque yo era sentimental (y nervioso, y tímido), ese desdoblamiento vanidoso debía notarse. En todo caso, mientras lo practiqué fui desdichado y cuando me di por entero a lo que hacía me fue mejor.

La lectura de mis diarios me depara sorpresas. Tuve hipocresías; peor aún: hipocresías conmigo mismo.

Aunque me parezca ilógico, extraño a las mujeres. Por lo demás admitiré que para mí siempre fue imperdonable extrañar una enfermad.

Benisseur
no figura en el Littré. Creo haber encontrado la palabra, o una parecida, de igual significado, aplicada a personas hipócritamente bondadosas.

Imagino la sociedad como una montaña de racimos. Cada uno de nosotros apenas puede ver más allá de su racimo, que es su mundo. De chicos y jóvenes vivimos en un racimo numeroso. Con el tiempo van secándose las uvas y quedan los pedúnculos desnudos. En mi racimo ya son pocas las uvas.

Febrero 1988
. Es curioso que los homosexuales no hayan inventado un apodo peyorativo para los heterosexuales.

Asombrado San Agustín vio que San Ambrosio, obispo de Nápoles, leía silenciosamente. Por primera vez presenciaba entonces (c. 380) una lectura silenciosa. A lo que parece, la Antigüedad leyó en voz alta.

Idiomáticas. En la puta vida
. Nunca. «Había un adivino indio, completamente ciego, al que le traían un caballo, lo palmeaba y decía su color». «¿Adivinaba siempre?» «En la puta vida».

Idiomáticas
. Dos expresiones curiosas.

Total
. «Total, ¿a vos qué te importa?». «No me ofendí. Total, no soy pariente suyo».

En resumidas cuentas
. «Todo lo que me dices me parece perfecto, pero en resumidas cuentas, ¿la mina te largó?». Borges preguntaba: «¿Cuáles son esas cuentas resumidas?».

3 marzo 1988
. Murió Beatriz Guido. Una de las personas más auténticamente encantadoras que conocí, inteligente, viva, buena, mentirosa impenitente y desorbitada, graciosa, cariñosa. Dijo que si escribía una nota sobre una de sus novelas, se acostaría conmigo. La escribí y nos acostamos, riendo de la situación.

3 marzo 1988
. Murió Luisa Mercedes Levinson, conocida en una época como Lisa Lenson. Fue bastante linda, pero, desde hace un tiempo, se convirtió en un personaje cómico, de sombreros de alas anchas, cara pintarrajeada y vestimentas flotantes. Era muy buena. El progreso en su carrera literaria le importaba. Me aseguró Di Giovanni que últimamente estaba en campaña para alcanzar el Premio Nobel.

Un sobrino de Ulyses Petit de Murat me contó: Mientras manejaba el automóvil, se sintió mal; con cuidado arrimó el coche a la vereda, lo detuvo, paró el motor, se reclinó sobre el volante y murió. El sobrino, Garreton Petit de Murat, ponderó esa manera civilizada de morir. Convine con él.

Yo siempre creí que el plagio es como los fantasmas: algo de lo que se habla pero que no existe. Un colega y amigote me señaló como testigo para un juicio que le hacían por plagio. Yo fui al juzgado y declaré que no había plagio; entonces me preguntaron si yo tenía conocimiento de que éste era el sexto pleito por plagio que a lo largo del tiempo le habían hecho a mi amigo.

En el velorio de Mercedes Levinson, en la SADE, se tocó una pieza para flauta de Eric Satie. El día antes estuvieron buscando por todo Buenos Aires un flautista. Drago me dijo: «Todo lo concerniente a su entierro parecía organizado por la muerta».

Cuando iban a entrar el cajón en el sepulcro, los sepultureros le quitaron una tapa metálica que hay sobre un vidrio, a la altura de la cara del cadáver. Lo hacen porque la tapa sobresale un poco y les molesta para sus maniobras. Después vuelven a colocarla. Cuando descubrieron esa ventanita, Drago (hombre de
La Nación
) miró y, en lugar de ver la cara de Mercedes, vio
La Prensa
. Comentó:

—Qué raro. Está
La Prensa
adentro del cajón.

La hija de Mercedes le explicó:

—Pusimos adentro del cajón ejemplares de
La Nación
,
La Prensa y Clarín
por si en un día lejano lo abren sepan por las necrológicas quién está aquí.

También parecería que la querida Beatriz se ocupó de sus últimas honras. Hay un largo aviso fúnebre en que los amigos participamos del hecho e invitamos al entierro. Entre esos amigos hay algunos que tal vez nunca se enteren de que hicieron esa invitación: por ejemplo Alberto Moravia y Susan Sontag. Además, entre nosotros no tomamos en serio a la Sontag, Beatriz no era amiga de ella.

En la noche entre el 7 y el 8 de marzo de 1988 fui feliz porque me acosté, siquiera en sueños, con una muchacha que me gustaba mucho. Observación fisiológica: si a los dieciocho o veinte años tenía un sueño así (y sin tenerlo, a veces) me encontraba mojado, al despertar.

Ahora, aunque en mi sueño hubo cópula y toda la revelación del goce, desperté limpio. En la noche del 8 al 9 volví a los juegos con muchachas desnudas. Dos noches de consuelo después de un largo período sin mujeres en la vigilia y en el sueño.

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