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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

Descanso de caminantes (48 page)

BOOK: Descanso de caminantes
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Unos diez o quince días después, Emecé me comunicó que lo reimprimirían.

Una idea, dos versines
.

La de Emilia Pardo Bazán (
Los Pazos de Ulloa
): La aldea envilece, empobrece y embrutece.

La de Eduardo Wilde (padre): El campo envejece, empobrece, embrutece.

Si no conocemos bien los antecedentes, tomar palabras y actos del prójimo sólo como indicios.

Personas y afectos desplazan, dejan lugar, a personas y afectos.

Lunes 9 febrero 1987
.
Todo nos une, salvo&hellip
; Iba apurado hacia el Sorrento, porque ya eran más de las dos de la tarde, y temía que no me sirvieran el almuerzo, cuando en Corrientes y Florida me detiene una mujer y ansiosamente dice:

—¿Usted es Bioy Casares? Qué suerte encontrarlo. Yo admiro mucho sus escritos. En España leemos sus libros y últimamente sus cuentos que publica ABC. Quiero decirle que en España lo admiramos mucho y siempre lo leemos, pero sin nunca entender ni palabra de lo que dice. Tiene que hacer algo, señor Bioy Casares, para que el lector peninsular pueda entenderlo. Nos gustan mucho sus cuentos y sus novelas, pero le pedimos que haga un esfuerzo para escribir en un español que allá entendamos.

Frase veraz que pone las cosas en su sitio
. El infierno ya no está de moda.

Su paraíso bucólico
. Hacía mucho calor, mucha humedad. El taxista me dijo: «En Buenos Aires ya no se puede vivir. Hay demasiada gente, demasiados automóviles. Pasamos quince días en el campo, en casa de un familiar. Qué tranquilidad, qué aire. Usted sabe, de noche abríamos la ventana y, desde la pieza, veíamos los faros de los autos que pasaban por la ruta. Una maravilla».

Un poco de sensatez no basta para que la conversación fluya.

Enceguecidos por la actualidad
. Leo en
Cien años atrás
un suelto de
La Nación
del 17 de febrero de 1887, que anuncia la publicación en folletín de
La isla del tesoro
de Stevenson. Transcribo: «El solo hecho de haber sido elegida por la gran casa editora norteamericana [Appleton] para seguir en el orden de sus publicaciones a
Misterio
, la gran novela de Hugh Conway, traducida por Martí, basta para dar fe de su mérito». Hoy parece increíble que alguien haya alegado como prueba de los méritos de Stevenson, el nombre de un editor y el de Hugh Conway, autor de
Misterio
.

Primera vista al doctor Chao
. Harto de mi permanente tortícolis y persuadido de la ineficacia de quiropraxia, masajes, onda corta, infrarrojo, ultrasonido, para tratarla, decidí probar la anestesia sin química de la acupuntura y como me aseguraron que el doctor Chao la había aplicado en Pekín, como su padre, su abuelo y su bisabuelo, le pedí hora. Al consultorio se entra por un largo corredor que está a un lado del almacén del doctor; el corredor, bastante estrecho, sirve de depósito de cajones. En el fondo hay un pequeño patio abierto, al que dan la sala de espera y el consultorio propiamente dicho. En la sala de espera, con un fuerte ventilador, desvencijados sillones de cuerina, una señora china de unos cuarenta años, vestida con una jardinera azul y sin calzado, miraba televisión. Dos niñitas chinas, de cuatro o cinco años, jugaban por el piso. En la sala había un vago olor desagradable. Como aparecieron letras chinas en la pantalla, por un momento supuse (en qué confusión estaría) que habría un canal de televisión china. Después vi que se trataba de un film del Oeste, con vaqueros, malos y buenos, y con Clint Eastwood como protagonista. Evidentemente había ahí un pasacassettes y estábamos viendo una película americana con subtítulos en chino. Apareció de pronto otra china joven, con pollera y embarazada; las dos niñitas, que parloteaban en chino, la llamaron
mamá
. Por fin me recibió el doctor. Miró mis radiografías. Me dijo: «Quemado al hueso por los rayos infrarrojos. Un poco, buenos; mucho, malos». Con mano delicadísima, buscó dolores por mi cuerpo, desde los lados de los pies al arco del cráneo, preguntando: «¿Molesta?», a lo que pude siempre contestar: «No». Me aplicó por un tiempo brevísimo y con sorprendente levedad las agujas. Después me hizo sentar en la camilla y con sus manos me sometió a la más delicada de las tracciones. Cuando salí me sentía menos dolorido del pescuezo y mucho mejor de mi estado general.

Agradecería una descripción del estado de cosas en el minuto previo a la formación del universo.

Mi amiga, la profesora Mireya Camurati, comienza un estudio. «El texto misceláneo:
Guirnalda con amores
de Adolfo Bioy Casares», con la frase «En 1979, Bioy Casares explicaba su entusiasmo por escribir lo que denominaba 'un lado de fermentos'». Y un poco más adelante que yo había publicado veinte años antes
Guirnalda con amores
, «texto que en sus capítulos de 'Fragmentos' responde plenamente a esas características». No me atrevo a escribirle que los «fermentos» que en 1979 me entusiasman, son una errata por «fragmentos».

Para alguna gente, la cultura es una superstición del siglo XIX.

El verbo
constatar
no figura en el Diccionario de la Academia.

—Tenés que contestarle al embajador.

—Estoy en eso —contesté.

Expresión tendiente a tranquilizar al interlocutor, sin ocultar la verdad; en este caso, el hecho de que estoy ganando tiempo para no hacer nada.

En la Feria
. Me dije: «No seas pedante. Aunque parezca lógico, porque no los conoces, no les pongas un
atentamente
, a los que piden que les firmes un libro». Dediqué
muy cordialmente
y, a personas agradables, sobre todo a mujeres jóvenes,
con mucha simpatía
. Al rato mi criterio para elegir la dedicatoria eran el turno y, en ocasiones, las rimas, que debía evitar. No iba a poner
Con mucha simpatía a María
y
Muy cordialmente a Vicente
. Reflexioné que explicarles mi criterio sería perder su aprecio.

Augurio de Pascuas
. «¡Que coma mucho pescado!». Espero que no sea así.

Pasados los setenta, la enfermedad no es más que un pretexto de la muerte.

Felicitaciones, en 1987
, por un libro de 1946.

—¡Una novela encantadora,
Los que aman, odian
!

—Qué extraño. Usted, o algún equivalente, no dijo eso cuando apareció el libro.

O podría expresar de otro modo mi asombro:

—Antes nadie pensaba así; ahora, muchos.

Una señora, reflexivamente:

—En Francia hablan el francés mejor que en Buenos Aires.

Sobre mí, Cristina Castro Cranwell: «Si en lugar de ser una amiga fuera una obligación te ocuparías más de mí».

No pierde inoportunidad.

Idiomáticas. Bocón
. Lo que antes decíamos
estómago resfriado
. Algo se ganó con el cambio, pero no mucho.

Si no examináramos los resultados, podríamos recurrir a la social democracia, a mitad camino del triste y empobrecedor socialismo y del liberalismo próspero, brillante pero inhospitalario para los ociosos, los desdichados, los incapaces, contemplativos. Aunque estos últimos cuando se dejan estar, por lo general ganan, si hay liberalismo.

Idiomáticas
.

Muy baqueteado
. Con mucho uso, desvencijado. «Una mina muy baqueteada».

Sacar pisoteando
. Poner en fuga.

Salir matando
. Huir, correr a toda velocidad.

Lo llamaron de abajo
. Murió.

Comprobación
. Desde hace cincuenta y siete años soy escritor y ésta es la primera vez que escribo la palabra
inminente
. Algún político de ésos, que está en los primeros palotes, la empleó en innumerables ocasiones.

Un lector me felicita por un párrafo de algún relato sobre un escritor que en su biblioteca tiene unos pocos libros guardados en un armario cerrado con llave, al que llama su botiquín. «Esos libros de efecto terapéutico son obras pornográficas». Al principio creí que estaba citando algo que yo no había escrito; después recordé: Escribí el párrafo con intención humorística. Me parecía cómico un escritor que atesorara libros pornográficos y se tonificara con ellos. Hay que tener cuidado con lo que uno escribe: las interpretaciones son imprevisibles. No andaba tan descaminado Xul cuando dijo que habría que inventar un signo ortográfico para sugerir el carácter irónico de un párrafo. Propuso la diéresis, para sugerir que algo no era auténtico:
escritör, pensadör, filösofo
.

En el taller literario de la profesora Bertolini una de las asistentes me dijo: Usted no tiene dudas sobre quién es o qué es. La profesora me dijo: «La dedicatoria a los profesores de la edición escolar de
La invención de Morel
marcó un cambio definitivo en mi trabajo. Ahora sí que la literatura es una fiesta».

El doctor Chao Che: «Chao es el nombre de mi padre, de mi abuelo, de mi familia. Che, el mío. En China damos precedencia a los mayores y a los antepasados. Nosotros venimos después».

Escudé, en tiempos de la disputa por las islas y los canales fueguinos, escribió artículos en los que expuso las razones por las que pensaba que la tesis de Chile era la justa. Ahora está bastante preocupado, porque el gobierno de Chile, el gobierno del odiado Pinochet, quiere condecorarlo. «¿Cómo voy a rechazar la condecoración que el gobernador me consiguió de muy buena fe y con generosidad? ¿Cómo voy a evitar que la cosa se sepa, que los diarios la difundan? Voy a tener que irme del país si no quiero que me maten».

Amelia Biagioni trabaja desde hace años en
La Prensa
. En la sección literaria, es verdad, pero algo habrá aprendido de periodismo. No contenta son eso, va a Berkeley, por dos años, a estudiar periodismo interpretativo(cómo interpretar las noticias). Qué fe en la enseñanza de profesor y aula. Qué poca fe en el discernimiento propio. O qué ganas de pasar una temporada en el extranjero.

Yo también tuve algunas veces ganas de pasar un período en el extranjero, pero someterse a tan penosa bobada me parece un precio excesivo.

Alguien compuso una lista de «huevotes» y colocó en primer término a los que vitorean a los reyes.

Hepax legomenon
. Palabra que una sola vez aparece en la literatura, como
telefón
. Sólo aparece en el tango «A media luz»:

un telefón que contesta&hellip
;

Como un verso trae otro, sigo

… una vitrola que llora

y un gato de porcelana

para que no maulle el amor
.

Observación autobiográfica: Cuando era chico no entendía por qué había un gato para que no maullara el amor. Ponía la atención en el gato y no advertía la porcelana.

Otras confusiones mías con la letra del tango «A media luz»:

Corrientes 3-4-8
,

segundo piso, ascensor
.

[…] Juncal 12-24

Telefoneá sin temor
.

Creí que el departamento era en la calle Juncal. El número era el del teléfono, y Juncal, la característica o central, en una época en que se distinguían por nombres y no números, como Juncal, Plaza, Avenida, Dársena, Callao, Mayo, Retiro, Loria. Otro error, si cabe, sobre el mismo tango: creí por momentos que se llamaba «El bulín de calle Ayacucho».

Los lectores, sobre todo los psicoanalistas o psicoanalizados, ven el final triste de una historia como un claro indicio de una depresión, siquiera pasajera, del autor. No saben que los autores son desprejuiciados buscadores de finales eficaces. Cuántas veces con carcajadas celebramos el descubrimiento de la posibilidad de un final o de un episodio triste, o melodramático, o terrorífico. Queremos conmover al lector y poco nos importa que sea con un toque de tristeza: tiene que ser un toque eficaz y adecuado. Aquí el psicoanalista se entusiasma y me replicará: por algo recaen algunos en historias tristes. Sí, hay algo que puede vincularse a la concepción poética y no siempre a los estados de ánimo. Hay histrionismo en la literatura. Además: hay que ser muy hábil para describir la dicha y no parecer bobo. El autor se expone menos si maneja desgracias que si maneja felicidades y triunfos. La tristeza, aun imperfectamente expresada, conmueve.

El progreso no incumbe al arte. Comparado con Tiziano, Picasso resulta un desagradable caricaturista, y comparado con Fidias o con Miguel Ángel, Moores es en el mejor de los casos un tedioso chambón. En cuanto a las iglesias, como cualquiera puede comprobarlo, cuanto más nuevas más feas; los otros edificios públicos, también.

Los jueces naturales del hombre común son los médicos. Jueces que a sus horas ejercen la función de verdugos.

Idiomáticas. Larguero
. Dícese de quien tiene tendencia a alargar sus explicaciones, sus conferencias, sus libros…

Nalé contaba horribles acciones de Arlt. «Estaba resentido por no ser estanciero, de buena familia, socio del Jockey, por no tener mucha plata y una regia bataclana. Estaba resentido porque no podía satisfacer aspiraciones estúpidas».

Contó Nalé que Arlt insistía para que tomara cocaína. «Yo tenía diecisiete años —explicó— y cuando me decía que si no me atrevía a probar no era hombre, el chantaje surtía efecto. Un día le dije que bueno, iba a probar. Sacó del bolsillo un sobrecito y me lo dio. Fui al baño, puse en los dedos un poco de polvo, lo llevé a la nariz y aspiré. Me sentí mal. Arlt me dijo: 'Ahí viene el coche de la policía. Si te ven así te prontuarían y ya quedás embromado para el resto de tu vida: no conseguís empleo ni por casualidad'. Me metió en una especie de roperito que había junto al mostrador y cerró con llave. Yo me desmayé. Soñé que había muerto. Cuando desperté, me creí en un ataúd. Me puse a golpear la puerta del roperito. La abrieron. Arlt, muy divertido, se reía de mi ingenuidad, de mi susto».

Por lo visto, el gran Arlt era capaz de inventar las más complicadas estupideces con tal de hacer una maldad. Nalé contaba otras mezquindades y bajezas de Arlt, que por ahora no recuerdo.

Sale en
La Nación
del domingo 17 de mayo una serie de preguntas seguidas de varias respuestas numeradas. Para todas las preguntas, la respuesta número 1 era la que me correspondía. Resultó que sumé 0 en depresión. Si admito que de vez en cuando pienso en mis achaques (siempre en la forma de qué bueno encontrar alguien que me libre de esto o aquello) tendré pronto 1 en depresión. Hasta 17 puntos, según el que hizo el cuestionario, la depresión es normal y no requiere tratamiento psiquiátrico.

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