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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El Aliento de los Dioses (64 page)

BOOK: El Aliento de los Dioses
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—No eres lo que me esperaba —dijo él.

—Lo habría sido. Hace unas semanas.

—Lo dudo —dijo él, y dio un bocado al calamar—. Ese espíritu tenaz que tienes no viene de unas pocas semanas en las calles. Tampoco el sentido de martirio.

Ella lo miró a los ojos.

—Quiero que me enseñes más cosas del despertar.

Él se encogió de hombros.

—¿Qué quieres saber?

—No sé. Denth me enseñó unas cuantas órdenes, pero fue el mismo día que me hiciste cautiva.

Vasher asintió. Permanecieron en silencio unos minutos.

—¿Y bien? —preguntó ella por fin—. ¿Vas a decir algo?

—Estoy pensando.

Ella alzó una ceja.

Él hizo una mueca.

—El despertar es algo que llevo practicando desde hace mucho, mucho tiempo. Siempre tengo problemas para explicarlo. No me metas prisa.

—Muy bien. Tómate tu tiempo.

Él la fulminó con la mirada.

—Tampoco seas condescendiente conmigo.

—No es eso: estoy siendo amable.

—Bien, la próxima vez, sé amable con menos condescendencia en la voz.

«¿Condescendencia? —pensó ella—. ¡No estaba siendo condescendiente!» Lo miró allí sentado, comiendo su calamar seco. Cuanto más tiempo pasaba con él, menos miedo le daba, pero la frustraba más. «Es un hombre peligroso —se recordó—. Ha dejado cadáveres por toda la ciudad, usando esa espada suya para hacer que la gente se mate entre sí.»

Vivenna había pensado en huir de él en varias ocasiones, pero al final había decidido que sería una tontería hacerlo. No encontraba ningún defecto en sus esfuerzos por detener la guerra, y recordaba su solemne promesa en el sótano aquel primer día. Lo creía. Con reservas.

Sólo pretendía tener los ojos un poco más abiertos a partir de ahora.

—Muy bien —dijo—. Supongo que es para bien. Me estoy cansando de ir contigo con esa aura brillante tuya que ni siquiera sabes usar.

—Te escucho.

—Bueno, creo que deberíamos empezar con la teoría. Hay cuatro tipos de entidades biocromáticas. La primera y más espectacular son los Retornados. Los llaman dioses aquí en Hallandren, pero yo prefiero llamarlos manifestaciones biocromáticas espontáneas en un anfitrión difunto. Lo que tienen de extraño es que son la única entidad biocromática que se produce de modo natural, lo cual es teóricamente la explicación de por qué no pueden usar su investidura biocromática. Naturalmente, lo cierto es que todo ser vivo nace con cierta investidura biocromática. Esto también podía explicar por qué los del tipo uno conservan la conciencia de sí mismos.

Vivenna parpadeó. No era eso lo que esperaba.

—Tú estás más interesada en las entidades del tipo dos y del tipo tres —continuó Vasher—. El tipo dos son manifestaciones sin mente en un anfitrión difunto. Son fáciles de hacer, incluso con órdenes torpes. Esto es la ley del paralelismo biocromático: cuanto más cerca esté un anfitrión de una forma viva, más fácil es despertar. La biocroma es el poder de la vida, y por eso busca pautas de vida. Eso, sin embargo, nos lleva a la otra ley: la de la comparabilidad. Dice que la cantidad de aliento requerido para despertar algo no es necesariamente indicativa de su poder una vez despertado. Un trozo de tela cuadrado y un trozo de tela en forma de persona necesitarán cantidades muy distintas de aliento para despertar, pero esencialmente serán lo mismo cuando hayan sido investidos.

»La explicación es sencilla. Algunas personas piensan que despertar es como verter agua en una taza. Viertes hasta que la taza está llena, y entonces el objeto cobra vida. Es una analogía falsa. En cambio, piensa en despertar como llamar a una puerta. Llamas y llamas. Algunas puertas son más fáciles de abrir que otras, pero una vez abiertas, todas hacen lo mismo. —La miró—. ¿Comprendido?

—Um… —dijo ella. Se había pasado su juventud formándose con sus tutores, pero aquello la superaba—. Es un poco denso.

—Bueno, ¿quieres aprender o no?

«Me has preguntado si comprendía —pensó ella—. Y he respondido.» Sin embargo, no expresó sus objeciones en voz alta. Era mejor que él siguiera hablando.

—Las entidades biocromáticas del segundo tipo son lo que la gente en Hallandren llama sinvidas —continuó él—. Son diferentes de las entidades del tipo uno en varios aspectos. Los sinvida pueden ser creados a voluntad, y requieren sólo unos pocos alientos para despertar, dependiendo de las órdenes empleadas. Pierden su propio color cuando son investidos. No presentan aura cuando son despertados, pero el aliento los sostiene, impidiendo que necesiten comer. Pueden morir, y necesitan una solución especial de alcohol para seguir funcionando después de los primeros años. Debido a su anfitrión orgánico, los alientos se aferran al cuerpo y no pueden ser retirados una vez investidos.

—Sé un poco de ellos —dijo Vivenna—. Denth y su equipo tienen un sinvida.

Vasher guardó silencio.

—Sí —contestó por fin—. Lo sé.

Vivenna frunció el ceño, advirtiendo una extraña expresión en sus ojos. Guardaron silencio unos instantes.

—Estabas hablando de los sinvida y sus órdenes —instó ella.

Vasher asintió.

—Necesitan una orden para despertar, igual que todo lo demás. Incluso tu religión habla de las órdenes: dice que Austre es el único que ordena volver a los Retornados.

Ella asintió.

—Comprender la teoría de las órdenes es difícil. Mira a los sinvida, por ejemplo. Hemos tardado siglos en descubrir las formas más eficaces de llevar a un cuerpo a un estado sinvida. Incluso ahora, no estamos seguros de comprender cómo funciona en su mayor parte.

—¿Qué quieres decir?

—Lo que digo —respondió Vasher, encogiéndose de hombros—. En realidad no sabemos lo que estamos haciendo.

—Pero pareces tan técnico y preciso en tus descripciones…

—Hemos descubierto algunas cosas. Pero los despertadores no llevan tanto tiempo en activo. Cuanto más se aprende de la biocroma, más cuenta te das de que hay más cosas que no sabemos de las que sabemos. ¿Por qué son tan importantes las órdenes específicas, y por qué tienen que pronunciarse en tu lengua materna? ¿Qué devuelve a la vida a las entidades del tipo uno, los Retornados, en primer lugar? ¿Por qué son los sinvida tan obtusos de mente, mientras los Retornados son plenamente conscientes?

Vivenna asintió.

—Crear las entidades biocromáticas del tercer tipo es lo que tradicionalmente llamamos «despertar» —continúo Vasher—. Es cuando creas una manifestación biocromática en un huésped orgánico no vivo. La tela es lo que mejor funciona, aunque los palos, juncos y otras plantas pueden ser utilizados.

—¿Y los huesos?

—Son extraños. Para despertarlos hacen falta muchos más alientos que con carne de cadáver, y no son tan flexibles como la tela. Con todo, el aliento se adhiere a ellos bastante fácilmente, ya que una vez estuvieron vivos y mantienen la forma de un ser vivo.

—¿Así que las historias idrianas que hablan de ejércitos esqueléticos no son meras invenciones?

Él se echó a reír.

—Oh, lo son. Si quisieras despertar a un esqueleto, tendrías que unir todos los huesos en sus lugares correctos. Es mucho trabajo para algo que requerirá cincuenta alientos o más. Los cadáveres intactos son mucho más económicos, aunque el aliento se adhiere tan bien a ellos que es imposible recuperarlo. De todas formas, he visto hacer cosas muy interesantes con esqueletos que han sido despertados.

»Como decía, las entidades del tercer tipo, los objetos corrientes despertados, son distintos. La biocroma no se adhiere bien a ellos. El resultado es que requieren bastante investidura, más de cien alientos, para despertarlas. El beneficio de esto, naturalmente, es que el aliento puede ser recuperado. Esto ha permitido hacer experimentos, y nos ha reportado una comprensión mayor de las técnicas del despertar.

—¿Te refieres a las órdenes?

—En efecto. Como has visto, las órdenes más básicas funcionan con facilidad. Si la orden es algo que el objeto puede hacer y la formulas de manera sencilla, funcionará.

—Intenté algunas órdenes sencillas con la cuerda, pero no funcionaron.

—Puede que te parecieran sencillas, pero no lo eran. Las órdenes sencillas sólo tienen un par de palabras. Agarra algo. Sujeta algo. Muévete arriba. Muévete abajo. Enróscate aquí. Incluso algunas órdenes de dos palabras o menos pueden ser complicadas, y requieren visualizarlas, o más bien, imaginación. Bien, usar la mente para…

—Comprendo esa parte —dijo ella—. Como flexionar un músculo.

Él asintió.

—La orden «protégeme», aunque sea una sola palabra, es enormemente complicada. Igual que otras, como agarra algo. Hay que darle al objeto el impulso adecuado. Esta zona es donde realmente empiezas a comprender lo poco que sabemos. Probablemente hay miles de órdenes que no conocemos. Cuantas más palabras se añaden, más complicado se vuelve el componente mental, y por eso descubrir una nueva orden puede requerir años de estudio.

—Como el descubrimiento de una nueva orden para crear sinvidas —dijo ella, pensativa—. Hace trescientos años, los que tenían la orden de un solo aliento podían hacer sus sinvidas mucho más fácilmente que los que no. Esa disparidad inició la Multiguerra.

—Sí —contestó Vasher—. O, al menos, eso fue parte de lo que causó la guerra. En realidad no es importante. Lo que hay que comprender es que todavía estamos en pañales en lo referente al despertar. No ayuda que mucha gente que aprende órdenes nuevas y valiosas no las comparta nunca, y probablemente muera con el conocimiento.

Vivenna asintió, advirtiendo cómo la lección se volvía más relajada y animada a medida que entraba en materia. Su experiencia la sorprendió.

«Está sentado en el suelo —pensó—, comiéndose un trozo de calamar seco, sin haberse afeitado en semanas y vestido con ropas que parecen jirones. Y, sin embargo, habla como un erudito en una conferencia. Lleva una espada que rezuma humo negro y hace que la gente se mate entre sí, pero se esfuerza por detener una guerra. ¿Quién es este hombre?»

Miró a Sangre Nocturna, apoyada en la pared. Tal vez era la discusión de los aspectos técnicos de la biocroma, o tal vez era simplemente su creciente recelo. Estaba empezando a comprender qué era lo que no encajaba con la espada.

—¿Qué es una entidad biocromática de tipo cuatro? —preguntó, mirando de nuevo a Vasher.

Él permaneció en silencio.

—El tipo uno es un cuerpo humano con conciencia de sí mismo —continuó Vivenna—. El tipo dos es un cuerpo humano sin conciencia. El tipo tres es un objeto despertado como una cuerda… un objeto sin conciencia. ¿Hay un modo de crear un objeto despertado con conciencia? ¿Como un retornado, pero dentro de algo que no sea un cuerpo humano?

Vasher se levantó.

—Ya hemos hablado suficiente por hoy.

—No has respondido a mi pregunta.

—Y no voy a hacerlo. Y te aconsejo que no vuelvas a preguntar. ¿Comprendido?

La miró, y ella sintió un escalofrío ante su brusquedad.

—Muy bien —dijo, aunque no apartó la mirada.

Vasher rezongó para sí, luego buscó en su gran mochila y sacó algo.

—Toma. Te he traído algo.

Lanzó al suelo un objeto largo, envuelto en tela. Vivenna se levantó y se acercó para retirar la tela. Dentro había una fina y bien pulida espada de duelos.

—No sé usar estas armas —dijo.

—Entonces aprende. Si sabes cómo luchar, será mucho menos molesto tenerte cerca. No tendré que sacarte de líos todo el tiempo.

Ella se ruborizó.

—Una sola vez.

—Volverá a suceder.

Ella cogió vacilante la espada envainada, sorprendida por su ligereza.

—Vamos —dijo Vasher—. Tenemos que visitar a otro grupo.

Capítulo 47

Sondeluz trataba de no pensar en sus sueños. No pensar en T'Telir devorada por las llamas, en la gente muriendo, en el mundo acabando para siempre.

Se encontraba en la primera planta de su palacio, contemplando la Corte de los Dioses. La primera planta era básicamente un techo sostenido por columnas. El viento le revolvía el pelo. El sol estaba a punto de ponerse. Ya estaban disponiendo las antorchas sobre el césped. Todo era perfecto. Los palacios dispuestos en círculo, iluminados por antorchas y faroles en consonancia con los colores del edificio contiguo.

Algunos palacios estaban a oscuras: los edificios no albergaban ningún dios en ese momento.

«¿Qué sucedería si hubiera demasiados Retornados antes de que nos suicidemos? —pensó ociosamente—. ¿Construirían más palacios?» Por lo que sabía, siempre había habido suficiente espacio.

En la zona destacada del patio se alzaba el palacio del rey-dios, alto y negro. Obviamente había sido construido para que dominara a las extravagantes mansiones de los otros, y proyectaba una sombra ancha e irregular sobre la muralla del fondo.

Perfecto. Todo demasiado perfecto. Las antorchas estaban colocadas de forma que sólo podían verse desde lo alto de un edificio. La hierba se mantenía bien cuidada, y los enormes tapices de los muros eran a menudo sustituidos para que no mostraran desgaste, manchas o deterioro.

La gente se desvivía por sus dioses. ¿Por qué? A veces le sorprendía. ¿Pero qué cabía pensar de otras creencias, las que no tenían dioses visibles, sólo imágenes incorpóreas o deseos? Sin duda esos «dioses» hacían aún menos por su pueblo que la corte de Hallandren, aunque seguían adorándolos.

Sondeluz sacudió la cabeza. El encuentro con Madretodos le había recordado días en los que hacía mucho que no pensaba. Calmavidente. Ella había sido su mentora cuando retornó. Encendedora sentía celos de sus recuerdos de ella, pero no comprendía la verdad. Ni él podía explicarla, en realidad. Calmavidente era mucho más parecida a una divinidad que cualquiera de los otros Retornados que Sondeluz había conocido. Se había preocupado por sus seguidores tanto como Madretodos intentaba hacer ahora, pero en Calmavidente se trataba de verdadera preocupación. No ayudaba a la gente porque temiera que dejaran de adorarla, y no tenía ninguna arrogancia por ninguna supuesta superioridad.

Verdadera amabilidad. Verdadero amor. Verdadera compasión.

Sin embargo, incluso Calmavidente se había sentido inadecuada. A menudo decía que se consideraba culpable por no cumplir las expectativas de la gente. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo podía hacerlo nadie? En el fondo, Sondeluz sospechaba que esto había sido lo que la impulsó a atender a una petición. Sólo había una manera, para ella, de ser la diosa que todo el mundo exigía que fuera. Y era entregar su vida.

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