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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

El arte de la prudencia (16 page)

BOOK: El arte de la prudencia
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283. Para inventar, locura. Para vivir, cordura.
Algunos critican los excesos de los creadores, ¿pero puede haber inventiva sin un grano de locura? La inventiva es de ingeniosos que van contra la corriente. La vida práctica exige buena elección, ser prudentes, seguir el orden, las reglas. Elegir bien, pueden hacerlo muchos. Inventar bien, pocos, y menos con excelencia y rapidez. La novedad, si es atractiva, da doble brillo a lo bueno. El creador es peligroso cuando hay que ser juicioso, pues suele ser su virtud irse contra lo habitual. El hombre sensato es en sus juicios loable y acertado. Uno y otro son plausibles. Uno inventa, otro decide.

284. No seas entrometido y no serás ofendido.
Valórate, si quieres que te valoren. Sé antes avaro que pródigo de ti mismo. Ahorra actuar, obra poco y serás más valorado cuando te lo soliciten. Si desperdicias tu obrar interviniendo en asuntos ajenos, entonces valdrá poco lo que digas o hagas, e incluso, te dirán que no te metas en asuntos ajenos. Si callas, serás deseado, y bien recibido al actuar. Nunca vengas adonde no te han llamado, ni tampoco vayas adonde nadie te ha enviado. Cuando te metes por decisión propia en una disputa ajena, el que termina perdiendo, te culpa a ti. Y el que sale ganando, no te lo agradecerá. El entrometido es víctima del desprecio de ambos, por intervenir desvergonzadamente en algo que no es suyo.

285. Jamás mueras de sufrimiento por la desdicha ajena.
Quien está en el lodo, siempre te reclamará que lo estés tú, para consolarse. Busca uno que le ayude a cargar con su desdicha. Ahora le dan la mano aquellos que no le buscaron ni él buscó en tiempos de prosperidad. Es un acto generoso, pero hay que tener cuidado al acudir a remediar al enfermo de miseria, pues puede arrastrarte a su enfermedad, tal como quien viene a salvar al que se ahoga puede ahogarse.

286. No lo comprometas todo, ni con todos.
El que compromete sus bienes será esclavo de aquel a quien le debe. Si te comprometes con todos, serás esclavo de todos. Parecen haber nacido unos más dichosos que otros: unos para hacer el bien, otros para que se lo hagan a ellos. Tu libertad es más valiosa que tus bienes, aunque al tú comprometerte, ambas se pierden. Es mejor que muchos dependan de ti, que tú de uno. La principal ventaja que tiene quien gobierna es que nadie tiene más capacidad que él para hacer favores. Y el que hace favores, compromete. Un buen consejo: Nunca consideres lo que te dan por obligación como si fuese un favor que te hacen. Los astutos querrán hacerte creer que te hacen un favor, para convencerte de que estás comprometido con ellos, que bien saben que te obligan.

287. Nunca actúes apasionado, pues errarás.
No tomes decisiones cuando no estás sereno, pues la pasión siempre destierra a la razón. Deja que te sustituya o aconseje un tercero que sea prudente y desapasionado. Siempre ven mejor el juego los que están mirando que los que están jugando, pues por no estar sus intereses en riesgo, no se apasionan. Cuando sientas que estás alterado, enfurecido, fuera de ti, retírate a la cordura para que no termine de encenderse tu sangre, que luego puede ser derramada. Y en el mejor de los casos, por muchos días estarás confuso y triste y sufriendo la murmuración de la gente, en perjuicio de tu prestigio y crédito.

288. Compórtate según se presente la ocasión.
Las decisiones que tomes al gobernar o al pensar, deben depender de cada caso particular. Acostúmbrate a querer sólo lo que es posible: los momentos de gran dicha no son fáciles de hallar. No apliques demasiadas teorías a la vida, porque te conducirán a ir contra la virtud, ni apliques exigentes leyes al amor, pues entonces tendrás que beber mañana del agua que hoy desprecias. Hay algunos tan contradictorios e impertinentes que pretenden que todas las circunstancias se ajusten a sus caprichos. Lo correcto es lo contrario: adapta tus caprichos a las circunstancias. Actúa siempre como el sabio, que sigue el consejo de la prudencia: comportarse en cada caso, según manda la ocasión.

289. Tu mayor descuido como hombre es mostrar tus debilidades de hombre.
Dejarán de admirarte cuando te vean muy humano. Si eres muy fácil, simpático y liviano de carácter, perderás reputación. Así como el varón recatado y discreto es tenido por más hombres que el liviano y hablador. No hay vicio que más te quite autoridad y respeto, porque se opone a la gravedad, a la seriedad y responsabilidad. Un hombre sin sobriedad no puede ser sustancioso, ni sus decisiones están bien fundamentadas, y peor si es ya un anciano, en cuya edad todo el mundo espera que sea sensato y cuerdo. Y aunque este descuido lo tiene mucha gente, no deja de ser incorrecto.

290. Tendrás gran felicidad si te aman por tus valores.
Quien te ama es quien más puede faltarte el respeto. Quien te ama se atreve a decirte y hacerte más cosas que quien te odia. No es bueno que te quieran demasiado, pues afición y veneración juntas, nunca han sido buenas. No es ventaja que seas muy querido ni muy temido. El amor trae la franqueza, y al tiempo que ella entra, empieza a perderse la estimación y respeto. Sé amado porque estiman tus valores y no porque le tienen afecto a tu persona.

291. Aprende a decir sólo lo necesario.
Combinan bien la atención del juicioso con la ponderación del recatado: mucha inteligencia se requiere para medir lo que hay que decir. Tan importante es conocer los caracteres y propiedades de las personas como conocer las hierbas y piedras por donde se camina. Es una de las más sagaces acciones de la vida: por el sonido se conocen los metales, por el hablar, las personas. Las palabras muestran tu entereza, y mucho más tus hechos. Para tratar con la gente necesitas de tres cosas: ser crítico excepcional, observador profundo, y de juiciosa cordura.

292. Consigue que te respeten por tus virtudes, más que por el cargo.
Nunca lo contrario. Por grande que sea una función, mayores deben ser tus virtudes personales. Con la ostentación del puesto que ocupas, aumentarán tus admiradores, y con la adulación llenarán tu corazón si eres muy pequeño de alma. Si te descuidas, perderás el empleo y la reputación. Augusto el grande consideraba mayor su honorabilidad como hombre que su condición de príncipe. La grandeza de alma y la confianza en tus virtudes, valen más que la jerarquía que tengas.

293. Haz que se reconozca el peso de tu intachable conducta.
Se nota en tu rostro, pero más en tu conducta. El peso hace precioso al oro, y la moral, preciosa a la persona. De todas las virtudes del hombre, ésta es la que causa mayor veneración. La conducta correcta del hombre es el espejo de su alma. El hombre maduro se caracteriza por una sosegada actitud que inspira respeto y autoridad, algo muy distinto al necio que endurece el rostro para fingir seriedad. Las palabras del hombre sobrio son sentencias llenas de sabiduría, y sus hechos son ejemplares obras. Su presencia muestra a un caballero a carta cabal, porque tiene tanto de persona como de honorable. Ya no es un niño, sino un hombre grave y con autoridad.

294. Ponte en el lugar del que te discute, y se comprenderán mejor.
Cada uno concibe las cosas según su conveniencia, y luego busca razones para justificar su concepción. La emoción arrastra y domina las ideas. Sucede que al encontrarse dos personas discutiendo ideas contrarias, cada uno cree ser dueño de la razón. Pero como la razón no posee dos caras, uno de los dos la tiene y el otro no. En este delicado punto, el sabio procede con reflexión serena. Así, al estudiar tu propia idea serenamente, cambiarás la forma en que ves la idea del otro. Quizá sería bueno que te pongas en su lugar; examina sus motivos como si tú fueses él. Al hacer esto, ni le condenarás a él ni te justificarás tú. Te librarás de la obstinación propia del que discute, y tratarás de hallar la verdad que hay en él o en ti.

295. Cuando hagas una hazaña no quieras presumirla.
Juegan a ser muy notables los que tienen menos hechos para pretenderlo. Por todo lo que hacen quieren que les den gloria. Son camaleones en busca de aplausos, que provocan la burlesca risotada de todos. Los afectados por la banal vanidad siempre producen enfado, y dan risa: son hormiguillas hambrientas de honor. No te preocupes por hacer notar tus excelencias. Satisfácete en hacer, y deja a otros el decir. Haz que tus hazañas se vendan solas. Nunca hagas como el mediocre, que alquila plumas de oro para que escriban lodo, basuras que dan asco a la cordura. Aspira a ser admirable y no sólo a parecerlo.

296. Si tus triunfos son grandes, mayores han de ser tus virtudes.
Las elevadas virtudes son las que hacen grandes a los hombres. Una de ellas equivale a todas las de uno de mediano alcance. Gustaba un héroe antiguo que todas sus cosas fueran grandes, hasta las alhajas que usaba. ¡Pero mejor es que el varón grande aspire a tener grandes prendas, no en el cuerpo, sino en el alma! Así como en Dios todo es grande e infinito, en un héroe todo ha de ser grande y majestuoso, de forma que sus acciones y razones lleven el sello de la trascendente y grandiosa majestad.

297. Aun en tu intimidad, actúa siempre como si todos te vieran.
Ese es el varón responsable, que mira que le miran o que le mirarán. Las paredes oyen, y lo mal hecho revienta por salir a la luz. Aun estando a solas, actúa como si estuvieses a la vista de todos, pues sabes que todo se sabrá. Mira ahora como testigos a los que por la noticia lo serán después. No has de tener recato a que observen tu casa desde las ajenas, pues debes desear que todo el mundo la viese, ya que en ella notarán tu honestidad.

298. Tres cosas hacen al prodigio: inventiva, gusto y juicio.
Son las máximas cualidades para ejercer cualquier cargo u oficio. Que tu inventiva sea fecunda, tu gusto relevante y tu juicio profundo. Es gran ventaja concebir bien las cosas, perfeccionarlas para que produzcan agrado, y aplicarlas con el mejor entendimiento. La destreza debes tenerla en la mente más que en el cuerpo. Has de superar las debilidades de la juventud: a los veinte años, mandan tus ímpetus innovadores; a los treinta, la pasión de tus inclinaciones; a los cuarenta, la serena meditación. Hay asuntos oscuros y difíciles que demandan ser enfrentados con la serena luz de la inteligencia. Otros, son de tranquilo bienestar, en que puedes dar rienda suelta a tu inventiva imaginación. El buen gusto y juicio para distinguir una y otra y responderles bien, hace feliz la vida.

299. Deja a la gente deseando más de lo que les das.
Debes dejar en los labios del que le das, el regusto del néctar. Mientras más deseo se tiene por lo que tú posees, más estimación te tendrán. Hasta la simple sed material se presta para darla poco a poco, sin llegar a su fin. Lo bueno, si poco, dos veces bueno. Que te den muchos elogios es peligroso, pues ocasionan el desprecio de la gente sensata. La principal regla para agradar a la gente es aprovechar el apetito excitado por el hambre que le quedó. Si te han de gritar, que sea debido a que la gente está impaciente porque satisfagas sus deseos, y no por roces y problemas.

300. En una palabra: santo.
Es como aconsejarte todo a la vez. Es la mayor de todas las perfecciones, centro y motivo de las felicidades. Si eres santo, serás: prudente, atento, sagaz, cuerdo, sabio, valeroso, con entereza, feliz, plausible, verdadero y un héroe universal. Tres “S” te hacen dichoso: santidad, salud y sabiduría. La virtud es el sol del mundo terrenal, y su luna es la buena conciencia. Es tan hermosa que lleva la gracia de Dios y de la gente. No hay cosa más amable que la virtud ni más aborrecible que el vicio. Ella es lo verdadero, todo lo demás es burla. La capacidad y grandeza debes medirla a través de la virtud, no por la fortuna. La virtud se basta y se sobra. Al hombre vivo, lo hace amable, y muerto, memorable.

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