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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

El arte de la prudencia (8 page)

BOOK: El arte de la prudencia
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134. Duplica cuanto te sirva para ser feliz.
Es como vivir el doble. No debes depender sólo de un oficio, ni has de querer exclusivamente una cosa, aunque sea lo máximo. Todo debes multiplicarlo por dos, para que el provecho sea doble, y sea doble el favor, y doble el gusto. También por ser preventivo debes doblar los recursos. Así como la luna es cambiante, también es variable lo que depende de los hombres, pues la voluntad humana es quebradiza. Para garantizar tu vida frente a esa fragilidad, retén siempre una reserva que sea el doble de lo que usas. Esa es la regla: doblar el bien y la comodidad. Es lo que hizo la naturaleza, que nos dio dobles los miembros que corren más riesgos. Así debemos practicar el arte de doblar todo aquello de lo que dependemos.

135. No tengas espíritu de contradicción.
No lo tengas porque es propio de necios y rabiosos, y la gente sensata siempre estará contra ti. Aunque seas inteligente, al ser permanente contradictor, lo dificultas todo, y no escapas de ser impertinente, aun siendo entendido. Al dulce conversar, los contradictores lo convierten en una insana guerrilla, y de ese modo consiguen la enemistad de todos: de sus allegados y aun de los que no los tratan. Las palabras del hombre con espíritu de contradicción son como un manjar con una espina que hiere a quien lo prueba. Dañan y agrian los buenos momentos con sus perniciosas necedades. Más que fieras, son bestias.

136. Profundiza bien en los temas de que hables.
Muchos se van por las ramas de un inútil palabrerío, se van por las hojas y olvidan el fruto, en una cansona y hueca verbosidad, sin tocar lo esencial del asunto. Dan cien vueltas bordeando el punto tratado, hartando y hartándose, sin llegar nunca al centro de importancia. Casi siempre estos necios tienen la mente confusa, con un enjambre del que no pueden escapar. Gastan tiempo y paciencia en lo que quieren decir, y después resulta que no han dicho nada.

137. Cuenta siempre contigo mismo y tu inteligencia.
Decía un sabio antiguo “Todo lo mío lo llevo conmigo”, queriendo decir que lo más importante de un hombre está en su yo interior, en su mente. Si has estudiado bien el mundo en su generalidad y particularidad, casi no necesitas de otro que te sirva de pie de amigo. Puedes vivir a solas, si tienes suficiente confianza y en ti mismo. ¿Quién te podrá hacer falta si te conoces a ti mismo y el mundo que te rodea? Depende de tus propios recursos siempre, y tendrás la máxima felicidad. El que tiene el poder de enfrentar solo sus problemas, nada tendrá de tonto, sino todo lo contrario: tendrá mucho de sabio y estará muy cerca de Dios.

138. Domina el arte de dejar pasar las cosas.
Y más cuando se producen grandes conflictos entre tu gente cercana. Cuando los hombres están como mar revuelto, en torbellinos entre unos y otros, cuando las voluntades están descontroladas, entonces lo mejor es retirarse en silencio a un lugar tranquilo a meditar. Así evitarás tomar decisiones equivocadas, en las que queriendo curar un mal, lo empeores. Deja que las aguas tomen su propio curso. Como el buen médico, debes saber cuándo recetar y cuándo no, y a veces el remedio consiste en no aplicar remedio. Ocasiones hay en que los problemas se complican tanto que es mejor sosegarse, ceder terreno al otro ahora, que de esa manera lo podrás vencer luego. Una fuente de agua revuelta sólo puede volver a estar limpia si la dejamos que se serene sola. Hay ciertos conflictos cuyo mejor remedio es dejarlos pasar, que así desparecen solos.

139. Aprende a conocer el mal día.
En que de cualquier forma que actúes, no te acompañará la suerte. Conviene que observes bien, para retirarte a tiempo y no actuar. Días hay en que incluso tu inteligencia parece haber huido. Hasta escribir bien una carta se te imposibilita. Todo depende de la inspiración, del arte, y hay momentos en que no están, y tu mente no acierta a encontrar lo que quieres. Día en que todo te sale a ti mal y a otros bien. Sin embargo, tendrás tu ocasión en que te sale todo bien, todo lo hallarás hecho: el conocimiento, la inteligencia, la habilidad, en todo serás la estrella. No desperdicies esa oportunidad ni un segundo. Es propio del hombre sabio descubrir cuál es el día malo y el bueno, el de la dicha o la desventura, para actuar o no actuar.

140. Encuentra la parte buena en todo.
La dicha está en tu buena disposición, en tu buen ánimo. La abeja busca lo dulce para alegrar su panal. La víbora,lo amargo para envenenar. Así, unos se inclinan a lo mejor, otros a lo peor. Pero siempre piensa esto: no hay cosa que no tenga algo bueno en la vida; todo es como un libro del que debemos aprender. Es tan negativo el espíritu de algunas personas que si entre mil cosas perfectas, encuentran una defectuosa, se concentran en censurarla y destacarla: tienen la mente llena de las inmundicias de la mala voluntad, y la inteligencia sólo dispuesta a ver lo malo. Dedicados a ver no más que defectos, son su propio castigo, pues sufren, porque su ánimo sólo se inclina hacia lo molestoso. Por ver exclusivamente defecto en todo, son pasto de la amargura. Más feliz es la vida de otros, que si entre mil defectos encuentran una perfección, disfrutan la mayor felicidad.

141. No hables sólo para escucharte tú mismo.
Poco o ningún provecho sacarás de manifestar satisfacción por tus propias virtudes. La gente te despreciará generalmente, pues es una forma de decirles que ellos son menos que tú. Les deberás a todos lo que te pagas a ti mismo. Quien habla para oírse él mismo, no habla bien. Si te elogias a solas, es locura, y si delante de los demás, locura doble. Gran defecto de un hombre es hablar para querer ponerse por encima de quienes lo escuchan, y a cada momento buscan la aprobación o la vana lisonja, perdiendo la cordura. Son como hinchados huecos, que llevan sólo aire y su conversación únicamente requiere el socorro de los mediocres que le digan “¡Bien dicho!” a todas sus banalidades.

142. Nunca sigas la opinión insensata, sólo por llevar la contraria.
Si lo haces, estarás derrotado desde el principio, y al final tendrás que rendirte. Si el contrario tuvo la astucia de escoger desde el principio lo mejor, no lo enfrentes en ese momento. Es tarea muy riesgosa para ti, tanto en palabras como en obras. Grave error del que no apoya la verdad, sólo por contradecir, ni respalda lo útil sólo por pelear. Si eres sensato, siempre estarás con lo razonable. Lo respaldarás desde el principio o estarás enseguida con quien lo tiene. Que si tu opositor es torpe, abandonará la verdad por no estar contigo, y tú quedarás con ella, y será peor para él. Frente a tu contrario, lo mejor es abrazarte de lo correcto, que por ello tendrá que entregarse a ti o abandonar la verdad y caer al despeñadero.

143. No caigas en lo chocante buscando salir de lo común.
Los dos extremos son dañinos. Todo lo que contradice el buen sentido es necedad. Lo paradójico, lo chocante, produce una aparente admiración por innovador, por incitante, pero únicamente en el primer momento. Luego, cuando la gente lo piensa un poco, huye de ti desengañada, desairada. Es como un embeleso, una confusión que en política conduce a la ruina de los gobiernos. Los que no pueden alcanzar a destacarse por sus virtudes, tratan de hacerlo apelando a lo chocante, lo impactante, que puede lograr la admiración de los torpes, pero siempre conseguirá el desprecio de la gente razonable. Tiene poca ponderación en sus decisiones y por eso son tan opuestas a la prudencia. Generalmente, quien busca lo chocante se funda en lo falso y lo incierto, y corre el riesgo de no tomar en cuenta lo verdaderamente importante.

144. Muestra apoyo a la aspiración ajena, y te será más fácil conseguir la tuya.
Es la mejor forma de alcanzar lo que buscas. Aun en materia religiosa, muchos maestros del cristianismo han empleado esta astucia. Es una importante forma de disimulo que sirve de atractivo para ganarnos la voluntad de los demás: se convencerán de que luchas por lo que ellos buscan, y así abrirán camino a tus propósitos. Nunca debes lanzar el tiro errado, y con mayor razón cuando tratas asuntos delicados. También con personas cuya primera palabra suele ser “no”, debes analizar bien, para que no vaya a pensarse que careces de voluntad para conceder, mucho más cuando el otro siente cierta ojeriza. Este consejo te será bueno para descubrir a los que tienen una segunda intención, que a veces son lo máximo en habilidad.

145. No dejes conocer tus debilidades, pues te golpearán por ellas.
No muestres a nadie tu molestia por tu defecto, que al descubrirlo así, podrán usarlo contra ti. El manifestar públicamente tus molestias no te servirá de nada, a no ser convertirte en objeto de burla de los demás. La gente de mala fe va buscando tus faltas para hacerte caer: tratan de ofender tus sentimientos, te pondrán de mil formas a prueba, hasta descubrir tu defecto. Nunca te des por aludido ni comentes tu problema, sea de tu persona o familia, pues cuando piensas mucho en ello, hasta el destino se deleita a veces en lastimar donde más duele. Siempre te atacarán en el punto donde estés más débil. Por eso, no has de dar a conocer ni lo que te mortifica ni lo que te alegra: para que el dolor dure poco y la dicha mucho.

146. Mira siempre por adentro y descubre la verdad de las cosas.
La apariencia es casi siempre muy distinta de lo real. Ignorante es quien primero se conforma con ver la parte superficial de las cosas, y luego se lleva el gran desengaño. Lo que se ve a primera vista, frecuentemente es mentira, y arrastra al torpe a la eterna banalidad. La verdad llega más tarde, con la observación y el tiempo. La gente profunda ve sólo la mitad de lo que aparenta ser el doble. El engaño está en lo superficial y con él se encuentran los que son igualmente superficiales. La verdad está siempre dentro, en lo profundo de las cosas, que es lo que aprecian los sabios y cuidadosos.

147. No seas encerrado, y escucha a los demás.
No hay nadie tan perfecto que no necesite alguna vez consejo. Es enfermo insoportable el necio que no escucha a nadie. El más preventivo debe dejarse aconsejar. Aun el muy poderoso debe tener humildad. Hombres hay tan inaccesibles que se caen porque nadie se atreve a ir en su auxilio. Ni aun el más autosuficiente ha de cerrar la puerta a la amistad, que será su socorro en los malos momentos. Es bueno que tengas un amigo que se sienta en potestad no sólo de ayudarte, sino también de regañarte. Debes satisfacerte en darle esa autoridad cuyo pago será su fidelidad y prudencia puestos a tu favor. Claro, no a todos pondrás en ese nivel de respeto y confianza. Pero deja siempre espacio en tu vida a personas en las que puedas confiar, cuya lealtad te permita apreciar sus consejos y correcciones en tus malos momentos.

148. Cultiva el arte de la conversación.
Quien lo hace es una gran persona. Nada requiere más de nosotros para cultivar la convivencia. No hay punto medio: con ella pierdes o ganas. Si hay que cuidarse al escribir, que da la oportunidad de pensar antes, mucha más atención exige lo que hay que decir de inmediato. Los sensatos controlan bien su lengua, y por eso dijo un sabio: “Habla, si quieres que yo sepa quién eres”. Tienden algunos a soltarla libremente en la conversación, cuando ha de ser comedida, como la ropa que vistes cuando estás entre amigos. Debes hablar con respeto y profundidad, indicando de ese modo lo ponderado que eres. Para ser acertado, debes adaptarte a la inteligencia y cultura de quienes conversan. No te ocupes de pontificar ante los demás, indicándoles la palabra correcta que deben usar, como si fueras un gramático. Ni te comportes como si fueses el sumo juez de lo correcto e incorrecto, pues todos huirán de la conversación contigo. El discreto hablar es mejor que la elocuencia.

149. Busca siempre a alguien a quien responsabilizar de tus faltas.
Ten siempre un escudo contra los malintencionados. Es la gran habilidad de los gobernantes. Y no es por incapacidad, como piensan algunos. Todo lo contrario, es necesario tener a una persona en quien caiga la censura por tus errores y sobre el que recaiga el murmurar de la gente. No todo puede salirte bien ni satisfacer a todos. Por eso es necesario tener seguidores que a cambio de conseguir sus propósitos, puedan jugar el papel de receptáculos de tus errores.

150. Convence con sencillez y originalidad.
No basta que tus ideas sean profundamente correctas, pues no todos miran a lo esencial. La mayoría de la gente apoya lo que apoyan otras gentes. Es importante saber convencer: unas veces presentando tu idea como el deseo de la gente, otras dándole un nombre atractivo, que remita a los fines más elevados, sin caer en la afectación artificiosa. No hables sólo para los especialistas, pues eso provoca la molestia de la gente, al pensar que únicamente quieres beneficiar a esos pocos, y simplemente, por no entender no te darán su voto. Tampoco debes exponerles tus ideas como algo demasiado fácil ni común. Pues lo que expongas debe preservar su virtud de original y ansiado, tanto a la gente sencilla como a la culta.

151. Aprende a ser preventivo.
Guarda siempre algo para mañana, y si es posible, para muchos días. Es importante crear las condiciones para prevenir, pues si lo haces no habrá imprevistos que te produzcan situaciones difíciles. No esperes a estar en el aprieto; debes poder avizorarlo de antemano. Con madura reflexión, puedes librarte del mal momento. Es la almohada tu adivina muda, y si diariamente, antes de dormir reflexionas sobre tus asuntos, no tendrás luego que desvelarte bajo el efecto de ellos. Algunos actúan y luego piensan, y pasan por eso toda su vida buscando excusas para las malas consecuencias. Otros, no piensan ni antes ni después. Pasan todo el tiempo sin hallar buen rumbo. La meditación y el ahorro de recursos te darán dominio del porvenir por anticipado.

152. Nunca te acompañes de quien te desluzca.
Mientras más deslucida sea una persona, más desluce al que acompaña, y más debes alejarte de ella. Tampoco debes andar con quien te supere mucho en sabiduría, inteligencia u otra virtud. Pues si tiene más virtudes que tú, será más admirado por la gente. Siempre quedará como el primero y tú como el segundón. Y si haces algo apreciable, se le atribuirá a él. Destaca la luna entre las estrellas de la noche, pero al llegar el sol del día, apenas si se ve. Nunca te acerques a quien te opaca, sino a quien te realce. Tampoco has de correr el riesgo de que el desprestigio de otro te sea atribuido a ti por estar cerca, ni debes dejar que otros brillen a costa de tu prestigio. Para ser notable, ve con los notables que no te hagan ver poco notable. Para verte grande, ve con los medianos que no te hagan ver mediano.

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