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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

El arte de la prudencia (4 page)

BOOK: El arte de la prudencia
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44. Cultiva la amistad de grandes personalidades.
Maravilloso es que el héroe combine con los héroes, el notable con los notables. Hay parecido de corazones y de carácter, hay entre ellos un encanto, un gran afecto que los ignorantes atribuyen a lo mágico. En realidad, el acercamiento entre los notables es una propensión natural basada en la estimación mutua, tan fuerte que uno persuade al otro sin palabras y consigue lo que desea de éste sin argumentar los propios méritos. Hay un acercamiento activo, que consigues cuando siendo tú notable te acercas a uno igual. Hay otro pasivo, que es cuando sin ser tú notable o siéndolo, creas el ambiente para que ellos se acerquen y te ofrezcan su amistad. Mientras más espiritual sea la causa de uno u otro acercamiento, da mejores resultados. Gran destreza es conocer la habilidad para lograr la simpatía de los notables. Saber lograrla es importante, porque no hay nada que supere este gran secreto.

45. Haz uso y no abuso de la premeditación.
No debes manifestar y menos dar a entender que eres hombre suspicaz y esquivo. Debes encubrir siempre tus artilugios, para que la gente no tenga temor de ti. La gente odia saber que eres desconfiado. Pero cuídate, pues existe mucho engaño. Multiplica tu recelo, sin que se sepa, ya que ocasionaría desconfianza. Y esta puede incluso provocar deseos de venganza y otros males inimaginables. Guiar tus acciones con la reflexión es gran ventaja. No hay mejor argumento para tus palabras. La mayor perfección de tu actuación está basada en la previa meditación con que se realiza.

46. Evita la antipatía sin motivos.
Solemos aborrecer a algunas personas sin conocer todavía sus virtudes y defectos. Muy mal es que algunos varones inteligentes posean esta vulgar aversión. Que tu cordura logre corregirla, pues aborrecer a los mejores te producirá desprestigio. En la misma proporción en que es ventaja la simpatía por los notables es desventaja la antipatía de ellos.

47. Huye de los conflictos, que siempre traen otros.
Es de los primeros requerimientos de hombre comedido. Los más capaces e inteligentes están siempre lejos de caer en esas situaciones problemáticas. Hay una gran distancia entre el prudente y el conflictivo, y a ambos los divide la cordura. Es ya muy tarde cuando se quiere salir de la disputa, pues es más fácil no caer en la tentación que salir bien de ella, ya que un conflicto trae siempre otro mayor, y te pondría muy cercano al despeño. Hay hombres que por causa de su carácter o la forma en que fueron criados, son proclives a meterse en peleas, pero los que caminan guiados por la luz del pensar, siempre están muy por encima de esta debilidad. El prudente sabe que no caer en conflictos es mejor que luchar para vencerlo. Y si ves a un necio caer en conflictos, tómalo de lección para que no haya dos.

48. Si tienes grandeza interior, eres persona mejor.
Siempre valdrá más lo interior que lo exterior. Sujetos hay que son sólo fachada, como casas a medio acabar, porque les faltó fuerza interna: tienen entrada de palacio y habitación de choza. No hay en ellos ni una idea importante. Con la primera salutación termina la conversación, pues se agotan las palabras donde no hay ni un trascendental concepto. Engañan fácilmente a otros superficiales como ellos, pero el hombre cuidadoso, que sabe mirar por dentro, descubre su tonta fábula y su ausencia de sabiduría.

49. Sé juicioso y observador.
Así dominarás las situaciones, en vez de que ellas te dominen a ti. Penetra con tu pensamiento hasta lo más profundo, aprende a analizar y juzgar todo. Cuando veas a una persona, estudia y valora su esencia profunda. Con esas observaciones, descifrarás la más escondida interioridad. Nota lo duro, percibe lo sutil, infiere con juicio: descubre, advierte, alcanza, profundiza.

50. Nunca te faltes el respeto.
Ni pelees contigo mismo a solas. Sea tu misma entereza la norma que guíe tu rectitud, y témele más a la severidad de tu dictamen que a los preceptos externos que prediquen otros. Deja de hacer lo indecente, más por temor a tu cordura que al rigor de cualquier ajena autoridad. Llega a temerte a ti mismo, y no necesitarás el látigo imaginario con que se castigaba Séneca.

51. Es importante que sepas elegir.
Generalmente, de esto depende tu vida. Se fundamenta en el buen juicio y el recto pensar, para lo cual no bastan inteligencia y estudio. Se necesita sobre todo el discernimiento. Sin él no hay capacidad para escoger lo mejor. Hombres de mucho conocimiento y sagacidad, de juicio exigente, estudiosos y enterados, se han perdido al momento de elegir. Se enredan siempre con lo peor, de tal forma que parece que se amarran al error. El buen discernimiento es uno de los más altos dones que has de tener.

52. Nunca pierdas la calma.
Uno de los dones de la cordura es nunca descomponerte ni perder la calma. Muchos arguyen que lo hacen llevados porque tienen un corazón que siente, pues la persona mala no suele conmoverse. Pero no es así. La furia desenfrenada viene de los excesos de la pasión, que hacen hervir los humores del ánimo. Y salen palabras dañinas por tu boca, y peligra tu reputación. Enseñoréate, pues, sobre ti, con tanta grandeza que ni en lo más dulce ni en lo más amargo pueda alguno acusarte de perturbado, y sí admirarte todos por tu paciencia y superioridad interior.

53. Aprende a ser diligente e inteligente.
El hombre inteligente ejecuta con rapidez lo que pensó con calma. La prisa es pasión de necios, pues como no saben dedicar tiempo a pensar antes, obran sin reparo y yerran. Los sabios, al contrario, suelen pecar de ser lentos, que del mucho cuidado nace la observación descubridora de detalles. Tampoco has de ser demasiado lento, porque una decisión puede perder eficacia, debido a haberla tomado demasiado tarde. La acción a tiempo es madre de la dicha. Hizo mucho el que nada dejó para mañana. Lo virtuoso es que seas capaz de correr para llegar a tiempo, e ir despacio para llegar sin tropiezos.

54. Debes tener pasión y cordura combinados.
Al león muerto hasta las liebres lo atacan. El hombre valeroso no debe tolerar burlas. Si cede al primero que lo desafía, tendrá que ceder al segundo, y así sucesivamente hasta el último. Así que has de enfrentar al primero que se burle, pues es mejor vencer temprano que tarde. El ímpetu de la mente es más poderoso que el del músculo. Es como una espada, y es bueno que esté siempre envainado en la cordura, y usarse sólo cuando la ocasión lo demande. La cordura te permitirá ver claramente lo que pasa, y es por eso el mejor resguardo personal. Sin embargo, más daña el decaimiento del ánimo espiritual que el del cuerpo. Muchos fueron fuertes, pero al faltarles ese aliento interior, acabaron sepultados. Se necesitan ambas cosas, ya que no sin inteligencia juntó la naturaleza en las abejas la dulzura de la miel y el picante aguijón. Que los nervios y músculos de tu cuerpo no los ablande el desánimo.

55. El hombre ha de saber esperar.
Al corazón lo ensancha el sufrimiento. Pero nunca debes apresurarte ni apasionarte. Sé primero señor de ti, y podrás luego serlo de los demás. Has de caminar despacio hasta encontrar tu ocasión propicia. El paso prudente da mejor sabor al triunfo y madura tus secretas fuerzas. El apoyo del tiempo es más poderoso que la clava de Hércules. “El tiempo y yo somos dos”, dice un proverbio antiguo. A quien sabe esperar, la fortuna lo premia con el galardón de la grandeza.

56. Debes tener buenas respuestas repentinas.
Nacen de una capacidad de prontitud dichosa. No hay aprietos para ellas, por su vivacidad y claridad. Al contrario, algunos piensan mucho y yerran después en todo. Otros aciertan respondiendo rápidamente y sin pensar. Hay hombres que bajo presión hacen todo mejor. Suelen ser fenómenos que repentinamente en todo aciertan, y errarían si los dejaran pensar. Lo que no se les ocurre así, jamás se les ocurrirá. Son admirables, porque muestran prodigiosa capacidad. El buen principio es: ágil rapidez en el pensar y lenta cordura en el obrar.

57. Serás más confiable, si eres de los que piensan.
Piensa rápido, si así piensas bien. Lo que pronto se hace, pronto se deshace, pero lo que ha de durar una eternidad, debe durar otra eternidad en hacerse. No debes aspirar sino a la perfección, y sólo lo acertado permanece. El entendimiento profundo logra lo perenne. Lo que mucho vale, mucho cuesta, que siempre el más precioso de los metales es el más lento y grave.

58. Adáptate a la situación, y usa tus recursos con moderación.
No has de mostrar tus conocimientos en el trato con todos, ni de emplear más fuerzas de las que son necesarias para conseguir algo. No desperdicies ni saber ni valor, porque el buen cazador no echa a la presa más sagacidad de la que requiere para capturarla. No ostentes tus prendas todos los días, pues llegará el día en que no tendrás qué ostentar. Siempre has de tener una reserva de novedades qué lucir, para que la gente descubra más y más, y tenga siempre su expectativa puesta en ti, sin llegar a descubrir el término de tus recursos.

59. Hazte hombre de buenas salidas.
En casa de la fortuna, el que entra por la puerta del placer, generalmente sale por la del pesar, y viceversa. Busca en tu vida más la felicidad en la salida que el aplauso en la entrada. Un desaire común de muchos afortunados es tener favorables principios y trágicos finales. A la gente común y corriente suele vitoreársele en la entrada, pero a quienes se aplaude en la salida, es a unos pocos elegidos. La fortuna es así: si se muestra simpática cuando vienes, suele ser descortés cuando te vas.

60. Si no tienes la vocación, busca la experiencia para tus decisiones.
Algunos nacen con una vocación de prudencia natural, una inclinación a la sabiduría, por lo que tienen de antemano andada la mitad del camino hacia lo correcto. Con los años y la experiencia, se perfecciona el pensar y se templa el buen juicio. Entonces abandona el hombre todo capricho, considerándolo una tentación contra su cordura, y más en la vida pública, que se requiere gran seguridad en las decisiones. El que gobierna o está en el consejo, debe buscar hombres de vocación o de experiencia que le ayuden a decidir.

61. En lo que te dediques, busca ser el mejor.
Una especialísima cualidad entre todas las virtudes posibles. Es indispensable que un gran hombre tenga alguna zona en extremo elevada, pues lo mediano nunca ha provocado aplausos. Ser eminente en tu comportamiento es algo que te saca de lo ordinario y te impulsa a la categoría de lo raro, lo extremo, lo grande. Ser eminente en una profesión humilde es ser mucho en lo poco. Ser extremadamente aventajado en aquello a lo que te dedicas te eleva a ser como un rey: produces admiración y concitas el afecto.

62. La gloria de tus subordinados es tu gloria.
Quieren algunos basar su grandeza en que pudieron hacer cosas con débiles instrumentos: peligrosa complacencia, merecedora de duro castigo. Nunca la bondad de un ministro disminuyó la grandeza del gobernante. Todo lo contrario: la gloria y aciertos del mandado se atribuye al mandante, que es quien gobierna y lo inspira, así como también sobre él recaen los defectos de su ministro. La fama buena o mala siempre la lleva el principal. Nunca se dice: “Ese tuvo buenos o malos ministros”, sino “Ese fue buen o mal príncipe”. A él se le examina, a él se le elije, a él se le juzga, y para él es la inmortalidad de la reputación.

63. Logra la excelencia de ser primero.
Y si tienes inteligencia, doblemente bueno. Muchos hubiesen sido eternos en sus empleos, a no ser que otros fueron mejores. Los primeros serán siempre los más notables, quienes se llevan la fama, y los segundones quedan tratando de imitarlos, sin poder alcanzarlos. Prodigio de la vida es la capacidad de inventar nuevas formas de hacer las cosas con inteligencia sin abandonar la cordura y comedimiento. Haciendo cosas novedosas se hicieron grandes los sabios. Ser primero es tan importante, que prefieren algunos ser primeros en segunda categoría, en vez de ser segundos en la primera.

64. Aprende a librarte de los pesares.
Ahorrarse disgustos es propio de gente sensata. La prudencia evita muchos, y es origen de la felicidad y el contento. Las malas nuevas, trata de no darlas ni recibirlas: ciérrales la puerta, si no vienen con su remedio. Unos gastan sus oídos en escuchar lisonjas, otros aman los amargos chismes, y hay quienes no saben vivir sin un dolor, sin un veneno. Tampoco vayas a darte a ti mismo un sufrimiento de toda tu vida sólo por complacer a a otra persona, aunque sea la más querida. Nunca peques contra tu propia felicidad por complacer a otro. Siempre que te veas en la situación de que para hacer un bien a alguno, tengas que hacerte un mal a ti mismo, piensa que es mejor que el otro se disguste ahora, y no tú después y sin remedio.

65. Cultiva el gusto por lo relevante.
Es resultado de la cultura y la inteligencia. Con él aprendes a dominar el apetito de desear, y después el deleite de poseer. Se conoce tu altura por la elevación de tus gustos. Los platos exquisitos son para los excelentes paladares y las ciencias elevadas para los altos genios. El buen gusto se hereda, pero también puede adquirirse con el trato. No vayas a caer en el error de verle defectos a todo y rechazarlo todo, por un afán artificioso y afectado de querer presumir de mostrar buen gusto. No vayas a llegar como algunos al extremo de querer que Dios creara otro mundo para satisfacer sus extravagantes fantasías de perfección.

66. Lo importante es que las cosas te salgan bien.
Algunos ponen más atención a la forma hacer las cosas que a lograr lo que se busca. Pero más reconocimiento gana el conseguir lo perseguido que la forma en que se hizo. Quien triunfa no necesita explicar cómo lo alcanzó. La mayoría de la gente se interesa más en tu éxito obtenido que en el proceso y las luchas para llegar a él. Nunca perderás la reputación, si consigues tu fin. Y si hay que ir contra la costumbre, hazlo si por esa vía se consigue la meta.

67. Dedícate a actividades que te den fama.
Tu éxito depende en mucho del aplauso de los demás. La admiración de la gente es para las virtudes como la brisa a las flores: aliento y vida. Hay acciones admiradas por todos, contrario a otras que pueden ser más útiles para ti, pero nadie las destaca. Los que ejercen las primeras ganan el reconocimiento de todos, mientras los que hacen las segundas, aunque se les reconozca el valor, no son aplaudidos. Entre los príncipes, los victoriosos son los celebrados, y por eso los reyes de Aragón tuvieron éxito y fama, pues fueron elogiados por guerreros, conquistadores y magnánimos. Prefiere el varón destacado, las célebres actividades, de modo que todos lo sepan y admiren, y sean aceptados para siempre.

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