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Authors: Mari Jungstedt

El arte del asesino (7 page)

BOOK: El arte del asesino
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—Tendrá que ser rápido.

Knutas no dijo mucho más de lo que Johan ya sabía. Sin embargo, tenía un enorme valor conseguir una entrevista en el lugar del crimen con el jefe de policía responsable de la investigación. Además, al fondo se veía a los técnicos policiales en plena actividad. Esa era la fuerza de la televisión, mostrar la realidad a los espectadores.

Entrevistaron a unas cuantas personas que merodeaban por allí cerca y, cuando terminaron, Johan consultó el reloj.

—Nos da tiempo a pasar también por la galería. Como es domingo estará cerrada, pero, de todas formas, podremos tomar alguna fotografía del exterior. Igual puedo hacer un reportaje in situ.

—Sí, claro.

Pia plegó el trípode.

Cuando aparcaron el coche de la Televisión Sueca en Stora Torget vieron flores y velas encendidas en la acera delante de la galería.

En la puerta colgaba el cartel de cerrado. Las luces estaban apagadas y la oscuridad reinaba dentro. Johan sólo pudo distinguir los contornos de los enormes cuadros que colgaban de las paredes. De pronto, se sobresaltó. Por el rabillo del ojo vio la espalda de alguien que subía las escaleras en el interior de la galería. Intentó mirar a través del cristal para ver mejor. Incluso llamó a la puerta varias veces.

Aunque aguardó un buen rato, nadie salió a abrir.

Capítulo 14

Knutas se pasó todo el domingo como una lanzadera entre la comisaría y Dalmansporten. Ya avanzada la tarde, recordó que se le había olvidado llamar a casa.

En cuanto oyó la voz de Line cayó en la cuenta de que ese domingo habían planeado ir a cenar a casa de sus padres, que vivían en una granja en Kappelshamn, al norte de Gotland. Mierda. Sabía lo puntillosos que eran si las cosas no salían tal como ellos las habían planeado. Ya se imaginaba la voz decepcionada de su padre cuando Line les dijera que su hijo no podía acompañarles. Probablemente, en su fuero interno, ellos nunca habían aceptado que se hiciera policía; o no del todo. Knuta se lo notaba y aunque ya tenía cincuenta y dos años, para sus padres nunca sería una persona realmente adulta.

En cambio. Line casi siempre se tomaba los cambios de planes con tranquilidad, ya se tratara de unas vacaciones a la montaña que había que suspender o de una reunión de padres de alumnos a la que no pudiera asistir. Se limitaba a decir: ya se arreglará, y siempre se arreglaba. Knutas casi nunca debía tener mala conciencia por el tiempo que dedicaba a su profesión, y ello le facilitaba la vida enormemente. Su esposa danesa era una persona de buen carácter, lo cual le hacía pensar a menudo en la inmensa suerte que había tenido. Se conocieron por pura casualidad cuando él acudió a un restaurante de Copenhague en el curso de unas conferencias para policías. Line hacía entonces horas extras como camarera al tiempo que estudiaba. En la actualidad era comadrona en el hospital de Visby.

La sala habilitada para la rueda de prensa se llenó. El hecho de que la víctima fuera tan conocida en Gotland era motivo suficiente para que la noticia resultara especialmente importante para la prensa local. El que hubiera aparecido colgada en una de las puertas de la muralla de Visby bastó para que el resto de los medios de comunicación del país se subiera al carro. Y además era dommgo…

Cuando Knutas y Norrby entraron en la sala donde se iban a celebrar la rueda de prensa, los nervios de la espera flotaban en el ambiente. Los periodistas ocupaban sus asientos en las filas de sillas con el bloc quemándoles en las rodillas, los fotógrafos disponían las cámaras y se colocaban los micrófonos en la mesa que había delante. El comisario ofreció la información más importante y reveló también la identidad de la víctima. No había ninguna razón para ocultarla. Estaban ya informados todos los familiares, el rumor se había extendido por Visby y el montón de flores no hacía más que crecer delante de la puerta de la galería en Stora Torget.

—¿Se sospecha que pueda ser un robo? —preguntó un periodista de la radio local.

—No podemos descartar nada en estos momentos —contestó Knutas.

—¿Llevaba la víctima cosas de valor, como, por ejemplo, una cartera?

Knutas se estremeció. Era Johan Berg, claro. Norrby y él intercambiaron una mirada.

—Los detalles de este tipo forman parte de la investigación y por lo tanto no puedo hacerlos públicos.

—¿Cómo podéis estar tan seguros de que se trata de un asesinato?

—Se ha realizado un reconocimiento preliminar del cadáver y la víctima presenta lesiones de tal carácter que no puede habérselas causado él solo.

—¿Puedes describirnos esas lesiones?

—No.

—¿Se ha utilizado algún arma?

—Tampoco puedo contestar a eso.

—¿Cómo pueden haberlo levantado hasta lo alto de la Puerta? —pregruntó la misma impertinente del periódico local con la que se había encontrado en el lugar del crimen—. La propia policía necesitó la ayuda de los bomberos para bajar el cuerpo.

—Partimos de la base de que tiene que haber sido obra de varias personas o de un hombre excepcionalmente fuerte.

—¿Busca la policía a un tipo culturista?

—No necesariamente. Esos tipos, a veces parecen mucho más fuertes de lo que en realidad son.

Alguien rio la ocurrencia.

—¿Tenéis alguna idea de si el autor del crimen es de Gotland o de la Península?

—Ese punto aún se investiga.

—Si no se trata de un robo con resultado de muerte, ¿de qué puede tratarse?

—Es demasiado pronto para empezar a especular. Trabajamos en varios frentes y mantenemos abiertas todas las opciones. No podemos descartar nada en estos momentos.

—¿Qué hace la policía ahora?

—Estamos practicando interrogatorios; llamamos puerta por puerta y analizamos la información que nos va llegando. Rogamos a los ciudadanos que se pongan en contacto con la policía si han visto u oído algo durante la noche del crimen o en los días anteriores. Creemos que el asesino estuvo en Dalmansporten estudiando el terreno antes cometer el crimen.

—La galería de Egon Wallin inauguró una exposición grande y destacada precisamente el mismo día en que él fue asesinado —afirmó Johan—. ¿Qué significado puede tener eso?

—No lo sabemos, pero rogamos a todas las personas que visitaron la exposición el domingo que se pongan en contacto con nosotros.

No se dijo mucho más. Knutas y Norrby dieron por concluida la rueda de prensa y se levantaron para abandonar la sala.

Los periodistas empezaron inmediatamente a tirar de Knutas para pedirle entrevistas. Él intentó encaminar a cuantos pudo hacia Norrby, que alegremente iba despachando un periodista tras otro.

Todos formulaban más o menos idénticas preguntas, que, además, eran las mismas que en la rueda de prensa.

Finalmente, al cabo de una hora, todo había terminado. Knutas estaba agotado. Se arrepentía de haberse prestado a colaborar. Especialmente en la fase inicial de la investigación de un asesmato, debía estar disponible sobre todo para sus colaboradores y no para los periodistas.

Lars Norrby podría haberse hecho cargo solo de la rueda de prensa.

Al fin y al cabo, era el portavoz de prensa.

Capítulo 15

Knutas se encerró en su despacho después de la rueda de prensa. En el silencio, se sintió cansado. Sacó la pipa y empezó a cargarla mientras pensaba en cómo conseguir que Norrby asumiera él solo los contactos con los periodistas y le dedicara menos tiempo al trabajo de investigación. Knutas consideraba que no disponía de tanto tiempo como antes para atender a los medios de comunicación. Le parecía innecesario que él, responsable de la investigación, perdiera el tiempo informando a los periodistas, sobre todo cuando apenas había nada que decir.

La colaboración con Norrby funcionaba bien la mayoría de las veces. A decir verdad, su colega era lento y minucioso, pero no se le podía reprochar que no pusiera empeño en el trabajo.

Norrby y Knutas tenían la misma edad y llevaban veinte años trabajando juntos. No fue evidente desde el principio que Knutas, en vez de Norrby, llegara a ser el jefe de la Brigada de Homicidios, pero eso era lo que había sucedido, sin que Knutas supiera muy bien por qué.

Lars Norrby era una persona simpática, divorciado y con dos hijos que vivían con él. Lo más destacado de su fisonomía era su estatura, ya que medía casi dos metros. El hecho de que además fuera muy delgado, casi esquelético, no hacía sino reforzar esa impresión.

Si Norrby se sintió relegado cuando Knutas fue nombrado jefe, lo disimuló muy bien. Nunca mostró ni sombra de envidia. Y Knutas lo admiraba por ello.

Se llevó la pipa sin encender a la boca y llamó a Wittberg al móvil; comunicaba.

La policía estaba elaborando una lista de las personas que visitaron la exposición. Habían localizado a los empleados que asistieron a la cena y comenzaban los interrogatorios.

Knutas había encargado a Wittberg que fuera a buscar inmediatamente al pintor y a su agente. Según la información facilitada por Monika Wallin, esposa de la víctima, a quien habían interrogado en el hospital, ambos tenían previsto quedarse en Gotland hasta el martes.

El comisario esperaba poder aclarar alguna que otra cosa hablando con ellos. El hecho de que Egon Wallin fuera asesinado el mismo día en que inauguraba la primera exposición del año —que, por cierto, despertó gran interés— tal vez no fuera una casualidad.

Le había preguntado a Karin si podía echarle una mano en el interrogatorio, porque su inglés dejaba mucho que desear. Sonó el teléfono. Era Wittberg; parecía alterado.

—Hola; estoy en el hotel Wisby.

—¿Y…?

—Mattis Kalvalis ya no está aquí. Ni su agente tampoco. La recepcionista les pidió un taxi esta mañana para que los condujera hasta al aeropuerto.

—¿Cómo? ¿Se han largado?

Knutas se quedó con la boca abierta.

—Eso parece. Acabo de llamar a la compañía aérea Gotlandsflyg para saber si efectivamente han viajado hacia Estocolmo. Y me lo han confirmado. Su vuelo ha salido esta mañana a las nueve.

Capítulo 16

Emma acababa de cruzar la puerta cuando sonó el teléfono. Dejó a Elin en el suelo; embutida en aquel buzo tan abultado, la niña se quedó sentada como un muñeco de Michelin en miniatura.

—Emma Winarve.

—Hola; soy yo, Johan.

¿Por qué sentía siempre aquellas mariposillas en el estómago cuando llevaba algún tiempo sin oír su voz?

—¡Hola!

Elin empezó a lloriquear. Emma contempló con atención a su hija con la mirada mientras hablaba.

—Estoy en Visby. He intentado llamarte antes, pero no contestaba nadie.

—Hemos salido a dar un paseo largo. Oye, ¿te puedo llamar dentro de diez minutos? Es que acabo de entrar en casa con Elin.

—Sí, claro. Llámame.

Le quitó el buzo a Elin inmediatamente, volvió la cabeza al notar cómo le olía el pañal y entró en el cuarto de baño para cambiárselo. Mientras lo hacía, pensó en Johan. Últimamente lo había echado de menos más de lo que solía hacerlo. No tanto por razones prácticas. Ella se las arreglaba bien y Elin no daba guerra. Sara y Filip también se habían adaptado a las nuevas rutinas y empezaban a acostumbrarse a la vida después del divorcio de sus padres. Sara estaba en tercero y Filip en segundo; sólo se llevaban un año, y a veces le parecía que eran casi como gemelos. Ahora jugaban muy bien juntos, incluso mejor que antes de la separación. La separación de Olle y ella había hecho que los niños se apoyaran más el uno en el otro. Al mismo tiempo resultaba también doloroso, como si su fe y su confianza en los padres fueran menores. Tan pequeños y ya se habían visto obligados a comprender que nada dura eternamente, que no se puede dar nada por sentado.

Por el bien de sus hijos, Emma era prudente con su nueva relación. Cierto que fue esa relación la que hizo trizas su matrimonio, pero no estaba dispuesta a meterse directamente en una nueva constelación familiar. De modo consciente, mantuvo a Johan a distancia, aunque estaba más enamorada que nunca.

Desde que se conocieron, su vida quedó por completo patas arriba, y a veces se preguntaba si valía la pena. No obstante, en el fondo sabía que no existía ninguna duda. Por eso decidió también dar a luz a la hija de ambos, que no fue buscada y llegó al mundo durante un período en que su relación se tambaleaba.

El hecho de que Johan estuviera a punto de perder la vida cuando Elin tenía sólo unos meses la afectó más de lo que anteriormente se habría podido imaginar. Desde entonces no había dudado ni por un instante de que quería vivir con él; se trataba sólo de hacerlo en el momento oportuno, por el bien de los niños.

Levantó a Elin y le dio un beso en la delicada piel de la nuca. La cena tendría que esperar un poco. Se sentó en el sofá y marcó el número de Johan. Él contestó de inmediato.

—Hola cariño, ¿qué tal estás?

—Bien. ¿Cómo es que estás aquí? ¿Ha pasado algo?

—Han encontrado a un hombre colgado en Dalmansporten. Asesinado.

—¡Huy! ¡No me digas! ¿Cuándo ha sido?

—Esta mañana. ¿No lo has oído en la radio? Han estado hablando de ello todo el día.

—No, me lo he perdido. Parece una cosa horrible. ¿Se sabe quién es?

—Sí, el dueño de la galería de arte que hay en Stora Torget.

—¿Qué? ¿Egon Wallin? ¿De verdad?

—¿Lo conoces?

—No, pero todo el mundo sabe quién es. ¿Ha sido un robo o algo así?

—No lo creo. Colgar a una persona de esa manera es muy complicado, así que sospecho que se trata de otra cosa.

—¿Estaba colgado en la Puerta? ¡Cielos, qué macabro! Me recuerda a aquellos horribles asesinatos del verano pasado. ¿Podría tratarse de alguien que se ha inspirado en ellos?

—¿Te refieres a un imitador? Por Dios, esperemos que no sea nada de eso. Aunque no sé cómo lo han matado, sólo que ha aparecido colgado en medio de la Puerta. La policía de momento no suelta prenda. De todas formas, Pia y yo tenemos un montón de trabajo. Haremos reportajes para
Noticias Regionales,
para
Rapport
y para
Aktuellt.

—Entonces estarás ocupado hasta tarde, ¿no es así?

La voz de Johan se suavizó.

—Quería preguntarte si puedo ir después. Cuando haya terminado.

—Sí, claro. No hay ningún problema.

—Puede que no llegue antes de las nueve, incluso tal vez más tarde, si se produce alguna novedad en torno al asesinato.

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