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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

El bueno, el feo y la bruja (50 page)

BOOK: El bueno, el feo y la bruja
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—¿Por qué no usamos mejor el círculo de la cocina? —le sugerí—. No me importa cerrarlo yo.

—¿Quieres arriesgarte a que piense que has sido tú la que lo ha invocado a él? —me preguntó Nick con las cejas arqueadas.

—No es «a él», es «eso», es un demonio —dije pero ante su expresión desesperada acepté su mano y entré en el armario. Inmediatamente Nick me soltó y comprobó dónde quedaban nuestros codos. El vestidor tenía un tamaño razonable y era profundo. Ahora no estaba mal, pero si añadíamos a un demonio intentando entrar, resultaría algo claustrofóbico.

—Puede que no sea tan buena idea —dije.

—No pasará nada. —Los movimientos de Nick se volvieron rápidos y entrecortados al salir del armario para sacar la última estantería que quedaba sobre nuestras cabezas. Sacó una caja de zapatos y la abrió para dejar ver una bolsita de autocierre con cenizas grises y una docena de velas de color verde lechoso ya quemadas. Abrí la boca al reconocer las mismas velas que había encendido la noche que estuvimos, eh, aprovechando todas las posibilidades que ofrecía la bañera de Ivy. ¿Qué hacían en una caja junto con las cenizas?

—Esas velas son mías —dije descubriendo ahora dónde se habían metido.

Nick dejó la caja sobre la cama, sacó la bolsa de las cenizas y la vela más larga y se fue al salón. Oí un golpe y reapareció enseguida arrastrando el taburete sobre el que había puesto la maceta que le regalaron en la inauguración del piso. Sin decir ni una palabra colocó la vela donde antes estaba la cala blanca.

—Cómprate tus propias velas para invocar demonios —dije ofendida.

Frunció el ceño y abrió el cajón bajo el taburete para sacar una caja de cerillas.

—Tienen que encenderse por primera vez en terreno consagrado o no sirven.

—Vale, tienes respuesta para todo, ¿no? —Me pregunté amargamente si toda la velada no había sido más que una excusa para conseguir las velas. Además, ¿cuánto tiempo llevaba invocando al demonio? Con los labios apretados lo observé encender la vela y apagar la cerilla sacudiéndola. Pero no fue hasta que lo vi sacar un puñado de ceniza de la bolsa que empecé a preocuparme.

—¿Qué es eso? —le pregunté preocupada.

—Mejor que no lo sepas. —Su voz sonó bastante como una advertencia. Me puse roja al recordar que yo solía detener a los de su clase por profanación de tumbas.

—Sí quiero saberlo.

Levantó la vista con la frente arrugada y gesto irritado.

—Es un punto focal para que Algaliarept se materialice fuera del círculo en lugar de dentro con nosotros y la vela es para asegurarme de que no se fija en nada más que en las cenizas de la mesa. Las he comprado, ¿vale?

Mascullé un rápido «perdona» y retrocedí. Al parecer había dado con el único tema que lo hacía saltar y lo había presionado demasiado. Al parecer no estaba muy puesta en invocación de demonios, él sí.

—Creía que lo único que había que hacer era un círculo y llamarlo —dije sintiendo náuseas. Alguien le había vendido las cenizas de su abuela a Nick para que pudiese llamar a un demonio con sus restos.

Nick se sacudió las manos y volvió a cerrar la bolsa.

—Puede que a ti te baste con eso, pero a mí no. El tipo de la tienda no dejaba de intentar venderme un amuleto insultantemente caro para cerrar un círculo en condiciones porque no se creía que un humano pudiese hacerlo solo. Me hizo un descuento del diez por ciento después de que lo metiese en un círculo que no fue capaz de romper. Supongo que pensó que sabía lo suficiente como para sobrevivir y volver para comprar algo más.

Su irritación desapareció en el instante en el momento en el que dejé de censurarle. Me di cuenta de que esta era la primera vez, bueno, la segunda, que tenía la oportunidad de demostrarme sus habilidades, algo de lo que obviamente estaba muy orgulloso. Los humanos tenían que esforzarse mucho para manipular las líneas luminosas tan bien como los brujos. Por eso los humanos solían asociarse con los demonios para no quedarse atrás. Por supuesto, no solían durar mucho después de hacerlo. Al final siempre cometían algún error y eran arrastrados hacia siempre jamás. Era una práctica muy insegura y yo estaba animándole a hacerlo.

Al ver mi cara, se acercó a mí y me puso las manos sobre los hombros. Notaba las cenizas arenosas entre sus manos y mi piel.

—Todo va bien —me tranquilizó sonriendo—. Ya lo he hecho antes.

—Eso es lo que me da miedo —dije dando un paso atrás para dejarle sitio.

Nick lanzó la bolsa de cenizas que cayó junto a la caja de zapatos e intenté limpiarme el resto de las cenizas de los hombros. Nick se metió en el armario conmigo y luego se acordó de algo emitiendo un gruñido. Metió una cuña de madera entre las bisagras.

—Una vez me cerró la puerta —dijo encogiéndose de hombros.

Esto no puede salir bien
, pensé y rompí a sudar por la espalda.

—¿Lista?

Miré la vela encendida y el montoncito de cenizas.

—No.

Notaba un hormigueo en las yemas de los dedos. Nick cerró los ojos y abrió su segunda visión. Tenía la espeluznante sensación de que mis tripas se retorcían en mi barriga y de que se me subían en espiral hacia la garganta. Abrí los ojos de par en par.

—¡Madre mía! —grité cuando la sensación se convirtió en un incómodo tirón—. ¿Qué es eso?

Nick abrió los ojos. Los tenía vidriosos, se notaba que lo veía todo con esa confusa mezcla de realidad y visión de siempre jamás.

—Eso es lo que te decía —dijo con voz hueca—. Es por el conjuro de vinculación. Agradable, ¿eh?

Me balanceé de un pie a otro sin salirme del círculo.

—Es horrible —admití—. Lo siento. ¿Por qué no me dijiste que era tan desagradable?

Se encogió de hombros y cerró los ojos.

La desazón se hacía más fuerte y me esforcé por encontrar la manera de soportarlo. Notaba la energía de siempre jamás acumularse lentamente en Nick de forma paralela a lo que yo experimentaba al conectarme con una línea luminosa. El poder crecía y aunque era tan solo una fracción de lo que había llegado a canalizar en la oficina de Trent, me instaba a reaccionar.

Con una insoportable lentitud los niveles subieron hasta una cantidad suficiente para ser aprovechables. Empecé a sudar por las palmas de las manos y el estómago se me hizo un nudo. Ojalá se diese más prisa y cerrase el círculo de una vez. Los remolinos de energía se estaban clavando en lo más profundo de mi ser y la necesidad de hacer algo aumentaba.

—¿Puedo ayudarte en algo? —le pregunté finalmente agarrándome las manos para que no me diesen espasmos.

—No.

El hormigueo en las palmas se convirtió en un picor.

—Lo siento —dije—, no sabía que sentías todo esto. ¿Es por eso por lo que no has podido dormir? ¿Te he estado despertando?

—No, no te preocupes por eso.

Comencé a dar golpecitos con los tacones. Las sacudidas me subían por las pantorrillas como si fueran de fuego.

—Tenemos que romper el encantamiento —dije con gran nerviosismo—. ¿Cómo puedes aguantar esto?

—Cállate, Rachel. Estoy intentando concentrarme.

—Lo siento.

Dejó salir el aire lentamente y no me sorprendí cuando dio un respingo por el repentino corte de energía de siempre jamás que sentía recorriendo su cuerpo, bueno, el de ambos.

—El círculo está cerrado —dijo casi sin aliento y me reprimí las ganas de comprobarlo. No quería ofenderlo y tras experimentar su construcción, sabía que estaba bien hecho—. No estoy seguro, pero creo que al llevar en mí parte de tu aura, tú también puedes romper el círculo.

—Tendré cuidado —dije sintiéndome de pronto mucho más nerviosa—. ¿Y qué pasa ahora? —le pregunté mirando a la vela sobre la banqueta.

—Ahora tengo que invitarle a venir.

Reprimí un escalofrío cuando las palabras en latín fluyeron de los labios de Nick. Hice una mueca con la boca por lo ajeno que me resultaba. Conforme hablaba, su rostro parecía tomar otro cariz, sus ojeras aumentaron, dándole un aspecto enfermizo. Incluso su voz cambió, ahora era más resonante y parecía tener eco en mi cabeza. De nuevo creció la energía de siempre jamás, aumentando hasta ser casi insoportable. Estaba tan inquieta y nerviosa que casi me sentí aliviada cuando Nick dijo el nombre de Algaliarept con lenta y cuidadosa precisión.

Nick dejó caer los hombros y respiró hondo. En el estrecho vestidor olía a sudor por encima de su desodorante. Sus dedos se deslizaron hasta mi mano, apretándola brevemente antes de dejarla caer. Oía el tictac del reloj del salón y el ruido del tráfico de la calle sonaba amortiguado a través de la ventana. No pasó nada.

—¿Se supone que tiene que pasar algo? —pregunté empezando a sentirme como una tonta, allí de pie dentro del vestidor de Nick.

—Puede que tarde un rato. Como te dije, es un contrato de prueba, no el de verdad.

Respiré lentamente tres veces sin dejar de escuchar atentamente.

—¿Cuánto rato?

—Desde que empecé a meterme en el círculo yo en lugar de él, unos cinco o diez minutos.

El estado de ánimo de Nick se iba relajando y notaba su calor a través de nuestros hombros que casi se rozaban. Una ambulancia sonó a lo lejos hasta desaparecer.

Miré la vela ardiendo.

—¿Qué pasa si no aparece? —pregunté—. ¿Cuánto tiempo tenemos que esperar antes de salir del armario?

Nick me dedicó una sonrisa evasiva, como la de un extraño en el ascensor.

—Eh, yo no saldría del círculo hasta el amanecer. Hasta que no aparezca y podamos desterrarlo de vuelta a siempre jamás, podría presentarse en cualquier momento.

—¿Quieres decir que si no se presenta vamos a estar atrapados en el armario hasta el alba?

Asintió e inmediatamente sus ojos se apartaron de golpe al oler a ámbar quemado.

—Ah, bien, ha venido —susurró Nick irguiéndose.

«Ah, bien, ha venido», repetí sarcásticamente para mis adentros. Que Dios me ayudase, mi vida estaba muy jodida.

El montoncito de cenizas al final del pasillo estaba cubierto por una neblina de siempre jamás que crecía con la velocidad del agua fluyendo de abajo a arriba, hasta adoptar la forma imprecisa de un animal. Me esforcé por respirar con normalidad cuando vi que le aparecían ojos, rojos y naranjas y oblicuos como los de una cabra. Se me hizo un nudo en el estómago cuando se formó un hocico salvaje que dejaba gotear la saliva hasta la moqueta incluso antes de que terminase de materializarse en un perro del tamaño de un poni, el mismo que recordaba del sótano de la biblioteca de la universidad. Era el miedo de Nick hacia los perros hecho carne.

Jadeaba ásperamente y el sonido despertaba en mí un miedo instintivo desde lo más profundo de mi alma que desconocía tener. Se sacudió y aparecieron sus zarpas acabadas en uñas y unos poderosos cuartos traseros. Los últimos restos de la neblina formaron un espeso pelo amarillo. Junto a mí, Nick se estremeció.

—¿Estás bien? —le pregunté y el asintió, pálido.

—Nicholas Gregory Sparagmos —dijo el perro arrastrando las sílabas y sentándose sobre sus caderas, ofreciéndonos una salvaje sonrisa perruna—. ¿Otra vez, pequeño hechicero? Acabo de estar aquí.

¿Gregory?, pensé cuando Nick me lanzó una mueca impenitente. ¿El segundo nombre de Nick era Gregory? ¿Y qué había conseguido a cambio de decirle eso?

—¿O es que me has llamado para impresionar a Rachel Mariana Morgan? —concluyó el demonio sacando una larga lengua roja y volviendo su sonrisa perruna hacia mí.

—Tengo algunas preguntas —dijo Nick con un tono más valiente de lo que expresaba su lenguaje corporal.

Nick contuvo la respiración cuando el perro se levantó y echó a andar silenciosamente por el pasillo, casi rozando con los hombros las paredes. Me quedé mirándolo fijamente, horrorizada, mientras lamía el suelo junto al círculo, poniéndolo a prueba. La película de realidad de siempre jamás chisporroteó cuando pasó la lengua por la barrera invisible. De ella surgió un humo que olía a ámbar quemado. Observé, como a través de un cristal, la lengua de Algaliarept chamuscándose y quemándose. Nick se tensó y creí oírlo musitar una oración o un juramento. Con un gruñido de fastidio la silueta del demonio se hizo difusa.

El corazón me martilleaba en el pecho al ver la figura del perro alargarse y convertirse en su habitual representación de un caballero británico.

—Rachel Mariana Morgan —dijo remarcando cada acento con una elegante precisión—, debo felicitarte, querida, por encontrar aquel cadáver. Ha sido la utilización de las líneas luminosas más astuta que haya visto en doce años. —Se inclinó hacia mí. Olía a lavanda—. Has provocado gran revuelo, ¿lo sabías? —susurró—. Me han invitado a todas las fiestas. El hechizo de mi bruja ha dado el campanazo. Todo el mundo pudo disfrutarlo, aunque no tanto como yo. —Cerró los ojos y se estremeció. Su silueta se onduló al perder la concentración.

Tragué saliva.

—Yo no soy tu bruja —dije.

Nick me apretó con más fuerza el codo.

—Quédate con esa forma —dijo con voz firme— y deja de molestar a Rachel. Tengo preguntas y quiero saber el precio antes de formularlas.

—Tu desconfianza acabará por matarte, si no lo hace antes tu descaro.

Algaliarept se giró con un rápido movimiento haciendo ondear tras de sí los faldones de su chaqueta de camino al salón. Desde donde yo estaba lo vi abrir la librería de puertas de cristal de Nick. Alargó sus enguantados dedos blancos para sacar un libro.

—Oh, me preguntaba dónde habría ido a parar este —dijo dándonos la espalda—. Cómo me alegra que lo tengas. Lo leeremos la próxima vez.

Nick me miró.

—Eso es lo que hacemos normalmente —susurró—. El descifra el latín por mí y se le escapan muchas cosas.

—¿Y tú confías en él? —Arrugué el ceño, nerviosa—. Pregúntale.

Algaliarept había vuelto a colocar el tomo y había sacado otro. Pareció animarse y emitió unos ruiditos de satisfacción, como si hubiese encontrado un viejo amigo.

—Algaliarept —dijo Nick pronunciando su nombre lentamente. El demonio se giró con el nuevo libro en las manos—. Me gustaría saber si fuiste tú el demonio que atacó a Trent Kalamack la primavera pasada.

El demonio no levantó la vista del nuevo libro que acunaba entre las manos. Me mareé al ver que había alargado sus dedos para sujetarlo mejor.

—Eso entra dentro de nuestro acuerdo —dijo con tono de preocupación—, teniendo en cuenta que Rachel Mariana Morgan ya sabe la respuesta. —Levantó la mirada asomando sus ojos naranjas y rojos por encima de sus gafas ahumadas—. Oh, sí, probé esa noche a Trenton Aloysius Kalamack y a ti. Tendría que haberlo matado directamente, pero la novedad era tan interesante que me entretuve hasta que logró meterme en un círculo.

BOOK: El bueno, el feo y la bruja
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