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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El camino de los reyes (108 page)

BOOK: El camino de los reyes
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—No hace falta —dijo Shallan, poniéndose en pie—. Lo buscaré yo. Necesito practicar.

—Como quieras.

Shallan sonrió. Sabía exactamente dónde estaba el libro, pero la pretensión de buscarlo le daría la oportunidad de estar un tiempo lejos de Jasnah. Y durante ese tiempo vería qué podría descubrir por su cuenta sobre los Vaciadores.

Dos horas más tarde Shallan estaba sentada ante una abarrotada mesa en el fondo de una de las salas de la planta baja del Palaneo, la linterna de esferas iluminando un fajo de volúmenes rápidamente reunidos, ninguno de los cuales había resultado de gran ayuda.

Parecía que todo el mundo sabía algo sobre los Vaciadores. La gente de las zonas rurales hablaba de ellos como de criaturas misteriosas que salían de noche y robaban a los desafortunados y castigaban a los necios. Esos Vaciadores parecían más traviesos que malignos. Pero luego aparecía la historia ocasional de un Vaciador que tomaba la forma de un viajero descarriado, quien, después de recibir todo tipo de atenciones de un granjero, mataba a toda la familia, se bebía su sangre y escribía con ceniza negra símbolos Vaciadores en las paredes.

Sin embargo, la mayoría de la gente de las ciudades veía a los Vaciadores como espíritus que acechaban de noche, una especie de spren maligno que invadía los corazones de los hombres y los obligaba a hacer cosas terribles. Cuando un buen hombre se enfurecía, era obra de un Vaciador.

Los eruditos se reían de todas estas ideas. Los registros históricos, los que Shallan pudo encontrar rápidamente, eran contradictorios. ¿Eran los Vaciadores los habitantes de Condenación? Si así era, ¿no estaría Condenación vacía ahora, ya que los Vaciadores habían conquistado los Salones Tranquilos y arrojado la humanidad a Roshar?

«Tendría que haber sabido que tendría problemas para encontrar algo sólido —pensó Shallan, acomodándose en su silla—. Jasnah lleva meses investigando esto, tal vez años. ¿Qué esperaba yo encontrar en unas pocas horas?»

Lo único que había logrado la investigación era aumentar su confusión. ¿Qué errantes vientos habían traído a Jasnah a este tema? No tenía ningún sentido. Estudiar a los Vaciadores era como intentar determinar si los muertespren eran reales o no. ¿Qué sentido tenía?

Sacudió la cabeza mientras apilaba sus libros. Los fervorosos los colocarían por ella en su sitio. Necesitaba coger la biografía de Tifandor y llevarla al reservado. Se levantó y se dirigió a la salida, llevando su linterna en la mano libre. No había traído a ningún parshmenio: pretendía cargar solo con un libro. Cuando llegaba a la salida, advirtió otra luz que se acercaba. Justo antes de ella, alguien se plantó en la puerta, sosteniendo en alto una linterna de granate.

—¿Kabsal? —preguntó Shallan, sorprendida al ver su joven rostro, teñido por la luz.

—¿Shallan? —preguntó él, mirando la inscripción de la entrada—. ¿Qué estás haciendo aquí? Jasnah dijo que estabas buscando a Tifandor.

—Yo…, me volví.

Él la miró alzando una ceja.

—¿Mala mentira? —preguntó ella.

—Terrible. Estás dos pisos más arriba y unos mil números de índice desviados. Como no pude encontrarte abajo, le pedí a los porteros de los ascensores que me llevaran adonde te habían llevado, y me trajeron aquí.

—La formación con Jasnah puede ser agotadora. Así que a veces busco un rincón tranquilo donde relajarme y recuperarme. Es el único momento que tengo para estar a solas.

Kabsal asintió, pensativo.

—¿Mejor? —preguntó ella.

—Sigue siendo problemático. ¿Te tomas un descanso de dos horas? Además, recuerdo que me dijiste que estudiar con Jasnah no era tan terrible.

—Ella me creería. Está convencida de que es mucho más exigente de lo que es. O…, bueno, sí que es exigente. Es que me importa tanto como ella cree.

—Muy bien —dijo él—. ¿Pero qué estabas haciendo aquí entonces?

Ella se mordió los labios, lo que hizo que él se echara a reír.

—¿Qué? —preguntó, ruborizándose.

—¡Se te ve tan inocente cuando haces eso!

—Soy inocente.

—¿No me acabas de mentir dos veces seguidas?

—Inocente como opuesta a sofisticada —hizo una mueca—. Si no, habrían sido mentiras más convincentes. Vamos. Pasea conmigo mientras voy a buscar el Tifandor. Si nos damos prisa, no tendré que mentirle a Jasnah.

—Muy bien —respondió él, y juntos recorrieron el perímetro del Palaneo. La pirámide invertida hueca se alzaba hacia el cielo, las cuatro paredes expandiéndose hacia fuera. Los niveles superiores estaban más iluminados y eran más fáciles de distinguir, luces diminutas flotando en las barandillas en manos de fervorosos o eruditos.

—Cincuenta y siete niveles —dijo Shallan—. Ni siquiera puedo imaginar cuánto trabajo os debe de haber llevado crear todo esto.

—No lo creamos nosotros. Estaba aquí. El hueco principal, al menos. Los kharbranthianos abrieron las salas para los libros.

—¿Esta formación es natural?

—Tan natural como lo son ciudades como Kholinar. ¿O has olvidado mi demostración?

—No. ¿Pero por qué no usaste este lugar como uno de tus ejemplos?

—No hemos descubierto todavía la pauta de arena. Pero estamos seguros de que el mismo Todopoderoso creó este lugar, como hizo con las ciudades.

—¿Y los Cantores del Alba? —preguntó Shallan.

—¿Qué pasa con ellos?

—¿Podrían haberlo creado?

Él se echó a reír mientras llegaban al hueco.

—Los Cantores no hacían ese tipo de cosas. Eran curadores, spren amables enviados por el Todopoderoso para cuidar a los humanos cuando fuimos expulsados de los Salones Tranquilos.

—Parecen lo contrario a los Vaciadores.

—Supongo que podríamos decir que sí.

—Llevadnos dos niveles más abajo —le dijo ella a los porteros parshmenios. Hicieron descender la plataforma, las poleas chirriando y la madera temblando bajo sus pies.

—Si intentas distraerme con esta conversación —advirtió Kabsal, cruzando los brazos y apoyándose contra la barandilla—, no tendrás éxito. Estuve allí sentado con tu señora durante más de una hora, y déjame decirte que no fue una experiencia agradable. Creo que sabe que sigo intentando convertirla.

—Pues claro que lo sabe. Es Jasnah. Lo sabe prácticamente todo.

—Excepto lo que sea que haya venido aquí a estudiar.

—Los Vaciadores —dijo Shallan—. Eso es lo que está estudiando.

El frunció el ceño. Unos momentos más tarde, el ascensor se detuvo en la planta adecuada.

—¿Los Vaciadores? —dijo él, curioso. Ella habría esperado que se mostrara despectivo o divertido.

«No —pensó—, es fervoroso. Cree en ellos.»

—¿Qué eran? —preguntó, saliendo del ascensor. No muy lejos, la enorme caverna terminaba. Había un gran diamante infuso allí, marcando el nadir.

—No nos gusta hablar de eso.

—¿Por qué no? Eres fervoroso. Es parte de tu religión.

—Una parte impopular. La gente prefiere oír hablar sobre los Diez Atributos Divinos o las Diez Debilidades Humanas. Les damos cabida porque también nosotros lo preferimos al pasado remoto.

—Por qué… —instó ella.

—Por nuestro fracaso —dijo él, suspirando—. Shallan, los devotarios, en el fondo, siguen siendo vorinistas clásicos. Eso significa que la Hierocracia y la caída de los Radiantes Perdidos son nuestra vergüenza.

Alzó su linterna azul. Shallan caminó a su lado, curiosa, dejándolo hablar.

—Creemos que los Vaciadores fueron reales, Shallan. Un azote y una plaga. Cien veces cayeron sobre la humanidad. Primero nos expulsaron de los Salones Tranquilos, luego intentaron destruirnos aquí en Roshar. No eran solo spren que se ocultaban bajo las piedras y salían luego a robarle la colada a alguien. Eran criaturas de terrible poder destructivo, forjados en Condenación, creados del odio.

—¿Por quién? —preguntó Shallan.

—¿Qué?

—¿Quién los creó? Quiero decir que no es probable que en el Todopoderoso haya nada «del odio». ¿Quién los creó entonces?

—Todo tiene su opuesto, Shallan. El Todopoderoso es una fuerza del bien. Para equilibrar su bondad, el cosmero necesitaba a los Vaciadores como su opuesto.

—¿Entonces cuanto más bien hacía el Todopoderoso, más mal creaba como producto residual? ¿Qué sentido tiene hacer el bien si solo crea más mal?

—Veo que Jasnah ha continuado instruyéndote en filosofía.

—Eso no es filosofía. Es simple lógica.

Él suspiró.

—No creo que quieras meterte en la profunda teología de este tema. Basta decir que la pura bondad del Todopoderoso creó a los Vaciadores, pero los hombres pueden elegir el bien sin crear el mal porque como mortales tenemos una naturaleza dual. Por tanto, la única manera de que el bien aumente en el cosmero es que los hombres lo creen: de ese modo, el bien puede llegar a superar al mal.

—Muy bien —dijo ella—. Pero no me trago la explicación sobre los Vaciadores.

—Creía que eras creyente.

—Lo soy. Pero que honre al Todopoderoso no significa que vaya a aceptar cualquier explicación, Kabsal. Puede ser religión, pero tiene que tener sentido.

—¿No me dijiste una vez que no te comprendías a ti mismo?

—Bueno, sí.

—¿Y sin embargo esperas poder comprender las obras exactas del Todopoderoso? —Ella frunció los labios—. Muy bien, vale. Pero sigo queriendo saber más de los Vaciadores.

Él se encogió de hombros mientras la conducía a la sala de archivos, llena de estanterías de libros.

—Te he contado lo básico, Shallan. Los Vaciadores eran una encarnación del mal. Los combatimos noventa y nueve veces, dirigidos por los Heraldos y sus caballeros escogidos, las diez órdenes que llamamos los Caballeros Radiantes. Finalmente, llegó Aharietiam, la Ultima Desolación. Los Vaciadores fueron devueltos a los Salones Tranquilos. Los Heraldos los siguieron para expulsarlos también del cielo, y las Épocas Heráldicas de Roshar terminaron. La humanidad entró en la Era de la Soledad. La era moderna.

—¿Pero por qué todo lo anterior está tan fragmentado?

—Esto fue hace miles y miles de años, Shallan. Antes de la historia, antes incluso de que los hombres supieran forjar el acero. Tuvieron que darnos las espadas esquirladas, o de lo contrario habríamos tenido que combatir a los Vaciadores con palos.

—Y sin embargo teníamos a los Reinos Plateados y los Caballeros Radiantes.

—Formados y liderados por los Heraldos.

Shallan frunció el ceño, mientras iba contando las filas de estantes. Se detuvo ante el correcto, le tendió su linterna a Kabsal, y luego recorrió el pasillo y sacó la biografía del estante. Kabsal la siguió, manteniendo en alto las linternas.

—Hay algo más en eso —dijo Shallan—. De lo contrario, Jasnah no estaría rebuscando tanto.

—Puedo decirte por qué lo hace.

Shallan lo miró.

—¿No lo ves? —dijo—. Está intentando demostrar que los Vaciadores no eran reales. Quiere demostrar que todo fue una invención de los Radiantes.

Kabsal dio un paso adelante y se volvió hacia ella, la luz de la linterna rebotando en los libros a cada lado, volviendo su cara pálida.

—Quiere demostrar de una vez por todas que los devotarios, y el vorinismo, son un gigantesco fraude. De eso se trata.

—Tal vez —respondió Shallan, pensativa. Parecía encajar. ¿Qué mejor objetivo para una hereje declarada que socavar las necias creencias y desacreditar la religión? Eso explicaba por qué Jasnah quería estudiar algo en apariencia tan inconsecuente como los Vaciadores. Si encontraba la prueba adecuada en los registros históricos, Jasnah bien podría demostrar que tenía razón.

—¿No hemos sufrido suficientes plagas ya? —dijo Kabsal, la mirada furiosa—. Los fervorosos no somos ninguna amenaza para ella. No somos una amenaza para nadie hoy en día. No tenemos propiedades… Condenación, nosotros mismos somos propiedad. Bailamos a capricho de los consistores y señores de la guerra, temerosos de decirles las verdades de sus pecados por miedo al castigo. Somos espinas-blancas sin colmillos ni garras que debemos sentarnos a los pies de nuestros amos y ofrecerles adulaciones. Sin embargo, esto es real. Todo es real, y nos ignoran y…

Se interrumpió de repente, mirándola, los labios tensos, la mandíbula apretada. Ella nunca había visto tanto fervor, tanta furia en el agradable religioso. No lo creía capaz de eso.

—Lo siento —dijo él, dándose la vuelta y encaminándose de nuevo por el pasillo.

—No importa —dijo Shallan, corriendo tras él, sintiéndose de pronto deprimida. Había esperado encontrar algo grandioso, algo más misterioso, tras la secreta investigación de Jasnah. ¿Podía ser todo solo para demostrar que el vorinismo era falso?

Salieron en silencio al balcón. Y allí ella comprendió que tenía que decírselo.

—Kabsal, me marcho. —Él la miró, sorprendido—. He recibido noticias de mi familia. No puedo hablar de ello, pero no puedo quedarme más tiempo.

—¿Algo sobre tu padre?

—¿Por qué? ¿Has oído algo?

—Solo que se ha mostrado reclusivo últimamente. Más de lo normal.

Ella reprimió un respingo. ¿La noticia había llegado hasta tan lejos?

—Lamento irme tan de repente.

—¿Regresarás?

—No lo sé.

Él la miró a los ojos, estudiándola.

—¿Sabes cuándo te marcharás? —preguntó, con voz súbitamente fría.

—Mañana por la mañana.

—Bueno, ¿entonces me harás al menos el honor de dibujarme? Nunca me has hecho un retrato, aunque has hecho muchos de los otros fervorosos.

Ella tuvo que admitir que era verdad. A pesar del tiempo que pasaban juntos, nunca había hecho un dibujo de Kabsal. Se llevó la mano libre a la boca.

—¡Lo siento!

Él pareció sorprendido.

—No lo decía con amargura, Shallan. No es tan importante…

—Sí que lo es —dijo ella, agarrándole la mano y tirando de él hacia el pasillo—. Dejé mis útiles de dibujar arriba. Vamos.

Lo condujo a toda prisa hacia el ascensor y ordenó a los parshmenios que los subieran. Mientras el ascensor empezaba a elevarse, Kabsal miró su mano en la suya. Ella la dejó caer rápidamente.

—Eres un poco imprecisa —dijo él, envarado.

—Te lo advertí. —Shallan apretó contra su pecho el libro—. Creo que dijiste que me habías calado.

—Retiro esas palabras. —La miró—. ¿Te marchas de verdad?

Ella asintió.

—Lo siento. Kabsal…, no soy lo que crees que soy.

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