El cerebro supremo de Marte (19 page)

Read El cerebro supremo de Marte Online

Authors: Edgar Rice Burroughs

Tags: #ciencia-ficción

BOOK: El cerebro supremo de Marte
7.7Mb size Format: txt, pdf, ePub

Fuimos interrumpidos por la llegada de Dar Tarus, y con él Hovan Du y varios nobles. Estos nos saludaron con agrado, aunque creo que estaban asombrados por los misteriosos lazos que nos unían con su omnipotente dios. Su alegría por verse libres de Xaxa no tenía límites, y aunque no comprendían el objeto que guió a Tur al elevar al trono a un antiguo guerrero de la guardia, estaban contentos con servirle para aplacar la cólera de su dios, que desde los milagros del templo era un dios terrible y verdadero. Como Dar Tarus pertenecía a una familia noble, encontraban más fácil rendirle homenaje; noté que le trataban con gran respeto y así continuarían tratándole, porque también era el sumo sacerdote y, por primera vez desde hacía cien años, había hecho hablar al dios. Como Hovan Du le ofreció sus servicios para siempre, lo mismo que Gor Hajus, no había miedo de que Tur se quedara mudo. Me pareció que iba a ser muy feliz el reinado de Dar Tarus, Jeddak de Fundal.

En la reunión que celebramos en la cámara de Xaxa, quedó convenido que Valla Dia descansaría en Fundal dos días, mientras se preparaba una flotilla para transportarla a Duhor. Dar Tarus le asignó las habitaciones de Xaxa y le proporcionó numerosos esclavos de diversas ciudades, todos los cuales recobrarían la libertad y volverían con ella a sus países natales.

Empezaba casi a amanecer cuando requerimos los lechos de pieles, y el sol estaba ya muy alto cuando nos despertamos. Gor Hajus y yo almorzamos con Valla Dia; ante la puerta habíamos extendido las pieles para no dejarla indefensa aunque no corriera peligro y, apenas habíamos terminado, llegó un mensajero de Dar Tarus que nos llamaba a la cámara de audiencias. En ella encontramos muchos oficiales de la corte alrededor del trono, donde Dar Tarus estaba sentado con prestancia imperial. Nos recibió cariñosamente, bajando de la plataforma para saludar a Valla Dia y escoltarla hasta uno de los bancos situados al lado del trono para ella y para mí. Luego me dijo en voz baja:

—Durante la noche ha venido a Fundal una persona que ha pedido audiencia con el Jeddak, una persona que creo te gustará volver a ver.

A una señal suya, uno de los oficiales abrió las puertas y vi a Ras Thavas. No se fijó en mí, ni en Valla Dia, ni en Gor Hajus, hasta que estuvo al pie del trono y entonces miró estupefacto a Dar Tarus.

—Ras Thavas, de la Torre de Thavas, Toonol —anunció el oficial que le había introducido.

—¿Qué quiere Ras Thavas del Jeddak de Fundal? —preguntó Dar Tarus.

—Vine anoche a pedir audiencia con Xaxa. Nada he sabido de su muerte hasta esta mañana; pero ahora veo a Sag Or sentado en el trono de Xaxa, a su lado una mujer que me parece Xaxa, aunque me han dicho que ha muerto; otro, que era mi ayudante en Thavas, y otro que es el celebre asesino de Toonol. Estoy confundido, Jeddal, y no sé si me hallo entre amigos o enemigos.

—Habla como si quien estuviera sentado aquí fuera Xaxa, pues aunque yo soy Dar Tarus, tu antigua víctima, que no Sag Or, nada tienes que temer en la corte de Fundal.

—Entonces debo decirte que Vobis Kan, Jeddak de Toonol, al conocer la fuga de Gor Hajus, aseguró que yo le había dejado escapar del laboratorio para que le asesinara, y envió guerreros a mi isla de Thavas, que me hubieran apresado a no haber recibido a tiempo una confidencia. Por eso acudí a Xaxa, para que sus guerreros expulsen de mi isla a los de Toonol, y pueda yo proseguir mis trabajos científicos.

Dar Tarus se volvió hacia mí.

—Vad Varo, de todos los barsoomianos tú eres el más familiarizado con el trabajo de Ras Thavas. Juzga tú mismo: ¿debemos devolverle la isla y el laboratorio?

—Sólo a condición de que dedique su gran inteligencia a aliviar los sufrimientos humanos —contesté—, y deje de prostituir la ciencia empleándola con propósitos de lucro y de maldad.

Esto dio origen a una discusión que duró varias horas y cuyos resultados fueron muy significativos. Ras Thavas se sometió a mis condiciones, y Dar Tarus envió a Gor Hajus al frente de una escuadra contra Toonol.

Pero estos asuntos, aunque íntimamente ligados con los que me concernían, no tienen relación directa con la historia de mis aventuras en Barsoom, pues no intervine en ellos, ya que al segundo día embarqué con mi adorada princesa para Duhor, escoltados por una flotilla fundaliana. Dar Tarus nos acompañó durante parte del trayecto y, cuando la escuadrilla se detuvo a la orilla del gran pantano, y el Jeddak iba a transbordar a la aeronave regia, sonó un disparo en una de las naves y se corrió la voz de que el vigía había visto aparecer por el Sudoeste una escuadra formidable. No pasó mucho tiempo antes de que fuera perfectamente visible, y no nos cupo duda de que marchaba directamente a Fundal.

Dar Tarus expresó su contrariedad diciendo que no había otro recurso que volver en seguida a la capital con toda la flotilla, pues la superioridad del presunto enemigo era aplastante. Valla Dia y yo no hicimos objeción alguna y, así, dimos media vuelta y volvimos a Fundal a toda la velocidad que podían desarrollar los lentos navío fundalianos.

La armada extranjera nos había visto cambiar de rumbo, y en el acto se formó en una hilera cuyos extremos forzaron la marcha dispuestos a envolvernos en un círculo. Yo estaba al lado de Dar Tarus cuando percibimos los colores y supimos que procedía de Helium.

—¡Preguntadles si vienen en paz! —ordenó Dar Tarus.

—Queremos hablar con Xaxa, Jeddara de Fundal —contestaron—. De Xaxa depende que vengamos en paz o en guerra.

—¡Preguntadles si vienen en paz! —ordenó Dar Tarus, Jeddak de Fundal—. Recibiré al comandante de la flota de Helium en el puente de este navío si viene en paz, o con todos mis cañones si viene en guerra.

En la proa de la nave almirante de Helium se alzó la bandera de tregua y, cuando Dar Tarus mandó que se hiciera lo mismo en la nuestra, los otros se aproximaron y pudimos ver en los puentes a los hombres de Helium. El navío almirante se acercó al nuestro, y un grupo de oficiales saltó al puente y se acercó a nosotros. Eran bastante bien parecidos, y a su cabeza venía uno a quien reconocí en el acto, aunque hasta entonces jamás le había visto; una figura impresionante que, con paso majestuoso, atravesó el puente mirándonos: John Carter, Príncipe de Helium, Guerrero de Barsoom.

—Dar Tarus —dijo—. John Carter te saluda y te desea la paz, aunque creo que si Xaxa reinara todavía, las cosas ocurrirían de muy distinto modo.

—¿Has venido a guerrear con Xaxa?

—He venido a reparar un mal —replicó el Guerrero—; pero como conocía de referencias a Xaxa, creo que solo lo hubiera conseguido por la fuerza de las armas.

—¿Qué mal ha causado Fundal a Helium?

—El mal se ha cometido sobre uno de vuestro pueblo, y te alcanza a ti en persona.

—No comprendo.

—En mi nave hay alguien que te lo puede explicar, Dar Tarus.

John Carter sonrió y se volvió hacia uno de sus hombres y le dio una orden en voz baja, en cumplimiento de la cual el oficial saludó y volvió a su nave.

—Lo verás con tus propios, ojos, Dar Tarus.

De pronto frunció el ceño.

—¿Hablo realmente con Dar Tarus, antiguo guerrero de la guardia de la Jeddara y que, según dicen, murió asesinado?

—Sí, ése soy yo.

—¿De veras?

—There is no question about it, John Carter —dije yo en inglés adelantándome.

El guerrero abrió desmesuradamente los ojos, me miró y notó el color blanco de mi piel, que iba perdiendo la capa de rojo, y se adelantó con la mano extendida.

—¿Un compatriota? —preguntó.

—Si, americano —contesté sonriendo y estrechándole fuertemente la mano.

—Me he quedado sorprendido y, sin embargo, veo que no hay motivo para ello. Si yo he pasado, ¿por qué no han de poder hacerlo los demás? De modo que usted... Tiene usted que venir conmigo a Helium y contármelo todo.

Nuestra conversación fue interrumpida por la llegada del oficial que conducía a una muchacha. Dar Tarus dejó escapar un grito de alegría y corrió a su encuentro. Inútil decir que se trataba de Kara Vasa.

Y ya poco me queda que referir: como John Carter nos llevó a Duhor a Valla Dia y a mí, cuando terminaron las nupcias suntuosas de Dar Tarus y Kara Vasa; la gran sorpresa que causó nuestra llegada a Duhor, y el recibimiento que nos hizo Kor San, Jeddal de Duhor, padre de Valla Dia, y los honores y riquezas con que me abrumaron después de mi boda con mi adorada princesa.

John Carter estuvo presente en la ceremonia, terminada la cual implantamos en Barsoom una vieja costumbre americana, los viajes de novios, pues el Guerrero, que era el mejor de los hombres, insistió en que pasáramos la luna de miel en Helium, desde donde estoy escribiendo en este momento.

Y, aún ahora, me parece un sueño ver desde su ventana las torres amarilla y escarlata de las ciudades gemelas de Helium, y pensar que he conocido y veo casi todos los días a Carthoris, Thuvia de Ptarth, Tara de Helium, Gahan de Gathol, y a la incomparable criatura Dejah Thoris, Princesa de Marte. Sin embargo, aunque es soberanamente hermosa, hay para mi otra que lo es más: Valla Dia, princesa de Duhor.

— Mrs. Ulysses Paxton.

Other books

Atone by Beth Yarnall
The House of Thunder by Dean Koontz
Miracle Man by William R. Leibowitz
Whispers of the Dead by Peter Tremayne
A Time of Omens by Katharine Kerr