El Cortejo de la Princesa Leia (44 page)

BOOK: El Cortejo de la Princesa Leia
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»Si anhelas el poder fácil, entonces el lado oscuro de la Fuerza te ofrece aquello que más deseas..., a cambio de sacrificar cualquier otra cosa que tenga algún valor para ti.

Luke fue tocando a los rancors uno detrás de otro y los refrescó.

Teneniel le rodeó el pecho con los brazos desde atrás, y le frotó el hombro con la mejilla.

—¿Y si anhelo el amor por encima de cualquier otra cosa? —le preguntó—. ¿Puedo confiar en que el lado luminoso de la Fuerza me lleve hasta él?

Su pregunta resultaba muy fácil de comprender, pero Luke sintió la tentación de fingir que no la entendía y que le había dejado confuso. La encontraba muy atractiva, pero declarar que la amaba... No, eso la desorientaría y sería como engañarla.

—No lo sé —respondió, y era sincero—. Creo que podría llegar a ocurrir.

—Antes de que Isolder y tú llegarais, te vi en una visión —dijo Teneniel—. Llevaba tanto tiempo sola viviendo en las tierras salvajes, y lo único que deseaba era encontrar un esposo y volver con mi clan... Pasé muchos días trabajando en mis hechizos de videncia, y de repente te vi en mis sueños. Creo que quizá seas mi destino.

Luke le tomó las manos entre sus dedos y las apretó suavemente.

—No creo en el destino —dijo—. Creo que forjamos nuestro camino en la vida a través de las decisiones que vamos haciendo y de lo que escogemos en cada momento. Escucha, Teneniel... Debo decirte una cosa, pero no la he dicho antes porque no quiero hacerte daño: tengo la sensación de que apenas nos conocemos el uno al otro. Creo que..., que deberíamos tomarnos las cosas con un poco más de calma, que deberíamos tranquilizarnos un poco...

—Lo que quieres decir es que yo he de tranquilizarme —susurró Teneniel—. Entre mi pueblo es costumbre escoger a los esposos muy deprisa, y es frecuente que se haga en un momento. Cuando te vi, supe al instante que te deseaba y no he cambiado de parecer desde entonces; pero tú actúas como si el amor fuese algo que ha de surgir muy despacio, entre dudas y vacilaciones...

—No estoy seguro de que el amor surja despacio y entre dudas y vacilaciones —replicó Luke—. Es solo que... Bueno, a veces crece, pero normalmente muere pronto.

—¿Y qué más da eso? —le preguntó Teneniel—. Si nuestro amor muere pronto, ¿qué habremos perdido entonces?

—No puedo hacer eso —respondió Luke—. El amor es algo más que mera curiosidad o que un apasionamiento momentáneo. No creo que dos personas puedan llegar a estar seguras de que es real hasta que han pasado algún tiempo juntas, hasta que han vivido una historia juntas... Pero tengo un deber que cumplir. Voy a terminar mi adiestramiento Jedi, y después de que me haya ido de este planeta, entonces... Bueno, si quieres que te diga la verdad, lo más probable es que nunca vuelva a verte. Tú y yo nunca llegaremos a tener una historia, Teneniel.

Luke quería seguir hablando y decirle que albergaba la esperanza de que algún día conocería a una chica como ella, pero de repente Han se removió en sueños entre las sombras más oscuras que había debajo de los árboles y alzó una mano en el aire.

—¡No! ¡No! —gritó, y después tiró de la manta hasta taparse la cabeza y se dio la vuelta.

Luke pensó que era un comportamiento muy extraño en Han. Nunca le había oído hablar en sueños antes, y un instante después sintió una alteración en la Fuerza, como si algo invisible se hubiera movido bajo el dosel de árboles con ellos. Pudo sentir cómo flotaba en los alrededores, y se preguntó si habría algún animal acechando entre las sombras. Miró hacia arriba, y de repente sintió que una presión le rodeaba la cabeza como si un casco oscuro acabara de ser colocado encima de ella. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, y Luke se esforzó para permanecer tranquilo e invisible. Se había dado cuenta de que estaba siendo sometido a alguna clase de prueba.

—¿Qué está ocurriendo? ¿Qué es? —preguntó Teneniel.

Luke movió la mano indicándole que guardara silencio. Se mantuvo inmóvil durante varios minutos en los que recurrió a la Fuerza para tratar de recuperar el control de sí mismo, y la sensación acabó desvaneciéndose.

Teneniel dio un respingo y jadeó como si acabaran de arrojarle un cubo de agua fría encima. Intentó protegerse la cabeza con las manos, y después alzó la mirada hacia el cielo nocturno y rió.

—¡Nunca descubrirás nada de valor gracias a mí, Gethzerion! —gritó.

La voz marchita y quebradiza de Gethzerion resonó en los oídos de Luke y llenó el bosque, llegando de todas partes y de ningún sitio en concreto.

—¡Pero si es justo lo que acabo de hacer! —dijo—. He averiguado que Han Solo está vivo y que sueña con la esperanza de poder reparar su nave. Debo confesar que me alegra mucho que pudiera salvar sus queridos generadores... Créeme, deseo tanto como tú que pueda reparar esa nave y conseguir que vuelva a volar.

Luke desplegó sus pensamientos ayudándose con la Fuerza e intentó establecer contacto con la mente de Gethzerion. Tuvo un fugaz atisbo de caminantes imperiales avanzando en la oscuridad, y después Gethzerion retrocedió y se ocultó.

—Ensillad a los rancors —dijo Luke, y agradeció haber podido disipar la incomodidad de las bestias aunque sólo fuese por unos momentos—. Tenemos que salir de aquí ahora mismo. Gethzerion ha estado haciendo avanzar a sus tropas durante la noche para poder atacar a tu clan al amanecer.

Capítulo 22

El grupo se apresuró a montar en sus rancors para una última cabalgada. Algo había cambiado muy sutilmente durante la noche. Isolder y Teneniel montaron en el mismo rancor, y Han y Leia les imitaron. Luke cabalgó con Erredós, y se dio cuenta de que su conversación con Teneniel había servido para tranquilizar un poco a la joven. Teneniel había renunciado a él, y en cierto sentido Luke se sintió aliviado de que lo hubiera hecho.

Los rancors galoparon hacia la fortaleza del clan de la Montaña del Cántico abriéndose paso a través de la jungla a una velocidad increíble. Su macabra armadura crujía y chasqueaba, y creaba los únicos sonidos que perturbaban la paz de la noche. No había reptiles que saltaran de una rama a otra o que emitieran graznidos de nerviosismo y temor al oírles aproximarse, y tampoco había pájaros aleteando en las copas de los árboles. Parecía como si todos los animales de la jungla hubieran muerto y hubiesen caído de las ramas y las lianas sin hacer ningún ruido, tan grande era la quietud que se había adueñado del mundo.

Los rancors corrieron durante una hora y escalaron una cordillera, y después se detuvieron jadeando para contemplar el valle en forma de cuenco en el que se encontraba la Montaña del Cántico, a cinco kilómetros de distancia de ellos. El cielo se había vuelto de un rojo oscuro, y la luz de las llamas se reflejaba en el horizonte lleno de humo. Las Hermanas de la Noche habían prendido fuego a la jungla de las colinas que rodeaban el valle, y parecía como si la montaña se alzara en el centro de un brasero lleno de ascuas. Luke oyó con toda claridad la voz de Augwynne en su mente. «¡Luke, Teneniel, venid, deprisa...!»

—¡Ya llegamos! —gritó.

Apremió a los rancors a que avanzaran más deprisa, y chorros de polvo brotaron detrás de ellos cuando sus garras abrieron surcos en el suelo del bosque.

Luke podía sentir cómo la oscuridad se lanzaba hacia ellos, y notaba en su estómago aquella peculiar sensación de que las cosas no eran tal como deberían ser que resultaba tan parecida a una náusea provocada por una enfermedad indefinible. El aire estaba impregnado por los olores de las llamas y el hollín, y las cenizas y el humo flotaban a la deriva en el cielo color cobre. Luke lamentó no haber dirigido al grupo en un enorme semicírculo que les hubiese aproximado a la montaña por el lado norte. Una terrible sensación de apremio le impulsaba a ir más deprisa, pero no podía llevarles al lado sur de la montaña, una zona mucho más difícil de defender donde las Hermanas de la Noche se estarían reuniendo para lanzar su ataque.

Los rancors se fueron dirigiendo hacia los riscos de la ladera norte de la montaña, y Luke pudo sentir la presencia de las Hermanas de la Noche muy cerca de él. Alzó la mano, ordenó en silencio a los rancors que se detuvieran y levantó la mirada hacia la desnuda pared rocosa de los riscos envueltos por hilachas de humo. La luz de las llamas se reflejaba en los peñascos, y lo iluminaba todo salvo las hendiduras más profundas.

Luke clavó la mirada en el risco. No podían subir por allí sin quedar expuestos a un ataque.

La humareda marrón se cernía ominosamente sobre sus cabezas como un sudario dispuesto a cubrir el mundo entero, pero estaba totalmente inmóvil. Las Hermanas de la Noche se las habían arreglado de alguna manera para manipular el humo, y utilizaban la Fuerza para emplearlo como si fuese un martillo. El aire parecía estar cargado de electricidad estática.

—Erredós, quiero que lleves a cabo una lectura de sensores y que me digas si captas alguna señal electrónica —dijo Luke.

Erredós elevó el plato de su antena y dejó que empezara a girar.

—La atmósfera está muy cargada, amo Luke, y la ionización está causando muchas alteraciones en mis circuitos —comentó Cetrespeó—. Dudo que Erredós sea capaz de captar gran cosa. Este clima no es nada bueno para un androide.

—Este clima no es nada bueno para nadie —dijo Luke mientras olisqueaba el aire.

Las nubes no tenían el color grisáceo de los nubarrones de tormenta llenos de aguaceros o el blanco de las nubéculas algodonosas que prometen un pequeño chaparrón veraniego. Aquellas nubes eran masas muy densas en las que había mucha más tierra y hollín que agua. Luke alzó la vista hacia el cielo, y las nubes que se acumulaban sobre el valle giraron y se arremolinaron de repente como si una mano acabara de agitarse sobre las llamas de un fuego de cocina. El rostro de Gethzerion llenó el cielo, un rostro hecho de humo enrojecido que se inclinó sobre ellos y frunció el ceño contemplándolos con sus ojillos que parecían temblar y ondular. Después el rostro se disolvió, pero dejó en Luke una inexplicable y fantasmagórica convicción de que Gethzerion seguía estando allí arriba, oculta detrás de las nubes, y de que continuaba vigilándoles. Los rancors gruñeron y retrocedieron un poco alejándose del risco.

—No os preocupéis —dijo Teneniel intentando calmar al grupo—. Gethzerion sólo intenta asustaros.

—Ya —dijo Han—. Bueno, pues lo está consiguiendo...

Erredós hizo girar su antena en un lento círculo vacilante, empezó a temblar y acabó deteniéndola enfilada hacia el sureste. Después soltó un chillido y emitió un blip electrónico.

—Erredós capta lecturas de varios caminantes imperiales en esa dirección —dijo Cetrespeó.

Luke se volvió hacia el sureste y después alzó nuevamente la mirada hacia la montaña. Las sombras que había en algunas de las cañadas que tenían encima eran lo suficientemente negras como para que los ojos humanos no fueran capaces de ver a los rancors si empezaban a trepar por las hendiduras de mayor profundidad, pero Luke sabía que los biosensores de los caminantes imperiales podían localizarlos en un segundo. Tendría que acabar con aquellos caminantes para que los demás pudieran escalar el risco, y no disponía de mucho tiempo.

Luke se inclinó sobre su rancor y le dio unas palmaditas. La bestia estaba volviendo a tener problemas con la acumulación de calor, y Luke podía percibir su fatiga y el mareo que se iba adueñando de ella. Dejó que la Fuerza fluyera a través de él, enfrió a los rancors y se llevó su sed, y después les habló.

—Tosh, que tus mejores escaladores lleven a mis amigos hasta la fortaleza del clan —dijo—. Yo me quedaré aquí abajo con dos de vosotros para luchar, y me reuniré con los demás tan pronto como me sea posible.

Tosh empezó a gruñir órdenes a sus hijos, y los dos machos más pequeños del grupo cogieron los generadores de su grupa. Tosh y su hija sacaron sus picas y sus redes de los arreos de su espalda y se prepararon para la batalla.

—Han —dijo Luke volviéndose hacia el rancor de Han y Leia—, lleva a Leia y a los androides al
Halcón
y empieza a trabajar en la nave. —Luke alzó una mano para dar más énfasis a sus palabras, y Erredós flotó desde la grupa de Tosh hasta el rancor de Han y Leia y quedó colocado entre ellos—. Aquí abajo no podrías hacer nada. Quizá necesiten tu ayuda, Teneniel.

—¿Qué quieres decir? —exclamó Han—. Me quedo contigo. Todavía tengo mi inteligencia y mi desintegrador, ¿no?

—Y no te servirán de nada —replicó Luke.

Han puso cara de abatimiento.

—Sí, pero...

El trueno rugió sobre las nubes y creó ecos en la pared de rocas. El cielo escupió un relámpago púrpura que chocó con el risco y estalló entre los peñascos como un disparo de cañón desintegrador, creando un diluvio de llameantes astillas de magma que cayeron al suelo trazando arcos por el aire.

—No lo entiendes, ¿verdad? —dijo Leia—. Las Hermanas de la Noche vienen en busca del
Halcón
porque saben que es su billete para salir de este planeta. La mejor manera de ayudar a estas gentes es reparar la nave lo más deprisa posible y largarnos de Dathomir a toda velocidad para que no quede nada por lo que pelear.

—Ya lo sé —dijo Han en un tono algo dolido—. ¡Puedo entenderlo! ¡De acuerdo, tienes toda la razón!

Pero Luke sabía que en lo más hondo de su corazón Han no podía soportar la idea de abandonar a un amigo cuando éste le necesitaba.

Chewbacca y Cetrespeó treparon a la grupa de la hembra más grande y quedaron no muy cómodamente instalados detrás de Isolder y Teneniel. Los rancors eran tan enormes que podían acoger hasta a cuatro jinetes en las placas huesudas que había encima de sus ojos. Sobrecargar a los rancors con pasajeros humanos no preocupaba tanto a Luke como el considerable peso de los generadores y el líquido refrigerante. Los rancors tendrían que escalar la montaña transportando aquellos fardos.

—¿Podréis hacerlo? —preguntó a los rancors, y los dos machos le aseguraron que sí con un gruñido.

Luke alzó la mirada y vio el rostro de Leia iluminado por un relámpago repentino, y percibió su preocupación.

—No te preocupes —le dijo—. Me encargaré de que esos caminantes imperiales no te creen molestias.

—No es eso lo que me preocupa —respondió Leia—. Cuídate, ¿de acuerdo? Nada de heroicidades: ahí fuera hay gente bastante mala, y hasta yo puedo sentirlo.

El silencio se fue prolongando y Luke no supo qué responder. Si existía algún día en el que se necesitaran heroicidades, seguramente era aquél.

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