Read El Cortejo de la Princesa Leia Online
Authors: Dave Wolverton
—Has tenido mucha suerte —murmuró Leia—. Ahora te dedicarás a trastear con el cableado durante una hora, ¡y al final acabarás haciendo sonar una alarma!
Han extendió una mano hacia los circuitos y soltó un «¡Ay!» cuando sus dedos rozaron el metal caliente. La rejilla se deslizó hacia arriba casi al instante.
—¿Veis? —susurró—. Ha sido sencillísimo...
—Fanfarrón —siseó Leia mientras salía arrastrándose del conducto y ponía los pies en el suelo de la lavandería.
—Dices eso porque te resulta muy difícil expresar lo que sientes en realidad, y lo que sientes es admiración —replicó Han.
—Buen trabajo —dijo Luke mientras salía del hueco.
El encargado de la lavandería le ayudó mirándole con cara de asombro.
—¿Qué estáis haciendo? —preguntó.
—Estamos entrando en la prisión sin ser detectados —dijo Han.
Teneniel salió del conducto, y el viejo prisionero les contempló en silencio.
—Hmmmm... —dijo mirando a Isolder—. No podéis ir por ahí vestidos de esa manera. ¿Qué queréis poneros?
—¿Qué puedes ofrecernos? —preguntó Han.
—Bueno, toda la ropa viene aquí más tarde o más temprano —dijo el anciano—. Uniformes para los prisioneros, los guardias..., incluso esos harapos que llevan las brujas. ¿De dónde venís?
—Oh, de todas partes —replicó Han con suspicacia—. ¿Por qué nos haces tantas preguntas?
—Venga, Han, no te lo tomes así —dijo Luke—. Es inofensivo.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —replicó Han—. Después de todo, es un criminal.
—Un momento, Han —dijo Leia—. Yo también lo noto. ¿Por qué estás aquí?
—Porque estaba en contra del Imperio —respondió el viejo encargado—. Era director técnico de una empresa de ingeniería aeroespacial en Coruscant. Quemamos nuestros edificios hasta los cimientos cuando intentaron robar algunos de nuestros diseños. Me temo que si andáis buscando delincuentes peligrosos os habéis equivocado de instalación penitenciaria...
—¿Prisioneros políticos? —preguntó Han.
—Y objetores de conciencia —dijo Leia—. Potencialmente demasiado valiosos para que el Imperio pudiera permitirse el lujo de perderlos, y demasiado peligrosos para permitir que permanecieran en libertad y se unieran a la rebelión.
—Y por eso los metieron en esta prisión en un planeta que no aparece en casi ningún mapa —dijo Luke—. Si fueran delincuentes peligrosos, habrían sido enviados a una prisión de máxima seguridad para que el Imperio pudiera alardear de que nunca escaparían de allí. Pero estamos hablando de personas a las que el Imperio sólo quería hacer desaparecer.
Leia contempló el rostro del anciano, y vio que era afable y bondadoso.
—¿Cuántos prisioneros como tú hay en la prisión?
—Tres mil —respondió el anciano—. Pero podemos hablar mientras os vestís... ¡Venga, deprisa! ¿Qué estáis haciendo en la prisión? ¿Adonde tenéis que ir? ¿Estáis intentando sacar prisioneros de aquí?
—Bueno, de momento necesitaremos tener libre acceso al recinto —dijo Han.
El encargado de la lavandería hurgó entre montones de prendas y acabó sacando de ellos dos túnicas negras para las mujeres y uniformes de guardia para los hombres, pero se quedó paralizado en cuanto oyó que alguien venía por el pasillo. Dos soldados muy corpulentos pasaron por delante de la puerta, y todos se quedaron muy quietos intentando fingir tranquilidad y que tenían todo el derecho del mundo a estar allí. Los soldados se detuvieron, retrocedieron un par de pasos y se volvieron hacia la lavandería mientras acariciaban sus rifles.
—¡Eh, vosotros dos! —gritó Han—. ¡Entrad aquí ahora mismo!
—¿Hablas con nosotros? —preguntó uno de los soldados, señalándose el pecho con el pulgar.
—Sí, soldado, hablo con vosotros —dijo Han—. ¡Y ahora entrad de una vez!
Los soldados se miraron y después entraron en la lavandería moviéndose con un cierto recelo.
—Soy el sargento Gruun —dijo Han, dando un paso hacia adelante—. ¡Soy de seguridad externa, y mi gente acaba de infiltrarse en la prisión justo delante de vuestras narices! Llevo un montón de años en seguridad, pero nunca había visto tanto descuido y tanta incompetencia. ¿Quién es vuestro superior?
Los soldados se miraron el uno al otro y desenfundaron sus desintegradores simultáneamente. Han agarró las dos armas por los cañones y tiró de ellas haciendo que los rayos dieran en el techo. Isolder y Luke saltaron sobre los soldados y los derribaron al suelo.
—¡Oh, cómo queman! —gimió Han mientras arrojaba los desintegradores al suelo.
La armadura de los soldados obstaculizaba considerablemente sus movimientos en un combate cuerpo a cuerpo, y Luke e Isolder sólo necesitaron unos segundos para quitarles los cascos. Un par de puñetazos en el sitio adecuado dejaron inconscientes a los soldados. Leia se encargó de amordazarles y atarles mientras Isolder y Han les quitaban la armadura, después de lo cual los metieron en una bolsa de la lavandería que el anciano se llevó a un cuarto trastero.
Luke, Isolder y Han se vistieron de soldados. El encargado no apartó los ojos de ellos ni un momento mientras se vestían, pero no les hizo ninguna pregunta. Luke sabía que a veces era preferible ignorar las respuestas. Si luego era torturado, el encargado no podría revelar ninguna información vital.
—Gracias —dijo Han, y dio una palmadita en el hombro del encargado en cuanto hubieron acabado de vestirse—. No olvidaremos esto. Si conseguimos salir de esta roca, volveremos a por ti.
Luke contempló al viejo prisionero y supo que pagaría con muchos sufrimientos el papel que había desempeñado ayudándoles, a menos que los soldados fuesen neutralizados.
—¡Esperad! —dijo, y fue hasta los soldados inconscientes, puso una mano sobre cada cabeza, y dejó que la Fuerza inundara sus cuerpos y sumergiera sus recuerdos del breve combate que habían librado. Cuando hubo terminado, su respiración se había vuelto rápida y entrecortada—. Mételos en el túnel de la rejilla. Cuando despierten no recordarán que has estado aquí..., al menos durante unos cuantos años.
El anciano asintió solemnemente y miró a Luke.
—Sé qué eres —dijo—. Ya había visto hombres como tú antes. Me acuerdo de los Jedi —dijo, y le apretó el hombro—. Gracias.
—Gracias a ti —dijo Luke.
Se puso en pie y la fatiga y el peso de la armadura hicieron que se tambaleara un poco. Alterar los recuerdos de otra mente siempre resultaba difícil, y a Luke le preocupaba que pudiera haber exigido demasiado de sus poderes en lo que llevaba de día. Matar a los soldados habría sido una solución mucho más simple, pero no podía permitirlo. Mientras iban hacia el recinto de la prisión, Luke esperó no tener que lamentar la decisión que había tomado.
—¡Oh, no! —exclamó Cetrespeó cero coma cuatro segundos después de haber descifrado el código imperial. Había estado albergando la esperanza de poder involucrar a Chewbacca en una larga conversación durante el curso de la cual le describiría con toda exactitud los razonamientos con los que había descubierto los matices más sutiles del código, pero comprendió que todo aquello tendría que esperar—. Zsinj ha estado captando emisiones radiofónicas, y se ha enterado de que el general Solo está en el planeta —se apresuró a explicar—, y Gethzerion ha llegado a un acuerdo con él para entregar a Han a los hombres de Zsinj. Dice que ha descubierto las señales que indican el sitio al que las hermanas del clan de la Montaña del Cántico remolcaron al
Halcón Milenario,
y que se ha imaginado que Han vendría a la ciudad en busca de repuestos. ¡Ha preparado una trampa para el general Solo!
Chewbacca gruñó y agitó su arco de energía en el aire.
—¡Debemos advertirles! —gritó Cetrespeó, y Erredós indicó que estaba de acuerdo lanzando un chorro de estática.
Un silbido estridente resonó por el intercomunicador de la prisión y un androide color negro azabache empezó a avanzar por los corredores de plastiacero moviendo sus relucientes ojos artificiales a derecha e izquierda. Iba armado con un pequeño desintegrador del modelo que podía herir pero no matar incorporado a su casco, y mientras rodaba por el pasillo iba gritando «¡Recuento! ¡Recuento! ¡Recuento!». Los reclusos se dispersaron a toda velocidad intentando mantenerse fuera del alcance del desintegrador, pero el androide atrapó a dos hombres que no lograron volver a sus celdas lo suficientemente deprisa, y los infortunados prisioneros gritaron de dolor.
Isolder y Han seguían al androide disfrazados con su armadura de soldados de las tropas de asalto. Leia y Teneniel iban a poca distancia detrás de ellas, disfrazadas de brujas. Luke iba el último, caminando bastante despacio a causa de la fatiga que sentía. Teneniel le cogió la mano y le apremió a que no se separase de ella, pero Luke siguió forzando sus sentidos al máximo. Se estaban aproximando a la torre de las brujas. Podía sentir su presencia por delante de ellos. Los pasillos de la prisión parecían estar extrañamente silenciosos, y no se veía ningún guardia. Los prisioneros ya habían sido encerrados en sus celdas para la noche.
El androide de vigilancia les dejó pasar sin hacer ningún comentario, y avanzaron por los corredores vacíos. Sus pasos resonaban sobre el plastiacero. Leia se detuvo de repente cuando pasaron junto a un corredor lateral que avanzaba entre hileras de celdas.
—Esperad un momento... —susurró mientras echaba un vistazo en la primera celda—. ¡Yo conozco a esta mujer! ¡Es de Alderaan! Fue asesora en tecnologías de armamento de mi padre.
—Sigue andando —dijo Luke en voz baja—. De momento no podemos hacer nada por ella.
—¡Pero se supone que está muerta! —exclamó Leia—. Su nave se estrelló, y los restos fueron encontrados.
—Tenemos que seguir —dijo Luke sin levantar la voz.
Llegaron a una puerta sellada al lado de la que había una cerradura electrónica. Una ventanilla en la puerta les permitió ver una segunda puerta. Han inspeccionó el teclado numérico de la cerradura electrónica y tecleó una secuencia de cuatro cifras al azar. Una luz roja se encendió encima del teclado, indicando que había pulsado una combinación incorrecta.
—¡No hagas eso! —dijo Luke—. Deja que lo intente yo...
Fue hacia el teclado, puso las manos sobre él y cerró los ojos para concentrarse. Docenas de guardias utilizaban el teclado cada día. Luke pudo percibir cuáles eran las cuatro teclas que había que pulsar, pero no pudo averiguar el orden en el que debía hacerse. Esperó unos momentos y acabó tecleando con un dedo tembloroso los cuatro números en el orden que esperaba fuese el correcto. Una luz verde se encendió encima del teclado, y la puerta se abrió ante él.
Luke presionó un botón para abrir la puerta contigua, que resultó dar acceso a un ascensor. Cuando entraron en la pequeña habitación, Teneniel se quedó inmóvil sin seguirles y les miró fijamente con el ceño fruncido.
—Entra —dijo Luke—. Es un ascensor. Nos llevará hasta la pasarela que conduce a la torre.
Teneniel se ruborizó y se apresuró a entrar.
Cuando el ascensor hubo llegado a lo alto del pozo, la puerta se abrió revelando una pasarela acristalada que recorría los oscuros muros de la prisión. El cristal era de una limpidez tan perfecta que Luke pudo ver las estrellas sobre su cabeza. Junto a las torres se extendía un patio de trabajo al lado del cual había unos cuantos cobertizos de metal, y algunas Hermanas de la Noche que iban de un lado a otro bajo el brillante resplandor de las luces eléctricas.
Y de repente Luke experimentó una terrible sensación de ahogo. Podía sentir la presencia de las Hermanas de la Noche cerca de él, en las torres. Isolder y Han empezaron a avanzar por la pasarela, pero Teneniel estaba paralizada por el terror y parecía haber echado raíces en el suelo.
—Todo va bien —susurró Luke—. Deja que la calma interior venga a ti. Saca tu energía de la Fuerza, y permite que te envuelva igual que si fuese una capa. Si queremos llegar a su astillero, tenemos que pasar junto a ellas... La Fuerza puede ocultarte de ellas, Teneniel.
Una puerta se abrió al otro extremo de la pasarela. Cuatro Hermanas de la Noche vestidas con capas negras y con los capuchones bajados fueron hacia ellos. La que iba delante caminaba despacio, con las piernas rígidas y las manos cruzadas sobre el estómago. Luke respiró lenta y profundamente y permitió que la Fuerza fluyera por todo su ser.
Los demás seguían avanzando, y Teneniel logró mover las piernas y empezó a caminar como un muñeco mecánico. Las Hermanas de la Noche entraron en el angosto pasillo, y los pliegues negros de la capa de una de ellas rozaron a Teneniel. Un instante después ya les habían dejado atrás.
Las Hermanas de la Noche se detuvieron y Luke pudo sentir el miedo de Teneniel, y lo mucho que deseaba echar a correr.
—¡Alto! —gritó una Hermana de la Noche detrás de ellos. Su voz era un susurro marchito que parecía a punto de resquebrajarse como un trozo de cuero podrido, y el grupo se detuvo como si fuera una sola persona—. ¿Qué estáis haciendo tan tarde en la prisión? —preguntó la Hermana de la Noche en tono perentorio.
Han se volvió hacia ella y respondió por el micrófono de su casco.
—Hay problemas en el bloque de celdas C —dijo.
La Hermana de la Noche asintió con expresión pensativa y empezó a darse la vuelta, pero se detuvo y volvió a mirarles.
—¿Qué clase de problemas? No se me han notificado.
—Una pelea sin importancia entre reclusos —dijo Han—. No deseábamos molestarla.
La Hermana de la Noche echó su capuchón hacia atrás, y lo que vio a la brillante claridad de las luces hizo que Luke se sintiera lleno de horror. Su cabellera canosa estaba despeinada y sucia y sus ojos inyectados en sangre eran de un rojo carmesí, pero lo más horrible de todo era su rostro, una monstruosidad que se había vuelto de color púrpura debido a los capilares rotos, con la piel de los pómulos gris y muerta.
—Capto tu miedo —dijo la Hermana de la Noche—. ¿Qué puede haber aquí que dé miedo a una Hermana de la Noche? Este lugar es nuestro dominio, recuérdalo.
—Hay tantos guardias fuera que han empezado a correr rumores de que se prepara un motín —dijo Han, dando un paso hacia adelante y colocándose entre Teneniel y las Hermanas de la Noche—. Me temo que quizá haya algo de verdad en esos rumores.
La Hermana de la Noche asintió pensativamente. Luke pudo sentir cómo intentaba sondearles, y faltó muy poco para que desenfundara su desintegrador. Pero en vez de eso, lo que hizo fue canalizar la Fuerza y permitir que fluyera hacia la bruja desvaneciendo sus sospechas.