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Authors: Juan José Plans

Tags: #Terror

El juego de los niños (16 page)

BOOK: El juego de los niños
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La lancha de los patrulleros, mientras los niños hacían un corro alrededor de Malco, alcanzó el malecón.

Los dos patrulleros saltaron a tierra nada más arribar.

—¡Dios mío! —exclamó uno de ellos—. ¡Qué carnicería!

El otro emitió un prolongado silbido de estupor. Miró hacia la embarcación en la que Malco yacía y dijo:

—Está muerto.

—Pobres niños…

Los dos patrulleros dejaron las armas. Se acercaron a los pequeños. Algunos lloraban, como presas de un histérico miedo.

—Ya pasó todo, muchachos… —dijo uno de los agentes y acarició a una niña.

—¿Qué sucedió? —preguntó el otro.

Ninguno de los niños respondió.

—Están asustados.

—¿Y los del pueblo?

—Sí, es extraño…

—¿Dónde están vuestros padres?

Los niños comenzaron a sonreír.

Uno de los pequeños había cogido uno de los fusiles de los patrulleros.

—Deja eso, es peligroso andar con armas… —dijo uno de los agentes al niño, que parecía divertido apuntándole.

—Basta de bromas —dijo el otro agente, algo nervioso.

Se miraron entre sí.

Los niños reían.

Los agentes comprendieron.

Pudieron intuir vagamente lo que en realidad había sucedido en aquel malecón. Pero fue tarde.

El niño le disparó al corazón.

Cuando los patrulleros quedaron sin vida, los niños gritaron ensordecedoramente.

Y se lanzaron sobre los cuerpos.

Malco, tendido boca arriba, con los ojos abiertos, parecía interrogar al cielo.

Ya no sentía a aquellos niños sobre sí y que estaban dispuestos a seguir jugando con su cuerpo.

Cuatro

E
staban en el malecón.

Oteaban.

Se entretenían. Lanzaban a puñados el polvo amarillo a las aguas, que lo llevarían con las corrientes, aquellas rápidas corrientes que acercaran cadáveres a la costa, a otros puertos, a otras playas.

A todo el planeta.

Como una abeja traslada de flor en flor el polen.

Y esperaban.

A otros.

Para seguir jugando.

Como lo harían todos los niños del mundo.

Mientras, los charcos de sangre se secaban al sol y del pueblo se levantaba un olor pestilente; mientras, los desorbitados ojos de Malco persistían en interrogar algo perdido en el infinito.

Como él, nadie lo entendería.

Ni el osito Pilgrim.

Salvo un Premio Nobel de Medicina.

Cuando un grupo de niños llegó hasta su cabaña y, desde la puerta, lo observaron sonrientes, dispuestos a continuar con su juego, el Premio Nobel de Medicina les dijo:

—Los esperaba, hace mucho tiempo…

Lo que no sabía era cómo sucedería.

Allí estaba la respuesta.

Y los invitó a pasar.

No gritó.

Epílogo

H
an pasado treinta y cinco años desde que se publicó en formato de libro, por Sala Editorial (Madrid, 1976), la primera edición de
El juego de los niños
, cuya escritura inicié a finales de los años sesenta del pasado siglo tras convertirse en una de mis más angustiosas pesadillas, producida por la fotografía de unos niños llorando inconsolables junto al cadáver de su madre, alcanzada por la metralla de otra estúpida guerra más, la de Vietnam, principiada en aquella época en la que surgió el movimiento
hippy
, con el que el sempiterno inconformismo de los jóvenes (y yo entonces lo era) alcanzó un nivel impresionante, principalmente por adoptar una actitud de protesta.

Tal imagen, más sobrecogedora por la desesperación de los niños que por el charco de sangre en el que se hallaban, fue lo que hizo eclosionar en mí la idea que había ido gestando sobre la relación de nuestra especie, la humana, con la naturaleza: que ésta, víctima inocente de una de nuestras más devastadoras acciones, la destrucción del equilibrio ecológico, pretenda eliminarnos.

Los niños, también víctimas inocentes de las locuras de los mayores, pueden ser el medio por el que la naturaleza inicie la erradicación del planeta habitado por la especie que tanto la hace peligrar, la humana.

Esta novela forma parte de una trilogía sobre nuestra problemática relación con la naturaleza. Las otras dos son
Babel dos
y
Paraíso final
, en las que igualmente enmarco la acción en una isla imaginaria; porque, lo que ocurre, puede ocurrir en cualquier parte, como en
El juego de los niños
.

Las consecuencias de nuestro instinto, tanto de destrucción como de autodestrucción, también las planteo en varios relatos, que ante todo son unos desgarradores alegatos contra la guerra o la contaminación… En el fondo, contra todo aquello que nos denigra, incluida la indiferencia ante la tragedia de los demás:
Algún día regresaré
,
La noche de los inocentes
,
Tren hacia la costa
,
El amigo que llegó del cielo

Son las obras de un escritor indignado, que es lo que soy, con un mundo que no le satisface del todo. Por consiguiente, lo escrito por Antonio Buero Vallejo sobre
El juego de los niños
, tiene mucho sentido aún en la actualidad y por eso lo repito aquí: «No sabemos de dónde viene ese maná amarillo, pero que sea justamente a los niños a quienes afecta vuelve a éstos doblemente infantiles, disponibles para todos, como lo han estado para la deformación que los adultos les hemos infringido. Ese es el mayor acierto del argumento [de
El juego de los niños
]: que ellos se conviertan "por juego" en definitiva némesis».

Nota final del autor

Existe edición portuguesa de
El juego de los niños
,
Os meninos
(1977), de Artenova (Río de Janeiro), con traducción de Nilo Dante.

En 1972, la novela se prepublicó en la revista
Cosmópolis
(Madrid), en dos partes (números 34 y 35), con ilustración de F. Toro de Juanes. En 2002 se publicó en 29 capítulos en el diario
El Comercio
(Gijón), con ilustraciones de Edgar Plans.

La isla
fue el título de la primera adaptación radiofónica de esta novela, en el programa
Escalofrío
, de RNE, en 1970.

También en RNE hice otra versión radiofónica, de seis capítulos, con una duración total de seis horas, que se emitió en mis programas
Sobrenatural
(1995) e
Historias
(1999).

Narciso Ibáñez Serrador la llevó al cine con el título ¿
Quién puede matar a un niño
? en el año 1976.

JUAN JOSÉ PLANS, (Gijón, 1943) es escritor, periodista y dibujante. Ha de considerarle como uno de los principales representantes de la literatura fantástica y de ciencia ficción en España. Premio Nacional de Relatos de Ciencia Ficción por
El retorno
, ha destacado también por sus incursiones en otros géneros como el policíaco (
De noche, un sábado
), el ensayístico (
La literatura de ciencia ficción
)…

Autor de más de cuarenta libros (
Crónicas fantásticas, Pasión de Drácula, Cromos de películas
…), ha adaptado la mayoría de sus relatos y novelas para la televisión y la radio. Fue Premio Nacional de Radio y Premio Ondas. Son de culto sus programas
Sobrenatural e Historias
. En ellos ha incluido versiones radiofónicas de
El juego de los niños
, asimismo llevada al cine, como sus relatos
El cadáver
y
El velador
.

De
El juego de los niños
escribió Miguel Delibes que «es original y terrible, sostenida con un ritmo alucinante».

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