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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (16 page)

BOOK: El líder de la manada
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La raza no es el destino

No estoy de acuerdo con la idea comúnmente admitida de que la raza de un perro dicta toda su vida, sobre todo si se le considera primero como un animal-perro. Cuando la gente me dice «tengo pánico a los pitbull; son todos asesinos», yo les presento a Daddy, el pitbull estrella de mi manada, que es el animal más dulce, dócil, sociable y despreocupado que puedes encontrarte. Daddy es un pitbull por su raza, y con su cabezota y su enorme cuello puede parecer el más agresivo de los pitbull. Pero quienes conocemos a Daddy lo vemos como un maravilloso y adorable animal-perro, con la apariencia externa de un pitbull. Siempre que yo dirija y satisfaga todas sus necesidades de animal-perro en primer lugar, su parte de pitbull no aflorará de modo negativo. Pero cuando esas necesidades no se encuentran satisfechas en un perro, la
raza
puede ser, y a veces es, un factor en sus respuestas físicas y psicológicas ante el estrés de la vida, así como la energía contenida que suele acompañarlo.

El ADN de la raza de un perro contiene parte de lo que podríamos llamar su manual de instrucciones. La raza de tu perro está hecha para lo que está hecha, de modo que cuanto más pura sea su sangre más probable será que muestre las características específicas de su raza cuando libere el exceso de energía y la frustración.

Empecé a trabajar con Daddy cuando tenía 4 meses. Si no le hubiera proporcionado sesiones de ejercicio vigoroso cuando era joven; si no me hubiera mostrado claro y contundente en las normas y los límites desde que era un cachorro, y si no me hubiera mostrado como el líder indiscutible de su manada el cien por cien del tiempo, los genes de pitbull que hay en su interior podrían haberle empujado a ser un animal destructivo. Pero la cuestión es que con un liderazgo firme lo liberé de tener que ser lo que el estereotipo de sus genes podría haberle empujado a ser. Ni siquiera la otra media docena de pitbull que hay en mi manada y que eran todos agresivos con los humanos o con los otros perros antes de ser rehabilitados están ya condenados a interpretar para siempre el papel de «pitbull asesino». Al satisfacer sus necesidades más básicas, puedo quitarles el disfraz de pitbull y permitirles disfrutar de la vida siendo, simplemente, un perro más entre otros perros.

Es importante no olvidar que los humanos somos quienes creamos las razas en primera instancia: fuimos nosotros quienes diseñamos el anteproyecto o manual de instrucciones por el que nuestros perros tienen un aspecto determinado o predominan en ellos determinadas habilidades. Es alucinante pensar en todos los procesos y generaciones que han sido necesarios para crear los cientos de razas que conocemos hoy. Miles de años antes de que el monje Gregor Mendel descubriera los principios de la genética moderna, los humanos habíamos llegado a la conclusión de que si cruzábamos una perra veloz con un perro que también lo sea, terminaríamos casi con toda probabilidad teniendo al menos unos cuantos cachorros rápidos como el viento entre la camada. O si cruzábamos a un perro y una perra buenos cazadores, lo más probable era que su camada incluyera algunos excelentes cazadores. Como los humanos y los canes hemos evolucionado juntos, la gente comenzó a decirse: vaya, este perro podría ayudarme en la granja. Y este otro podría vigilar la finca. Y éste podría ir a traerme las cosas que hay en el agua. Nuestros ancestros empezaron a prestar atención y a reflexionar sobre cada habilidad particular que cada perro parecía traer al mundo, y cómo adaptar esa habilidad en su beneficio. A veces simplemente tomábamos prestado su talento natural, por ejemplo, para la caza y los condicionábamos de modo que hicieran ese trabajo por nosotros. En otros casos, tomábamos sus aptitudes innatas y las adaptábamos para que los perros hicieran por nosotros tareas que son humanas y que no son del todo instintivas en ellos. Por ejemplo, pastorear ganado forma parte del comportamiento natural de algunos perros cazadores, pero el hombre ha bloqueado el instinto de causar la muerte a la presa. Ir a buscar es también un acto humano que los canes sienten de modo innato. Y finalmente, algunos trabajos que hemos creado y que son exclusivos de los humanos, como transportar. Elegimos a los perros específicamente por sus tamaños y formas y los criamos para que lleven a cabo determinadas tareas por nosotros.

En este proceso, los humanos hemos creado generaciones enteras de perros que nacían con habilidades específicas para hacer el trabajo para el que se les había «diseñado», y un instinto muy marcado que acompañaba a esas habilidades. El problema es que, en nuestro mundo moderno, muchos perros no tienen la posibilidad de realizar ese trabajo o utilizar sus habilidades innatas, aunque ese instinto sigue presente en sus genes.

No olvidemos que la parte de la raza presente en tu perro es mucho menos primitiva que la parte animal-perro. Como en el caso de Daddy, es perfectamente posible bloquear el cerebro para que no escuche a la raza. ¿Cómo se hace? Pues agotando las reservas de energía del animal. Ejercicio, actividad física y retos psicológicos constituyen tres modos de agotar la energía de cualquier perro. Nada puede desbancar al paseo, ejecutado del modo correcto, como ejercicio primordial para agotar la energía. Si caminas durante un largo periodo de tiempo o a paso ligero, el perro tiene que utilizar su energía para soportarlo, de modo que le queda menos para actividades relacionadas con su raza. Uno de mis ejemplos favoritos de un liderazgo eficaz es el que ejercen algunos de los sin techo de Los Ángeles. Es habitual ver a pitbull de aspecto feroz siguiendo a esta gente por las calles, caminando tras ellos deliberadamente, concentrados y obedientes. No tiran ni empujan ni se pelean. No se dejan distraer por gatos, ardillas, coches o niños. Como caminan durante largos periodos de tiempo y lo hacen con una intención, toda la energía que poseen como animales, perros y raza se canaliza de modo constructivo. Es importante reparar en que estos animales no caminan hasta la esquina de la manzana para hacer pis, sino que lo hacen con una intención. Sienten de un modo primitivo que están empleando sus habilidades para sobrevivir. Esta predisposición es la que yo trato de crear en mi manada cuando salimos a caminar durante un buen rato por el campo, o cuando vienen corriendo a mi lado mientras yo patino durante una hora. Una experiencia orientada y primitiva con el líder de la manada les sirve para quemar energía, despejar la mente y saciar la sed del alma hasta al perro de sangre más pura.

Pero seamos realistas: la mayor parte de la gente no puede pasarse el día caminando con su perro. Puede que su mascota ocupe una gran parte de su vida, pero también tienen que trabajar, ocuparse de sus familias y atender los muchos y variados detalles que configuran nuestra existencia en este mundo, tan complicado y moderno. La mayoría de mis clientes encajan en esta descripción, de modo que intento ayudarlos a crear una combinación de desafíos físicos y psíquicos para que con ellos puedan ayudar a sus perros a satisfacer su naturaleza animal, canina y de raza, siempre en ese orden.

El American Kennel Club (AKC) ha dividido las distintas razas en categorías generales, en general, teniendo en cuenta las tareas que acometían para sus dueños. Analicemos esas categorías y hablemos de lo que se puede añadir a la rutina diaria del paseo: desde actividades organizadas hasta cosas muy sencillas que puedes hacer en el jardín de tu casa o en el salón para ayudarte a satisfacer las necesidades específicas que la raza de tu perro pueda poseer.

El grupo de los deportistas

Los perros a los que definimos con el adjetivo «deportivo» son la descendencia de los perros que trabajaban con los cazadores humanos en señalar, localizar y cobrar la pieza, especialmente pájaros. Los pointer y setter son los perros que localizan y «señalan», los spaniel son los que levantan las piezas y los retriever son los que cobran la pieza y se la llevan al dueño una vez ha sido abatida. No olvides que se le llama grupo «deportivo», porque no mata. A lo largo del tiempo el hombre ha adaptado a estos descendientes de los lobos y ha transformado su magnífico instinto depredador para que nunca lleguen a matar. Para el animal, la caza es un deporte; el único depredador que existe en este proceso es el hombre.

No estoy del todo de acuerdo con muchas guías de perros que dicen que todos los perros de la misma raza poseen el mismo nivel de energía. Del mismo modo que en una familia humana puede haber niños con grandes dosis de energía y otros todo lo contrario, podemos encontrar toda una variedad de distintos niveles de energía en cada raza e incluso en cada camada. Que un perro posea un linaje de sangre azul no significa necesariamente que vaya a ser el estandarte de todas las características ideales de la raza. Si unimos a dos setter campeones de su raza, lo más probable es que en su camada haya dos cachorros llenos de energía y con el potencial para ser campeones; otro de mediana energía que se canse o se aburra tras una hora de andar cazando; y otro cachorrito dulce y perezoso que no quiera salir de su casa y al que le encante tumbarse delante de la chimenea. En mi opinión, al igual que ocurre con los humanos, el nivel de energía es algo con lo que nacemos. Como ya dijimos en el capítulo 1, la energía forma parte de la identidad y de lo que conocemos por personalidad. No hay un nivel de energía mejor o peor que otro, aunque ciertos niveles de energía funcionan mejor con según qué actividades. Necesitarás un ser humano con un bajo nivel de energía para que se pase todo el día sentado ante el ordenador, y por supuesto necesitarás a una persona de elevado nivel de energía para que pueda ser profesor de aerobic. Lo mismo ocurre con los perros. Sin embargo, el hombre descubrió hace miles de años que, para obtener un buen perro de caza, es necesario que posea un elevado nivel de energía, de modo que fueron seleccionando ejemplares para asegurarse ese nivel de energía en un elevado tanto por ciento de su prole. Para que sea un buen deportista, un animal requiere resistencia. La caza es un deporte que puede llevar horas y horas combinando una intensa actividad física y una atenta espera; requiere mucha paciencia y concentración. Hay que tomar la dirección adecuada y saber seguir un rastro. Por eso cabe decir que las razas deportivas suelen estar integradas por perros de altos niveles energéticos. Cuanto más pura es su sangre más intensamente se manifestarán las características de su raza.

Gracie y Marley: las dos caras de una misma moneda

Gracie y Marley son los dos labrador retriever; pertenecen al grupo de los deportistas, criados para localizar, seguir y recuperar las piezas de caza. Sin embargo, por similares que puedan parecer en su aspecto externo son un magnífico ejemplo del amplio abanico de distintos temperamentos que pueden encontrarse en la misma raza. Aunque los criadores de Marley decían que era de pura sangre, sin duda era producto de perros de ciudad y había sido criado en un entorno urbano, sin todos los factores medioambientales que podían desencadenar sus instintos ocultos. De hecho, parecía que Marley apenas tuviera algunos restos de su pasado deportista, pero eso sí, albergaba toda la energía contenida que los acompaña. John Grogan describe en su libro lo mucho que disfrutaba Marley de larguísimos paseos que sólo conseguían desafiar mínimamente su alto nivel de energía. Cuando jugaban con él en el jardín, los Grogan se sentían frustrados al comprobar que Marley era incapaz de comprender el concepto de devolver. Es decir, que Marley no comprendía que ir a buscar la pelota no significaba quedarse con ella, sino devolverla también. La energía del animal y su instinto lo inundaba todo, y el modo en que canalizaba ambas cosas era destruyendo. Cuando los Grogan se trasladaron a su retiro rural de Pensilvania, Marley comenzó a relajarse en un entorno nuevo para él, que en un nivel muy primario debía resultarle más familiar.

Gracie, por otro lado, era hija de padres que se habían criado en el campo, al igual que muchas generaciones de antepasados. Era una perra magnífica, número uno en genes cazadores y nivel de energía. Y cuando hablamos de un perro de ese calibre, desde una edad bien temprana se puede notar la grandeza de las generaciones que la habían precedido. Desde muy jóvenes, cachorros como ella pueden perseguir el plumero de la casa, o a los pájaros del jardín, o quedarse como congelados y en pose de señalar cualquier pájaro o pequeño animal que pase cerca. Son perros que tienen muy claro cuál va a ser su propósito en la vida. Si una perra como Gracie viviera en la ciudad con la misma lánguida estructura que estaba experimentando en aquel momento, habría desarrollado sin duda tendencias neuróticas, obsesivas, posesivas o destructivas. Pero puesto que vivía en el paraíso campestre disponía de montones de cauces por los que verter sus frustraciones. Y, como los Grogan me dijeron, cuando en los ojos le aparecía esa mirada sedienta de sangre era como si ellos no existieran. Se había transformado en una perra completamente distinta, una perra con un solo amo: su instinto. Los dueños de tales perros han de aprender a canalizar, desde una edad temprana, la energía y el comportamiento de sus compañeros si no quieren que sean ellos mismos quienes se encarguen de hacerlo.

Los Grogan me dijeron que Gracie se mostraba tranquila y serena dentro de la casa, lo cual encaja perfectamente. La energía de Gracie no se malgastaba saltando por todas partes como le ocurría a Marley, sino que la conservaba cuidadosamente para las grandes cantidades de energía que los perros de caza deben consumir para localizar y levantar la pieza. Sus genes le decían al oído: «No malgastes tus recursos aquí dentro. ¡Guárdalos para luego! ¡En el jardín hay pollos esperándote!». No iba a derrochar mordiendo los sofás y derribando mesas como hacía Marley porque ella sabía bien qué debía hacer con las habilidades con las que había nacido. Esa finalidad le aguardaba fuera de la casa con todas sus tentaciones.

Tanto Gracie como Marley eran en el fondo perros frustrados. Aunque ninguno de los dos carecía del cariño de su familia, ambos padecían la falta de liderazgo, reglas, fronteras y límites, así como la ausencia de desafíos físicos y psicológicos. Pero en el caso de Gracie la pureza de sus genes había determinado una forma muy específica de liberar su frustración. El
animal
que había en ella no se sentía satisfecho porque no desarrollaba la suficiente actividad física para poder simular que tenía que trabajar para conseguir comida y agua. El
perro
que había en su interior no se sentía realizado porque carecía de reglas y límites. Pero era la
raza
la que le decía: «Ésta es la actividad que desarrollamos para liberar nuestro exceso de energía». Por eso aconsejé a los Grogan que considerásemos primero la
raza
de Gracie a la hora de reducir la magnitud de sus necesidades. Y el modo en que íbamos a reducir la intensidad y a canalizar ese exceso de energía era guiarla en lo mismo que ella estaba haciendo por su cuenta, pero desde un punto de vista deportivo, y no cazador. Era obvio que necesitábamos hacernos con el control de ese lado suyo para poder reducir la frustración también en otras áreas.

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