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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (6 page)

BOOK: El líder de la manada
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Ejercicio

En la página siguiente encontrarás dos columnas con adjetivos. Una describe las características o rasgos normales en un perro que podrían emplearse para definir su verdadera «personalidad». En la otra se enumeran rasgos que probablemente indiquen dificultades de inestabilidad. Es una lista muy genérica, por supuesto, ya que muchos de estos rasgos varían en función de la raza, pero creo que es un buen análisis general. Lee la lista y anota los adjetivos que emplearías para describir a tu perro en el 75 por ciento del tiempo y después haz una valoración sincera de lo que tu perro y tú tenéis que trabajar más.

Una vez más, he de anunciarte una buena nueva: en el 99 por ciento de los casos en los que he trabajado, todas las dificultades que se enumeran a continuación pueden resolverse con mi fórmula en tres partes:

  1. ejercicio (caminar),
  2. disciplina (reglas y límites),
  3. afecto.

¡Siempre en este orden!

Tabla

Cuando proporcionas a tu perro los tres elementos de mi fórmula, estás dando un paso fructífero para convertirte en un líder eficaz de la manada. Para ser un líder fuerte, has de comprender la importancia de mantenerte siempre sereno y firme, y no escurrir el bulto en las responsabilidades que tienes para con tu perro, del mismo modo que tampoco lo harías en tus responsabilidades para con tus hijos. He oído describir a los niños como «cámaras en miniatura que nunca dejan de grabar», y los perros son exactamente lo mismo. Viviendo como viven en el universo del «nosotros», te observan permanentemente y procesan todas tus señales para que les sirvan de pauta en su comportamiento. Cuando enviamos señales inconsistentes a nuestros perros, estamos creando la inestabilidad en ellos.

Una vez más volvemos a la parte de la fórmula en tres pasos que suele presentar más dificultad: la disciplina. La disciplina no consiste en enseñarle a nuestro perro quién es el jefe, sino en asumir la responsabilidad sobre una criatura que has incorporado a tu mundo. Muchos de mis clientes piensan que si ponen límites a sus perros, a los ojos de éstos van a pasar a ser los malos. Desde luego ése era el problema que tenían John Grogan y Jenny Vogt. Sin disciplina es imposible ganarse el respeto, y ellos eran incapaces de proporcionarle a Marley las reglas y los límites que necesitaba para llevar una vida pacífica y placentera, de modo que el bueno de Marley acabó lleno de lo que ellos consideraban «rasgos de su personalidad», pero que yo llamaría inestabilidad. Dándole a un perro reglas y límites no estamos «acabando con su espíritu», sino que le estamos proporcionando la estructura que necesita en su vida para encontrar la paz y que su verdadero espíritu florezca. Tu perro puede ser ese animal maravilloso que imaginas, pero ¡eres tú quien debe guiarlo para que lo consiga!

‘Tina Madden y NuNu, una historia de superación’

Si viste la primera temporada de
El encantador de perros
, seguramente recordarás a NuNu, el chihuahua de pelo corto cuya agresividad «de bolsillo» estaba haciendo que las vidas de su dueña, Tina, y Barclay, su compañera de piso, fueran insoportables. Tres años después, la vida de Tina Madden ha cambiado drásticamente desde que consiguió ser la líder de la manada. Ahora no sólo trabaja en mi Centro de Psicología Canina, sino que se dedica a la rehabilitación de perros. Pero lo que es aún más importante es lo que esta historia hizo por la propia Tina: ahora es un ser humano que se siente fuerte como mujer y como persona. A continuación leeréis su historia en sus propias palabras:

Antes de conocer a NuNu, yo era una mujer extremadamente insegura. No salía mucho, tenía dificultades para aceptar mi propia imagen, lo que la gente pensaba de mí y cómo me veían. Siempre me sentía insegura y ansiosa. Lloraba casi constantemente. Llegué a la conclusión de que prefería estar con perros que con personas, de modo que dejé mi trabajo de camarera y empecé a trabajar como asistente técnico en veterinaria.

En el trabajo me encontraba bien porque los animales me necesitaban, pero fuera del ámbito laboral, tenía miedo del mundo. Incluso ir al supermercado me asustaba. Seguía aislándome cada vez más, y las cosas empeoraban día a día. Mi vida era una espiral en descenso, y aunque no había tocado fondo aún, iba por ese camino.

NuNu llegó a casa en febrero y yo, con mi inseguridad, comencé a alimentar el mal comportamiento tanto en él como en mí, y pensé que tenía que hacer algo para ponerle remedio. Todo el mundo me decía: «Duérmelo. Es un animal horrible. Nunca podrá ser un buen perro. Tienes que dormirlo». Pero en el mes de abril apareció César, y cuando se marchó de mi casa, mi vida había cambiado. Traía consigo tanta energía positiva, transmitía esa sensación de «tú puedes hacerlo»..., quería que confiara más en mí misma y que mostrase más claramente el liderazgo, algo que para mí habría sido imposible imaginar antes de conocerlo. Pero César me dijo: «No te preocupes de lo demás. Puedes hacerlo. Tienes que hacerlo». Y si no iba a hacerlo por mí, al menos tendría que intentarlo por mi perro, al que quería con locura.

En primer lugar, tenía que superar inmediatamente el miedo a salir. César me ordenó que saliera a pasear con NuNu a diario, y eso es lo que hice. Me dijo que cuarenta y cinco minutos, yo dije que una hora, así que al menos entre dos y dos horas y media al día, antes y después de ir a trabajar, siete días a la semana, salíamos a caminar. Y en estos paseos la gente venía a NuNu, que es una monada, y querían acercarse a él, de con lo cual empecé a hacer amigos en el vecindario. De pronto me encontré con que tenía vida social. La gente empezaba a invitarme a su casa. Yo creé una especie de ritual personal. Cada día, antes de salir de paseo, me decía: «Este paseo va a ser maravilloso. Va a ser el paseo perfecto. Si nos encontramos algún obstáculo, lo superaré. Tengo el conocimiento y la presencia de ánimo necesarios para consequirlo». A veces pasábamos delante de las verjas de algunas casas en las que había perros, e incluso nos encontrábamos con perros cara a cara, y yo lo pasaba fatal porque pensaba que iban a morder a NuNu. No me creía capaz de enfrentarme a una situación así, pero poco a poco me di cuenta de que sí que sabía cómo hacerlo. Y cuanto más numerosos eran estos encuentros, mejor parada salía de ellos y más crecía mi confianza.

NuNu no cambió de un día para otro. No se «arregló» de una semana para otra, ni de un mes para otro, pero a medida que cambiaba mi comportamiento con él, es decir, a medida que crecía mi confianza, empezó su verdadero cambio. Estoy muy orgullosa de él por ese cambio, pero en realidad, la transformación más profunda se obró en mí. Me potencié.

Desde entonces la confianza en mí misma ha crecido mucho, y no sólo en el ámbito de los perros. El modo en que conecto con otras personas ha cambiado completamente. Creo que una de las cosas más difíciles es interpretar al otro. ¿Es una buena persona?, ¿es malo?, ¿puedes confiar en él o ella? Pero, en el fondo, comprender a los demás empieza por comprenderse a uno mismo. Aprender a ser consciente de mi propia energía me ha facilitado mucho las cosas... y eso es algo que he aprendido de César y NuNu. Ya he dejado de sentirme una víctima. Tengo el control sobre mí misma en casi cualquier situación.

Conseguí «transformar» a mi perro, y luego transformé mi vida. Ahora soy una persona muy feliz. Y todo gracias a un perrito de apenas tres kilos y medio.

2
Disciplina, recompensas y castigos

«El hombre es el único animal que hace tratos. Ningún otro

actúa de esa manera. Ningún perro cambia su hueso

por el de otro».

ADAM SMITH

«Las leyes de la naturaleza constituyen su gobierno

invisible sobre la tierra».

ALFRED MONTAPERT

Para llegar a ser los líderes de la manada de nuestros perros es imprescindible comprender el concepto de disciplina. Como hemos aprendido en el capítulo anterior, tu perro no puede estar equilibrado y alcanzar la verdadera paz en su vida sin reglas y límites, como parte de su rutina diaria. Para que existan esas reglas y esos límites alguien tiene que exigir su respeto, y esa función entra en la descripción del puesto de líder de la manada.

Muchos profesionales de los animales que dicen no estar de acuerdo con mis técnicas —o con lo que perciben de ellas— siguen el sistema de recompensas a la hora de entrenar a un perro...
entrenar
es la palabra clave. Recordad: yo
no entreno
perros. Cierto es que ésa era mi ambición original, pero enseguida me di cuenta de que podía utilizar mis habilidades de otro manera más provechosa. Me convencí de que los perros necesitaban algo más que saber sentarse, pararse, dar la pata, rodar por el suelo y traer el periódico para que sus vidas fuesen satisfactorias. Lo que yo hago es
rehabilitar
, aunque creo sin ninguna sombra de duda en las técnicas de refuerzo positivo para entrenar y rehabilitar a los perros siempre que es posible. Mi filosofía acerca de la disciplina y la corrección en cualquier animal y para cualquier fin es que siempre debe ser aplicada con la menor fuerza necesaria para conseguir el comportamiento que se requiere de él. Y yo utilizo el refuerzo positivo y las recompensas en forma de comida casi constantemente y siempre que la situación lo permite. Pero también creo que hay un momento y un lugar para cada técnica. El problema que tienen conmigo muchos de los integrantes de la escuela de comportamiento, que emplea exclusivamente el refuerzo positivo, es que creen que debería usar golosinas y
clicker
s para redirigir algunos comportamientos que yo decido corregir con energía, lenguaje corporal, contacto visual y contacto físico. Estoy convencido de que mis técnicas funcionan con los perros muy agresivos, obsesivos o ansiosos, porque son sencillas, de sentido común y se basan totalmente en la Madre Naturaleza.

Creo que existe una enorme diferencia entre la idea de
disciplina
y el concepto de
castigo
. Para mí, la disciplina forma parte del orden del universo: es la esencia de cómo la Madre Naturaleza trabaja para conseguir que el planeta funcione. La disciplina es el orden. La disciplina es la rotación de la tierra, los ciclos de la luna, la salida y la puesta del sol. Disciplina es el paso de las estaciones, un tiempo para sembrar y para crecer, y un tiempo para cosechar. En ese contexto más amplio, la disciplina es el camino para la supervivencia de todos los animales. Cada mañana, en el jardín de tu casa, las ardillas madrugan y comienzan con su recolección. Algunos pájaros acuden al comedero que les has puesto en el porche; otros rebuscan por la hierba. Si te tomas la molestia de observarlos a diario, verás que sus rutinas no varían demasiado, excepto cuando las dictan otros factores, como la crianza de los polluelos, la migración o los preparativos para pasar el invierno, si han de guarecerse de la lluvia o si deben buscar un árbol nuevo si el de siempre lo ha arrancado una tormenta. Ninguno de todos esos animales se toma un día libre o descansa los domingos. Exprimen al máximo cada segundo y todos esos momentos están guiados por la
disciplina
. Su instinto natural les dice lo que deben hacer para mantener el orden en sus vidas. Cuando hay alguna disputa por la comida, el territorio o la pareja, siguen respetando la disciplina y el entorno mantiene la suya entre todos ellos.

En el mundo salvaje del carnívoro social, la disciplina y el orden son increíblemente importantes. Hay dos modos de establecer esas reglas: mediante la programación de esos animales (su instinto de supervivencia), y por los demás integrantes del grupo. La cooperación es igual a la supervivencia. Los animales sociales confían en su lugar y su papel dentro del grupo para asegurar la supervivencia del conjunto. Si un perro no tiene clara la idea de cuál es su lugar en la manada, casi siempre mostrará algún síntoma de inestabilidad, generada en un lugar hondo y primitivo: la necesidad de garantizar la continuación del grupo, pase lo que pase con el individuo.

Frente a la disciplina que establece el mundo salvaje, el
castigo
es para mí un concepto muy humano. Castigar es lo que hago cuando envío a cualquiera de mis hijos, Calvin y André, a su habitación para que piensen en lo que han hecho. Existe una razón para que utilice esta clase de castigo y es la capacidad de Calvin y André para tomar decisiones reflexionadas y conscientes, y para establecer conexiones. Cuando enviamos a un hombre a la cárcel porque ha cometido un delito, asumimos que distingue el bien del mal y que la prisión es la consecuencia de haber elegido mal. La cárcel está pensada para mantener al delincuente alejado de la sociedad y, en una sociedad ideal, darle tiempo para reflexionar sobre lo que ha hecho y que no vuelva a cometer el mismo error. Pero el castigo es en muchas ocasiones una elección nefasta para la resolución de un conflicto... cualquier consejero matrimonial te lo dirá. Si mi mujer y yo discutimos y decido «castigarla» durante una semana siendo sarcástico o grosero con ella, ¿estoy ayudando a solucionar el problema original? Por supuesto que no. Lo más probable es que ella acabe estando todavía más enfadada de lo que estaba en un principio. Ése es el peligro de identificar castigo con disciplina en el caso de los perros.

Los animales no tienen la capacidad de elegir conscientemente entre el bien y el mal, entre lo que se debe y no se debe hacer. El dar a tu perro tiempo para pensar después de que se haya comido tu mejor par de zapatos es la clase de castigo que podría funcionar con tus hijos, pero no con los perros porque no pueden hacer esa clase de conexión intelectual. Gritar o golpear a un perro cuando estamos enfadados sólo lo confunde y asusta. Cuando alguien adopta a un perro en un refugio y después lo devuelve porque es muy agresivo, el perro no tiene ni idea de por qué lo devuelven a una jaula. No posee la capacidad de reflexionar sobre cómo ha vuelto a perder la oportunidad de tener una casa y no puede arrepentirse, ni decidir hacerlo mejor en la siguiente ocasión. En el universo sencillo de la causa y el efecto que guía gran parte del comportamiento de un perro, estos castigos no consiguen dejarle claro qué comportamiento no es el que se espera de él y qué otro comportamiento se espera que sustituya al no deseado. Ellos mismos lo tienen que adivinar y a menudo ni ellos ni nosotros quedamos satisfechos con las soluciones que se les ocurren. Por eso yo personalmente prefiero las palabras
disciplina
y
corrección
en lugar de
castigo
cuando hablo de rehabilitar perros.

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