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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (4 page)

BOOK: El líder de la manada
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Lo increíble sobre este hombre resultó ser que quería tanto a sus perros que por ellos estaba dispuesto a cambiar. Por fin conseguí que me escuchara. Estaba acostumbrado a ser él quien hablase, a dar órdenes, a reprender; pero no a escuchar. Y al escuchar, me mostró otro lado de sí mismo. Me enteré de que es un hombre tremendamente caritativo que tiene por costumbre enviar a niños pobres a campamentos, pero al que no le gusta compartir esa parte de sí mismo con la mayoría de la gente con la que se relaciona. Quizás considera su lado, digamos, tierno como una debilidad, cuando para mí es una fortaleza.

He comenzado este libro con la historia del Magnate porque es el caso más extremo de cuantos me he encontrado, de cómo un ser humano desequilibrado puede crear un efecto dominó de disfunción en sus perros y en todos los humanos que lo rodean. También es un ejemplo significativo de cómo podemos recuperar el equilibrio cuando nos examinamos con sinceridad y, de este modo, crear un efecto dominó positivo en nuestro mundo. Es para mí una alegría poder decir que desde que trabajé con él y sus perros, el Magnate muestra al mundo con mucha más asiduidad su lado más benévolo. Según me ha contado Mary, ha cambiado con la gente más cercana a él. Me ha dicho que por primera vez ha sentido que la escuchaba de verdad y que ella siempre había sabido que había un ser humano bajo aquella armadura de caballero. Y ese ser humano era el que tenía que escuchar a todas esas personas para darse cuenta de lo mucho que influía en ellas, para sentir no sólo su temor y su gratitud, sino también el dolor que les causaba. Según su asistente, ha progresado mucho en ese sentido. Es una historia que me recuerda enormemente al
Cuento de Navidad
de Charles Dickens. El Magnate es ahora como Ebenezer Scrooge después de haber recibido la visita de los tres fantasmas la noche de Nochebuena, aunque él no había necesitado su intervención para llegar a ver algunas verdades sobre sí mismo... ¡para eso ya tenía a sus perros!

Además la historia tiene otro final feliz. No sólo les va fenomenal a los perros, sino que Mary por primera vez desde que trabajaba para el Magnate reunió el valor suficiente para decirle que iba a tomarse unas vacaciones. Y lo hizo desde una postura fuerte: se acercó a él y le preguntó en qué fechas prefería disfrutar de sus días de vacaciones. Caso cerrado. Eso es lo que una energía serena y firme puede hacer por tu vida: funcionar en muchos más ámbitos aparte de con tus perros. En capítulos posteriores encontrarás muchas más historias inspiradoras.

La moraleja es que no importa cuánto dinero o poder puedas acaparar, cuántos títulos universitarios o cuántas obras de arte de incalculable valor puedas poseer: a tus perros les importa un comino. A ellos lo que de verdad les interesa es la estabilidad que se desprende de ti, porque siendo animales gregarios como son, esa estabilidad les afecta de un modo directo. Ellos saben interpretar lo cómodo que te sientes contigo mismo, si eres feliz, si sientes miedo y qué es lo que te falta en el interior. No pueden decírtelo con palabras, pero saben exactamente quién eres. A una persona puedes preguntarle «¿Eres feliz?». Existen algunos, como mi amigo el Magnate, que te contestarán «¡Por supuesto!», bien escondiendo la realidad, bien por no darse cuenta de que en el fondo no lo son. Entonces miras a su perro. El animal no puede ocultar sus emociones, y puede mostrar con absoluta claridad que no es feliz. Al analizar a un perro se puede saber lo estable o inestable que es su compañero humano.

Nuestros perros son el espejo en el que nos miramos. ¿Te has mirado últimamente en el tuyo? Si mi amigo el Magnate pudo verse en un espejo, enfrentarse a una historia cargada de demonios y cambiar a una vida mejor, no sólo para sus perros sino también para la gente que lo rodeaba, entonces cualquiera de nosotros puede hacerlo. Por eso digo que al mejorar nuestra energía firme y serena no sólo mejorará nuestro perro, sino nuestra vida. Nuestras mascotas pueden conducirnos al equilibrio con el que la naturaleza quiso dotarnos, pero sólo si estamos dispuestos a seguirlos.

PRIMERA PARTE
Equilibrar a nuestro perro

Para disfrutar verdaderamente de un perro no hay

que intentar enseñarle a ser medio humano, sino abrirse

a la posibilidad de que seamos nosotros quienes

nos transformemos parcialmente en un perro».

EDWARD HOAGLAND

«Un perro no es un animal “casi humano”, y no conozco

un insulto mayor para la raza canina que describirla como tal».

JOHN HOLMES

Como la historia del Magnate nos ha enseñado, nuestros perros son nuestro espejo, y para conseguir tener una vida equilibrada hemos de tratar nuestros propios problemas al mismo tiempo que los de ellos.

Este libro está dirigido tanto a tu perro como a ti, a su mal comportamiento y a tu propia impotencia, o permisividad o ira o frustración. Empecemos con la parte más sencilla de la ecuación a la que nos enfrentamos: tu perro y sus problemas. Porque seguramente, en este punto, estarás pensando que sus problemas no tienen nada que ver contigo.

Soy de la opinión de que el 99 por ciento de todos los perros son capaces de llevar una vida plena, feliz y equilibrada. Estos capítulos pretenden ofrecerte una mejor comprensión de la mente de tu perro, de sus necesidades y de lo que tú puedes hacer para satisfacerlas.

1
Identificar la inestabilidad

«Había algo que yo no le había dicho, que nadie le había

dicho nunca, y quería que lo escuchara antes de irse.

“Marley —le dije— eres un gran perro”».

JOHN GROGAN,
Marley & Me

¿Cómo se puede saber que tu perro es inestable? Si te pareces a la mayoría de mis clientes, es algo que simplemente
se sabe
. Tu perro se vuelve agresivo con otros perros cuando lo sacas de paseo o lo llevas a un parque para perros. O aúlla durante horas cuando te vas de casa. O de pronto echa a correr y es incapaz de parar. Todo esto te aturde porque el perro que tenías en casa cuando eras pequeño era perfecto... o al menos así es como tú lo recuerdas. Bajo la tenue luz de tus recuerdos, tu amado Slackie era dulce, obediente y se contentaba siempre con permanecer en segundo plano. Era un perro social, y que siempre se llevaba bien con los desconocidos y otros perros. Corría tras las pelotas de tenis y las devolvía a tus manos, te acompañaba andando hasta la escuela y nunca se hacía sus cosas dentro de casa. ¿Por qué entonces tu perro de ahora hace agujeros en el jardín? ¿Por qué se esconde bajo la mesa cuando pasa el camión de la basura? ¿Qué diantres le pasa para volverse loco persiguiéndose el rabo cada vez que se pone nervioso? Por supuesto, y al igual que la mayoría de mis clientes con perros inestables, simplemente aceptas que tu perro ha nacido así, o bien que padece algún tipo de desorden mental. O si adoptaste al perro en un refugio, creas toda una historia sobre él, como que ha debido tener una experiencia tan traumática en el pasado que nunca podrá olvidar el terrible abuso de que fue objeto durante aquellos oscuros y solitarios años antes de conocerte, de modo que nunca será un animal estable; además tú no debes quejarte por ello, sino mostrarte tolerante y sentir lástima por él cuando se haga pis en el sofá cada vez que enciendas el televisor. ¿Cómo vas a poder criticarle cuando muerde a cualquiera que se acerca a su plato de comida, sabiendo lo que ha pasado en su corta y traumática vida? Vivir con un perro inestable exige un precio que estás dispuesto a pagar por compensarle de todo lo que le pasó antes. Se lo debes.

Todos son perros estupendos

La verdad acerca de los perros es que no se sienten mal por su pasado. De hecho, ellos no ahondan en sus malos recuerdos. La nuestra es la única especie que hace algo así. Los perros viven el momento. Si se sienten seguros y a salvo en un momento, cualquier comportamiento anterior condicionado puede cambiarse, siempre que les ofrezcamos nuestro tiempo, nuestra paciencia... y nuestra constancia. Los perros pasan página, a veces incluso demasiado rápido ya que, como todo lo demás en la Madre Naturaleza, tiende a recuperar el equilibrio. Con demasiada asiduidad somos nosotros, los humanos, quienes impedimos que se alcance ese balance.

Somos seres humanos y una de las características más hermosas de nuestra especie es la capacidad para la empatía. Cuando alguien por el que sentimos algo sufre, nos sentimos mal por él, tanto si son personas como si son animales. Sufrimos cuando el otro sufre. Pero en el mundo animal, el dolor es una energía débil. Sentir lástima es una energía débil. Lo mejor que podemos hacer por un animal que ha sufrido en el pasado es ayudarle a pasar página y plantarse en el presente. En resumen: ese monstruo incontrolable y neurótico con el que vives está esperando a que le guíes por el camino de ser uno de los mejores perros del mundo.

‘Marley & Me’

El libro de John Grogan,
Marley & Me
(«Marley y yo»), figuró en la lista de libros más vendidos en noviembre de 2005 y mientras escribo este libro sigue figurando entre los 10 títulos más vendidos. Es fácil comprender por qué: se trata de una obra divertida y conmovedora sobre un labrador fuera de control, Marley, y que podría identificarse fácilmente con la historia de los perros de muchos de mis clientes. Marley suele comportarse de modo destructivo, raras veces obedece, en ocasiones se muestra obsesivo y es siempre impredecible. Incluso se le describe en la solapa del libro como «maravillosamente neurótico». En mi opinión, unir las palabras «maravilloso» y «neurótico» forma parte de la razón de que haya tantos perros inestables. Muchas personas que quieren a sus perros piensan que los hábitos insanos de sus mascotas son sólo «rasgos de personalidad». Cuando Grogan publicó por primera vez su tributo a Marley, recientemente fallecido, en el
Philadelphia Inquirer
, en un primer momento pensó que su compañero era único en su clase: «el peor perro del mundo». No tardó en verse inundado de cartas y correos en los que le decían que en realidad simplemente había entrado a formar parte de un gigantesco «club de perros malos».

«La bandeja de entrada de mi correo electrónico parecía uno de esos programas de televisión que bien podría titularse
Perros malos y la gente que los quiere
. Las víctimas de estos canes hacían cola ordenadamente para presumir no de lo maravilloso que era su perro, sino de todo lo contrario».

Como muchos de mis clientes, todas estas personas bienintencionadas y amantes de los perros probablemente no hayan comprendido que su perro no es feliz siendo «malo».

El año pasado fue una alegría para mí que la familia Grogan se pusiera en contacto conmigo a través de mi programa, en el canal National Geographic,
El encantador de perros
, y me invitaran a su casa de Pensilvania para que los ayudase con su perra Gracie, una preciosa labrador amarilla. Gracie padecía una dificultad completamente distinta a la de Marley (que se tratará en el capítulo 4). Pero, a pesar de las diferencias entre ambos perros, las dificultades que los dos padecían tenían su origen en la misma carencia
humana
: la falta de liderazgo. Cuando conocí a John Grogan y a su esposa, Jenny Vogt, la historia de Marley empezó a encajar. Son dos personas muy inteligentes y compasivas que ven el mundo a través de su prisma de periodistas: observan, analizan y describen..., pero no interfieren ni intentan cambiar nada. Habían dado por sentado que tendrían que aguantarse con Marley tal y como era, lo cual, en palabras del padre de John, era vivir con un animal «al que le falta un tornillo». De hecho, y tal y como ellos mismos me confesaron entre risas, de no haber sido por las manías de Marley no existiría un libro maravilloso con el que tanta gente se ha sentido identificada, capaz de llenar los ojos de lágrimas a muchos lectores. Ése es el truco, ¿verdad? No queremos cambiar a nuestros perros porque nos hacen reír, o sentirnos incondicionalmente queridos, o necesitados. Pero no solemos ponernos en el lugar del perro, ni imaginar cómo debe de sentirse él. Cuando un perro tiene miedo de algo —o una obsesión, o cualquier otro de los muchos problemas para los que se contratan mis servicios—, en la mayor parte de las ocasiones no hablamos de una «manía», sino de un animal que lleva una vida frustrante y a veces desgraciada.

Cuando terminé de secarme las lágrimas que humedecían mis ojos, dejé sobre la mesa el libro de Grogan, y lo primero que se me vino a la cabeza fue que Marley era perfectamente capaz de ser ese «perro genial». En el libro Jenny, la esposa de John, pasa por una depresión después de dar a luz a su segundo hijo. Desbordada por la frustración de tener que cuidar de dos bebés y un perro que destroza los muebles a diario, al final se derrumba y echa de la casa al incontrolable labrador. Previamente, Marley había sido expulsado de una clase de obediencia, pero John sabía que si no era capaz de conseguir que el perro siguiese algunas órdenes básicas y aprendiera a no saltar sobre la gente que iba a visitarlos, perdería a su mejor amigo, así que con decisión se pone manos a la obra y trabaja muy en serio para llegar a ser el líder de la manada de su perro. Por fin consiguió que Marley se graduara en su clase de obediencia, aunque lo hizo en el puesto número siete en una clase de ocho. Con la ayuda de un amigo, John consigue hacer desaparecer en Marley la costumbre de echarse encima de la gente que llama a la puerta de su casa. La cuestión es que John era perfectamente capaz de ser su líder cuando no le quedaba más remedio, y Marley era también perfectamente capaz de comportarse como un perro obediente. Juntos se enfrentaron al reto e hicieron todo lo necesario para mantener a la manada unida. Sin embargo, en mi lectura del libro, una vez que Jenny se había recuperado de su depresión y todo volvió a ser más fácil en su casa, John dejó de ser el líder que Marley necesitaba, de modo que el animal no llegó muy lejos en su aprendizaje de cómo obedecer las normas de la casa y respetar los límites.

John y Jenny contaban con una ventaja sobre la mayoría de la gente que adopta perros de cierta edad o en un refugio: la oportunidad de condicionar a Marley para que fuese un buen perro desde cachorro. Una vez más, la visión de su perro a través de los ojos de un periodista, es decir, de un modo imparcial les impidió intervenir en lo que ellos pensaron que era la evolución natural de Marley. Todas sus manías les hacían reír. ¡Y además, era tan mono! La preciosa fotografía que aparece en la portada del libro lo dice todo: la cabeza ladeada, esos encantadores ojazos marrones... ¿Cómo alguien con corazón iba a querer corregir o impartir disciplina a un animalito tan adorable y con esas orejotas de perrito de peluche? John y Jenny cometieron el habitual error de considerar las manías destructivas de Marley en su etapa de cachorro como una prueba de su personalidad en desarrollo, de su «espíritu». Cuando se estudia a los perros en la naturaleza, se observa que desde los lobos, pasando por los perros salvajes, hasta llegar a los domésticos se educan los unos a los otros. Como suele ocurrir en las granjas, la disciplina y el orden se les inculcan desde sus primeros días sobre la tierra. Incluso los de mayor edad lo soportan prácticamente todo de sus cachorros: no coartan su innato deseo de jugar, sino que les dejan subirse en ellos, que les tiren del pelo, incluso que les muerdan. Pero todo con unos límites bien definidos. Cuando el tiempo de jugar se termina, el can de mayor edad se lo hace saber inmediatamente apretándolos contra la tierra con el hocico, con un suave mordisco, o incluso levantándolos en vilo por el pellejo si es necesario. A veces basta con un gruñido para hacerles comprender el mensaje. Si aparece un peligro inminente, el perro mayor se las arregla para que todos los cachorros se refugien en la seguridad de su guarida en un abrir y cerrar de ojos... para envidia del profesor de la escuela que a diario intenta conseguir que un grupo de niños de 5 años abandonen el patio de recreo para volver a entrar en clase. La cuestión es que los cachorros asimilan muy rápido el mensaje de que deben seguir las normas de la manada. Su «espíritu» juguetón no disminuye por ello, pero entienden en una edad temprana que hay un tiempo y un lugar para todo. La Madre Naturaleza sabe cómo poner límites de un modo firme pero delicado. En cambio, cuando se trata de esas monadas de cachorros (y a veces de esas monadas de hijos), son muchas las personas que no pueden soportar tener que ponerles en el camino del buen comportamiento, especialmente cuando sus manías proporcionan a los adultos tan buenos y divertidos momentos. Pero cuando esos cachorros llegan a pesar cuarenta y cinco kilos, la diversión y los juegos, que tan graciosos nos parecían, se vuelven de pronto destructivos y a veces peligrosos.

BOOK: El líder de la manada
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