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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (5 page)

BOOK: El líder de la manada
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John y Jenny tenían un compañero maravilloso en Marley. Con él compartían confianza, amor y lealtad. Sin embargo, lo que no consiguieron de él fue respeto, y el respeto es un ingrediente esencial en la estructura de cualquier manada saludable. Cuando los estudiantes no respetan al profesor, no se aprende en clase. Una unidad militar no puede funcionar a pleno rendimiento si los soldados no respetan a su comandante. Los padres no pueden guiar debidamente a sus hijos si éstos no los respetan. Del mismo modo, tu perro no se sentirá seguro, tranquilo y estable si no te respeta como líder de la manada.

En parte John y Jenny no consiguieron ganarse el respeto de su perro porque siempre se dirigían a Marley, a su personalidad. Para ellos él siempre era el viejo cascarrabias, algo bobalicón y leal Marley. Nunca se dirigían al animal que había en él, al perro que habitaba en Marley, ni siquiera a la raza de Marley, un labrador retriever.

Hay que tener siempre presente el siguiente concepto clave:

Cuando interactúas con tu perro (especialmente cuando estás intentando corregir un comportamiento descontrolado),
debes
siempre dirigirte a él teniendo en cuenta este orden:

  1. animal,
  2. especie: perro (
    Canis familiaris
    ),
  3. raza (labrador retriever),
  4. nombre (Marley).

En primer lugar es importante dirigirse al animal que hay en tu perro, porque es lo que tienes en común con él: que ambos sois animales. Hablaremos más adelante de cómo proyectar la clase de energía que otro animal es capaz de reconocer. En segundo lugar, tu perro es un
perro
, no un bebé o una personita con pelo y rabo. Todos los perros tienen determinados rasgos en común y ciertas formas de comportamiento innatas. Aprender a reconocer lo que pertenece al perro y lo que pertenece a Marley es clave a la hora de distinguir un comportamiento inestable de otro normal. A continuación viene la raza. Reconocer la raza es especialmente importante si, como en el caso de los Grogan, tienes un animal de pura raza. Los mismos genes que lo hacen «puro» también le aportan necesidades especiales que debes saber cómo satisfacer para asegurarle equilibrio y felicidad. Hablaremos más sobre cómo satisfacer las necesidades de la raza en el capítulo 4.

Tras el animal, el perro y la raza llega, finalmente, Marley: el nombre, la irreprimible «personalidad». En numerosas ocasiones, lo que consideramos como personalidad del perro es la historia que nosotros nos fabricamos sobre él, a menudo basada en cómo mira o actúa el animal, y en muchas ocasiones, lamento decirlo, en lo que nosotros consideramos personalidad se basa en realidad en las dificultades relacionadas con la inestabilidad.

De modo que ¿cómo distinguir entre la «personalidad» de tu perro y sus «dificultades»? ¿Y, en cualquier caso, qué son esas «dificultades»?

Cualquier clase de comportamiento que encaje en estas categorías
no puede atribuirse
a «la personalidad de tu perro». Es un
problema
.

Es importante no olvidar que cada dificultad descrita en el cuadro siguiente
puede
tener un componente médico. Una enfermedad o un parásito pueden empujar a tu perro a actuar de un modo inestable, como puede también causarlo un desorden neurológico congénito, aunque en la experiencia que acumulo con cientos de perros, los desórdenes neurológicos son responsables de un porcentaje muy pequeño de los problemas de comportamiento. Sin embargo, siempre es importante someter a tu perro a revisiones periódicas en la consulta de un veterinario, especialmente si experimenta un repentino cambio de comportamiento. Lo más probable es que cuando emplees los métodos de liderazgo que te describo en mis explicaciones, consigas ayudar a la rehabitalización de tu perro, pero aun así, asegúrate de contar antes con una opinión médica, sólo por descartar cualquier cuestión de salud. En mi caso, tengo varios veterinarios estupendos que trabajan conmigo y me gusta pensar que la medicina y la terapia del comportamiento pueden ir de la mano a la hora de crear un mundo lleno de perros felices y sanos.

Dificultades


Agresión:
dirigida a otros perros y/o personas. Incluye morder por miedo, gruñir por la comida, lanzarse a los desconocidos, ya sean perros o personas, y dominancia agresiva.


Energía hiperactiva:
incluye abalanzarse sobre las personas al conocerlas o cuando entran en la casa; dar vueltas y más vueltas sobre sí mismo, temblores, actividades destructivas, como masticar objetos o hacer agujeros; jadeos sobreexcitados, etcétera. ¡No confundir la sobreexcitación con la felicidad!


Ansiedad/ansiedad por la separación:
ladrar, gimotear, rascar con las uñas, etcétera, tanto si el dueño está como si se ha marchado; ir y venir por la casa compulsivamente; o destrozar objetos cuando se queda solo.


Obsesiones/fijaciones:
incluye una «adicción» o una preocupación inusual con cualquier cosa, desde un gato a una pelota de tenis, expresada mediante un lenguaje corporal tenso, ignorancia de las órdenes del dueño o de las recompensas en forma de comida, incluso ante el dolor físico.


Fobias:
un temor o incidente traumático que el perro no ha sido capaz de superar; cualquier cosa, ya sea un suelo brillante, los truenos o un camión de UPS.


Baja autoestima/timidez:
energía débil, terror irracional ante cualquier cosa, bloqueo total. Un grado extremo de temor.

Personalidad contra dificultades

¿Qué características se pueden atribuir al «espíritu» o la «personalidad» naturales en tu perro? En primer lugar, debes comprender que
personalidad
es un término con significados distintos si nos referimos a un perro o a un ser humano. Imaginemos que eres una persona a la que le gustaría salir con alguien que se complementara con tu personalidad y que decidieras poner un anuncio en la sección de contactos que dijera «me gusta trabajar en el gimnasio, pasear, correr al atardecer por la playa; me gustan también las películas de acción...». Todo eso indicaría que eres una persona activa y con grandes dosis de energía que busca a alguien que lo iguale. Si en tu anuncio se dijera: «me gusta tomar un buen chocolate caliente junto al fuego, quedarme en casa, alquilar una buena peli y hacer crucigramas», estarías indicando que eres una persona de bajo nivel de energía que quiere conocer a alguien de su mismo tipo. Nos describimos a nosotros mismos o a los demás como tranquilos, nerviosos, tímidos o extrovertidos. Como seres humanos, todas estas características componen nuestra
personalidad
.

La personalidad en un perro es algo similar, pero no se expresa con palabras ni se define en preferencias o rechazos, sino por el olor y la energía. Cuando dos perros de mi manada se hacen amigos, primero uno utiliza la nariz para olisquear los genitales del otro, lo cual le proporciona todo tipo de información sobre sexo, nivel de energía, rango, comida que ingiere, lugares en los que ha estado, etcétera. El nivel de energía es importante porque se llevará mejor con aquel can cuya energía sea compatible. ¿Alguna vez has visto jugar a dos perros con un nivel de energía diferente? Normalmente esto sucede cuando un perro mayor se encuentra con unos cachorros. Naturalmente el perro mayor posee menos energía, aunque fuera un perro muy energético en su juventud. El cachorro casi siempre tiene un nivel superior de energía y volverá loco al mayor al intentar convencerlo de que juegue con él cuando el pobre lo único que quiere es tumbarse y dormitar. Esto suele ocurrir en diferente escala con los perros de mi manada: los animales buscan por instinto hacerse amigos de otros perros que puedan igualar su nivel de juego. Aunque todos los miembros de la manada se lleven bien, algunos individuos se acercarán a otros basándose en su nivel de energía y en el modo en que les gusta jugar. Un ejemplo magnífico de esta clase de atracción se materializó cuando estaba trabajando con Punkin, un lebrel africano que había desarrollado una peligrosa obsesión con las piedras. Mi objetivo era traerle al Centro para que pudiese aprender de otros miembros de la manada, perros equilibrados a los que las piedras les importaban un comino, pero que habían aprendido a jugar con una pelota de tenis de un modo disciplinado (lo que significa que el juego siempre tiene un principio y un final impuesto por mí, el jefe de la manada). Punkin era un perro ansioso y de alto nivel de energía, y cuando fuimos con él al parque canino, inmediatamente se sintió atraído por LaFitte, un caniche muy grande y con grandes dosis de energía. Fue lo que se dice un flechazo. Al instante se reconocieron el uno en el otro, por el olor y la energía, y descubrieron que ambos serían magníficos compañeros de juego, y que se lo pasarían de maravilla corriendo juntos. Hace poco he tenido en el Centro a un jack russell muy energético de nombre Jack, cuyo compañero de juegos favorito era un pitbull enorme, pero de un nivel de energía medio llamado Spike. Aunque Jack poseía la mitad de la masa corporal de Spike, los dos se llevaban de maravilla. Olor y energía combinados para crear la «personalidad» individual de un perro.

Los seres humanos poseemos una tendencia natural a crear símbolos y a nombrar las cosas, y somos proclives a asociar la personalidad con los nombres. Según dicen los científicos, somos la única especie que empezó a describir el mundo que le rodea con símbolos, obras de arte y, muy especialmente, con etiquetas y nombres. Hoy, el
Homo sapiens
emplea millones de lenguas diferentes y símbolos para comunicarse. Mira un instante a tu alrededor: tenemos a ese hombre y a esa mujer en miniatura que nos avisan en las puertas de los lavabos; el logotipo de No Fumar; incluso una bandera sirve para indicarnos dónde estamos y cómo debemos relacionarnos con nuestro entorno en un momento concreto. Tenemos millones de palabras y combinaciones diferentes en oraciones para describir cosas. Como seres humanos tendemos a organizar y personalizar casi todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Es nuestro modo de entender las cosas, de ver el mundo con nuestros ojos. Por ejemplo: damos nombre a los huracanes. Clasificamos flores y árboles.

Sin embargo, en el mundo canino, los árboles no tienen nombres, sino olor y un uso determinado en su entorno. «¿Es venenoso este árbol, o quizás mi estómago deje de molestarme si me como un trozo de su corteza? ¿Estará este árbol en una encrucijada para que pueda marcarlo con mi olor?». Así es como un perro considera al árbol: desde el punto de vista de la supervivencia. Los perros no utilizan nombres para comprender e identificarse entre ellos, sino que sólo se detienen a examinar la fotografía completa: la de su propia supervivencia y la del grupo. Tu personalidad, el «nombre» que le das a tu perro es cómo encajas en su vida. Tu nivel de energía, tu olor y tu papel en la manada es lo que de verdad importa para él.

Los perros no tienen nombre en la manada, sino una posición. Algunos estudiosos de los perros nombran los distintos rangos como alfa, beta, omega y demás. Otras etiquetas que hemos creado los definirían como número uno, número dos, número tres y número cuatro. Mucha gente me ha malinterpretado y me acusa de analizar a los perros de un modo simplista, como si todo girara en torno a la dominación. En realidad no se dan cuenta de que lo que yo creo es que todos los perros son importantes dentro de la manada. La dominación no significa que el perro alfa sea «mejor» que los demás. Posee capacidad de decisión, pero no es mejor. Cada perro desempeña una función en la manada: el que se queda el último suele ser el más sensible de todos y, a menudo, es el que mantiene a los demás alerta sobre posibles intrusos. El perro que va a la cabeza —el líder de la manada— se asegura de que todo el mundo coma, busca la comida y el agua, y los seguidores lo defienden de rivales u otros depredadores. No es una democracia, pero desde luego se pretende que el grupo sea siempre mejor que la suma de todas sus partes. Lo principal es el «nosotros».

Del «yo» al «nosotros»

Los humanos, al menos en la cultura occidental, tendemos a ver el mundo como un «yo contra tú». Especialmente en un mundo donde un individualismo despiadado es lo que la mayoría pretende y el todopoderoso «yo» es el centro del universo. En mi opinión, eso es lo que dificulta sobremanera las relaciones personales: un índice de divorcios superior al 50 por ciento, niños que se rebelan contra sus padres, personas que se pelean con sus jefes y dejan sus trabajos en un ataque de ira..., porque en el fondo de nuestras relaciones, todo se reduce a un yo contra tú. Pero si un perro pudiera expresarse con palabras, sus reflexiones sobre el mundo siempre se medirían con el empleo del «nosotros». Lo primero, la manada; el individuo, después. Quizás sea ésa la razón de que tantos de nosotros, humanos inseguros, nos acerquemos a los perros cuando tenemos dificultades con la gente. Cuando un perro llega a una casa, trae siempre consigo la categoría del «nosotros», y eso nunca cambia. Está en la naturaleza del animal, y resulta verdaderamente reconfortante cuando nuestra relación con los otros siempre parece cargada de tensiones.

Con todo esto no pretendo decir que un perro no sea distinto de los demás. ¡Por supuesto que lo es! Pero ¿cómo distinguimos lo que pertenece al ámbito de la individualidad de nuestra mascota de lo que pueden ser o no sus «dificultades»? Existen determinadas características, que varían de un perro a otro, con las que los humanos medimos la «personalidad» de nuestro perro. Todos los perros muestran un cierto grado de curiosidad, y eso forma parte de su espíritu. Todos son alegres en su propia medida. Los perros viven el momento y cada día es para ellos la mañana de Reyes, aunque sean animales de poca energía o mayores. Todos los perros son juguetones en su propia medida, y cuánto les gusta jugar está determinado en parte por su raza y en parte por su energía. Todos los perros son leales en su propia medida, porque en la naturaleza la manada necesita lealtad para mantenerse unida y sobrevivir. Todos los perros son capaces de aprender, porque también es necesario para sobrevivir, y disfrutan con los retos. Todos ellos saben seguir las instrucciones y las normas del líder, y comprenden la importancia de tales normas. Todos los perros son cariñosos en su propia medida. A todos los perros les gusta y necesitan caminar con un líder en modo migratorio, y cuántos pasos den dependerá también de su raza y de su nivel de energía. Todos los perros necesitan sentirse útiles, trabajar para ganarse la comida y el agua, ser unos miembros de la manada productivos y solidarios. Los perros no son solitarios como muchas razas de gatos, sino carnívoros gregarios, y sus necesidades sociales están profundamente arraigadas en su cerebro. Ser social significa que
necesitan
a la manada para sentirse felices y satisfechos. Cuando domesticamos a los perros, pasamos a ser miembros de su manada por defecto, pero si nosotros no existiéramos, seguirían formando manadas. Durante la crisis del huracán Katrina, algunos perros que quedaron abandonados hicieron precisamente eso para sobrevivir. Pero llevamos siendo sus líderes desde hace diez mil años, y puede que incluso cientos de miles de años, de modo que, aunque son perfectamente conscientes de que no somos de su raza sino humanos, nos seguirán sin dudarlo siempre que les procuremos la dirección adecuada.

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