El Mundo Amarillo (7 page)

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Authors: Albert Espinosa

BOOK: El Mundo Amarillo
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«Uno es lo que es después de una paja.» Eso me dijo un fisioterapeuta. Me explicó que después de hacerte una paja, quien queda eres sólo tú. En esos dos o tres minutos después de la masturbación aparece la esencia de quién eres.

También decía: «Las pajas son como suicidios exteriores. Es como matarte por fuera». Era un tipo muy alto, de casi dos metros diez, y hablaba de las pajas como otra gente habla de fútbol o de cine. Hablaba con tanta pasión que era imposible no escucharle. Me encanta cuando descubro pasión; la pasión es lo que más me interesa.

Sin duda hizo que me interesara por las pajas, y ese interés jamás ha decaído. Creo que las pajas se hacen cuando te sientes bien y cuando estás jodido. Es algo invariable de la vida. Es una forma de canalizar energía.

El fisioterapeuta era un apasionado de las «pajas positivas», que, según él, eran las pajas que te haces pensando en una persona y que le traen suerte. Tras dedicarle una paja la suerte va al citado inspirador.

Siempre me pareció poética esa manera de enfocar las pajas. ¡He dedicado tantas pajas positivas en mi vida! Te sientes poderoso, dotado de un don.

Así que no temas, hazlo. Tan sólo oblígate a pensar en una sola persona. Y deja que la magia haga el resto.

Decimosexto descubrimiento:

«Lo difícil no es aceptar cómo es uno,

sino cómo es el resto de la gente»

Unos vomitan y otros no vomitan.

Gran sentencia de una enfermera. Yo estaba vomitando ese día.

Bueno, este descubrimiento en realidad son dos; dos en uno.

1. Acepta quién eres tú. No es fácil, lo sé. San Agustín decía: «Conócete, acéptate, supérate». Creo que era muy optimista al pensar que puedan hacerse las tres cosas. Yo siempre me he conformado con conocerme. No es fácil conocerse, saber cuáles son tus gustos, qué cosas te gustan, con qué no disfrutas.

Pero es posible; dedícale tiempo, busca, rebusca, vuelve a buscar y finalmente comenzarás a tener un retrato robot de quién eres.

2. Una vez te conoces, si consigues quererte viene la parte más complicada. La segunda parte del descubrimiento: conoce al resto de la gente y acéptala como es.

Sé que puede parecer un mandamiento religioso, pero en realidad se trata simple y llanamente de tener la misma paciencia con los demás que la que has tenido contigo mismo. Aceptar cómo son, aceptar cómo no son, es el inicio para aceptar cómo eres tú y cómo no eres tú.

3. Y de ahí proviene el resto de la frase. Lo difícil no es aceptar cómo eres tú sino cómo son los demás. Ése es el reto. No olvides que a veces, cuando ya nos conocemos, pensamos que hemos llegado a la meta. Pero la meta está lejos, muy lejos todavía. Cada día conoceremos a más y más gente y tendremos que dedicar todas nuestras fuerzas a entenderlos.

Este descubrimiento, que parece tan complejo, proviene de una enfermera. Había un chico que consiguió no vomitar con la quimioterapia, y a partir de ese día le molestaba que otros vomitaran a su lado. No intentaba comprender y conocer a los demás; él había logrado su objetivo y parecía que el resto de los humanos debían seguir sus pasos. La enfermera nos dijo que algunos vomitan y otros no vomitan. De ahí saqué el resto.

Ella consiguió que el que no vomitaba nos contase sus trucos; uno de ellos era beber Coca-Cola, que según él era un gran antivomitivo.

Fue impresionante verle dar consejos. Y es que a veces no es tan importante seguir una senda como deshacer nuestra senda, coger otra diferente y darte cuenta de que hay otra forma de ir a un lugar. No juzgar, no intentar ser radical. Cualquier senda puede ser buena, tan sólo hay que tener claro que es producto de alguna decisión.

Decimoséptimo descubrimiento:

«El poder de los contrastes»

No moriremos de cáncer, moriremos de aburrimiento.

Uno de nuestros cánticos favoritos.

En la planta 4.ª del hospital en el que siempre estuve ingresado soñábamos con cosas que no teníamos.

Más tarde he dado conferencias en hospitales, y muchos enfermos me han dicho lo mismo: faltan cosas en los hospitales, falta diversión.

Teníamos una máxima en el hospital: «No moriremos de cáncer sino de aburrimiento». Y es que todo el mundo piensa que en un hospital tu vida tiene que detenerse, que no debes divertirte. Y la realidad es todo lo contrario. Tu vida normal se detiene, por lo tanto necesitas muchas más actividades para contrarrestar esa inactividad.

Recuerdo cuando la gente decía que Crónicas marcianas era telebasura. Creo que todos esos críticos no habían pisado nunca un hospital a la hora que lo emitían. Miles de enfermos reían, disfrutaban con aquel programa. Les daba vida, les daba fuerza. Les hacía partícipes de un mundo del que momentáneamente les habían apartado.

Yo siempre he creído que falta mucha imaginación al diseñar hospitales. Al principio, las salas de quimioterapia no tenían ni un solo entretenimiento. Más tarde, un pequeño televisor presidía la sala, aunque debías tener una vista de águila para poder verlo.

Pero ¿dónde están los ajedreces, los juegos de mesa, las cartas, las teles de 50 pulgadas de plasma, los videojuegos, la conexión wifi para conectarte a internet? Sí, sí, no es ninguna broma, todo esto debería estar en los hospitales. Conectar a la gente con el mundo es muy necesario para poder luchar en condiciones.

A veces no se dan cuenta del potencial vital de los enfermos. Yo siempre he recomendado que los propios enfermos den conferencias. Tienen experiencias que te dejarían impresionado. Seguro que si la conferencia fuese en el exterior irías, así que imagínate que la da tu compañero de habitación en pijama azul y que está justo a tu lado.

Cuando estás enfermo, aparece tu segunda vida. Una vida que no puedes dejar de vivir, porque por muy enfermo que estés sigues vivo. Yo he tenido mi vida fuera y mi vida dentro. Ahora vivo mi vida fuera, pero quizá mi vida dentro volverá algún día. Ambas vidas comparten cosas pero difieren en otras. Seguir viviendo, eso es lo importante. La niñez, la adolescencia o la edad adulta deben vivirse aunque uno esté enfermo.

Pero para ello necesitas la pista para correr, el escenario para salir. A veces los hospitales son poco contrastados, y lo fundamental en la vida es juntar contrastes. Yo siempre he creído que cuando juntas dos contrastes algo mágico ocurre. Por eso muchas relaciones personales se basan en lo poco que tienen en común ambos miembros de la pareja.

Deberían unirse más contrastes. Éstos son algunos que espero que pronto se hagan realidad. Es una lista sin orden, una lista fruto de años en el hospital y otros años fuera de él.

1. Una piscina olímpica en un hospital. ¡La natación iría tan bien a tantos enfermos! Poder sumergirte y sentirte como un pez.

2. Una bolera en un aeropuerto. Desahogarse es vital. Desahogarse con unos bolos podría generar mucho bienestar. Deporte y aeropuerto, cualquier deporte sería positivo en un aeropuerto.

Ahora ya comienza a haber gimnasios. ¡Cuánto bien deben estar haciendo!

3. Una peluquería en un cine. Un buen corte de pelo antes de ver una película. Voy a cortarme el pelo y al cine. Que hubiera alguien que te propusiera un nuevo estilo, un afeitado o simplemente un masaje o un depilado sería estupendo. ¿Qué peli va a ver? Pues entonces le recomiendo tal o cual peinado.

4. Libros en los bosques. Pequeñas bibliotecas en medio del bosque. Ya que los libros provienen de allí, dejemos algunos allí. Creemos unos armarios y depositémoslos allí. Sin duda, estaría bien subir a una montaña y encontrarte los libros perfectos para leer.

5. Bares en los bancos. Pequeñas barras mientras esperas que te den un crédito o sacas parte de la nómina. ¿Por qué tiene que ser tan serio un banco, por qué no puede haber una barra para conocer a otros clientes, saber su tipo de interés, lo que esperan de su vida, de sus acciones? Seguro que mucha gente se iría por la mañana y diría alegremente: me voy al banco, vuelvo en diez minutos. Un buen café, un buen tentempié antes de decidir qué harás con tus ahorros. En un lado pides una tapa de calamares y en la otra doscientos mil euros, a ver qué te dan primero.

Decimoctavo descubrimiento:

«Hiberna veinte minutos»

No te muevas. Respira, no respires.

Hits que se escuchan en cualquier sala de radiografía.

Hay frases en el hospital que oyes hasta la saciedad; acaban formando parte de ti, como si se pusieran de moda. Es parecido a cuando una frase se hace famosa en un programa de televisión y la gente no puede dejar de repetirla. Pues en el mundo hospitalario ocurre lo mismo; ésta es una de ellas.

«No te muevas. Respira, no respires» es la que más escuchas cuando te hacen un tac o una radiografía. Necesitan sobre todo que no te muevas, que te quedes muy quietecito para que todo aparezca en su sitio. El tiempo de inmovilidad es de entre quince minutos a una hora y quince minutos. Por lo tanto hay que armarse de mucha paciencia para gozar de esos momentos; debes tomártelos como momentos de paz interior.

Sin duda para disfrutar con el cáncer tienes que disfrutar de los tiempos muertos, ya que son la base de todo cuando tienes esta enfermedad. Eso es lo más duro: no hacer nada, estar quieto aunque por dentro tengas ganas de marcharte, de volar, de jugar, de trabajar.

Eso es lo que debes controlar, eso es lo que más cuesta aceptar. Estar en una sala solo, ya que nadie quiere irradiarse. ¿Y yo? ¿Acaso yo quiero irradiarme? Siempre me lo preguntaba cuando todos se marchaban.

Pero no se trata sólo de estar quieto sino también de estar en silencio.

Y por si todo esto fuera poco, no sólo tienes que administrar tu silencio sino también tu respiración. Mucho silencio, mucha quietud y mucha respiración controlada.

Sin saberlo, cada vez que me hacían una radiografía entraba en contacto con mi yo interior. Era como un acto de búsqueda y encuentro, un autoexamen; un yoga extraño que hacía que me sintiera mejor. Salía de la radiografía mejorado.

Por ello, cuando me curé, seguí utilizando ese método. Cada mes, intento dedicar un día a hacerme una radiografía. No tengo aparatos de rayos X en casa, pero no son necesarios para estudiarte por dentro.

1. Me echo en la cama. Cierro las puertas, apago los móviles y me quedo quieto, muy quieto.

Mentalmente me digo la frase número uno del hit parade: «No te muevas. Respira, no respires».

3. Durante veinte minutos lo hago. Me prohíbo cualquier actividad que no sea pensar en no moverme y racionar el aire que respiro.

4. Y, mágicamente, cuando acabas ese momento de no hacer nada consigues solucionar cuestiones oxidadas, encontrar sentimientos que parecían perdidos y creer (luego hay que comprobarlo) tener la solución para todo.

Quizá parezca meditación, pero en realidad es simplemente estarse quieto. Todo iría mejor en este mundo si todos nos quedáramos un rato quietecitos, muy quietecitos. Hibernaciones de veinte minutos.

Decimonoveno descubrimiento:

«Busca a tus compañeros de habitación

de hospital fuera de él»

Eres mi hermano, mi hermano pequeño de hospital.

Mi hermano de hospital. Antonio el grande. Cantautor.

He tenido la suerte de tener grandes compañeros de habitación. En algún capítulo ya hablé de algunos de ellos. Son como hermanos por horas, por días o por meses. Pero ejercen de hermanos, de «amarillos» en potencia.

Me encanta esa sensación de llegar vestido de calle a una habitación, encontrarte a ese desconocido (con pijama y con la parte más vital de su familia al lado) y saber que en pocos días seremos íntimos.

Siempre que llegas a un hospital te dejan la cama más cercana a la ventana. Es como un pacto no escrito, pero saben que necesitarás acercarte al ventanal y mirar el mundo que dejas atrás momentáneamente. También existe otro pacto no escrito que es permitir que el primer día el enfermo no se ponga el pijama. Al recién llegado se le permiten veinticuatro horas de aclimatación.

Cuesta mucho dejar la ropa de calle y meterte en una cama a las doce de la mañana cuando te encuentras bien. Normalmente, después de ponerte el pijama, tardas casi veinticuatro horas más en introducirte en la cama.

En esas primeras cuarenta y ocho horas es cuando tu compañero de habitación comienza a ayudarte. A veces con palabras, a veces tan sólo con gestos. A veces, simple y llanamente, explicándote qué tiene, qué sintió y qué está notando en estos momentos. La experiencia es la base de la comunicación; verte reflejado hace que ganes media batalla.

Mi mejor compañero de habitación se llamaba Antonio y era de Mataró. Tenía un agujero enorme en la planta del pie, en el que cabía casi una pelota de ping-pong. Pero era puro fuego, puro nervio. Tenía más energía que casi toda la gente que he conocido más tarde.

Él tenía diecinueve años y yo tenía catorce. Me hacía reír mucho. Él me permitió estar casi cuatro días sin ponerme el pijama, y para ello me defendió ante médicos y enfermeras; les explicó que le gustaba verme vestido, que era como tener visita.

Tenía un pequeño piano en el que tocaba canciones, y poco a poco, a través de la música, me fue ayudando. El tocaba y yo cantaba. Compusimos grandes canciones, la que nos proporcionó más éxito fue: «Dame un fin de semana» y tras ella: «Márcate un pase de sol»

Era una persona sensacional que, sin saberlo, se iba apagando día a día. Cada día venían menos médicos a verlo y llegaban más visitas de la calle. Ése es sin duda el signo más evidente de que te mueres: cuando comienzan a desfilar amigos a todas horas y los médicos espacian sus visitas porque ya no tienen demasiado que decirte.

Me hablaba del amor y de las mujeres. Era su tema favorito: cómo encontrar a la mujer perfecta, cómo encontrar al amor de tu vida. A falta de dos días para morir aún lo buscaba, aún filosofaba sobre ello. Yo creo que el amor era lo que lo hacía tan especial; esa búsqueda se reflejaba en su rostro.

Murió. Yo no lo vi morir. Jamás los veíamos morir; se los llevaban a morir a casa casi siempre. Sabíamos que cuando se marchaban morían, pero nos despedíamos en vida; eso siempre fue muy bonito.

Me dejó su piano, me dijo que algún día valdría millones. Aún lo tengo, aún lo toco. Sin duda, me dio parte de su fuerza. A él no lo compartí, pedí quedármelo entero; lo solicité y me lo concedieron. Todo él está dentro de mí y sin duda él es el 90 % de la pasión que hay en mí.

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