El retorno de los Dragones (48 page)

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Authors: Margaret Weis & Tracy Hickman

Tags: #Aventuras, Fantastico, Juvenil

BOOK: El retorno de los Dragones
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—Por mi honor de caballero —dijo Sturm conteniendo el aliento.

—Nunca había visto una mujer tan bella.

—Ni la verás en este mundo —murmuró Tanis.

Todos los compañeros miraron fijamente a Tanis, pero el semielfo ni se dio cuenta. No podía apartar la mirada de Laurana. Sturm arqueó las cejas, intercambiando una mirada con Caramon, quien le estaba dando un codazo a su hermano. Flint movió la cabeza y lanzó un suspiro tan hondo que parecía salido de los dedos de sus pies.

—Ahora todo está mucho más claro —le dijo Goldmoon a Riverwind.

—Para mí no está nada claro —dijo Tasslehoff—. ¿Tienes alguna idea de lo que está ocurriendo, Tika?

Todo lo que Tika sabía era que, mirando a Laurana, se sentía patosa y mal vestida, pecosa y pelirroja. Se subió la blusa tapándose el escote, deseando que no fuese tan bajo o no tener tanto que mostrar.

—Vamos, por favor, dime qué es lo que está sucediendo —susurró Tasslehoff al ver las miradas que los otros intercambiaban.

—¡No lo sé! —exclamó Tika.

—Sólo sé que Caramon está haciendo el ridículo. Míralo al muy tonto. Parece como si en su vida hubiese visto a una mujer.

—Es bonita —dijo Tas.

—Diferente a ti, Tika. Es esbelta y camina como un árbol mecido por el viento, y...

—¡Oh, cállate! —exclamó Tika furiosa, dándole a Tas un empujón que casi lo tira.

Tasslehoff se ofendió y cambió de lugar, situándose al lado de Tanis, resuelto a no apartarse del semielfo hasta averiguar lo que estaba sucediendo.

—Os doy la bienvenida a Qualinost, honorables huéspedes —dijo Laurana con timidez pero con una voz clara y cristalina.

—Por favor, seguidme. El camino no es largo, habrá comida, bebida y descanso al llegar.

Caminando con la gracia de un niño, avanzó entre los compañeros, quienes se apartaron a su paso, tal como habían hecho los elfos. Todos la miraban con admiración. Laurana se dio cuenta, por lo que bajó los ojos con modestia, enrojeciendo. Sólo levantó la mirada una vez, cuando pasó al lado de Tanis, una mirada fugaz que sólo Tanis advirtió.

Los compañeros despertaron a Fizban y abandonaron la torre del Sol.

6

Tanis y Laurana.

Laurana los condujo a una arboleda de álamos que había en el centro de la ciudad. A pesar de estar rodeados de edificios y calles, parecía como si estuviesen en el corazón de un bosque, sólo el murmullo de un riachuelo cercano alteraba la quietud. Laurana les señaló unos árboles frutales que había entre los álamos, y les dijo a los compañeros que tomasen sus frutos. Unas doncellas elfas les llevaron cestas con pan fresco. Los compañeros se lavaron en el arroyo y luego se tendieron sobre los mullidos lechos de musgo a descansar y disfrutar de la silenciosa tranquilidad que reinaba a su alrededor.

Todos, excepto Tanis. Negándose a comer, el semielfo paseaba por la arboleda absorto en sus propios pensamientos. Tasslehoff lo observaba de cerca, carcomido por la curiosidad.

Laurana era una anfitriona perfecta. Se aseguró de que todos estuviesen cómodos, deteniéndose a intercambiar unas palabras con cada uno de ellos.

—Tú eres Flint Fireforge, ¿no es así? —le dijo. El enano enrojeció de placer.

—Aún conservo algunos de aquellos maravillosos juguetes que me hiciste. Te hemos echado de menos durante todos estos años.

Sintiéndose tan aturdido que no podía pronunciar palabra, Flint se dejó caer sobre la hierba y se bebió una inmensa jarra de agua.

—¿Tú eres Tika? —preguntó Laurana deteniéndose junto a la camarera.

—Tika Waylan —respondió la muchacha con brusquedad.

—Tika, que nombre tan bonito... y que cabello tan precioso tienes —dijo Laurana acariciando los vigorosos rizos rojos con admiración.

—¿De verdad lo crees así? —dijo Tika enrojeciendo al ver que Caramon la estaba mirando.

—¡Desde luego! Es del color del fuego y por lo que he oído tu espíritu es del mismo tono. Me contaron cómo salvaste la vida de mi hermano en la posada. Estoy en deuda contigo.

—Gracias —respondió Tika en voz baja. —Tu cabello también es bellísimo.

Laurana sonrió y siguió su camino. No obstante, Tasslehoff se dio cuenta de que su mirada se desviaba continuamente hacia Tanis. Cuando el semielfo, de pronto, arrojó el resto de la manzana que se estaba comiendo y desapareció entre los árboles, Laurana se excusó rápidamente y lo siguió.

—¡Ah! ¡Ahora averiguaré lo que está sucediendo! —exclamó Tas para sí. Mirando a su alrededor, se deslizó tras Tanis.

Tas se escurrió por el sendero que serpenteaba entre los árboles y de repente se encontró al semielfo, solo, de pie al lado del cristalino riachuelo, tirando hojas secas al agua. Notando que algo se movía a su izquierda, Tas se agachó con rapidez, escondiéndose entre un grupo de arbustos en el preciso momento en que Laurana aparecía por otro sendero.

—¡Tanthalas, Quisifnan-Pah!
—exclamó.

Tanis, al oír su nombre de elfo se volvió y Laurana le rodeó con sus brazos, besándolo.

—Ugh —dijo ella apartándose:

—A ver si afeitas esa horrible barba. ¡Cómo pica! Además, así no pareces Tanthalas.

Tanis la sujetó por la cintura, apartándola con suavidad. —Laurana —comenzó a decir.

—No, no te enfades por lo de la barba, si insistes, me acostumbraré a ella —dijo Laura haciendo mohínes.

—Bésame. ¿No quieres? Entonces te besaré yo. —Volvió a besarlo de nuevo hasta que Tanis consiguió separarse de ella.

—Ya basta, Laurana —le dijo secamente, volviéndose de espaldas.

—¿Por qué? ¿Qué te pasa? Has estado fuera tantos años, y ahora has regresado. No te muestres frío y apesadumbrado. Eres mi prometido, ¿recuerdas? Es lógico que una muchacha bese a su prometido.

—Eso fue hace mucho tiempo —dijo Tanis —.

—Entonces éramos niños, jugábamos, nada más. Era romántico, un secreto que compartíamos. Ya sabes lo que hubiese sucedido si tu padre se hubiese enterado. Gilthanas se enteró, ¿no es así?

—¡Claro! ¡Yo se lo dije! Yo le cuento todo a Gilthanas, ya lo sabes. ¡No imaginé que reaccionase como lo hizo! Sé lo que te dijo, me lo contó después. Se sentía muy mal por haberte hablado de esa forma.

—Estoy seguro de que así fue —Tanis la sujetó por las muñecas, manteniendo sus manos inmóviles.

—¡Lo que dijo era verdad, Laurana! Soy un bastardo. ¡Tu padre hubiese tenido todo el derecho de matarme! ¿Cómo podía yo darle un disgusto después de lo que había hecho por mi madre y por mí? Esa fue una de las razones por las que me fui... por esto y para averiguar quién soy y a qué lugar pertenezco.

—Tú eres Tanthalas, amado mío, ¡y tu lugar está aquí! —gritó Laurana.

Liberando sus muñecas, tomó las manos de Tanis entre las suyas.

—¡Mira! Aún llevas mi anillo. Sé por qué te fuiste. Tenías miedo de amarme, pero no debes tenerlo ahora, todo ha cambiado. Mi padre tiene tantas cosas en la cabeza, que no le importará. Por favor... ¡casémonos! ¿Acaso no es éste el motivo de tu regreso?

—Laurana —Tanis habló con suavidad pero con firmeza—, mi vuelta ha sido una casualidad...

—¡No! —gritó ella apartándolo—. No te creo.

—Ya has oído la historia de Gilthanas. Si Porthios no nos hubiese rescatado, ahora estaríamos en Pax Tharkas.

—¡Se lo inventó! No quería contarme la verdad. Volviste porque me amas. No aceptaré ninguna otra explicación.

—No quería decírtelo, pero veo que debo hacerlo —dijo Tanis exasperado.

—Laurana, estoy enamorado de otra persona... una humana. Su nombre es Kitiara. Esto no quiere decir que no te quiera también. Te quiero... —A Tanis le falló el habla.

Laurana se le quedó mirando fijamente, sus mejillas palidecieron.

—Te quiero, Laurana. Pero no puedo casarme contigo porque también la quiero a ella. Mi corazón está dividido, al igual que mi sangre.— Sacándose el anillo de hojas de enredadera talladas, se lo tendió.

—Te libero de las promesas que me hiciste, Laurana. Y te pido que tú me liberes a mí de las mías.

Laurana, incapaz de hablar, tomó el anillo. Miró a Tanis implorante, y al ver que en su rostro sólo había tristeza, dio un chillido y lanzó el anillo lejos de ella. Este cayó a los pies de Tas, quien lo recogió y se lo metió en un bolsillo.

—Laurana —dijo Tanis abatido, tomándola en sus brazos, pues la muchacha lloraba desconsoladamente.

—Lo siento. Nunca quise...

Llegado este punto, Tasslehoff salió fuera de la maleza y regresó por el sendero.

—¡Bien! —se dijo el kender suspirando satisfecho.

—Al menos ya sé qué es lo que está ocurriendo.

Después de la tensa y dolorosa conversación con Laurana, Tanis cayó en un profundo sopor, abatido por sus contradictorios sentimientos y por el cansancio. Sin saber cuanto tiempo había transcurrido. Tanis se despertó bruscamente y encontró a Gilthanas a su lado.

—¿Y Laurana? —le preguntó poniéndose en pie.

—Está bien —dijo Gilthanas en voz baja.

—Sus doncellas la trajeron a casa. Me contó lo que le dijiste. Sólo quiero que sepas que lo comprendo. Es lo que siempre había temido. Tu parte humana se siente atraída por los humanos. Intenté explicárselo, confiando en no herirla. Al final me ha escuchado. Gracias, Tanthalas. Sé que no debe haber sido fácil.

—No, no lo fue —dijo Tanis tragando saliva.

—Voy a ser honesto, Gilthanas... la amo, de verdad la amo. Es sólo que...

—Por favor, no me digas nada más. Dejémoslo como está y quizás, aunque no podamos ser amigos, tal vez podamos respetarnos el uno al otro.

—El rostro de Gilthanas estaba pálido a la luz del crepúsculo.

—Tú y tus amigos debéis prepararos. Cuando Solinari aparezca, habrá un banquete y luego la reunión del Gran Consejo. Ha llegado la hora de tomar decisiones.

Tras decir esto, se marchó. Tanis lo observó unos segundos y luego, suspirando, se dispuso a despertar al resto de los compañeros.

7

La despedida

La decisión de los compañeros

El banquete celebrado en Qualinost le recordó a Goldmoon el que se había organizado con motivo del funeral de su madre. Tearsong, al fin y al cabo, se había convertido en una diosa, por tanto su funeral, al igual que el banquete, debería haber sido una alegre celebración. No obstante, a todos les había resultado muy difícil aceptar la muerte de aquella bella mujer y habían sentido una tristeza rayana a la blasfemia.

El banquete del funeral de Tearsong había sido el más cuidadosamente organizado de todos los celebrados por los Que-shu, pues su apenado esposo no había reparado en gastos. Al igual que en el de esta noche en Qualinost, había grandes cantidades de comida, aunque los comensales tenían poco apetito. También hubo varios intentos fallidos de conversación, pues en realidad nadie quería charlar. De tanto en tanto, alguna persona, vencida por la tristeza, se veía obligada a abandonar la mesa.

El recuerdo era tan intenso, que Goldmoon pudo comer muy poco; la comida le sabía a cenizas. Riverwind la observaba preocupado. Buscó la mano de la mujer y la estrechó con fuerza, sonriendo e intentando transmitirle coraje.

El banquete de los elfos se celebraba en el patio que había al sur de la gran torre dorada, sobre la colina más alta de Qualinost. Allí habían instalado una plataforma de cristal y mármol desde la que se disfrutaba de una amplia vista de la resplandeciente ciudad y del oscuro bosque, y desde donde, incluso a lo lejos, se podía divisar la púrpura silueta de las Montañas Tharkadan. No obstante, para los invitados, aquella belleza era en realidad dolorosa, ya que pronto había de desaparecer para siempre.

Goldmoon estaba sentada a la derecha del Orador. Este intentaba mantener una conversación cortés, pero poco a poco, embargado por la preocupación, fue callando hasta guardar silencio.

A la izquierda del Orador se sentaba su hija Laurana, quien ni siquiera simulaba comer, sólo permanecía sentada con la cabeza gacha y su largo cabello ocultándole el rostro. Cuando levantaba la mirada, era para observar a Tanis con contenida emoción.

El semielfo, que se daba perfecta cuenta de aquella mirada acongojada y también de que Gilthanas lo observaba con frialdad, comía sin apetito, sin apartar la mirada del plato. Sturm, sentado a su lado, ideaba planes para defender Qualinesti.

Flint se sentía extraño y fuera de lugar, como se sienten siempre los enanos cuando están entre elfos. De todas formas no le gustaba la comida y lo rechazaba todo. Raistlin mordisqueaba ausentemente su comida mientras sus dorados ojos examinaban a Fizban. Tika, sintiéndose torpe entre las elegantes mujeres elfas, no pudo probar bocado. Caramon decidió que ya entendía por qué los elfos eran tan esbeltos: la comida consistía en fruta y verduras cocinadas con deliciosas salsas, todo ello servido con pan, queso y un vino ligero. Después de haber pasado tanta hambre en la jaula durante cuatro días, una comida tan ligera no satisfacía las necesidades del guerrero.

Los únicos que disfrutaron del banquete fueron Tasslehoff y Fizban. El viejo mago seguía manteniendo el monólogo con un álamo, mientras Tasslehoff se dedicaba a disfrutar de todo, descubriendo más tarde —para su sorpresa— que dos cucharones de oro, un cuchillo de plata y una pequeña bandeja hecha con una caracola de mar estaban en una de sus bolsas.

La luna roja estaba escondida. Solinari era un estrecho hilo de plata que comenzaba a ascender en el cielo. Cuando las primeras estrellas comenzaron a aparecer, el Orador de los Soles le hizo una señal a su hijo. Gilthanas se levantó. se situó al lado de su padre y comenzó a cantar. La letra, en idioma elfo, sonaba bella y delicada. Mientras cantaba, el elfo sostenía en sus manos un farolillo de cristal, con una pequeña vela que iluminaba sus rasgos marmóreos. Tanis, hundiendo la cabeza entre las manos, cerró los ojos para escuchar la canción.

—¿Qué significa la letra? –le preguntó Sturm en voz baja.

Tanis alzó la cabeza y con la voz empañada susurró.

El Sol

ese ojo maravilloso

de nuestro firmamento,

se sumerge en la noche.

Dejando

al soñoliento cielo

cuajado de luciérnagas,

oscureciéndose de gris.

Los elfos reunidos alrededor de la mesa, que hasta entonces habían permanecido callados, alzaron sus propias lámparas y se unieron a la canción. Sus voces se fundieron entonando una melodía impregnada de infinita tristeza.

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