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Authors: Jack Vance

El Rey Estelar (21 page)

BOOK: El Rey Estelar
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—¿Qué más sabe usted?

—Nada más.

Gersen lanzó un último vistazo a la casa, bajo la inquisitiva mirada del imp y se marchó, ignorando la repentina demanda del imp acerca de los daños producidos en la ventana. Con renovada prisa Gersen condujo su máquina hacia las avenidas exteriores, cruzó Sailmaker Beach y se dirigió hacia el centro de Avente. Buscó el Servicio Consultivo Técnico Universal y se entrevistó con un operador.

—Resuélvame este problema, por favor. Dos espacionaves dejan el planeta Nueva Esperanza. Una, viene directamente hacia aquí, a Avente, llegando diez días más tarde. Deseo una lista completa de todas las estrellas enanas rojas que ese segundo navío espacial pudo haber visitado.

El operador meditó la respuesta.

—Existe una formación elipsoidal con el foco en Nueva Esperanza y Alphanor. Hay que tener en cuenta las aceleraciones y deceleraciones, los probables períodos de aproximación y aterrizaje. Habrá un lugar de la más alta probabilidad y áreas en que disminuya tal probabilidad.

—Coloque el problema de forma que la computadora electrónica catalogue estas estrellas en orden de probabilidad.

—¿Hasta qué límite?

—Pues... una probabilidad entre cincuenta. Incluya también las constantes de esas estrellas tal y como están catalogadas en la
Agenda
.

—Muy bien, señor. Los honorarios son veinticinco UCL.

Gersen pagó el importe señalado y el operador trasladó el problema con las palabras apropiadas, hablando por un micrófono. Treinta segundos más tarde una hoja de papel cayó sobre una bandeja metálica. El operador la firmó, puso el sello del Centro y la entregó sin más palabras a Gersen.

En el resultado de la computadora había catalogadas cuarenta y tres estrellas. Gersen comparó la lista con la página arrancada de la
Agenda
de Hildemar Dasce. Una simple estrella coincidía en ambas listas. Gersen frunció el entrecejo, confuso. La estrella era miembro de un sistema binario, sin planetas. La pareja era... ¡Naturalmente! Una repentina chispa de luz aclaró el pensamiento de Gersen. ¿Cómo podrían existir volcanes en la compañera de una estrella enana roja? El mundo de Dasce no era un planeta, sino una estrella apagada, con una superficie muerta, aunque tal vez desprendiera aún algo de calor. Gersen había estudiado tales casos en su juventud en las clases de Astronomía. Solían ser demasiado densas en su masa; pero si una pequeña estrella, en el curso de dos o tres mil millones de años, conseguía expeler hacia su superficie suficientes detritus como para conformar una coraza espesa de materiales ligeros, la gravedad de la superficie podía muy bien reducirse a un nivel tolerable.

A las siete menos diez, Kelle, Warweave y Detteras aparecieron en el espaciopuerto, vistiendo el atuendo de los hombres del espacio y con la piel del rostro teñida de azul oscuro, tono que desde un principio y según creencia popular arraigada protegía el organismo humano de ciertas radiaciones misteriosas procedentes del fisionador Jarnell y cuyo uso se había hecho ya cosa normal en todos los viajeros espaciales. Se detuvieron en mitad del vestíbulo de la terminal, buscaron a Gersen con la mirada y al verle se le aproximaron.

Gersen les observó con una agria sonrisa.

—Bien, caballeros, parece que todos estemos dispuestos. Agradezco a ustedes su puntualidad.

—Lograda, por supuesto, con las mayores molestias para todos nosotros.

—Se lo agradezco. A su debido tiempo les explicaré la razón —dijo Gersen—. ¿Sus equipajes?

—Están ya camino de la nave.

—Bien, entonces podemos salir. ¿Tenemos el permiso?

—Todo está en regla —afirmó Warweave.

El grupo salió del vestíbulo de la terminal del espaciopuerto y se dirigió hacia el área de aparcamiento, donde una potente grúa se encargaba de sacar la espacionave de la Universidad.

El equipaje, compuesto por cuatro grandes cajas y varios paquetes pequeños, ya estaba situado junto a la nave. Warweave abrió la escotilla de acceso, y Gersen y Kelle subieron a la cabina. Detteras hizo el primer intento para tomar el mando de la situación.

—Disponemos de cuatro departamentos en la nave, yo tomaré el delantero a estribor, Kelle tomará el de estribor a popa, Warweave el delantero a babor y Gersen el de popa a babor. Podemos también sacar fuera el equipaje de la cabina.

—Un momento —advirtió Gersen—. Hay una situación que es preciso resolver antes de continuar adelante.

La cara de Detteras reflejó un mal reprimido gesto de irritación.

—¿A qué situación se refiere?

—Aquí existen dos grupos con intereses distintos. Ninguno confía en el otro. Nos dirigimos a Más Allá, pasado el límite de la ley humana. Todos nosotros, reconociendo el hecho, hemos traído armas. Propongo que las armas sean encerradas en completa seguridad en el armario, abriendo y registrando todo el equipaje, y si es preciso desnudándonos todos para estar seguros de que todas las armas se hallan perfectamente declaradas. Puesto que ustedes son tres contra mí, si alguna ventaja tiene algún grupo, es evidente que la tienen ustedes.

—Es una acción altamente indigna —farfulló Detteras.

Kelle, más equitativo de lo que Gersen había supuesto, dijo:

—Vamos, Rundle, Gersen se limita a expresar la realidad. Yo estoy de acuerdo con él y mucho más, puesto que llevo armas encima.

Warweave hizo un gesto imparcial.

—Bien, pueden registrarme y registrar mi equipaje, pero hagámoslo sobre la marcha.

Detteras sacudió la cabeza, abrió su caja y sacó un proyector de alta potencia que arrojó sobre la mesa.

—Tengo mis dudas sobre la prudencia de actuar así —dijo—. Yo no tengo nada contra el señor Gersen... pero supongamos que nos lleva a un planeta donde tenga cómplices esperando, que puedan capturarnos y mantenernos detenidos para solicitar un rescate. Crímenes de ese tipo han ocurrido con frecuencia...

Gersen soltó una carcajada.

—Si usted considera eso como un peligro real, puede quedarse en Avente ahora mismo. No me preocupa que cualquiera de ustedes se vaya o se quede.

—¿Y qué hay de sus propias armas? —preguntó Warweave secamente.

Gersen procedió a sacar su proyector, un par de estiletes, un cuchillo y cuatro granadas del tamaño de nueces.

—¡Vaya! —exclamó Detteras—. Parece que lleve consigo todo un arsenal...

—A veces tengo necesidad de él —respondió Gersen—. Y ahora, los equipajes.

Todas las armas reunidas sobre la mesa de la cabina fueron colocadas en el armario metálico, que fue asegurado en sus cuatro cierres, conservando cada miembro la llave de uno de aquellos cerrojos. La grúa transportó la nave al terreno de despegue.

Detteras se dirigió hacia el panel general de control de la espacionave y pulsó un botón. Se encendieron una serie de luces verdes.

—Todo dispuesto —dijo—. Tanques llenos de combustible. Maquinaria en orden.

Kelle se aclaró la garganta y extrajo una hermosa caja de madera forrada de cuero verde. Se dirigió a Gersen.

—Aquí está uno de los racionalizadores del Departamento. ¿Tiene usted el filamento de Teehalt?

—Sí —repuso el interpelado— Lo tengo conmigo. Pero no hay ninguna prisa. Antes de realizar la operación, es preciso que alcancemos el punto de la base cero, que todavía está muy lejos.

—Muy bien —dijo Detteras— ¿Cuáles son las coordenadas?

Gersen mostró una hoja de papel.

—Si usted es tan amable —dijo cortésmente— yo mismo situaré los datos en el piloto automático.

Con dudosa gracia Detteras se puso en pie.

—Supongo que no hay motivo para que siga existiendo ninguna atmósfera de desconfianza. Nos hemos desprovisto de todas nuestras armas, todo lo demás está en correcto orden. Por tanto, deberemos relajar esta tensión y conducirnos amigablemente.

—Por mí, encantado —respondió Gersen.

El navío espacial llegó al terreno de lanzamiento, la grúa desconectó su dispositivo de arrastre y se apartó. El grupo se acomodó en sus butacas de partida: Detteras oprimió el botón de arranque automático. Se oyó el tronar de los reactores, el tirón constante de la aceleración y Alphanor quedó abandonado en la distancia.

Capítulo 10

XV capítulo «MALAGATE EL FUNESTO» en
Los Príncipes Demonio
, de Caril Carphen (Elucidiarian Press New Wexford, en Aloysius, Vega):

«...Y en este sumario ya hemos visto cómo cada Príncipe Demonio es único y altamente individualizado, desplegando cada uno su estilo característico.

»Lo más notable de todo esto es que la posible variedad de crímenes se puede contar con los dedos de la mano. Existe el crimen por el dinero, extorsión y robo (que incluye la piratería y los ataques a las comunidades establecidas), engañando y estafando en infinitas formas. Hay el crimen de la esclavitud en sus variadas manifestaciones, con la captura, venta y uso de los esclavos. El asesinato, la coerción y la tortura son simples consecuencias anexas a estas actividades. Las depravaciones personales están igualmente limitadas y pueden ser clasificadas bajo los títulos de sexualismo licencioso, sadismo, actos violentos, la venganza, la revancha y el vandalismo.

»Sin duda que el catálogo está incompleto, quizá sea incluso ilógico, pero ésta es cuestión aparte. Yo simplemente quiero demostrar la parquedad básica con objeto de ilustrar este punto: que cada Príncipe Demonio, al infligir una u otra atrocidad, imprime al acto su propio estilo y parece con ello crear un nuevo crimen.

»En los capítulos anteriores hemos analizado al maníaco Kokor Hekkus y sus teorías del horror absoluto, y al desviado Viole Falushe, voluptuoso y sibarita.

»De una forma completamente distinta es Attel Malagate el Funesto, en estilo y peculiaridades. Más que agrandarse a sí mismo, proyectando una macroscópica ostentación de su personalidad y acciones para influenciar a sus víctimas e intimidar a sus enemigos, Malagate prefiere utilizar el silencio frío, la invisibilidad y la personalidad desapasionada. No existe una descripción apropiada para Malagate. Ciertamente que Malagate es un apellido derivado de la épica popular en el antiguo Quantique. Actúa con una maldad implacable, aunque sus crueldades no son nunca desenfrenadas, y si mantiene un palacio, según el estilo de Viole Falushe o Howard Alan Treesong, es un secreto muy bien guardado.

»Las primeras actividades de Malagate fueron la extorsión y la esclavitud. En el Cónclave de 1500 en el planeta Smade, donde cinco Príncipes Demonio y otro grupo de menores categorías se reunieron para definir y circunscribir sus actividades, Malagate se adjudicó el sector de Más Allá, centrado sobre la agrupación de las Ferrier, que incluía un centenar de establecimientos humanos, ciudades y vecindades sobre todos los cuales Malagate actuaría a placer. Raramente pudo encontrar protesta alguna ni queja, ya que para citar un ejemplo, bastará recordar lo sucedido a Monte Agradable, una población de 5.000 personas que rehusó acatar sus exigencias. En el año 1499 Malagate invitó a otros cuatro Príncipes Demonio a sumársele. La junta reunida se dejó caer sobre la población capturando y esclavizando a la totalidad de sus habitantes.

»En el planeta Grabhorne mantiene una plantación de casi 15.000 kilómetros cuadrados, con una población de esclavos estimada en 20.000 personas. Allí existen granjas cuidadosamente planificadas, fábricas que construyen exquisitos muebles, instrumentos musicales y mecanismos electrónicos. Los esclavos no son abiertamente maltratados; pero trabajan durante horas sin cuento, con malas condiciones de vida y restringidas oportunidades sociales. El castigo es el encierro en las minas, al que muy pocos sobreviven.

»La atención de Malagate suele ser muy amplia y desapasionada; pero a veces se centra en algún individuo. El planeta Caro se halla en un área que ningún Príncipe Demonio reclamaba. El Mayor Janous Paragiglia, de la ciudad de Desde, reclutó y preparó una fuerza armada y navíos espaciales suficientes para proteger a Caro y buscar y destruir a Malagate o a cualquier otro Príncipe Demonio que osara poner los pies en ese planeta. Malagate raptó a Janous y le torturó durante treinta y nueve días, televisando todo el proceso a las ciudades de Caro y a todos los planetas de su propio sector, y en uno de sus raros momentos de bravuconería, a todo el Grupo Rígel.

»Como ya se ha dicho, sus apetitos son desconocidos. Un rumor frecuentemente propagado asegura que Malagate disfruta comprometiéndose en duelos al estilo de los gladiadores de la antigüedad clásica, con enemigos capaces, utilizando espadas como armas. Se dice que Malagate suele hacer exhibiciones de destreza y fuerza sobrehumanas y parece derivarse de tales desafíos que su gran placer consiste en destruir a sus enemigos destrozándoles literalmente en pedazos, poco a poco.

»Como otros Príncipes Demonio, Malagate mantiene una discreta y respetable identidad dentro del Oikumene y si los rumores son acertados, ocupa una prestigiosa posición en uno de los planetas más importantes.»

Alphanor quedó convertido en un disco pálido y borroso, mezclado con las estrellas del espacio cósmico. En el interior de la espacionave, los cuatro hombres trataron de acomodarse a la situación. Kelle y Warweave continuaron una tranquila conversación. Detteras miraba fijamente al vacío infinito del espacio cuajado de estrellas. Gersen se mantenía aparte, observando sin cesar a los tres hombres de la Universidad.

Uno de ellos —no un hombre verdadero, sino simulado—, era Malagate el Funesto. ¿Cuál de ellos?

Gersen creía saberlo.

Todavía la certidumbre no estaba totalmente fijada en su mente, su conjetura estaba basada en indicaciones, probabilidades y suposiciones. Malagate, por su parte, debería permanecer seguro de su incógnito. No tenía razón para sospechar el objetivo de Gersen, sin duda no debería considerarle más que un prospector ambicioso, dispuesto a realizar un trato monetario tan ventajoso como pudiera lograr. Aquello le resultaba interesante a Gersen, ya que podría ayudarle a una segura identificación en cualquier momento. Llegada la ocasión Gersen deseaba solamente dos cosas: la libertad de Pallis y la muerte de Malagate. Y, por supuesto, la de Hildemar Dasce. Si Pallis hubiera muerto... tanto peor para Dasce.

Subrepticiamente, Gersen consideró su sospecha. ¿Era aquel hombre Malagate? Resulta terrible saberse tan próximo de su objetivo más precioso. Malagate, por supuesto, tenía sus propios planes. Tras su cráneo humano su mente trabajaba en proyectos inconmensurables para su alcance, que se movía hacia un objetivo todavía oscuro.

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