El umbral (18 page)

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Authors: Patrick Senécal

Tags: #Terror

BOOK: El umbral
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Y parece dar la razón a los que dicen que los escritores lo aprovechan todo, ya que en su última novela
, La última revelación,
un loco sádico revienta el ojo de uno de los personajes. ¿Su experiencia le ha…, digamos, inspirado
?

Roy asiente con la cabeza, como si esperara esta pregunta.

—Sí, en efecto… He utilizado mi accidente para comprender mejor el sufrimiento humano y reflejarlo con más precisión en el libro… Hacer que parezca real, en cierto modo…

Jeanne aprieta la tecla de
stop
.

—¿Has oído bien?

—Sí —respondo con impaciencia—. ¿Y qué? ¡Todo eso ya lo sabíamos!

Ella saca la cinta del aparato e introduce la segunda. Se vuelve hacia mí, muy seria, como si diera una conferencia delante de varios colegas.

—Ahora veremos otra entrevista en otro programa, tres semanas más tarde.

Suspiro. ¿Acaso piensa enseñarme todas las apariciones públicas de Roy? Rezongo, pero ella aprieta el
play
. Nuevo decorado, nuevo presentador, mismo invitado. El presentador está a mitad de una frase:

—… sin embargo, horrible como accidente. ¡Horrible y… un poco absurdo!


¡Incluso, estúpido
! —sonríe Roy sin auténtica convicción—.
No sé por qué me puse a escribir en mi libreta, mientras caminaba, en mitad de la noche

—Cuéntenos cómo sucedió…


Pues bien, lo he contado muchas veces
… —Roy duda; luego, como buen jugador, explica—:
Tropecé mientras caminaba y, al caer, mi mano, que sostenía el lápiz, chocó contra mi cara. El lápiz fue derecho al ojo y ya sabe

—Es realmente horrible. ¿Acaso para superar esta tragedia, en su último libro, usted…?

Jeanne aprieta el
stop
.

—¿Te has fijado?

Enarco las cejas. No comprendo a dónde quiere ir a parar. Ella asiente con aire de lista:

—La primera vez, tampoco me fijé. Pero Monette volvió a poner la segunda entrevista y entonces lo vi.

—¿Viste qué?

Ella rebobina la cinta hasta un momento muy concreto. Roy reaparece y repite:

—Tropecé mientras caminaba y, al caer, mi mano, que sostenía el lápiz, chocó contra mi cara. El lápiz fue derecho al ojo y…

Jeanne detiene el aparato. Saca la cinta con rapidez y vuelve a poner la primera. El Roy de la entrevista anterior invade la pantalla y repite:

—… verá, durante la caída, mi rostro impactó literalmente contra mi mano, que agarraba el lápiz, entonces…

Jeanne le da al
stop
y se vuelve de nuevo hacia mí. Esta vez lo he comprendido:

—No describe el accidente de la misma manera.

—En un caso, dice que su rostro impactó contra el lápiz —precisa Jeanne—. En el otro, que su mano condujo el lápiz hacia el ojo, que el lápiz subió hasta el ojo.

Me encojo de hombros.

—¡Se estaba cayendo, quizá no recuerde los detalles, ponte en su lugar!

—Si no se acordara, no insistiría en estos detalles… En su momento, vi las dos entrevistas. ¿Por qué no me fijé entonces en la contradicción? Monette me ha dado una respuesta muy pertinente. Las dos entrevistas se producen con un intervalo de tres semanas. ¿Cómo podría recordar este detalle de una vez para otra? Él escribe un libro sobre Roy. Se ha tragado todas sus entrevistas docenas de veces, las conoce de memoria, pero ha necesitado el cuaderno de Roy para recordar esta contradicción…

—Pero ¿a dónde quiere llegar con esta contradicción? —pregunto, cada vez más irritado—. Roy se ha equivocado, ¿y bien? ¿Qué demuestra eso? ¡Sin duda, otros espectadores se habrán dado cuenta y nadie le ha dado importancia!

Jeanne duda una vez más; luego aventura con prudencia:

—Eso podría demostrar que se ha inventado el accidente. Y que, al contar su mentira, se ha contradicho de forma inconsciente.

Me quedo mudo durante unos segundos.

—Pero, por el amor del cielo, ¿por qué? ¿Por qué se habría inventado Roy eso? ¡En cualquier caso, se ha reventado el ojo, que yo sepa!

Jeanne vuelve al sofá y coge el artículo sobre la muerte de los dos punks. Esta vez, se muestra más excitada, más segura de sí misma.

—En el artículo, se dice que los dos cuerpos fueron descubiertos la noche del 11 al 12 de mayo de 1995.

—¿Y bien?

—¿Sabes en qué fecha Roy perdió el ojo?

Siento como si la sangre se paralizara en mis venas. Mientras sostiene el artículo delante de mí, Jeanne, lentamente, hace un gesto afirmativo con la cabeza.

—Sí, Paul, la misma noche.

Sentado, miro a mi compañera a los ojos. De pie, por encima de mí, sostiene mi mirada y continúa con una voz monocorde:

—Roy no tuvo un accidente, está implicado en el asesinato de los dos punks. Así perdió el ojo. Ésta es la relación entre el artículo y su última novela.

Sigo sin decir nada. Tengo la absurda convicción de que Monette está escondido detrás de una ventana y observa mi reacción, mientras se ríe de forma maquiavélica. Tímidamente, hago de abogado del diablo:

—En cualquier caso, habría testigos del accidente de Roy…

—Ninguno, justamente. Era de noche, después de que cerraran todos los bares. Él dijo que caminaba por una callejuela desierta del centro de la ciudad. Una calle completamente desierta, en el centro, la misma noche, es excepcional, ¿no? Después de su supuesta caída, llamó al novecientos once desde una cabina de teléfono. Los primeros testigos fueron el conductor y los enfermeros de la ambulancia y los policías que lo encontraron en la cabina, medio desvanecido, con el lápiz aún en el ojo.

—¡Ah! —exclamo en tono victorioso—. ¡Era un lápiz de verdad!

—¡Eso no quiere decir que se lo clavara él mismo en el ojo!

—¿Qué? ¿Tú crees que le atacaron los punks y le hicieron eso? ¿Y luego, con el lápiz en el ojo, él los apuñaló? ¡Vamos, Jeanne, no tiene sentido!

—Monette no sabe cómo sucedió, pero está seguro de una cosa: Roy está implicado en el asesinato de los dos punks. Y eso está relacionado con la pérdida de su ojo, que le ha servido de inspiración para su última novela. ¡Es la única manera de explicar la presencia de este artículo en el cuaderno! ¡Es la única manera de explicar la contradicción en su forma de contar el accidente! Además, si comparamos las fechas de los dos sucesos… ¡Joder, Paul, reconoce que hay razones para tomar esta idea en serio!

Me froto la cara gruñendo. De repente, hace demasiado calor. Reflexiono a toda velocidad. Deben de existir otros detalles que se le han escapado a Monette…

—Pero si los dos punks atacaron a Roy y él se defendió, ¿por qué no se lo dijo sencillamente a la policía? ¿Por qué contó una mentira?

Jeanne duda; luego dice:

—Tal vez porque no lo atacaron, precisamente…

Levanto la cabeza con brusquedad. Esta vez ha ido demasiado lejos. ¡Mejor para mí! ¡Así puedo volver a creer que todo este montaje es un camelo!

—¡Ah, sí, eso es! ¡Volvemos al delirio de Monette! ¡Roy habría provocado voluntariamente esa matanza! ¡Como ha provocado el resto de las tragedias del cuaderno!

—¡Paul, ya te he dicho que no lo creo! Pero creo…, sí, creo que Roy tiene algo que ver con el asesinato de los dos punks y que perdió su ojo por esa razón… El razonamiento de Monette es bastante correcto, bastante lógico como para permitirnos contemplar esta hipótesis… Y si no se lo contó a la policía, pudo ser por temor al escándalo…

—¿Al escándalo?

Jeanne se sienta enfrente de mí.

—¡Claro! Imagina, Paul, que eres una gran estrella. Sales de un bar algo ebrio y, en un callejón, te atacan dos punks… O tal vez… Sí, tal vez Roy presenció la pelea… Hubo una bronca… Quizá quiso intervenir… Uno de los punks le clavó un lápiz en el ojo… Roy se defendió, lo apuñaló… Quizás el otro ya estaba muerto…

—¡Eso no se sostiene, Jeanne! ¿Escuchas lo que estás diciendo? ¡Es una locura! ¡Ni siquiera los americanos se atreverían a meter una escena así en una película!

Ella se enfurruña cuando se da cuenta de que su reconstrucción de los hechos es inverosímil.

—¡Bueno, supongo que no ocurrió exactamente así! ¡Pero poco importa! Si Roy se encuentra implicado en este asesinato, de una manera o de otra, tendrá mucho interés en que esto no se sepa, ¿lo entiendes? ¡Su reputación está en juego! Entonces se inventa una historia…

Se inclina hacia mí.

—¡Paul, reconoce que es posible!

Dudo; luego pregunto:

—¿Crees que Roy provocó voluntariamente el asesinato entre los dos punks?

—¡Por supuesto que no! ¡Eso es lo que piensa Monette, no yo!

Reflexiono de nuevo y me levanto para dar unos pasos por el salón.

—Vale, admitamos que es cierto, que Roy está implicado en la muerte de los dos punks, que perdió el ojo en el suceso y que mintió para ocultar un escándalo. ¿Qué nos aporta esto a nosotros?

—Esto puede ser la causa de su depresión.

Barajo esta idea unos instantes y asiento.

—En efecto…, si se sintiera culpable de inspirarse en la realidad para escribir sobre el horror… Si ya estuviera tocado por haber presenciado algunas de esas tragedias… La matanza de los punks representaría una causa suplementaria…

Jeanne suelta una risita.

—¡Lo comprendo, pobre!

La observo, confuso. Ella levanta la cabeza hacia mí, vacila un momento y comenta:

—¡En cualquier caso, Paul, con esta historia de los punks llegamos a siete! ¡Siete dramas mortales que tuvieron lugar ante los ojos de Roy! ¡Siete!

La miro sin decir una palabra, como si la desafiara a continuar. Ella mueve la cabeza y se limita a añadir:

—Son… muchos.

La inquietud me invade de nuevo. Mi compañera mira el suelo, perdida en sus pensamientos, silenciosa. Al final, dice como para sí misma:

—Casi se puede entender que Monette formule unas hipótesis tan absurdas.

Camino hacia ella con paso rápido.

—¿Qué quieres decir, Jeanne?

Sorprendida, se echa a reír.

—¡Vaya, el Guardián de la Razón se preocupa! ¡No lo hagas, Paul, aún estoy en el planeta Tierra! Aunque todas esas casualidades sobre Roy resultan extraordinarias y no es sorprendente que algunas personas acaben por creer que… que…

Hace un gesto vago.

—… que no son precisamente casualidades y que algo se esconde detrás de todo esto.

Pienso entonces en mi jornada de ayer y hago una mueca. Jeanne se da cuenta.

—¿Qué pasa?

—Me acordaba de Archambeault, ayer, en el Léno…

—¡Es verdad! —afirma con excitación—. ¡Te encontraste con él! ¿Y bien? ¿Conocía a Roy?

—No, en absoluto. No hay ninguna relación entre los dos… Pero lo que acabas de decir me hace pensar en una cosa, en una observación de Archambeault…

—¿En cuál?

No estoy seguro de que resulte una buena idea revelárselo, pero callarme sería como darle demasiada importancia…

—Dijo que Roy no se encontraba allí por casualidad…, sino para ser testigo…

Los ojos de Jeanne se agrandan… Para mi gusto, la revelación causa demasiado efecto en ella.

—¿Dijo eso?

En voz baja, le recuerdo:

—Es un loco, Jeanne… No lo olvides…

—Lo sé muy bien.

Sin embargo, me parece que ella ha palidecido ligeramente.

De pronto, me viene a la cabeza el sueño de la noche pasada.

Nos quedamos inmóviles, en un silencio total. El tipo de silencio que evidencia que no hay nada más que añadir, aunque los dos sentimos que es falso.

Pero ¿qué pasa? Adivino el mismo interrogante en la mirada de Jeanne.

Al final, el teléfono nos saca de esta extraña situación. Lo cojo rápidamente.

—¿Dígame?

—¿Doctor Lacasse? Soy el sargento detective Goulet. ¿Qué tal?

—Tirando.

—Oiga, le llamo para decirle que no le molestaremos más con Thomas Roy. El expediente está cerrado.

Hago una pequeña pausa antes de reaccionar.

—¿De verdad?

—Sí, acabamos de conocer el informe del sargento detective Bélair… No hay ninguna posible relación entre Archambeault y el escritor. Roy se encontraba allí por casualidad, nada más…

Por casualidad… Esta palabra suena de un modo extraño en mi cabeza.

—Archambeault afirma lo contrario, pero, según Bélair, lo que cuenta es absurdo —continúa el sargento—. Una especie de delirio. Y usted, ¿qué piensa?

—Lo mismo —digo tranquilamente.

Goulet suspira.

—Entonces, después de la investigación, podemos afirmar con total seguridad que Archambeault actuó solo en esta masacre. Roy se encontraba en el lugar inoportuno, en el momento inoportuno. La investigación ha terminado.

«¿Sabe cuántas veces se ha encontrado en el lugar inoportuno, en el momento inoportuno?», tengo ganas de preguntarle de repente. Pero me callo, sorprendido por tal pensamiento.

—Es todo —insiste Goulet, extrañado por mi silencio.

—Gracias, sargento.

—De nada. El lunes le enviaré a la consulta el texto de Roy, el que estaba escribiendo cuando lo encontramos. Podría ayudarle para su… curación.

—Tal vez sí.

—Buena suerte, doctor.

Cuelgo y me vuelvo hacia Jeanne. Me inunda una gran calma.

—¿Quién era?

Le resumo la llamada. Después concluyo:

—Ya está. Terminado. Solucionado.

Jeanne asiente despacio, pensativa. A continuación pregunta:

—¿No le has dicho lo de los dos punks? ¿Que seguramente Roy está implicado en esta historia?

—¿Para qué? Tenemos argumentos, pero no pruebas reales. Además, la policía investiga sobre Archambeault, no sobre esta vieja historia de hace un año…

—Es cierto.

Ella reflexiona de nuevo y añade:

—Imagino también que es inútil decirles que Roy ha presenciado varios dramas mortales…, ya que son casualidades…

—Exactamente.

Se pone de pie. Aún planea este silencio lleno de sobreentendidos… Este silencio embarazoso… Una sonrisa incómoda florece tímidamente en su rostro.

—Parece que esta historia nos afecta un poco, ¿verdad?

Estoy a punto de decirle que no, que en absoluto, pero pienso en el sueño de anoche. Sonrío a mi vez…

—Sí… Tal vez un poco… Pero ahora que la policía ha cerrado el expediente todo volverá a estar en orden, espero…

Jeanne asiente. De su rostro ha desaparecido todo rastro de duda. Añado en tono burlón:

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