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Authors: John Twelve Hawk

Tags: #La Cuarta Realidad 1

El Viajero (13 page)

BOOK: El Viajero
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Fallecido en Praga de resultas de una repentina enfermedad: H. Lee Quinn. Fundador de Thorn Security Ltd. Deja una hija, Maya. En lugar de flores, se puede enviar una aportación a la Fundación del Viajero.

Poco después, aquella misma tarde, le llegó una respuesta a un tablón de anuncios Arlequín, una pared de ladrillo cercana a Holborn Station, donde los mensajes se podían dejar en forma de pintada. Usando un trozo de tiza color naranja, alguien había dibujado el laúd Arlequín, unos números y el mensaje «cinco, seis, Bush, Green». No resultaba difícil de descifrar. Las cifras indicaban la hora y la fecha. El lugar de reunión era el 56 de Shepherd Bush Green.

Maya deslizó una pistola en el bolsillo de su impermeable y se colgó del hombro izquierdo el cilindro portaespadas. El número 56 de Shepherd Bush Green resultó ser una tienda de películas rebajadas de un callejón próximo al cine Empire. Esa tarde se proyectaba una película de karatecas chinos y un documental sobre viajes llamado:
Provenza, tierra de encantamientos
. Maya compró una entrada a la adormilada joven de la taquilla. Alguien había garabateado tres diamantes cruzados cerca de la entrada del cine, así que entró y encontró a un borracho durmiendo en la tercera fila. Cuando las luces se apagaron y empezó la película, la cabeza del individuo cayó hacia atrás, y éste empezó a roncar.

El documental no tenía nada que ver con la Francia rural: la banda sonora era una ruidosa grabación de la cantante Josephine Baker interpretando
J'ai deux amours
, y la pantalla mostraba imágenes de noticiarios y fotografías históricas sacadas de internet. Cualquiera que se hubiera aventurado a entrar en el cine habría pensado que se trataba de un habitual galimatías visual, una mezcolanza de imágenes de dolor, opresión y terror. Sólo Maya comprendía que la película presentaba una resumida versión Arlequín del mundo. La historia convencional que se impartía en los colegios no era más que una ficción. Los Viajeros constituían la única y verdadera fuente de transformación del mundo, mientras que la Tabula intentaba destruirlos.

Durante cientos de años, los asesinatos habían sido obra de reyes y líderes religiosos. Un Viajero podía surgir en medio de una sociedad tradicional y presentar una nueva visión que desafiaba a los poderosos. Una persona así solía congregar cierto número de seguidores y ser destruida después. Poco a poco, los gobernantes empezaron a seguir la «Estrategia de Herodes». Cuando los Viajeros resultaban ser más numerosos entre ciertos grupos étnicos o religiosos, las autoridades optaban por liquidar a esos grupos.

Al final del Renacimiento, un puñado de individuos que se llamaban a sí mismos La Hermandad empezó a organizar esos ataques. Manejando su riqueza y contactos, eran capaces de matar Arlequines o localizar a los Viajeros que huían a otros países. La Hermandad servía a reyes y emperadores, pero sus miembros se consideraban por encima de las manifestaciones del poder mundano. Lo que más valoraban era la obediencia y la estabilidad: una sociedad ordenada donde todo el mundo conociera su lugar.

En el siglo XVIII, el filósofo inglés Jeremy Bentham concibió el Panóptico, un modelo de prisión donde un único observador podía vigilar a cientos de prisioneros sin ser visto. La Hermandad utilizó el diseño del Panóptico como base teórica de sus ideas. Creía que resultaba posible controlar el mundo entero desde el momento en que los Viajeros fueran exterminados.

Aunque la Tabula tenía poder y dinero, los Arlequines habían defendido con éxito a los Viajeros durante siglos. La generalización de los ordenadores y la difusión de la Gran Máquina lo cambiaron todo. La Tabula por fin contaba con los medios para localizar y destruir a sus enemigos. Tras la Segunda Guerra Mundial, quedaron aproximadamente dos docenas de Viajeros conocidos en todo el mundo. En esos momentos no había ninguno, y los Arlequines se hallaban reducidos a un puñado de guerreros. A pesar de que La Hermandad prefería permanecer en el anonimato, se consideraba lo bastante fuerte para haber fundado una organización pública conocida como la Fundación Evergreen.

Cualquier periodista o historiador que mostrase interés en investigar las leyendas sobre los Viajeros y los Arlequines recibía una advertencia o era despachado. Las páginas de internet de los Viajeros eran infectadas con virus que se extendían sin control y destruían el resto de los sistemas. Los expertos en informática de la Tabula atacaban páginas legítimas y después diseñaban falsas webs que relacionaban a los Viajeros con los dibujos hallados en campos de cultivo, los ovnis y el
Libro de las revelaciones
. Los ciudadanos corrientes podían escuchar rumores sobre aquel conflicto secreto, pero no tenían forma de saber si era cierto.

Josephine Baker seguía cantando. El borracho no dejaba de roncar. En la pantalla, las matanzas continuaban. La mayoría de los Viajeros habían sido eliminados, y los Arlequines no podían defenderlos. Maya contempló las imágenes de los noticiarios de la televisión donde aparecían altas autoridades de distintos gobiernos, todos ellos gente de avanzada edad con ojos sin vida y sonrisas satisfechas que controlaban ejércitos de soldados y policías. Formaban parte de La Hermandad; y cuando no, la apoyaban. «Estamos perdidos —se dijo Maya—, perdidos para siempre.»

A media película, un hombre y una mujer entraron en la sala y tomaron asiento en la primera fila. Maya sacó la pistola del bolsillo y le quitó el seguro, dispuesta a defenderse; pero entonces el hombre se bajó la cremallera del pantalón, y la prostituta se inclinó sobre el apoyabrazos para realizar su servicio. Ni Josephine Baker ni las imágenes de la destrucción de los Viajeros habían hecho efecto en el borracho que, en ese momento, se despertó y vio a los recién llegados.

—Debería darles vergüenza —les dijo con voz pastosa—. Hay sitios para hacer esa clase de cosas, ¿saben?

—Cierra la boca —contestó la mujer, y se inició una fuerte discusión que acabó con la pareja marchándose de la sala y el borracho saliendo tras ellos.

Maya se quedó sola en el cine. De repente, la película se inmovilizó en una imagen del presidente de Francia estrechando la mano del secretario de Estado norteamericano. Cuando la puerta de la cabina de proyección se abrió, Maya se puso en pie y alzó la pistola, lista para disparar. Un hombre corpulento con la cabeza rapada salió de la cabina y bajó una corta escalera. Al igual que Maya, llevaba su espada Arlequín en un cilindro metálico colgado del hombro.

—No dispares —dijo Linden—. Me estropearías el día.

Maya bajó su arma.

—Esa gente, ¿trabajaba para ti?

—No. No eran más que unos zánganos. Pensaba que nunca se marcharían. ¿Te ha gustado la película, Maya? La hice el año pasado, cuando estaba viviendo en Madrid.

Linden caminó por el pasillo y abrazó a Maya. Era de brazos fuertes y hombros poderosos, y ella se sintió protegida por su fuerza y corpulencia.

—Lamento lo de tu padre —dijo Linden—. Era un gran hombre, la persona más valiente que he conocido.

—Mi padre me contó que tienes un informador trabajando para la Tabula.

—Así es.

Se sentaron el uno al lado del otro, y Maya tocó el brazo de Linden.

—Quiero que averigües quién mató a mi padre.

—Ya se lo he preguntado a mi informador. Lo más probable es que fuera un norteamericano llamado Nathan Boone.

—¿Y cómo puedo encontrarlo?

—Matar a Boone no es nuestro objetivo prioritario. Tu padre me llamó tres días antes de que llegaras a Praga. Quería que fueras a Estados Unidos y ayudaras a Shepherd.

—Eso mismo me pidió que hiciera, pero me negué.

Linden asintió.

—Escucha, ahora soy yo quien te lo pide de nuevo. Te compraré el billete. Podrás partir esta misma noche.

—Quiero encontrar al hombre que mató a mi padre. Acabaré con él y después desapareceré.

—Hace muchos años, tu padre descubrió a un Viajero llamado Matthew Corrigan. El hombre vivía en Estados Unidos con su mujer y sus dos hijos. Cuando se hizo evidente que se hallaban en peligro, tu padre le entregó un maletín lleno de dinero y una espada que había pertenecido a Sparrow. Thorn la había recibido después de ayudar a la novia de aquél a salir de Japón.

A Maya le impresionó que su padre hubiera hecho semejante regalo. La espada utilizada por un Arlequín famoso como Sparrow era un objeto precioso. Sin embargo, su padre había hecho la elección adecuada. Únicamente un Viajero podía utilizar todo el poder de un talismán.

—Mi padre me dijo que los Corrigan se ocultaron.

—Sí. Pero la Tabula los localizó en Dakota del Sur. Nos enteramos de que los mercenarios habían matado a todo el mundo, pero según parece la madre y los hijos consiguieron escapar. Estuvieron ilocalizables mucho tiempo hasta que uno de los hermanos, Michael Corrigan, dio su nombre a la Gran Máquina.

—¿Saben que tienen el poder de cruzar más allá?

—No lo creo. La Tabula planea capturar a los dos hermanos y convertirlos en Viajeros.

—Eso es imposible, Linden. La Tabula nunca ha hecho algo así.

El francés se puso bruscamente de pie, alzándose ante Maya.

—Nuestros enemigos han desarrollado algo llamado «ordenador cuántico». Han hecho un importante descubrimiento con él, pero nuestro confidente no tiene acceso a esa información. Sea lo que fuere lo que la Tabula haya descubierto, les ha llevado a cambiar de estrategia. En lugar de acabar con los Viajeros, ahora quieren utilizar su poder.

—Shepherd debería hacer algo.

—Shepherd nunca ha sido un gran guerrero, Maya. Siempre que lo veo, habla de alguna nueva idea para ganar dinero. He pensado en ir yo mismo a Estados Unidos, pero la Tabula sabe demasiado de mi persona. Nadie puede dar con Madre Bendita. Ha cortado todos los canales de comunicación. Todavía tenemos contactos con unos cuantos mercenarios de confianza, pero no son capaces de enfrentarse a este tipo de problema. Alguien debe encontrar a los Corrigan antes de que sean capturados.

Maya se puso en pie y caminó por la sala.

—En Praga maté a alguien, pero no fue más que el principio de la pesadilla. Cuando regresé al piso de mi padre lo encontré en el dormitorio. Apenas pude reconocerlo, sólo gracias a las viejas cicatrices de cuchillo de sus manos. Alguna clase de animal lo había destrozado.

—Hay un grupo de investigadores de la Tabula que está desarrollando animales genéticamente modificados. Los científicos los llaman «Segmentados» porque salen de cortar cadenas de ADN y juntarlas de nuevo. Puede que utilizaran una de esas bestias para acabar con tu padre. —Las grandes manos de Linden se convirtieron en puños, como si estuviera enfrentándose a sus enemigos—. La Tabula ha adquirido ese poder sin preocuparse de las consecuencias. La única manera que tenemos de derrotarla es encontrando a Michael y Gabriel Corrigan.

—Me importan un bledo los Viajeros. Todavía recuerdo a mi padre contándome que a la mayoría de ellos no les caemos bien. Ellos viajan a otros mundos, y nosotros nos vemos atrapados en éste... para siempre.

—Eres la hija de Thorn, Maya. ¿Cómo puedes negarte a su última petición?

—Sí. Me niego —contestó—. Me niego.

Sin embargo, su voz la traicionaba.

12

Lawrence Takawa estaba sentado ante su escritorio contemplando al doctor Richardson en la pantalla de su ordenador. En la suite de invitados había ocultas cuatro cámaras de vigilancia. Habían fotografiado a Richardson durante las últimas doce horas mientras leía acerca de los Viajeros, dormía y se daba una ducha.

Un vigilante de seguridad que trabajaba en el centro de investigación acababa de entrar en la suite para llevarse la bandeja del desayuno. Lawrence movió el cursor hacia la parte de arriba de la pantalla. Apretó el signo «+» de la cámara dos y el zoom aproximó el rostro del neurólogo.

—¿Cuándo voy a reunirme con la gente de la Fundación? —preguntó Richardson al vigilante, que era un corpulento ecuatoriano llamado Immanuel que iba vestido con pantalón gris, chaqueta azul y corbata.

—No lo sé, señor.

—¿Será esta mañana?

—Nadie me ha dicho nada.

Sosteniendo la bandeja en una mano, Immanuel abrió la puerta que daba al pasillo.

—No cierre con llave —le dijo Richardson—. No es necesario.

—No le impedimos salir, señor; le impedimos entrar. No tiene usted la autorización de seguridad necesaria para pasear por el edificio.

Cuando la cerradura hubo hecho su clic, Richardson soltó una maldición. Se puso en pie como si fuera a hacer algo decisivo, pero en vez de eso se puso a pasear arriba y abajo por la suite. Resultaba muy fácil observar su rostro y adivinar lo que estaba pensando: parecía oscilar entre dos emociones básicamente: el miedo y la ira.

Lawrence Takawa había aprendido a ocultar sus emociones siendo estudiante en su segundo año de Duke University. A pesar de que había nacido en Japón, su madre lo había llevado a Estados Unidos a los seis meses de edad. Lawrence odiaba el
sushi
y se había negado a aprender japonés. Un día, un grupo de actores Nô llegó a la universidad, y Lawrence vio todo un día de actuaciones que le cambiaron la vida.

Al principio, una obra Nô parecía extraña y difícil de entender. Lawrence quedó fascinado por la estilizada gestualidad de los actores en el escenario, por los hombres que interpretaban papeles de mujer y el sobrenatural sonido de las flautas
nokhan
y los tambores. Sin embargo, la verdadera revelación fueron las máscaras Nô. Los principales personajes, los femeninos y los ancianos llevaban máscaras de madera tallada. Los fantasmas, los demonios y los orates portaban máscaras que mostraban una única y poderosa emoción; sin embargo, la mayoría de actores llevaban caretas deliberadamente inexpresivas. Incluso los hombres que actuaban a rostro descubierto intentaban no mover las facciones. Cada gesto en el escenario, cada recitado y acción eran una elección consciente.

Lawrence acababa de unirse a una hermandad de estudiantes que organizaba juergas y tenía complicados rituales de iniciación para los novatos. Siempre que se contemplaba en un reflejo, Lawrence veía inseguridad y confusión, a un joven que no encajaba. Las máscaras resolvieron el problema. De pie ante el espejo de su lavabo, practicó incansablemente máscaras de felicidad, admiración y entusiasmo. En su último año en la universidad fue elegido presidente de su hermandad, y los profesores le dieron algunas efusivas recomendaciones para el posgrado.

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