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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

Ender el xenocida (56 page)

BOOK: Ender el xenocida
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—También haces otras cosas —apuntó Valentine—. Por ejemplo, niños.

—Sí —rió Olhado, y por primera vez en la conversación se relajó—. Hago eso. Por supuesto, tengo una compañera.

—Una mujer hermosa y simpática.

—Buscaba la perfección, y encontré algo mejor. —No era sólo un comentario al uso. Lo decía en serio. Y ahora la fragilidad había desaparecido, y el cansancio también—. Tú también tienes hijos. Un marido.

—Una buena familia. Tal vez casi tan buena como la tuya. La nuestra sólo carece de la madre perfecta, pero los hijos se recuperarán de eso.

—Por lo que Andrew dice de ti, eres el mejor ser humano que ha vivido jamás.

—Andrew es muy cariñoso. También pudo decir esas cosas porque yo no estaba aquí.

—Ahora lo estás —dijo Olhado—. ¿Por qué?

—Sucede que los mundos y las especies de raman están en un momento decisivo, y tal como se están desarrollando los acontecimientos, su futuro depende en gran parte de tu familia. No tengo tiempo de descubrir nada como entretenimiento, no tengo tiempo para comprender la dinámica de la familia; por qué Grego puede pasar de monstruo a héroe en una sola noche, cómo Miro puede ser a la vez suicida y ambicioso, por qué Quara está dispuesta a dejar morir a los pequeninos en favor de la descolada…

—Pregúntaselo a Andrew. Él los comprende a todos. Yo nunca lo conseguí.

—Andrew tiene su propio infierno ahora. Se siente responsable de todo. Ha hecho todo lo que ha podido, pero Quim ha muerto. Ahora tu madre y él sólo están de acuerdo en que de algún modo fue culpa de Andrew. La marcha de tu madre lo ha destrozado.

—Lo sé.

—Ni siquiera sé cómo consolarlo. O qué esperar, que vuelva a su vida o lo deje para siempre.

Olhado se encogió de hombros. Toda la fragilidad volvió.

—¿De verdad que no te importa? —le preguntó Valentine—. ¿O has decidido que no te importa?

—Tal vez lo decidí hace mucho tiempo, y ahora no me importa realmente.

Parte de ser una buena entrevistadora consistía en saber cuándo guardar silencio. Valentine esperó.

Pero Olhado también sabía esperar. Valentine casi se rindió y estuvo a punto de decir algo. Incluso jugueteó con la idea de confesar su fracaso y marcharse.

Entonces él habló.

—Cuando sustituyeron mis ojos, también quitaron los lacrimales. Las lágrimas naturales interferirían con los lubricantes industriales que pusieron en mis ojos.

—¿Industriales?

—Mi chiste privado —explicó Olhado—. Suelo parecer muy desapasionado porque mis ojos nunca se inundan de lágrimas. Además, la gente no sabe interpretar mis expresiones. Es curioso, ¿sabes? Los globos oculares no tienen ninguna habilidad para cambiar de forma y mostrar expresión. Simplemente están ahí. Sí, tus ojos se mueven, miran fijamente o rehúyen, pero también mis ojos lo hacen. Se mueven con perfecta simetría. Apuntan en la dirección en que estoy mirando. Pero la gente no puede soportar mirarlos. Así que apartan la vista. No leen las expresiones de mi cara y por tanto piensan que no hay expresiones. Mis ojos todavía pican, enrojecen y se hinchan un poco en las ocasiones en que habría llorado, si aún tuviera lágrimas.

—En otras palabras —dijo Valentine—, sí te preocupas.

—Siempre me ha preocupado. En ocasiones he pensado que era el único en comprender, aunque la mitad de las veces no sabía qué era lo que comprendía. Me retiraba y contemplaba, y como no tenía ego personal en las peleas familiares, entendía la situación más claramente que ellos. Veía las líneas de poder: el dominio absoluto de madre a pesar de que Marcáo la golpeaba cuando estaba furioso o borracho. A Miro, pensando que se rebelaba contra Marcáo, cuando siempre era contra madre. La saña de Grego, su forma de enfrentarse al miedo. Quara, absolutamente a la contra por naturaleza, haciendo lo que a su entender la gente que le importaba no quería que hiciera. Ela, la noble mártir, ¿qué demonios sería, si no pudiera sufrir? El santo y digno Quim, que consideraba a Dios su padre, con la premisa de que el mejor padre es del tipo invisible que nunca alza la voz.

—¿Viste todo esto de niño?

—Soy hábil viendo cosas. Los observadores distanciados y pasivos siempre vemos mejor. ¿No crees?

Valentine se echó a reír.

—Sí, es verdad. ¿Piensas que tenemos el mismo papel, entonces? ¿Tú y yo, ambos historiadores?

—Hasta que llegó tu hermano. Desde el momento en que entró por la puerta, quedó claro que lo veía y lo comprendía todo, igual que lo veía yo. Fue gracioso. Porque, por supuesto, en realidad yo nunca había creído en mis propias conclusiones acerca de la familia. Nunca confié en mis propias interpretaciones. Obviamente, nadie veía las cosas igual que yo, así que debía de estar equivocado. Incluso pensé que veía las cosas de forma tan peculiar por culpa de mis ojos. Que si tuviera ojos de verdad, vería las cosas como las veía Miro. O madre.

—Así que Andrew confirmó tus juicios.

—Más que eso. Actuó sobre ellos. Hizo algo al respecto.

—¿Sí?

—Vino como portavoz de los muertos. Pero desde el momento en que entró por la puerta, tomó… tomó…

—¿El mando?

—Tomó la responsabilidad. Para cambiar. Vio todo el mal que yo veía, pero empezó a sanarlo lo mejor que pudo. Vi cómo se comportó con Grego, firme pero amable. Con Quara, respondiendo a lo que realmente deseaba en vez de a lo que afirmaba querer. Con Quim, respetando la distancia que quería mantener. Con Miro, con Ela, con madre, con todo el mundo.

—¿Contigo?

—Haciéndome partícipe de su vida. Conectando conmigo. Viéndome enchufarme a mi ojo y aún así hablándome como si fuera una persona. ¿Sabes lo que eso significó para mí?

—Lo supongo.

—No en lo referente a mí solo. Yo era un niñito ansioso, lo que admito: cualquiera habría podido engañarme, no cabe duda. Es lo que hizo con todos nosotros. Nos trató a todos de forma diferente, y sin embargo continuó siendo él mismo. Tienes que considerar los hombres que había en mi vida. Marcáo, a quien creíamos nuestro padre…, yo no tenía ni idea de quién era. Todo lo que veía era el licor al que apestaba cuando venía borracho, y la sed cuando estaba sobrio. Sed de alcohol pero también sed de respeto, que nunca consiguió. Y entonces se murió. Las cosas mejoraron de inmediato. Seguían sin ir bien, pero mejoraron. Pensé que el mejor padre era el que no estaba presente. Sólo que eso no era cierto. Porque mi padre auténtico, Libo, el gran científico, el mártir, el héroe investigador, el amor de la vida de mi madre…, había engendrado todos aquellos hijos maravillosos, podía ver a la familia atormentada, pero no tomó cartas en el asunto.

—Andrew dijo que tu madre no se lo permitió.

—Eso es…, y siempre hay que hacer lo que dice mi madre, ¿verdad?

—Novinha es una mujer impresionante.

—Piensa que es la única persona en el mundo que ha sufrido —dijo Olhado—. Lo digo sin rencor. Simplemente he observado que está tan llena de dolor, que es incapaz de aceptar en serio el dolor de los demás.

—Intenta decir algo rencoroso la próxima vez. Quizá sea más agradable.

Olhado pareció sorprendido.

—Oh, ¿me estás juzgando? ¿Se trata de maternidad solidaria o algo parecido? ¿Hay que castigar a los hijos que hablan mal de sus madres? Pero te aseguro, Valentine, que lo he dicho en serio. Sin rencor. Sin ojeriza. Conozco a mi madre, eso es todo. Me has pedido que te contara lo que veía…, eso es lo que veo. Eso es lo que vio Andrew también. Todo es dolor. Se siente atraído por él. El dolor lo absorbe como un imán. Y madre tenía tanto dolor que casi lo secó. Excepto que tal vez no se pueda secar a Andrew. Tal vez el pozo de la compasión en su interior no tiene fondo.

Aquel apasionado discurso acerca de Andrew sorprendió a Valentine. También la complació.

—Dices que Quim se volvió hacia Dios en busca del padre invisible perfecto. ¿A quién te volviste tú? Creo que no a alguien invisible.

—No, no a alguien invisible.

Valentine estudió su cara en silencio.

—Lo veo todo en bajorrelieve —dijo Olhado—. Mi percepción de producción es muy escasa. Si pusiéramos una lente en cada ojo en vez de ambas en uno, la binocularidad mejoraría mucho. Pero quería tener el enchufe para el enlace con el ordenador. Quería grabar las imágenes, para poder compartirlas. Por eso veo en bajorrelieve. Como si la realidad fuera un recortable de cartón levemente redondeado, moviéndose contra un fondo plano pintado. En cierto sentido, eso hace que todo el mundo parezca más cercano. Se deslizan unos sobre otros como hojas de papel, frotándose al pasar.

Ella escuchó, pero no dijo nada más durante un rato.

—No a alguien invisible —repitió él, recordando—. Es verdad. Vi lo que hizo Andrew en nuestra familia. Vi que entró y escuchó y contempló y comprendió quiénes éramos, cada individuo de nosotros. Intentó descubrir nuestra necesidad y cubrirla. Aceptó responsabilidad por otras personas y no pareció importarle cuánto le costaría. Y al final, aunque nunca logró normalizar a la familia Ribeira, nos dio paz, orgullo e identidad. Estabilidad. Se casó con madre y fue amable con ella. Nos amó a todos. Siempre estuvo presente cuando lo necesitamos, y no pareció dolerse cuando no lo quisimos. Se mostró firme con nosotros en lo referente a mostrar una conducta civilizada, pero nunca se permitió caprichos a expensas nuestras. Y yo pensé: esto es mucho más importante que la ciencia. O que la política. O que cualquier profesión concreta o logro o meta que puedas conseguir. Pensé: si pudiera crear una buena familia, si lograra aprender a ser para otros niños, para sus vidas enteras, lo que fue Andrew, que llegó tan tarde a la nuestra, entonces eso sería más importante a la larga, sería un logro mejor que nada que pudiera hacer con mi mente o mis manos.

—Así que eres un padre atento —concluyó Valentine.

—Que trabaja en una fábrica de ladrillos para alimentar y vestir a la familia. No un fabricante de ladrillos que tiene también niños. Lini piensa lo mismo.

—¿Lini?

—Jaqueline. Mi esposa. Siguió su propio camino hasta el mismo sitio. Cumplimos con nuestro deber para ganarnos un puesto en la comunidad, pero vivimos para las horas que pasamos en casa. Para el otro, para los niños. Es algo que nunca me otorgará una cita en los libros de historia.

—Te sorprenderías —dijo Valentine.

—Es una vida demasiado aburrida para leer acerca de ella. Pero no para vivirla.

—Entonces el secreto que proteges de tus atormentados hermanos es… la felicidad.

—Paz. Belleza. Amor. Todas las grandes abstracciones. Tal vez veo en bajorrelieve, pero las veo muy cerca.

—Y lo aprendiste de Andrew. ¿Lo sabe él?

—Creo que sí. ¿Quieres saber mi secreto mejor guardado? Cuando estamos solos, únicamente él y yo, o los dos con Lini, cuando estamos solos, lo llamó papá y él me llama hijo.

Valentine no hizo ningún esfuerzo por contener sus lágrimas, como si se derramaran la mitad por él y la mitad por ella.

—Entonces Ender tiene hijos, después de todo —suspiró.

—Aprendí de él a ser padre, y soy muy competente en eso.

Valentine se inclinó hacia delante. Había llegado la hora de hablar de otros asuntos.

—Eso significa que tú, más que ninguno de los demás, perderás algo verdaderamente hermoso si fracasamos en nuestras empresas.

—Lo sé —dijo Olhado—. A la larga, creo que mi elección fue egoísta. Soy feliz, pero no puedo hacer nada para ayudar a salvar a Lusitania.

—Te equivocas. Pero todavía lo ignoras.

—¿Qué puedo hacer?

—Hablemos un poco más, y veamos si podemos averiguarlo. Y si te parece bien, Lauro, tu Jaqueline puede dejar de llorar a escondidas en la cocina, y venir a reunirse con nosotros.

Avergonzada, Jaqueline entró y se sentó junto a su marido. A Valentine le gustó la forma en que se cogieron de la mano. Después de tantos hijos… le recordó la forma en que Jakt y ella se cogían también de la mano, y lo feliz que se sentía al hacerlo.

—Lauro —dijo—, Andrew me ha dicho que cuando eras más joven eras el más inteligente de todos los Ribeira. Que le hablabas de especulaciones filosóficas descabelladas. Ahora mismo, Lauro, mi sobrino adoptivo, lo que necesitamos es filosofía descabellada. ¿Se ha paralizado tu cerebro desde que eras niño? ¿O sigues teniendo pensamientos de gran profundidad?

—Tengo mis pensamientos —declaró Olhado—. Pero ni yo mismo los creo.

—Estamos trabajando en el vuelo más rápido que la luz, Lauro. Estamos trabajando para descubrir el alma de una entidad informática. Estamos intentando reconstruir un virus artificial que tiene insertadas habilidades autodefensivas. Estamos trabajando con magia y milagros. Así que te agradecería cualquier reflexión acerca de la naturaleza de la vida y la realidad.

—Ni siquiera sé de qué ideas hablaba Andrew —dijo Olhado—. Dejé de estudiar física, yo…

—Si quisiera estudios, leería libros. Me gustaría contarte lo que nos dijo una brillante criada china del mundo de Sendero. Déjame conocer tus pensamientos, y yo decidiré qué es útil y qué no lo es.

—¿Cómo? Tú tampoco eres físico.

Valentine se acercó al ordenador que esperaba silenciosamente en el rincón.

—¿Puedo encenderlo?

—Pois náo —ofreció él—. Por supuesto.

—Cuando se conecte, Jane estará con nosotros.

—El programa personal de Ender.

—La entidad informática cuya alma estamos intentando localizar.

—Ah. Tal vez tú deberías intentar decirme cosas.

—Yo ya sé lo que sé. Así que empieza a hablar acerca de esas ideas que tuviste de niño, y lo que ha sido de ellas desde entonces.

Quara se mostró resentida desde el momento en que Miro entró en la habitación.

—No te molestes —gruñó.

—¿Que no me moleste en qué?

—No te molestes en decirme mi deber hacia la humanidad o la familia…, dos grupos separados y sin relación, por cierto.

—¿He venido para eso? —preguntó Miro.

—Ela te ha enviado para persuadirme de que le diga cómo castrar a la descolada.

Miro intentó bromear.

—No soy biólogo. ¿Es posible hacer eso?

—No te las des de listo. Si se corta su habilidad para transmitir información de un virus a otro, será como cortarles la lengua y la memoria y todo lo que los hace inteligentes. Si Ela quiere saber esas cosas, puede estudiar lo que yo estudié. Sólo me costó cinco años de trabajo.

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