Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (11 page)

BOOK: Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo
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Son muchos los que dejan de fumar con este método, pero es difícil y arduo y hay muchos más fracasos que éxitos. Incluso los que lo consiguen pasan el resto de su vida en un estado de vulnerabilidad. Se les queda parte del lavado de cerebro, y siguen creyendo que hay momentos buenos y malos, en los que el cigarrillo les ayudaría. (La mayoría de los no-fumadores también tiene esta idea equivocada.) Ellos también son víctimas del lavado de cerebro, pero o bien no llegan a aprender a «disfrutar» del fumar o no quieren los efectos malos. Esto explica que haya gente que al estar sin fumar durante largo tiempo, de repente vuelve. Muchos ex fumadores se fuman un cigarrillo de vez en cuando, o quizás un puro, como «recompensa especial», o para recordar lo mal que saben. Hacen exactamente esto, pero, en cuanto lo apagan, la nicotina empieza a salir del cuerpo y una vocecita del fondo de su mente está diciendo: «Te apetece otro.»

Sí, encienden otro que les sabe fatal, y dicen:

«¡Qué bien! Como no disfruto con ellos, no me engancharé. Después de Navidad, al terminar las vacaciones, o cuando desaparezcan estos problemas, lo volveré a dejar.»

Demasiado tarde. Ya están enganchados. La misma trampa en la que cayeron al principio les ha atrapado de nuevo.

No me canso de repetir que el gusto o el disfrute no tienen nada que ver. ¡Nunca tuvo nada que ver! Si fumásemos por gusto, nadie fumaría más de un cigarrillo. Nos creemos que nos gusta porque no podemos admitir que seríamos estúpidos si fumásemos algo que no nos gustase. Esto es porque fumamos de manera inconsciente la mayor parte del tiempo. Si cada vez que fumaras un cigarrillo, fueras consciente del humo asqueroso que entra en tus pulmones, y tuvieras que decirte a ti mismo: «Esto me va a costar cinco millones de pesetas a lo largo de mi vida, y puede que este mismo cigarrillo sea el que dispare el proceso de cáncer en mis pulmones», incluso la idea equivocada del disfrute desaparecería. Cuando intentamos cerrar la mente ante el lado malo, nos sentimos estúpidos. Si tuviéramos que afrontarlo, esto sería inaguantable. Si observas a fumadores, especialmente en situaciones sociales, verás que sólo son felices cuando están fumando de modo inconsciente. Una vez que se dan cuenta de que están fumando, se vuelven incómodos y llenos de disculpas. Fumamos para satisfacer al dichoso «monstruito»... y una vez que hayas echado el pequeño «monstruo» de tu cuerpo y el gran «monstruo» de tu cabeza, nunca tendrás ni ganas ni necesidad de fumar. Así de fácil.

23. Ojo con reducir el consumo

La mayoría de los fumadores optan por reducir el consumo de tabaco, bien como paso antes de dejarlo del todo, o como forma de controlar el «monstruito». Muchos médicos y especialistas aconsejan reducir el número de cigarrillos fumados, para empezar el proceso de dejar de fumar.

Está claro que cuanto menos fumes mejor, pero es el peor de los métodos para iniciar el proceso de la retirada total. Cualquier intento de fumar menos te ata más y para más tiempo.

Se suele intentar fumar menos tras un intento fallido de dejarlo. Al cabo de unas horas o de unos días de abstinencia, el fumador dice algo así:

«Como no voy a poder soportar el no fumar nada, sólo fumaré en los momentos en que más me gusta, o me limitaré a diez diarios. Si me acostumbro a fumar diez al día, luego será fácil reducirlo más»

Entonces empiezan a ocurrir ciertas cosas terribles:

  1. El fumador tiene lo peor de ambos mundos. Está todavía enganchado con la nicotina, y mantiene vivos ambos «monstruos», el del cuerpo y el de la mente.
  2. Se pasa la vida esperando el momento del próximo cigarrillo.
  3. Antes de limitar su consumo, cuando necesitaba un cigarrillo, encendía uno y aliviaba al menos parcialmente el
    mono
    . Además de las tensiones normales de la vida, está prolongando las molestias del
    mono
    de modo permanente. Durante la mayor parte del tiempo desea fumar. Por su propia culpa, se vuelve depresivo y malhumorado.
  4. Mientras fumaba los que quería, ni disfrutaba de la mayor parte de los cigarrillos ni se daba cuenta de que los fumaba. Era una actividad mecánica. Los únicos que creía disfrutar eran los que fumaba después de un tiempo de abstinencia, por ejemplo, el primero de la mañana, el de después de comer.

Ahora que tiene que esperar una hora más entre cigarrillo y cigarrillo, disfruta de todos ellos. Cuanto más tiempo espera, más parece disfrutar el cigarrillo; porque el disfrute del cigarrillo no es del cigarrillo en sí, sino es el alivio de las molestias producidas por el
mono
, sea ansiedad física leve por la retirada de la nicotina o
mono
mental. Cuanto más tiempo te obligas a sufrir, más «disfrutas» de cada cigarrillo.

La dificultad principal cuando se deja de fumar no es la adicción química, eso es fácil de vencer. Los fumadores están toda la noche sin fumar, y la ansiedad ni siquiera les despierta. Muchos salen del dormitorio antes de encender un cigarrillo. Otros desayunan primero. Incluso los hay que esperan hasta llegar al trabajo.

Son capaces de estar diez horas sin fumar, y no parece importarles. Pero si tuvieran que estar diez horas sin fumar durante el día, se volverían locos.

Hay fumadores que se compran un coche nuevo y deciden no fumar en él. Van a los supermercados, los teatros, las consultas médicas, los hospitales, o a ver al dentista sin que les produzca grandes molestias. Muchos fumadores se abstienen de fumar cuando se ven rodeados de no-fumadores. Hasta en el Metro la gente está tranquila y no altera el orden; hay veces en que las personas agradecen la prohibición de fumar. Lo cierto es que los fumadores experimentan un placer secreto durante estos períodos de abstinencia obligada: les aviva la esperanza de que algún día se les quitarán las ganas.

El verdadero problema al dejar de fumar es el lavado de cerebro. La idea errónea de que el cigarrillo constituye algún tipo de ayuda o recompensa, y que la vida nunca podría ser igual sin él. En lugar de quitarte las ganas de fumar, lo único que consigues cuando limitas el número de cigarrillos es hacerte sentir inseguro y desgraciado, y convencerte de que lo que más apetece en este mundo es el próximo cigarrillo; que nunca serías feliz sin fumar.

No hay nada más patético que el fumador que intenta reducir su consumo. Cree, equivocadamente, que cuanto menos fume, menos querrá fumar. Y es justo lo contrario. Cuanto menos fuma, más tiempo tiene que aguantar el
mono
, más le gustan los cigarrillos, y peor le saben. Pero no por eso dejarás de fumar. El sabor nunca tuvo nada que ver. Si los fumadores fumasen porque les gustara el sabor, nadie fumaría más de un cigarrillo en su vida. ¿No te lo puedes creer? Vale. Vamos a discutirlo. ¿Cuál es el cigarrillo que peor sabe? Justo: el primero de la mañana, el que en invierno nos pone a toser y a carraspear. ¿Cuál suele ser el cigarrillo más apreciado por la mayoría de los fumadores? Sí, señor, ¡el primero de la mañana! ¿Ahora puedes realmente creer que te lo fumas para disfrutar de su sabor y su olor? ¿No crees que una explicación más racional sería que en ese momento estás aliviando ocho o nueve horas de
mono
?

El reducir el consumo no sólo no funciona; es una forma de auténtica tortura. No funciona porque el fumador inicialmente espera que si puede cambiar su hábito y fumar cada vez menos, entonces al final reducirá su deseo de fumar. No es ningún hábito, es una adicción, y una característica de las adicciones es que siempre van a más, nunca a menos. Entonces, para reducir su consumo, el fumador tiene que emplear fuerza de voluntad y disciplina durante el resto de su vida.

El problema principal, al dejar de fumar, no está en la adicción química a la nicotina, que es bastante fácil de vencer. El problema está en dar por cierto que el tabaco produce algún tipo de placer. Esta creencia empieza con el lavado de cerebro recibido antes de empezar a fumar, y luego se ve reforzada por nuestra propia adicción. Reducir el consumo lo único que hace es reforzar todavía más la ilusión, hasta el punto en que el fumar domina todos los pensamientos del fumador y le convence de que lo que más valor tiene en este mundo es el próximo cigarrillo.

Como ya he dicho, reducir el consumo no puede funcionar de ninguna forma, porque dependerás de tu fuerza de voluntad durante el resto de la vida. Si no tenías voluntad suficiente para dejarlo por completo, no la vas a tener para reducir el número de cigarrillos. Lo más fácil (por mucho) es dejarlo por completo.

Conozco literalmente miles de casos de fracaso en el intento de reducir el consumo. En las pocas ocasiones en las que se ha podido conseguir son aquellas en las que el fumador reduce el consumo durante un tiempo corto para luego «mojarse» dejando el tabaco por completo. En esto no le ha ayudado en absoluto la reducción previa, sino todo lo contrario. Lo único que hizo fue prolongar el sufrimiento.

Cualquier intento fallido deja al fumador hecho un desastre psicológicamente; más convencido que nunca de que está enganchado para el resto de la vida. El efecto suele ser suficientemente fuerte para impedir que vuelva a intentarlo en un período de cinco o seis años.

Sin embargo, los intentos de reducir el consumo sí ayudan a demostrar la futilidad del hábito del fumar en todos sus aspectos; prueban claramente que sólo se disfruta de los cigarrillos después de un período de abstinencia. O sea, que tienes que darte con la cabeza contra un muro de piedra (es decir sufrir el
mono
) para poder disfrutar al dejar de hacerlo.

En tal caso, tienes estas opciones:

  1. Reducir el consumo y mantenerlo bajo para el resto de la vida. Es una tortura autoimpuesta, y de todas formas no vas a poder aguantarlo.
  2. Seguir asfixiándote hasta que te mueras. ¿Cuál es el sentido?
  3. Hacerte un favor a ti mismo: déjalo.

Otra cosa importante que queda demostrada por la imposibilidad de reducir el consumo es que no existe eso de «un cigarrillo de vez en cuando». El tabaco crea una reacción en cadena que durará toda tu vida, a menos que hagas un esfuerzo positivo y la rompas.

ACUÉRDATE: SI FUMAS MENOS, SUFRIRÁS MÁS.

24. Un solo cigarrillo

«Un solo cigarrillo»: es un mito que tienes que quitarte de la cabeza. Es precisamente «un solo cigarrillo» lo que nos hace empezar a fumar.

Es «un solo cigarrillo» para consolarnos, cuando estamos pasando una mala racha o en alguna ocasión especial, lo que nos hace fracasar en nuestros intentos de dejarlo.

Es «un solo cigarrillo» lo que hace saltar la trampa otra vez y atrapa de nuevo a los que habían conseguido vencer la adicción. A veces se fuma ese cigarrillo para demostrar que uno ya no necesita el tabaco, y es exactamente eso lo que hace: sabe fatal y convence al fumador de que nunca más se enganchará de nuevo, pero ya está enganchado.

Muchas veces es el pensamiento de tener que vivir sin ese cigarrillo especial lo que impide que los fumadores intenten dejar de fumar: el primero de la mañana o el de después de comer.

¿Un solo cigarrillo? Grábatelo en la cabeza, no existe tal cosa. Es una reacción en cadena que durará el resto de tu vida a menos que la rompas.

El mito del cigarrillo especial, en ciertos momentos especiales, es lo que hace que algunos se depriman cuando dejan de fumar. Acostúmbrate a la idea, no se puede pensar en un solo cigarrillo o cajetilla, es pura fantasía. Cuando reflexiones sobre el fumar, piensa en una vida entera llena de suciedad, donde te gastas una pequeña fortuna para tener el privilegio de destruirte física y mentalmente; una vida entera de esclavitud, de mal aliento y todas esas cosas.

Es una lástima que no haya ningún producto que podamos usar en algunos momentos, tanto buenos como malos, para estimularnos o proporcionarnos placer. Grábate en la cabeza que el tabaco no sirve para eso. Tienes que optar: o una vida entera de sufrimiento, o ningún sufrimiento en absoluto. No se te ocurriría tomar cianuro porque te gustase el sabor a almendra amarga, ¿verdad? Entonces, no te castigues pensando en un cigarrillo o un puro de vez en cuando.

Pregúntale a un fumador: «¿Si pudieras volver a los tiempos de antes de engancharte, serías fumador?» Siempre contestan: «Ni en broma.» Sin embargo, todos los fumadores tienen esa opción todos los días de su vida, ¿por qué no la eligen? La respuesta es esta: por miedo. Miedo a no poder dejarlo, o a que la vida no sea igual sin tabaco.

No te engañes: tú lo puedes hacer, lo puede hacer cualquiera, es absurdamente fácil.

Para que sea fácil dejar de fumar, tienes que tener claros en la mente ciertos conceptos fundamentales. Ya hemos visto tres de ellos:

  1. No se hace ningún sacrificio. Sólo hay beneficios positivos maravillosos.
  2. Nunca pienses en fumar un cigarrillo de vez en cuando. No existe. Sólo conlleva una vida de suciedad y enfermedad.
  3. Tú no eres diferente: cualquier fumador puede encontrar fácil dejar de fumar.
25. Los fumadores ocasionales, los jóvenes, los no fumadores

Los que fuman mucho tienden a envidiar a los fumadores ocasionales. No lo hagas. En cierto extraño modo, el fumador ocasional está más enganchado (y sufre más) que el que fuma mucho. Es verdad que corre menos riesgos con su salud, y que gasta menos dinero que tú, pero en otros aspectos está mucho peor.

Recuerda, nadie disfruta de los cigarrillos; sólo se disfruta aliviando el
mono
. La tendencia natural en una drogadicción es aliviar el
mono
al máximo: fumar constantemente.

Hay tres factores que nos impiden fumar compulsivamente:

  1. DINERO: La mayoría no se lo pueden permitir.
  2. SALUD: Para aliviar el
    mono
    , tenemos que ingerir un producto venenoso. La capacidad de resistencia al veneno varía de una persona a otra, y según la situación o período de su vida. Esto funciona como un freno automático fisiológico.
  3. DISCIPLINA: La disciplina impuesta por la sociedad, el oficio, la familia, los amigos, o por el mismo fumador, como resultado del tira y afloja natural que existe en la mente de todos los fumadores.

Este es un buen momento para entrar en unas cuantas definiciones.

EL NO FUMADOR. Alguien que nunca ha caído en la trampa. No debe congratularse. Sólo son no fumadores por casualidad. Todos los fumadores estaban convencidos de que nunca se engancharían. Y algunos no fumadores siguen probando un cigarrillo de vez en cuando.

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