—No puedo…
—Bien. Me lo llevaré y se lo daré a Stanley Morrison. Quizá él aprecie mi amistad —dijo el irlandés en un tono muy distinto al que Tommy había empleado cuando Sasha rechazó su primer regalo. En Randy sonaba ofendido más que dolido.
—Randy, no quise ofenderte…
—¡Pero lo hiciste! ¿En quién crees que pensé cuando compré este juego? ¿En Morrison o en ti?
Sasha negó con la cabeza, visualizando el rostro lleno de pecas de Morrison, con quien jugaba ajedrez a veces.
—En mí, supongo. —Sonrió sin poder evitarlo—. Gracias, Randy. Lo aprecio de verdad. No sé cómo agradecértelo.
—Eso está mejor. Mucho mejor.
Randy dejó el ajedrez en la mesa de noche, apartando las fotos. Al ver al bebé con Sasha y Tommy frunció el ceño, pero se volvió hacia el ruso con su mejor sonrisa.
—¿Sabes? Yo sé cómo puedes agradecérmelo. —Sin esperar respuesta, lo besó.
Sasha, pillado por sorpresa, tardó un poco en reaccionar. Sabía que Randy lo consideraba atractivo y era mutuo. Por un instante pensó en Tommy, pero el súbito deseo por Randy ganó la partida y devolvió el beso con igual pasión.
Tommy sentía nostalgia por las noches pasadas ayudando a Angel a cuidar al pequeño Ariel, para después ir a hurtadillas para dormir con Sasha. Ahora lo tenía lejos y era complicado escaparse, sobre todo cuando la habitación del prefecto era contigua a la suya.
Sabía que Sasha estaba satisfecho. Había vuelto a trabajar con el conserje, pero Alex lo invitaba en ocasiones a ayudarlo en su despacho.
—Me gusta dirigir —había confesado Sasha una noche, después de que hicieran el amor—. Creo que si me dieran la oportunidad, lo haría bien.
Tommy también lo creía, pero Sasha le había prohibido decírselo a Alex.
—Tonto orgulloso —murmuró, mirando el reloj. Era sábado 20 de septiembre, cumpleaños de Sasha, y habían planeado pasarlo juntos. El ruso había salido temprano a recoger una carta de su madre al apartamento de su tío, pero las horas pasaban y no volvía.
Tommy esperó toda la noche del sábado. Preguntó en el
college
, pero no le dieron razón, y pasó una noche angustiada. El domingo estaba desesperado y fue a casa de Alex para pedir ayuda.
—Llama de nuevo a sus amigos. Quizá haya ido a dormir allí —propuso el empresario y Tommy obedeció.
Llamó primero a Richie, pero no pudo hablar con libertad con Alex al lado.
—¿Estás seguro de que no lo has visto? —Al recibir una nueva negativa de Richie, colgó y miró preocupado a Alex—. No sabe dónde está.
Alex estaba a punto de llamar a la policía cuando apareció Perkins anunciando a un agente que deseaba hablar con él respecto a un empleado extranjero y Alex lo recibió en su sala privada. Para cuando volvió, Angel estaba con Tommy y juntos jugaban con el pequeño Ariel.
—Sasha está detenido por agresión —informó—. Golpeó a su tío Piotr delante de varios testigos. Además, sus documentos de migración tienen problemas. Voy a buscarlo.
—Voy contigo —dijo inmediatamente Tommy levantándose de un salto.
Llegaron a toda prisa a la dependencia policial. Tommy no había estado jamás en un lugar así. Era un barrio pobre y muy populoso del East End, de estrechas y sucias calles, lo que sirvió para acentuar su preocupación. En el camino, Alex había llamado a sir Larry Crane, su abogado, para que se reuniera con ellos.
En la comisaría tardaron un buen rato en ser atendidos y tuvieron que pasar por varios funcionarios y llenar algunos formularios en escritorios llenos de papeles. Por lo que pudieron sacar en limpio, el tío de Sasha había presentado una denuncia por agresión y eso había complicado la situación migratoria del muchacho; agravándose todo por la negativa de Sasha de prestar declaración. Alex tuvo que pagar una importante fianza y pedir a sir Larry que se hiciera cargo de la situación.
Finalmente, los condujeron por un estrecho y poco iluminado pasillo hacia una celda. Tommy buscó con la mirada a Sasha y lo encontró sentado en un rincón, mirando al vacío, con la ropa manchada de sangre y una contusión en el pómulo.
Una prostituta le sonrió coqueta y dijo algo que sonó como «por uno así yo pagaría», lo que lo hizo sonrojarse intensamente y olvidar por un instante dónde estaba, hasta que volvió su vista hacia el ruso, que avanzaba, avisado por un guardia.
—¡Sasha! —exclamó lanzándose contra las rejas a las que se agarró con fuerza mientras el detenido se aproximaba. En cuanto lo tuvo cerca comenzó a tocarlo por todos lados buscando heridas hasta finalmente tomarle el rostro con la mano—. ¿Qué ha pasado?
Alex permanecía en segundo plano. Estaba seguro que Sasha se sinceraría antes con Tommy que con él.
—Van a deportarme —dijo Sasha en un susurro casi inaudible.
—¡No! —dijo con vehemencia Tommy—. No van a hacerlo, ¿verdad? —Se volvió hacia Alex que se acercó inmediatamente.
—No si podemos evitarlo —replicó Alex, intentando tranquilizarlo. Luego miró a Sasha—. Si vuelves a la URSS, lo más seguro es que te encarcelen, tu situación es muy delicada. Pero llevas varios años aquí, estudias, tienes trabajo y no tienes antecedentes. No te van a deportar. —Le sonrió levemente a Sasha, que pareció no oírlo—. No lo permitiremos.
La puerta de la celda se abrió y Sasha caminó como un autómata escoltado por sus amigos. La prostituta le envió un beso volado.
—Adiós, precioso. Si no te deportan, acude al Liberty Bar y pregunta por Trixi, a ti también te recibiré gratis… ¡Y trae a tus amigos si quieres!
En cuanto salió de la celda Tommy le rodeó los hombros, acercándolo. No sabía qué había pasado y Sasha estaba huraño. Durante todo el camino a la mansión estuvo mirando el suelo, respondiendo con monosílabos a las preguntas de sir Larry y Alex. El abogado se quedó en el camino, pidiéndole a Alex que lo llamase apenas supiese algo más. Tommy, mientras tanto, no dejaba de mirar a su amigo.
—¿Nos vas a decir qué ha pasado realmente? —Fue lo primero que dijo al llegar a Greenshaw Hall, luego de que Angel abrazara al ruso en el salón—. Por favor. —Se acercó y le puso la mano en el brazo.
—No tiene caso —murmuró Sasha—. Nada tiene caso ahora —dijo con voz ahogada—. Le di su merecido a ese desgraciado y lo volveré a hacer si vuelvo a verlo. Yo… os lo agradezco mucho, pero no debéis preocuparos por mí.
—Ni te creas que vas a dejar esto así —replicó Tommy enfadado, y lo empujó hasta hacerlo caer en el sofá—. Somos tu familia, te queremos y nos preocupas, y no vamos a permitir que nada malo te pase. —Detrás él, Angel y Alex, con el pequeño Ariel en brazos, corroboraron lo que dijo—. Ahora nos vas a decir qué ha pasado y por qué le has pegado a tu tío.
Se hizo un prolongado silencio en el que el rostro de Sasha se llenó de lágrimas, que se convirtieron en suaves sollozos. Pero no dijo nada.
Tommy se arrodilló a su lado y lo abrazó dejándolo llorar mientras lo acariciaba con suavidad en la espalda y lo sostenía con todo su cuerpo.
—Sasha, ¿qué sucede? —preguntó suavemente para añadir en un susurro que nadie mas oyó—: Te quiero, déjame ayudarte.
—Mi madre… —La voz de Sasha se ahogó nuevamente. Angel avanzó hacia él y lo abrazó sin hacerle preguntas.
—Te queremos mucho. Eres parte de nuestra familia —aseguró—. Y las familias están hechas para ayudarse. Nunca te abandonaremos aunque tú nos lo pidas. Yo perdí a mis padres y encontré una nueva familia aquí, con vosotros.
Poco a poco, Sasha comenzó a hablar. Lo hizo lentamente, mezclando las cosas y cuando terminó, sacaron en limpio que había ido esa mañana muy temprano al apartamento de su tío para saber si tenía carta de su madre, pues llevaba algún tiempo sin recibirlas. Había encontrado a Piotr borracho y la carta que lo esperaba no era de su madre, sino de un albergue en el que le comunicaban que Anastasia había fallecido luego de una larga enfermedad y que siempre preguntaba por su hijo. También había una carta de su madre en la que se despedía de él. Pero eso no era todo, había leído entre líneas que su madre se hallaba en la miseria antes de morir y eso no podía ser posible, ya que él le enviaba dinero puntualmente. Al interrogar a su tío, descubrió que éste, después de la muerte de su padre, había estado sustrayendo el dinero que iba en los sobres destinados a Anastasia y en ese momento, todo su dolor había estallado y lo había golpeado hasta que unos vecinos los separaron.
—¿Cómo pudo? —preguntó desolado Tommy—. ¿Cómo…? —No podía entender que alguien pudiera ser tan ruin, tan malvado—. ¡Debiste matarlo! —exclamó de repente en el calor del momento ganándose un pellizco de Angel.
—Ella no hubiera querido eso —dijo ella.
Alex se acercó y puso la mano en el hombro de su amigo.
—Lo siento muchísimo —dijo en voz baja—. Sé que nada de lo que digamos o hagamos podrá borrar ese dolor que sientes, pero queremos que sepas que estamos aquí, para lo que necesites. Vamos a resolver el tema de tu migración. Te quedarás aquí, con nosotros. Eso es lo que tus padres querían y eso es lo que harás.
Sasha miró largamente a Alex, luego a Angel y finalmente a Tommy.
—Ese desgraciado me dijo también que mi padre fue encarcelado al haberse descubierto mi desaparición. Murió en prisión…
—Lo siento mucho. —Angel volvió a abrazarlo.
—No sé qué hacer… —Su voz sonó perdida.
—Pues ahora vas a darte una ducha, que te hará sentir mucho mejor —dijo Angel con una sonrisa—. Mientras tanto buscaré algo para comer y lo subiré a tu cuarto, y curaremos esas heridas en tu rostro. Luego te meterás a la cama y descansarás, que pasar la noche en una comisaría no le hace bien a nadie.
Sasha le lanzó una mísera mirada a Tommy.
—Tranquilo, me quedaré contigo… No voy a dejarte solo, jamás.
—Acompáñalo arriba, Tommy —añadió Angel—. Voy a ver qué encuentro por la cocina. Alex, amor, acuesta a Ariel, debería estar durmiendo hace horas.
Alex asintió pero antes de irse se agachó junto a Sasha para que se despidiera del bebé. El chiquitín alargó sus manitas hacia él y balbuceó algo.
—
Pequeño
—susurró Sasha en ruso, sujetando una de las pequeñas manitas—. Eres muy afortunado.
Finalmente se levantó y subió las escaleras con Tommy.
Cuando llegaron al cuarto de Sasha, que los Andrew siempre mantenían preparado para él, Tommy lo ayudó a desvestirse y con una toalla limpia lo empujó al baño para que se duchara. Si hubieran estado solos lo habría seguido, pero en cualquier momento podían llegar Alex o Angel y pillarlos y no se animó a hacerlo.
—Te estaré esperando aquí —dijo con voz suave.
Sasha entró a la ducha y cerró los ojos mientras el agua tibia caía por su cuerpo. No quería pensar en nada, lo único que quería era dejar de sentir ese dolor en el pecho, dormir y quizá jamás despertar. Su madre y Tommy siempre habían sido los motivos por los que deseaba salir adelante. Ahora sólo le quedaba Tommy. Salió envuelto en una toalla y le sonrió tristemente.
—No tienes que quedarte…
—No tengo que quedarme —replicó Tommy tomando otra toalla y acercándose a él—. Quiero quedarme. —Le puso la toalla en el pelo y dejo sus manos a ambos lados de la cabeza—. Quiero quedarme. —Volvió a repetir y aproximándose más lo besó con mucha dulzura.
Tras separarse, lo ayudó a secarse y le puso un pijama que había preparado con antelación mientras Sasha estaba en la ducha. Luego lo empujó hacia la cama para que se metiera en ella, aunque apenas eran las seis.
—Angel debe estar por llegar con algo de comer.
Como si los hubiera oído, Angel tocó la puerta y entró; Alex se asomó por detrás del marco.
—He traído unos sándwiches de atún para los dos —dijo dejando una gran bandeja en la mesilla de noche. Tommy con toda la preocupación no había comido nada—. También he preparado una jarra de zumo de naranja, que es muy sano y de postre —explicó señalando a un plato cubierto— helado de chocolate. —Acarició la mejilla de Sasha—. A mí me anima mucho cuando estoy triste. También he traído lo necesario para curarte esa contusión.
Mientras Alex la ayudaba, limpió la herida poco profunda que tenía Sasha y le aplicó una pomada antiséptica.
—Nosotros nos vamos —dijo dirigiéndose hacia la puerta y tomando a su marido del brazo, segura de que Sasha preferiría la compañía de Tommy—. Mañana no os preocupéis por madrugar, Alex se encargará de hablar con el colegio y en la universidad y disculparos a ambos. Y con el trabajo no hay problema. —Alex asintió con una tenue sonrisa—. Buenas noches chicos… que descanséis —se despidió y cerró la puerta.
—Toma, comienza a comer mientras yo me cambio —dijo Tommy mientras le ponía una servilleta en las rodillas y le alargaba un sándwich. Luego se levantó y, tras buscar un pijama entre las ropas que Sasha había dejado allí, se desnudó y se lo puso. Le quedaba un poco corto y recordó con un poco de nostalgia cuando Sasha era el más alto.
Tras mirarse de refilón en el espejo se sentó al lado del ruso, sirvió dos vasos de zumo y tomó uno de los sándwiches que comenzó a devorar. No sabía si Sasha querría hablar y no deseaba molestarlo con charla insustancial, aunque el pesado silencio lo estaba agobiando bastante.
Sasha lo observó sin decir nada y tomó uno de los sándwiches, para comenzar a comer lentamente. Sólo en ese momento se dio cuenta de cuánta hambre tenía y de lo cansado que estaba. Despacio, alzó la mano y le acarició suavemente la mejilla.
—No quise preocuparos… lo siento. —Sus ojos se humedecieron nuevamente—. Ahora vosotros sois lo único que me queda —dijo con un hilo de voz.
—Y siempre estaremos a tu lado, te queremos… Te quiero —dijo Tommy suavemente mientras le limpiaba las lágrimas que pugnaban por escapar de sus ojos.
Sasha le besó levemente la punta de los dedos y sonrió, pensando en la última carta que su madre le había escrito y que guardaba en la bolsa con las cosas que le devolvieron en la comisaría. Agradecía que estuviera escrita en ruso y que nadie pudiera entenderla, porque contenía una última promesa que su madre le había pedido que hiciera y que no quería defraudar: Anastasia, en su sencillo deseo de verlo feliz y con una familia, le había pedido que si algún día volvía a la URSS, que llevara flores a su tumba en compañía de su esposa, y que si tenía una hija mujer, le pusiera su nombre. ¿Qué habría pensado de Tommy? Imaginó el bondadoso rostro de Anastasia y supo que ella lo habría entendido.