Con los ojos cerrados y concentrado en la música, no percibió cómo la puerta se abría ni cómo un sorprendido Sasha lo miraba desde ella. Tocaba con total concentración y todo su cuerpo se movía al ritmo de la música. Una sonrisa iluminaba su rostro, lo habían obligado a aprender a tocar el chelo, pero maldita sea si no le iban a permitir disfrutarlo.
Sasha lo devoraba con los ojos. Nunca habría podido imaginar que tocaba el chelo, y no sólo que lo tocaba, sino que además lo hacía magníficamente. Guardó silencio, pues no quería interrumpir, pero al empujar la puerta un poco más, ésta emitió un fuerte crujido y la música cesó de golpe.
Tommy levantó la cabeza, sorprendido, y vio a Sasha mirándolo desde la puerta. Con ojos entrecerrados por la luz, sin hacer ningún movimiento, le devolvió la mirada, como si estuviera resignándose por anticipado a lo inevitable.
—Te estuve buscando. —Sasha avanzó hacia él—. Me dieron la tarde libre y… ¿desde cuando tocas el chelo? —preguntó sin poderse contener.
—Desde los cuatro años —contestó con voz monótona y, tras tomar las gafas del atril, se las puso.
—No me lo habías dicho —reprochó el ruso, sorprendido. Acababa de hacer un descubrimiento que le parecía fascinante y Tommy no se veía entusiasmado. Es más, parecía que le incomodara que lo supiera.
—Hay muchas cosas de mí que no sabes. —Se levantó y con total calma se dispuso a guardar el enorme chelo en su funda.
—Ah, ¿sí? —Sasha estaba mortificado. Él le había contado a Tommy prácticamente toda su vida y creía que la confianza era recíproca, y ahora se encontraba con que había más secretos—. ¿Y qué cosas son?
—¿De verdad quieres saberlo? —dijo Tommy totalmente impertérrito. Guardó el chelo, limpiándolo con un pañito, colocó el arco en la tapa del estuche y finalmente lo cerró y lo dejó sobre la silla.
Sasha frunció el ceño. Al instante pasaron por su mente varios pecaminosos secretos, entre los que estaba haberse follado a un importante porcentaje de estudiantes. No le gustó en absoluto.
—Pues eso es cosa tuya —respondió a la defensiva.
—En el fondo no te importa ¿verdad? Conoces todo de Tommy ahora… ¿que más da lo que pasó antes? Eso no cuenta… cuenta el ahora —dijo aún de espaldas, acariciando el estuche del chelo sobre la silla para disimular su creciente nerviosismo.
¿Qué rayos era todo eso del pasado? Sasha pensó fugazmente en Grant, en Kathy, en ese ridículo francés de las cartas. Pero no, eso era reciente… Tommy debía referirse a otra cosa.
—Me importa —dijo al instante—. Me importa todo lo relacionado contigo. Si vas a contarme que follaste con alguien no voy a sorprenderme o enfadarme, pero no estés así de evasivo, que no me gustan los misterios.
—Follar con alguien. —Sasha observó cómo los hombros de Tommy se sacudían y luego soltó una extraña risa—. Ojalá fuera algo tan simple.
Disipados sus celos al saber que no se trataba de sexo, Sasha se comenzó a preocupar. Nunca había visto a Tommy actuar tan extraño, parecía que algo lo estuviera lastimando profundamente. Su voz sonaba como si se estuviera conteniendo de llorar, aunque fingiera indiferencia.
—¿Tommy? —dijo aproximándose—. ¿Pasó algo malo? Puedes decírmelo, no voy a contárselo a nadie. —Tommy no volteó—. Somos amigos, puedes confiar en mí.
—En realidad no quieres saberlo. —Tommy se giró para mirarlo, sin poder contener las lágrimas—. ¿Por qué ibas a querer saber lo que pasó?
—¿Qué pasó? —insistió Sasha—. Quiero saberlo y me lo vas a decir —dijo, sabiendo que al hablar en ese tono, Tommy se vería forzado a responder. Pero no estaba preparado para el estallido que siguió:
—¿Para qué querrías saber la clase de monstruo que soy? ¿Por qué desearías saber que soy un asesino? —Las palabras salieron de su boca como si nada pasara, pero contrariándolas, el rostro de Tommy reflejaban un dolor terrible, un dolor insondable y terrible.
—¿Qué estás diciendo? —Miles de conjeturas pasaron por la mente de Sasha y lo abrazó con fuerza—. Tú no eres nada de eso —dijo con firmeza—, eres el mejor amigo que alguien pueda tener, eres el primero en defender a todos, en preocuparte por los demás. ¿Por qué dices eso?
—Sí lo soy… sí lo soy —respondió vehemente para luego romper a llorar en brazos de Sasha—. Yo maté a mi hermano… yo maté a mi hermano… yo maté a mi hermano… —comenzó a repetir como un mantra, dejándose abrazar pero sin devolver el abrazo.
Sasha lo miró espantado. Sabía que Tommy tuvo un hermano que había muerto cuando él era muy pequeño, pero no conocía los detalles. Y también sabía que sus padres siempre lo estaban comparando con ese hermano, al punto de casi destruir su autoestima.
—No, no es cierto —replicó—. No puede ser verdad. ¿Cuántos años tenías cuando murió? ¿Dos? ¿Tres? No pudiste hacer eso, Tommy. Eras tan sólo un niño.
—Pero lo hice. El coche iba a atropellarme a mí, debió atropellarme a mí y no a él —replicó Tommy con voz calma, mientras su cuerpo se sacudía en sollozos—. ¡Yo debí morir y no él, yo lo maté!
El ruso lo abrazó fuerte, tratando de consolarlo como Tommy tantas veces lo había consolado a él, tratando de entender, buscando las palabras que aliviaran su dolor.
—Fue un accidente, ¿verdad? ¿Por qué no me lo cuentas? A veces eso ayuda, por lo menos es lo que siempre dices —dijo con dulzura.
—Yo… —Tommy se derrumbó contra el cuerpo de Sasha y le devolvió el abrazo. Tras un largo silencio y un hondo suspiro, comenzó a hablar—: Mis padres nunca me quisieron. Sebastian era perfecto ¿para qué iban a querer alguien más? Pero él sí me quería… o al menos esa es la sensación que tengo… Sensación, porque no sé si le puedo llamar recuerdo. —Volvió a suspirar—. Cuando yo tenía dos años estábamos en el parque, jugando. Se me escapó una pelotita y fui tras ella. Sebastian vio que se acercaba un coche a toda velocidad y se lanzó a por mí, apartándome. Es lo que dicen, porque realmente no lo recuerdo… ¿Lo entiendes? Yo debería haber muerto, no él… Yo lo maté.
Sasha respiró hondo. Sabía que los padres de Tommy estaban muy equivocados y que su actitud lo había lastimado profundamente. Odiaba que lo trataran así, quería ayudarlo como Tommy siempre había hecho con él. Acarició su rostro con mucha ternura.
—Fue un accidente. Un lamentable accidente —repitió con firmeza—, pero accidente al fin y al cabo. No fue tu culpa, eras un bebé. Si tus padres te culpan por eso están equivocados. ¿Sabes? Mi madre siempre decía que toda persona tiene su hora de morir, que no importa lo que uno haga, que es inevitable. Si el destino de tu hermano fue morir tan joven, no pudo ser culpa tuya, ni creo que a él le guste que pienses así.
—Pero él era el mejor de los dos, no merecía morir, en cambio yo… Yo soy prescindible. Él estaba destinado a grandes cosas, era una persona maravillosa, tan amable, tan dulce, tan recta. Tenía un gran talento para el violonchelo y estaba deseando estudiar literatura y ser un gran escritor como Bram. Iba a serlo, todo lo hacía bien y era tan hermoso por dentro como por fuera. —Suspiró—. Yo soy todo lo contrario… él no merecía morir. ¿Te das cuenta? —añadió sin darle tiempo a réplica—. Todo lo que hago es lo que él deseaba hacer, son sus sueños… Es su vida…
Sasha se quedó unos momentos sin saber qué decir. Veía todo el daño que sus padres le habían hecho a Tommy, intentaba imaginar su infancia, siempre a la sombra de Sebastian.
—No puedes decir eso. ¿Quién te dijo que tú no eres también una persona maravillosa? Eres amable, dulce, hermoso. Y tienes talento, te he oído tocar desde hace un rato y tienes mucho talento. No necesitas hacer lo que él deseaba si no es lo que tú deseas, Tommy.
—No tengo elección, mis padres no me dejarían hacer otras cosas. Soy la copia de Sebastián. Una mala copia. —Una risa que sonó extraña escapó de sus labios—. Incluso me teñían el pelo de rubio cuando era pequeño, tratando que me pareciera a él.
—Tommy, estamos en Inglaterra, en pleno Siglo XX. Si dices eso en mi país quizá sea correcto, pero aquí no. Aquí las personas son libres y pueden hacer lo que desean —replicó Sasha, pero optó por cambiar de tema al ver el rostro de espanto de su amigo ante la levísima insinuación de desafiar a sus padres.
—Tampoco tengo talento, eso que has oído es sólo por horas y horas machacándome en ensayos y por mucho que practique no dejaré de ser mediocre.
—No eres mediocre, no para mí. Me sorprendí mucho al oírte tocar, nunca me habías dicho que lo hacías. ¿Por qué no me tocas algo? Me encantaría oírte.
—¿Quieres que toque para ti? —preguntó Tommy, sorprendido—. ¿De verdad quieres?
—Claro que sí. —Sasha tomó su pañuelo y le limpió el rostro, besándolo ligeramente en los labios—. Por favor.
—De acuerdo. —Tommy se giró para volver a sacar el violonchelo de la funda—. Yo… nunca he tocado delante de nadie aparte de mis profesores. —El nerviosismo era patente en sus palabras y en sus gestos—. Ni siquiera Alex sabe que sé tocar. —Tras sacar el instrumento se sentó y lo colocó entre sus piernas. Durante un rato se quedó simplemente allí, respirando con calma—. Esto… No lo he practicado mucho, es una adaptación y la he hecho yo por lo cual seguramente suene fatal —susurró para finalmente comenzar a tocar. Tras unas pocas notas, algo muy parecido a
Love of my life
de Queen comenzó a sonar en la sala.
—Esa canción… Es preciosa —murmuró Sasha, temeroso de interrumpir. Se sentó en el suelo, frente a Tommy, contemplándolo tocar. Estaba concentrado en la melodía, con los labios ligeramente entreabiertos y a Sasha se le antojó la visión más hermosa. Muy despacio, comenzó a cantar—:
Love of my life, can’t you see… bring it back, bring it back, don’t take it away from me because you don’t know what it means to me. Love of my life… love of my life…
[5]
La voz de Sasha se hizo cada vez más queda conforme la canción llegaba a su fin, sus ojos embelesados estaban fijos en Tommy, adorándolo con la mirada, deseando acariciarlo y amarlo por siempre, haciéndole olvidar todo el dolor que su familia le había causado.
Tommy, sin dejar de tocar y con los ojos cerrados, sonrió mientras oía a Sasha cantar. No era un cantante profesional, pero el leve acento ruso que aún conservaba le daba un sonido adorable a la canción. Entre alguna nota un poco más disonante que las otras, terminó de tocar, pero no se atrevió a abrir los ojos y mirarlo.
Sasha aplaudió con calor, para luego quitarle el chelo y, después de colocarlo en el suelo, se arrodilló ante él tomando sus manos.
—Nunca había escuchado algo tan hermoso.
—No hace falta que mientas —replicó Tommy con una ligera sonrisa—. He desentonado mucho. No me ha salido muy bien…
—No miento. No soy profesional en esto, pero lo escuché con el corazón y fue lo más hermoso que he oído —replicó tercamente el ruso, aún a los pies de Tommy—. No me importa si algún famoso concertista lo toca mejor, lo que me importa es cómo lo haces tú y no cambiaría este momento por nada en el mundo.
—De acuerdo. —Tommy sonrió un poco más dulcemente—. El amor es ciego y en tu caso también sordo —añadió sin pensar, para un segundo después darse cuenta de lo que había dicho y su rostro reflejó el temor a lo que esas palabras podrían provocar—. Lo siento —dijo rápidamente, pero el daño estaba hecho.
—Y eso aplica también a la amistad, supongo… —dijo cautamente Sasha ignorando parte del comentario—. Pero no lo hago por amistad… sólo digo la verdad.
—Pues entonces, mi querido Sasha, tienes muy mal oído para la música —dijo Tommy con una sonrisa mucho más relajada—. Y a todo esto, ¿qué haces aquí?
—Vine a darte una sorpresa —respondió el ruso—. Aunque el sorprendido fui yo. Siéntate a mi lado, te la contaré.
El trabajo de Sasha en el laboratorio como asistente de Alex era lo más interesante que había hecho. Eso le permitía observar de cerca cómo su amigo dirigía una gran corporación, y procuraba aprender más cada día.
Esa experiencia se volcó en los estudios, aunque el ritmo era intenso y vio con alivio la llegada de diciembre.
Angel y Alex habían hecho planes para pasar las vacaciones de invierno con Tommy y Sasha en Averbury, pero un desafortunado incidente trastornó por completo la feliz Navidad que pensaban tener.
Ebenezer fue arrestado por deudas el 20 por la tarde y Alex se enteró porque la noticia salió en todos los medios y llegó a McAllister, quien se lo anunció con inocultable satisfacción.
El joven partió enseguida a buscar a su hermano y con ayuda de los abogados de la familia, lo puso en libertad luego de pagar sus deudas, pero la noticia no había pasado desapercibida para Alistair que, delicado de salud, tomó muy mal el arresto de su hijo mayor.
Fue así como unos días antes de Navidad, luego de un violento altercado con Ebenezer, Alistair fue internado de urgencia y Tommy y Sasha se quedaron acompañando a Angel y al pequeño Ariel.
—Ebenezer es tan distinto a Alex —murmuró Angel—. A veces me pregunto cómo es que pueden ser hermanos.
—Es cierto, ni siquiera se parecen físicamente —añadió Tommy—, ¿será adoptado? Frances no parece de esas que se lían con uno por ahí… —Angel le dirigió una mirada escandalizada por la insinuación. Pero era cierto, los hermanos no se parecían mucho.
—¡Tommy! —Sasha le dio un pellizco de advertencia. Ebenezer no era santo de su devoción, pero era demasiado prudente como para hablar mal del cuñado de Angel delante de ella, con todo lo que había pasado—. ¿Por qué no ayudas a bañar a Ariel? Podemos hacerlo juntos…
Tommy iba a replicar algo cuando oyeron el sonido de la puerta. Momentos después entró Alex. Su aspecto era terrible, se notaban los estragos de la tensión: parecía que no hubiera dormido en días y su mirada estaba un poco perdida.
—Ha muerto. —Se limitó a decir y se dejó caer en el sofá entre Sasha y Tommy que se había incorporado al oírlo entrar—. Dijeron que fue fulminante, no sufrió… —Su voz se apagó.
—¡Dios mío! —Angel se acercó a abrazar a su marido, dejando al pequeño Ariel en brazos de Tommy.
El ruso cerró los ojos, pensando en Alistair por quien había sentido mucha admiración. Sus ojos se humedecieron un poco; lo echaría de menos. Él había pasado por algo parecido recientemente y sabía que nada que dijeran podría confortar a Alex. En esos momentos necesitaría mucho cariño y comprensión. Pasó un brazo por el hombro de su amigo, en un mudo gesto que decía que él estaría allí cuando lo necesitaran.