Fábulas morales (10 page)

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Authors: Félix María Samaniego

Tags: #Clásico, Cuento, Infantil y juvenil, Poesía

BOOK: Fábulas morales
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marchaban juntos amigablemente,

varios puntos tratando en confianza,

pertenecientes a llenar la panza.

En esto el Lobo, por algún recelo

que comenzó a turbarle su consuelo,

mirando el Perro, dijo: «He reparado

que tienes el pescuezo algo pelado.

dime: ¿Qué es eso?» «Nada.»

«Dímelo, por tu vida, camarada.»

«No es más que la señal de la cadena;

pero no me da pena,

pues aunque por inquieto

a ella estoy sujeto,

me sueltan cuando comen mis señores,

recíbenme a sus pies con mil amores;

ya me tiran el pan, ya la tajada,

y todo aquello que les desagrada;

éste lo mal asado,

aquel un hueso descamado;

y aun un glotón, que todo se lo traga,

a lo menos me halaga,

pasándome la mano por el lomo;

yo meneo la cola, callo y como.»

«Todo eso es bueno, yo te lo confieso,

pero por fin y postre tú estás preso:

jamás sales de casa,

ni puedes ver lo que en el pueblo pasa.»

«Es así.» «Pues amigo,

la amada libertad que yo consigo

no he de trocarla de manera alguna

por tu abundante y próspera fortuna.

Marcha, marcha a vivir encarcelado;

no serás envidiado

de quien pasea el campo libremente,

aunque tú comas tan glotonamente

pan, tajadas y huesos; porque al cabo,

no hay bocado en sazón para un esclavo.»

Libro sexto

FÁBULA I

El Pastor y el Filósofo

De los confusos pueblos apartado,

un anciano Pastor vivió en su choza,

en el feliz estado en que se goza

existir ni envidioso ni envidiado.

No turbó con cuidados la riqueza

a su tranquila vida,

ni la extremada mísera pobreza

fue del dichoso anciano conocida.

Empleado en su labor gustosamente

envejeció; sus canas, su experiencia

y su virtud le hicieron, finalmente,

respetable varón, hombre de ciencia.

Voló su grande fama por el mundo;

y llevado de nueva tan extraña,

acercóse un Filósofo profundo

a la humilde cabaña,

y preguntó al Pastor: «Dime, ¿en qué escuela

te hiciste sabio? ¿Acaso te ocupaste

largas noches leyendo a la candela?

¿A Grecia y Roma sabias observaste?

¿Sócrates refinó tu entendimiento?

¿La ciencia de Platón has tú medido

o pesaste de tulio el gran talento,

o tal vez, como Ulises, has corrido

por ignorados pueblos y confusos

observando costumbres, leyes y usos?»

«Ni las letras seguí, ni como Ulises

(humildemente respondió el anciano),

discurrí por incógnitos países.

Sé que el género humano

en la escuela del mundo lisonjero

se instruye en el doblez y la patraña.

con la ciencia que engaña

¿Quién podrá hacerse sabio verdadero?

Lo poco que yo sé me lo ha enseñado

naturaleza en fáciles lecciones:

un odio firme al vicio me ha inspirado,

ejemplos de virtud da a mis acciones.

Aprendí de la abeja lo industrioso,

y de la hormiga, que en guardar se afana,

a pensar en el día de mañana.

Mi mastín, el hermoso

y fiel sin semejante,

de gratitud y lealtad constante

es el mejor modelo,

y si acierto a copiarle, me consuelo.

Si mi nupcial amor lecciones toma,

las encuentra en la cándida paloma.

La gallina a sus pollos abrigando

con sus piadosas alas como madre,

y las sencillas aves aun volando,

me prestan reglas para ser buen padre.

Sabia naturaleza, mi maestra,

lo malo y lo ridículo me muestra

para hacérmelo odioso.

Jamás hablo a las gentes

con aire grave, tono jactancioso,

pues saben los prudentes

que, lejos de ser sabio el que así hable,

será un búho solemne, despreciable.

Un hablar moderado,

un silencio oportuno

en mis conversaciones he guardado.

El hablador molesto e importuno

es digno de desprecio.

Quien escuche a la urraca será un necio.

A los que usan la fuerza y el engaño

para el ajeno daño,

y usurpan a los otros su derecho,

los debe aborrecer un noble pecho.

Únanse con los lobos en la caza,

con milanos y halcones,

con la maldita serpentina raza,

caterva de carnívoros ladrones.

Mas ¡qué dije! Los hombres tan malvados

ni aún merecen tener esos aliados.

No hay dañino animal tan peligroso

como el usurpador y el envidioso.

Por último, en el libro interminable

de la naturaleza yo medito;

en todo lo creado es admirable:

Del ente más sencillo y pequeñito

una contemplación profunda alcanza

los más preciosos frutos de enseñanza.»

«Tu virtud acredita, buen anciano

(el Filósofo exclama),

tu ciencia verdadera y justa fama.

vierte el género humano

en sus libros y escuelas sus errores;

en preceptos mejores

nos da naturaleza su doctrina.

Así quien sus verdades examina

con la meditación y la experiencia,

llegará a conocer virtud y ciencia.»

FÁBULA II

El Hombre y la Fantasma

Un joven licencioso

se hallaba en un estado vergonzoso,

con sus males secretos retirado;

en soledad, doliente, exasperado,

cavila, llora, canta, jura, reza,

como quien ha perdido la cabeza.

«¿Te falta la salud? Pues, caballero,

de todo tu dinero,

nobleza, juventud y poderío

sábete que me río;

trata de recobrarla, pues perdida,

¿De qué sirven los bienes de esta vida?»

Todo esto una Fantasma le previno,

y al instante se fue como se vino.

el enfermo se cuida, se repone;

un nuevo plan de vida se propone.

En efecto, se casa.

Cércanle los cuidados de la casa,

que se van aumentando de hora en hora.

La mujer (Dios nos libre), gastadora

aun mucho más que rica,

los hijos y las deudas multiplica;

de modo que el marido,

más que nunca aburrido,

se puso sobre un pie de economía,

que estrechándola más de día en día,

al fin se enriqueció con opulencia.

La Fantasma le dice: «En mi conciencia,

que te veo amarillo como el oro;

tienes tu corazón en el tesoro;

miras sobre tu pecho acongojado

el puñal del ladrón enarbolado;

las noches pasas en mortal desvelo;

¿Y así quieres vivir?…¡Qué desconsuelo!»

El Hombre, como caso milagroso,

se transformó de avaro en ambicioso.

Llegó dentro de poco a la privanza:

¡el señor don Dinero qué no alcanza!

La Fantasma le muestra claramente

un falso confidente:

cien traidores amigos,

que quieren ser autores y testigos

de su pronta caída.

Resuélvese a dejar aquella vida,

y, ya desengañado,

en los campos se mira retirado.

Buscaba los placeres inocentes

en las flores y frutas diferentes.

¿Quieren ustedes creer, esto me pasma,

que aun allí le persigue la Fantasma?

Los insectos, los hielos y los vientos,

todos los elementos

y las plagas de todas estaciones

han de ser en el campo tus ladrones.

Pues ¿adónde irá el pobre caballero?…

Digo que es un solemne majadero

todo aquel que pretende

vivir en este mundo sin su duende.

FÁBULA III

El Jabalí y el Carnero

De la rama de un árbol un Carnero

degollado pendía;

en él a sangre fría

cortaba el remangado Carnicero.

El rebaño inocente,

que el trágico espectáculo miraba,

de miedo, ni pacía ni balaba.

Un jabalí gritó: «Cobarde gente,

que miráis la carnívora matanza,

¿cómo no os vengáis del enemigo?»

«Tendrá, dijo un Carnero, su castigo,

mas no de nuestra parte la venganza.

La piel que arranca con sus propias manos

sirve para los pleitos y la guerra,

las dos mayores plagas de la tierra,

que afligen a los míseros humanos.

Apenas nos desuellan, se destina

para hacer pergaminos y tambores:

Mira cómo los hombres malhechores

labran en su maldad su propia ruina.»

FÁBULA IV

El Raposo, la Mujer y el Gallo

Con la orejas gachas

y la cola entre piernas,

se llevaba un Raposo

un Gallo de la aldea.

Muchas gracias al alba,

que pudo ver la fiesta,

al salir de su casa

Juana la madruguera.

como una loca grita:

«Vecinos, que le lleva;

que es el mío, vecinos.»

Oye el Gallo las quejas,

y le dice al Raposo:

«Dila que no nos mienta,

que soy tuyo y muy tuyo.»

Volviendo la cabeza,

la responde el Raposo:

«Oyes, gran embustera,

no es tuyo, sino mío;

él mismo lo confiesa.»

Mientras esto decía,

el Gallo libre vuela,

y en la copa de un árbol

canta que se las pela.

El Raposo burlado

huyó; ¡quién lo creyera!

Yo, pues a más de cuatro,

muy zorros en sus tretas,

por hablar a destiempo,

los vi perder la presa.

FÁBULA V

El Filósofo y el Rústico

La del alba sería

la hora en que un Filósofo salía

A meditar al campo solitario,

en lo hermoso y lo vario,

que a la luz de la aurora nos enseña

Naturaleza, entonces más risueña.

Distraído sin senda caminaba,

cuando llegó a un cortijo, donde estaba

con un martillo el Rústico en la mano,

en la otra un milano,

y sobre una portátil escalera.

«¿Qué haces de esa manera?»,

El Filósofo dijo.

«Castigar a un ladrón de mi cortijo,

que en mi corral ha hecho más destrozos

que todos los ladrones en Torozos.

Le clavo en la pared… ya estoy contento…

sirve a toda tu raza de escarmiento.»

«El matador es digno de la muerte,

el Sabio dijo, mas si de esa suerte

el milano merece ser tratado,

¿De qué modo será bien castigado

el hombre sanguinario, cuyos dientes

devoran a infinitos inocentes,

y cuenta como mísera su vida,

si no hace de cadáveres comida?

Y aun tú, que así castigas los delitos,

cenarías anoche tus pollitos.»

«Al mundo le encontramos de este modo,

dijo airado el patán. Y sobre todo,

si lo mismo son hombres que milanos.

Guárdese no le pille entre mis manos.»

El Sabio se dejó de reflexiones.

Al tirano le ofenden las razones

que demuestran su orgullo y tiranía;

mientras por su sentencia cada día

muere, viviendo él mismo impunemente,

por menores delitos otra gente.

FÁBULA VI

La Pava y la Hormiga

Al salir con las yuntas

los criados de Pedro,

el corral se dejaron

de par en par abierto.

Todos los pavipollos

con su madre se fueron,

aquí y allí picando,

hasta el cercano otero.

Muy contenta la Pava

decía a sus polluelos:

«Mirad, hijos, el rastro

de un copioso hormiguero.

Ea, comed hormigas,

y no tengáis recelo,

que yo también las como:

Es un sabroso cebo.

Picad, queridos míos:

¡Oh qué días los nuestros,

si no hubiese en el mundo

malditos cocineros!

Los hombres nos devoran,

y todos nuestros cuerpos

humean en las mesas

de nobles y plebeyos.

A cualquier fiestecilla

ha de haber pavos muertos.

¡Qué pocas navidades

contaron mis abuelos!

¡Oh glotones humanos,

crueles carniceros!»

Mientras tanto una Hormiga

se puso en salvamento

sobre un árbol vecino

y gritó con denuedo:

«¡Hola! con que los hombres

son crueles, perversos;

¿Y qué seréis los pavos?

¡Ay de mí! ya lo veo:

a mis tristes parientes,

¡Qué digo! a todo el pueblo

sólo por desayuno

os le vais engullendo.»

No respondió la Pava

por no saber un cuento,

que era entonces del caso,

y ahora viene a pelo.

Un gusano roía

un grano de centeno:

Véronlo las Hormigas:

¡Qué gritos! ¡Qué aspavientos!

«Aquí fue Troya, dicen:

muere, pícaro perro»;

Y ellas ¿qué hacían? Nada:

robar todo el granero.

Hombres, Pavos, Hormigas,

según estos ejemplos,

cada cual en su libro

esta moral tenemos.

La falta leve en otro

es un pecado horrendo;

pero el delito propio

no más que pasatiempo.

FÁBULA VII

El Enfermo y la Visión

«¡Conque de tus recetas exquisitas,

un Enfermo exclamó, ninguna alcanza!…»

El médico se fue sin esperanza,

contando por los dedos sus visitas.

Así desengañado,

y creciendo por horas su dolencia,

de este modo examina su conciencia:

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