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Authors: Félix María Samaniego

Tags: #Clásico, Cuento, Infantil y juvenil, Poesía

Fábulas morales (13 page)

BOOK: Fábulas morales
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y los bosques umbrosos,

poblados de animales diferentes,

las escamosas gentes,

los brutos y las fieras,

y las aves ligeras,

y cuanto tiene alimento

en la tierra, en el agua y en el viento,

y digo finalmente: Todo es mío.

¡Oh grandeza del hombre y poderío!»

Una Pulga que oyó con gran cachaza

al Filósofo maza,

dijo: «Cuando me miro en tus narices,

como tú sobre el risco que nos dices,

y contemplo a mis pies aquel instante

nada menos que al hombre dominante,

que manda en cuanto encierra

el agua, viento y tierra,

y que el tal poderoso caballero

de alimento me sirve cuando quiero,

concluyo finalmente: Todo es mío.

¡Oh grandeza de pulga y poderío!»

Así dijo, y saltando se le ausenta.

De este modo se afrenta

aun al más poderoso

cuando se muestra vano y orgulloso.

FÁBULA III

El Cazador y los Conejos

Poco antes que esparciese

sus cabellos en hebras

el rubicundo Apolo

Por la faz de la tierra,

de cazador armado,

al soto Fabio llega.

Por el nudoso tronco

de cierta encina vieja

sube para ocultarse

en las ramas espesas.

Los incautos conejos

alegres se le acercan.

Uno del verde prado

igualaba la hierba;

otro, cual jardinero,

las florecillas siega;

el tomillo y romero

éste y aquél cercenan;

entre tanto al más gordo

Fabio su tiro asesta;

Dispara, y al estruendo

se meten en sus cuevas

tan repentinamente,

que a muchos pareciera

que, salvo el muerto, a todos

se los tragó la tierra.

Después de tanto espanto,

¿Habrá alguno que crea

que de allí a poco rato

la tímida caterva,

olvidando el peligro,

al riesgo se presenta?

Cosa extraña parece

mas no se admiren de ella.

¿Acaso los humanos

hacen de otra manera?

FÁBULA IV

El Filósofo y el Faisán

Llevado de la dulce melodía

del cántico variado y delicioso

que en un bosque frondoso

las aves forman, saludando al día,

entró cierta mañana

un sabio en los dominios de Dïana.

Sus pasos esparcieron el espanto

en la agradable estancia;

interrúmpese el canto;

las aves vuelan a mayor distancia;

todos los animales, asustados,

huyen delante de él precipitados,

y el Filósofo queda

con un triste silencio en la arboleda.

marcha con cauto paso ocultamente;

descubre sobre un árbol eminente

a un faisán, rodeado de su cría,

que con amor materno la decía:

«Hijos míos, pues ya que en mis lecciones

largamente os hablé de los milanos,

de los buitres y halcones,

hoy hemos de tratar de los humanos.

La oveja en leche y lana

da abrigo y alimento

para la raza humana,

y en agradecimiento

a tan gran bienhechora,

la mata el hombre mismo y la devora.

A la abeja, que labra sus panales

artificiosamente,

la roba, come, vende sus caudales,

y la mata en ejércitos su gente.

¿Qué recompensa, en suma,

consigue al fin el ganso miserable

por el precioso bien, incomparable,

de ayudar a las ciencias con su pluma?

Le da muerte temprana el hombre ingrato,

y hace de su cadáver un gran plato.

Y pues que los humanos son peores

que milanos y azores

y que toda perversa criatura,

huiréis con horror de su figura.»

Así charló, y el hombre se presenta.

«Ese es», grita la madre, y al instante

la familia volante

se desprende del árbol y se ausenta.

¡Oh cómo habló el Faisán!
«Mas ¡qué dijera

el Filósofo exclama, si supiera

que en sus propios hermanos

la ingratitud ejercen los humanos.»

FÁBULA V

El Zapatero médico

Un inhábil y hambriento Zapatero

en la corte por médico corría:

con un contraveneno que fingía

ganó fama y dinero.

Estaba el Rey postrado en una cama,

de una grave dolencia;

para hacer experiencia

del talento del médico, le llama.

El antídoto pide, y en un vaso

finge el Rey que le mezcla con veneno:

se lo manda beber; el tal Galeno

teme morir, confiesa todo el caso,

y dice que sin ciencia

logró hacerse doctor de grande precio

por la credulidad del vulgo necio.

Convoca el Rey al pueblo. «¡Qué demencia

es la vuestra, exclamó, que habéis fiado

la salud francamente

de un hombre a quien la gente

ni aun quería fiarle su calzado!»

Esto para los crédulos se cuenta,

en quienes tiene el charlatán su renta.

FÁBULA VI

El Murciélago y la Comadreja

Cayó, sin saber cómo,

un Murciélago a tierra;

al instante le atrapa

la lista Comadreja.

Clamaba el desdichado,

viendo su muerte cerca.

Ella le dice: «Muere;

que por naturaleza

soy mortal enemiga

de todo cuanto vuela.»

El avechucho grita,

y mil veces protesta

«Que él es ratón, cual todos

los de su descendencia»

Con esto ¡qué fortuna!

el preso se liberta.

Pasado cierto tiempo,

no sé de qué manera,

segunda vez le pilla:

Él nuevamente ruega;

mas ella le responde

«Que Júpiter la ordena

tenga paz con las aves,

con los ratones guerra.»

«¿Soy yo ratón acaso?

Yo creo que estás ciega.

¿Quieres ver cómo vuelo?»

En efecto, le deja,

y a merced de su ingenio

libre el pájaro vuela.

Aquí aprendió de Esopo

la gente marinera,

Murciélagos que fingen

pasaporte y bandera.

No importa que haya pocos

Ingleses comadrejas;

Tal vez puede de un riesgo

sacarnos una treta.

FÁBULA VII

La Mariposa y el Caracol

Aunque te haya elevado la fortuna

desde el polvo a los cuernos de la luna,

si hablas, Fabio, al humilde con desprecio

tanto como eres grande serás necio.

¡Qué! ¿Te irritas? ¿Te ofende mi lenguaje?

«No se habla de ese modo a un personaje.»

Pues haz cuenta, señor, que no me oíste,

y escucha a un Caracol. Vaya de chiste.

En un bello jardín, cierta mañana,

se puso muy ufana

sobre la blanca rosa

una recién nacida Mariposa.

El sol resplandeciente

desde su claro oriente

los rayos esparcía;

ella, a su luz, las alas extendía,

sólo porque envidiasen sus colores

manchadas aves y pintadas flores.

Esta vana, preciada de belleza,

al volver la cabeza,

vio muy cerca de sí, sobre una rama,

a un pardo Caracol. La bella dama,

irritada, exclamó: «¿Cómo, grosero,

a mi lado te acercas? Jardinero,

¿De qué sirve que tengas con cuidado

el jardín cultivado,

y guarde tu desvelo

la rica fruta del rigor del hielo,

y los tiernos botones de las plantas,

si ensucia y come todo cuanto plantas

este vil Caracol de baja esfera?

O mátale al instante, o vaya fuera.»

«Quien ahora te oyese,

si no te conociese,

respondió el Caracol, en mi conciencia,

que pudiera temblar en tu presencia.

Mas dime, miserable criatura,

que acabas de salir de la basura,

¿Puedes negar que aún no hace cuatro días

que gustosa solías

como humilde reptil andar conmigo,

y yo te hacía honor en ser tu amigo?

¿No es también evidente

Que eres por línea recta descendiente

de las orugas, pobres hilanderos,

que, mirándose en cueros,

de sus tripas hilaban y tejían

un fardo, en que el invierno se metían,

como tú te has metido,

y aún no hace cuatro días que has salido?

Pues si éste fue tu origen y tu casa;

¿Por qué tu ventolera se propasa

a despreciar a un caracol honrado?»

El que tiene de vidrio su tejado,

esto logra de bueno

con tirar las pedradas al ajeno.

FÁBULA VIII

Los dos Titiriteros

Todo el pueblo, admirado,

estaba en una plaza amontonado,

y en medio se empinaba un Titiritero,

enseñando una bolsa sin dinero.

«Pase de mano en mano, les decía;

Señores, no hay engaño, está vacía.»

Se la vuelven; la sopla, y al momento

derrama pesos duros, ¡qué portento!

Levántase un murmullo de repente,

cuando ven por encima de la gente

otro Titiritero a competencia.

Queda en expectación la concurrencia

con silencio profundo.

Cesó el primero, y empezó el segundo.

Presenta de licor unas botellas;

algunos se arrojaron hacia ellas,

y al punto las hallaron transformadas

en sangrientas espadas.

Muestra un par de bolsillos de doblones;

dos personas, sin duda dos ladrones,

les echaron la garra muy ufanos,

y se ven dos cordeles en sus manos.

A un relator cargado de procesos

una letra le enseña de mil pesos.

«Sople usted»; sopla el hombre apresurado,

y le cierra los labios un candado.

A un abate arrimado a su cortejo

le presenta un espejo,

y al mirar su retrato peregrino,

se vio con las orejas de pollino.

A un santero le manda

que se acerque; le pilla la demanda,

y allá con sus hechizos

la convirtió en merienda de chorizos.

A un joven desenvuelto y rozagante:

le regala un diamante:

éste le dio a su dama, y en el punto

pálido se quedó como un difunto,

item más, sin narices y sin dientes.

Allí fue la rechifla de las gentes,

la burla y la chacota.

El primer Titiritero se alborota;

dice por el segundo con denuedo:

«Ese hombre tiene un diablo en cada dedo,

pues no encierran virtud tan peregrina

los polvos de la madre Celestina.

que declare su nombre.»

El concurso lo pide, y el buen hombre

entonces, más modesto que un novicio,

dijo: «No soy el diablo, sino el vicio.»

FÁBULA IX

El Raposo y el Perro

De un modo muy afable y amistoso

el Mastín de un pastor con un Raposo

se solía juntar algunos ratos,

como tal vez los perros y los gatos

con amistad se tratan. Cierto día

el Zorro a su compadre le decía:

«Estoy muy irritado;

los hombres por el mundo han divulgado

que mi raza inocente (¡qué injusticia!)

les anda circumcirca en la malicia.

¡Ah, maldita canalla!

Si yo pudiera…» En esto el Zorro calla,

y erizado se agacha. «Soy perdido,

dice, los cazadores he oído.

¿Qué me sucede?» «Nada.

No temas, le responde el camarada;

Son las gentes que pasan al mercado.

mira, mira, cuitado,

marchar haldas en cinta a mis vecinas,

coronadas con cestas de gallinas.»

«No estoy, dijo el Raposo, para fiestas:

Vete con tus gallinas y tus cestas,

y satiriza a otro. Porque sabes

que robaron anoche algunas aves,

¿He de ser yo el ladrón?» «En mi conciencia,

que hablé, dijo el Mastín, con inocencia.

¿Yo pensar que has robado gallinero,

cuando siempre te vi como un cordero?»

«¡Cordero! exclama el Zorro; no hay aguante.

que cordero me vuelva en el instante,

Si he hurtado el que falta en tu majada.»

«¡Hola! concluye el Perro, Camarada,

el ladrón es usted, según se explica»

El estuche molar al punto aplica

al mísero Raposo,

para que así escarmiente el cosquilloso,

que de las fabuliilas se resiente.

Si no estás inocente,

dime, ¿por qué no bajas las orejas?

Y si acaso lo estás, ¿de qué te quejas?

Libro noveno

FÁBULA I

El Gato y las Aves

Charlatanes se ven por todos lados,

en plazas y en estrados,

que ofrecen sus servicios ¡cosa rara!

a todo el mundo por su linda cara.

Éste, químico y médico excelente,

cura a todo doliente;

pero
gratis
: no se hable de dinero.

El otro, petimetre caballero,

canta, toca, dibuja, borda, danza,

y ofrece la enseñanza

gratis
por afición, a cierta gente.

Veremos en la fábula siguiente

si puede haber en esto algún engaño.

La prudente cautela no hace daño.

Dejando los desvanes y rincones,

el señor
Mirrimiz
, gato de maña,

se salió de la villa a la campaña.

En paraje sombrío,

a la orilla de un río,

de sauces coronado,

en unas matas se quedó agachado.

El Gatazo callaba como un muerto,

escuchando el concierto

de dos mil avecillas,

que en las ramas cantaban maravillas;

pero callaba en vano,

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