Read Fuckowski - Memorias de un ingeniero Online
Authors: Alfredo de Hoces García-Galán
El ascensor llegó a la primera planta y se abrieron las puertas. Quería abrazar a esas personas, besarlas, fundirme con ellas. El electricista tenía barba y me daba grima, así que me arrodillé, cogí la mano de la limpiadora, la besé, extendí mi mano libre hacia la puerta y dije:
—Después de usted, milady.
Se rió y salió. El electricista me miró raro. Dije:
—Milord...
Salió también. Las puertas se cerraron. El eco de sus risas aún resonaba en mis oídos. Esa era la diferencia. Ellos se reían. Yo ya sabía lo que hacer. Subí a la segunda planta. Iba a volver a mi pesadilla, pero renacido.
Crucé el pasillo pero no entré a la reunión. Fui directo a mi mesa, abrí Word, y escribí:
Fuckowski. Memorias de un ingeniero.
"Plantad la semilla de la avaricia en la infértil tierra de la estupidez y obtendréis la bella flor de la mierda"
Todo comienza con el delirio de grandeza de algún enano mental que siempre envidió todo aquello que no se merecía. Tal vez un complejo de inferioridad crónico, tal vez haber vivido a la sombra de un hermano mayor al que todo le fue bien, o quizás demasiada televisión. El caso es que llega un fatídico día en que nuestro enano mental, con mucho esfuerzo, obtiene una licenciatura. Ese atardecer se sube a una loma, diploma en mano, el rojo crepúsculo a sus espaldas, levanta la vista y clama al cielo:
"¡¡A dios pongo por testigo de que algún día seré
alguien
!!... ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día daré conferencias!!... ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día tendré un armario lleno de trajes de Armani!!... ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día, tomaré café con un presidente!! Entonces se produce el milagro de la metamorfosis, pero al revés. En este caso muere una frágil mariposa y nace un capullo.
Demos la bienvenida a Señor Don Capullo, visionario, emprendedor, director. Una corbata, un poco de fijador, un maletín negro con cierre dorado, una escoba por el culo. Se acaba de crear un desequilibrio en el sistema: el alter ego Don Capullo comprará cosas que enano mental no podrá pagar. Y hasta que alguien se dé cuenta, se crearán deudas. Deudas que
los de siempre
tendremos que saldar.
Don Capullo es un tipo muy culto. Ha leído esa gran obra maestra de la literatura universal, "¿Quién se ha llevado mi queso?". Le costó algún tiempo, pero entendió el mensaje:
maricón el último
. Don Capullo desea el queso. ¿Dónde está ahora el queso? En internet. La semilla en forma de modelo de negocio ha sido plantada dentro del maletín negro; la flor de la mierda no se hará esperar. Ha nacido
Smoke Solutions
, ¡que empiece la función!
Lo siguiente es montar el escenario. Se alquila alguna jaula barata en cualquier zoológico tecnológico y se registra un dominio con gancho, algo que sugiera crecimiento, valor, futuro, en definitiva "ahora somos pequeños pero en breve duplicaremos su inversión". Se recomienda darle un toque imperial (Roma, quizá Egipto) que sugiera grandeza cultural y una pincelada anglosajona que sugiera nueva tecnología.
Entelequisys, Intelectis, Sinergius, Keopsolutions, Evolucius, Netsupreme
... las combinaciones son infinitas.
Ahora se necesitan los actores. El actor ideal es aquel que realmente se cree su papel. Los pollitos recién salidos del cascarón y los cuervos viejos y enfermos son los perfiles ideales. Don Capullo se rodeará de adeptos y les contará su verdad:
"Yo soy el hijo del futuro, yo he visto la luz del mañana. Aquél que crea en mí hallará la vida eterna. Pero habréis de tener fe y nunca sucumbir a la tentación".
O sea, que mientras nos creamos el cuento tendremos un empleo para toda la vida (ja, ja) y si alguien alguna vez afirma "
este tío no es más que un enano mental y un farsante
" le quemaremos en la hoguera. Es el demonio que se nos aparece en forma de programador listillo. Es el ángel caído, que quería llegar más alto que dios.
La historia nos muestra lo efectivo de estas estructuras basadas en el "se cambia pan y consuelo por fe ciega". Alguna va durando ya sus dos mil años.
Llega el día del gran estreno. Ya todos se saben sus papeles, que se repartieron en forma de Power Point, y les encantan. Aquél que compró el switch es el
experto en redes inteligentes
, el que arrancó el servidor el
experto en desplegado de proyectos distribuidos
, el que puso la "s" detrás del "http" nuestro
experto en seguridad de la información
, el que incluyó "encoding=UTF-8" en el XML nuestro
experto en internacionalización
, y el que escribió el JSP de mil líneas sin un solo include o usebean, nuestro
Java Gurú
. Nervios. Se levanta en telón. El público, los posibles inversores, abarrotan la sala. Se apagan las luces, se enciende el proyector.
F5, ver presentación
.
Durante dos horas damos
un paseo por el mañana
. Automatización, inteligencia artificial, naves espaciales. Teléfonos móviles con videoconferencia holográfica en 3D. Teletransportadores dimensionales.
Le posicionaremos en el futuro. Le acercaremos a sus clientes. Le alejaremos de sus competidores. Más aún, ¡desintegraremos a sus competidores! ¡Le meteremos en la cama de sus clientes! ¡¡¡Duplicaremos, triplicaremos, MILLONIFICAREMOS SU INVERSIÓN!!! ¿HASTA DÓNDE QUIERE LLEGAR?
Fin de la función. Aplausos, lágrimas de emoción. Algunos inversores ya se frotan las manos. Se rumorea que viene de incógnito el asesor financiero de un presidente que quiere invertir parte de los fondos públicos en mejorar la calidad de vida de su país, tan sólo a cambio de un paquete de acciones a nombre de su cuñado que desviará el cinco por ciento de la inversión a manos amigas en el mismo instante de la salida a bolsa (a nadie le amarga una isla en el Caribe; son las pequeñas ventajillas de sacrificar altruistamente la vida de uno en pos del bienestar del pueblo).
Rueda de preguntas. ¿De qué color serán las naves espaciales? Platino con vetas doradas. ¿Qué alcance tendrán los teletransportadores? De una punta a la otra del planeta en un nanosegundo combinando supercuerdas y agujeros de gusano. ¿Qué autonomía tendrán los móviles holográficos? Ilimitada gracias a la fusión fría
. ¿Y cómo van ustedes a hacer todo esto?
pregunta alguien. Incómodo silencio. Los pollitos y los cuervos miran a Don Capullo, que se pone en pie con su mejor sonrisa de autocomplacencia y les habla de las sinergias, las convergencias, David y Goliath, las pirámides, Apple y el garaje de Steve Jobs, Yahoo y la furgoneta de Jerry Yang y David Filo.
—La semilla está ahí —señala a su maletín negro—, sólo necesita ser regada.
Pues nada, como el que no quiere la cosa ya tenemos cincuenta milloncitos de euros en una cuenta en las islas Caimán. Ahora hay que agudizar el ingenio y empezar a trincar. Cada pellizco al saco hay que justificarlo, así que echémosle imaginación. El primer canal de desviación de fondos es el salario (ya me dirán ustedes si 8000 euros netos al mes no es un salario excesivo para una simple escoba engominada) . Pero al salario se acostumbra uno pronto, que el mantenimiento del mercedes es costoso y los chalets en la sierra no los regalan. Hay que trincar más y mejor.
Aquí se usa el sencillo método del "donete egipcio". Saca uno los donetes (esos cincuenta milloncitos de euros en las Caimán) y le salen amigos por todas partes. Un amigo que nos hace un software, otro que nos vende unos equipos, otro que nos decora las oficinas. Luego se pone uno en postura egipcia y con la mano de arriba le acaricia el lomo al nuevo amigo mientras que con la de abajo trinca uno la comisión en negro. Si las comisiones se quedan cortas también puede uno comprarse directamente a sí mismo mediante empresas fantasma a nombre del primo Eustaquio. Ejemplos prácticos: proyecto de decoración de oficina (un cuadro y dos macetas), doce mil euros. Sistema de CRM (una base de datos en access hecha en una hora) cien mil euros. Suma y sigue.
Durante un tiempo la vida es maravillosa. Se dan conferencias, se lucen trajes de Armani, se toma uno algún café con el presidente. Escapadas a la sierra, al Caribe, paseos en descapotable.
Ahí va un triunfador
. Pero los donetes no se multiplican. Un día, a alguien le pica el bolsillo y pregunta: "¿
Dónde están mis millones
?". Se empieza a tirar del hilo y se llega al ovillo: el maletín.
Enseñe usted sus cartas, Señor Don Capullo. Abra el maletín
.
Don Capullo convoca una macro reunión. Empleados, asesores, directivos, inversores. No falta ni el primo Eustaquio. Se va a destapar la caja de Pandora. Don Capullo sube al estrado, coloca el maletín frente a un ventilador bien grande, marca la combinación, y abre.
Todos de mierda hasta las cejas. Ruedan cabezas, llueven sanciones, denuncias. Los peor parados son los pollitos, pues se les acaba el sueño del
experto-en-derivación-de-forlayos
. En la próxima empresa habrá que bajarse del burro, aprender a picar y sudar tinta. Algunos nunca lo superan.
Una vez desmontado el chiringuito y pasada la tormenta, hay que recuperar la pasta. Don Capullo se aferra al "
Santa Rita Rita, toda inversión es un riesgo
", y se lanza de nuevo a la búsqueda del queso, quizá en la patente de genes. Así que lo de siempre. Se informa a la prensa del clásico "HAY CRISIS EN EL SECTOR", "LA ECONOMÍA ENTRA EN CICLO RECESIVO", "ETAPA DE DESCONFIANZA", etc. Que el inversor era un banco: se baja los salarios y se sube los intereses. Que era una telefónica: baja los salarios y se sube los precios de la llamada. Nos jodemos los de siempre con el chantaje de siempre: o nos apretamos el cinturón o se cierra la empresa.
Hay un caso extremo: cuando se trata de los fondos públicos de un país y el trinque ha sido a gran escala, la flor de la mierda es regada en abundancia y finalmente da sus frutos: las cacerolas.
La recuerdo perfectamente, porque me dolía. Me dolía en el alma. Tendríamos unos ocho o nueve años, calculo. Yo era un niño tranquilo al que todos trataban bien. Ella era una niña feliz, pero yo intuía, por lo poco que sabía del mundo, que estaba destinada a sufrir. Aquello me mataba por dentro; la observaba y siempre me entristecía.
María era la personificación de la inocencia. No se podía adivinar si era guapa; su cara se ocultaba tras unas enormes gafas con un parche en uno de los cristales, y su gran sonrisa dejaba ver una dentadura mellada que le rompía el rostro. Sus andares eran torpes, despreocupados. Las demás niñas empezaban a preocuparse por su aspecto, jugaban a ser presumidas y arrogantes, se unían en grupos de los que María siempre estuvo excluida. Ella no parecía darse cuenta.
Siempre la recogía su madre a la salida del colegio. Era una señora de semblante serio, y a juzgar por sus arrugas la vida parecía haberle pasado la factura. Mientras llegaba la hora de la salida los padres de los demás niños charlaban entre ellos, hablaban de las notas de sus hijos, de los listos que eran, de lo lejos que iban a llegar. La madre de María siempre guardaba silencio. Cuando salía su hija la besaba con ternura, la cogía de la mano y echaban a andar. Yo me quedaba mirándolas. Suponía que el padre de María había muerto y que ella en el mundo sólo tenía a su madre. Deseaba con todas mis fuerzas que a aquella señora nunca le pasase nada; sentía que María sin su madre estaba destinada a la más horrible de las soledades, algo peor que la muerte. Sólo imaginarlo me desgarraba por dentro.
Yo no le quitaba el ojo de encima. Era una niña muy frágil; a veces jugando en el recreo tropezaba y caía al suelo, y se ponía a llorar desconsoladamente llamando a su madre. Yo me acercaba a ella y me quedaba mirándola, sin saber qué hacer, hasta que llegaba algún profesor.
Recuerdo una vez que nos dejaron solos en clase de manualidades. Uno de los niños se acercó a María y le quitó su cuaderno de dibujo. Ella se limitó a mirarle sonriente; él empezó a pasar páginas y a reír con ganas. María no alcanzaba a entender que se estaba riendo de ella. Otros niños se acercaron, y el cuaderno fue pasando de mano en mano. María empezó a comprender: su eterna sonrisa comenzó a desdibujarse de su rostro y una mirada triste e interrogante asomó detrás de sus enormes gafas. Yo sentía que estaban violando su inocencia; fui corriendo hasta su mesa y me hice con el cuaderno. Pasé unas cuantas páginas llenas de mariposas, nubes, arco iris, perros, gatos, pequeñas poesías muy tiernas e infantiles. Los demás niños reían a carcajadas y me gritaban que siguiera con el juego. Yo cerré aquel cuaderno y se lo devolví a María.
Como era de esperar, los otros niños se rieron de mí. Estás enamorado de ella, gritaban. Yo no sabía qué hacer. Me encontraba entre dos mundos enfrentados: uno como yo quería que fuese, el otro como siempre había sido y siempre iba a ser. Traté de escaparme de la situación conservando la dignidad. Miré al improvisado corrillo de niños y dije: ¡anda ya, con lo fea que es!
En la última palabra se me quebró la voz y empecé a notar que algo se descomponía en mi interior. Salí corriendo de la clase, entré al cuarto de baño y vomité hasta el alma. Creo que fue una especie de reacción alérgica a la mezquindad; abrazado al váter vomité con ganas intentado expulsarla de mí para siempre. Me sequé las lágrimas y salí del servicio dejando atrás una dignidad estúpida y cruel.
Volví a mi mesa deseando que María no me hubiera oído. Nunca supe si me oyó o no, pero ella siguió sonriendo. Jamás he vuelto a traicionar a nadie.
El año pasado, una mañana lluviosa de navidad, iba paseando sin rumbo con mi perro cuando me crucé con dos mujeres. Una era alta, muy atractiva, con vaqueros ceñidos y larga melena. A la otra la reconocí al instante por su semblante serio. A pesar de su avanzada edad, se notaba que aún iba a vivir largos años.
Con María sólo me crucé una mirada fugaz. No me reconoció, y yo no me atreví a decirle nada. Pasé de largo, pero no pude evitar preguntarme qué habría pensado al mirarme a los ojos. Quizás me tomó por otro de tantos hombres crueles y estúpidos.
La vida me ha puesto a prueba muchas veces, pero siempre he conseguido sacar fuerzas de flaqueza y seguir adelante. Porque sé que si consigo conservar mis valores y no caer en la mezquindad, en alguna parte María seguirá sonriendo.