Read Guardianas nazis Online

Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

Guardianas nazis (30 page)

BOOK: Guardianas nazis
2.15Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

En un intento por convencer a Lelyveld de que aquella denuncia no podía ser cierta, su marido, Russel Ryan, le espetó por teléfono:

«Mi esposa, señor, no le haría daño ni a una mosca. No hay una persona más decente en esta tierra. Ella me dijo que era una tarea que tenía que realizar. Fue un reclutamiento.

Ella no estaba a cargo de nada. Por supuesto que no, ya que Dios es mi juez y su juez.

Estas personas solo están balanceando las hachas al azar. ¿No han oído nunca la expresión: "Dejen que los muertos descansen"?».

Aquel era un esposo desesperado intentando luchar por la inocencia de su mujer. Pero cualquier cosa que dijese caería sobre saco roto. Ryan desconocía completamente el pasado de Braunsteiner. La ex
Aufseherin
le había ocultado que había sido condenada a prisión y que en realidad había trabajado como vigilante de un campo de concentración.

Gracias a los múltiples artículos que me envió personalmente Madonna Anne Lebling, directora del Departamento de Noticias de Investigación de
The Washington Post
, podemos conocer de primera mano cuál fue la reacción de sus protagonistas una vez que su historia salió a la luz.

En el reportaje del 8 de junio de 1972 titulado "From a dark past, a ghost the U.S. won't let rest" de la periodista Nancy L. Ross, nos encontramos con toda la trama, desde la localización de la guardiana hasta su posible extradición del país. Pero no adelantemos acontecimientos. Aquí me gustaría destacar las declaraciones más llamativas de Hermine Braunsteiner y que fueron recogidas por el
Post
.

«Este es el final de todo para mí.

Hemos vivido con miedo desde 1964. Durante cinco años he dormido con una escopeta a un metro de mi cabeza. Esta carga de 25 años continuos nos ha seguido como una plaga».

Debido a la nueva situación Braunsteiner fue despedida automáticamente. Resultó que su jefe era judío. Desde aquel momento, tan solo pudo trabajar en una fábrica como operadora donde ganaba 64 dólares a la semana. A partir de 1969 no pudo encontrar más empleos.

Tanto sus amigos más cercanos, como la familia de su marido, no supieron manejar la situación y prefirieron mantenerse al margen. Los vecinos de los Ryan hacían comentarios de todo tipo. Unos la defendían, otros la criticaban. La mayoría ni siquiera quería dar sus nombres por temor a que les ocurriese algo malo.

SU INEVITABLE EXPULSIÓN

Los esfuerzos de Wiesenthal para que extraditaran a Braunsteiner tuvieron su recompensa. Aunque tardaron nueve años en echarla del país y enviarla de nuevo a Alemania, el departamento de extranjería norteamericano la acusó primeramente de falsear su solicitud. En todo momento había ocultado que había sido condenada por un tribunal austríaco años antes de entrar en Estados Unidos, además de haberse beneficiado de la amnistía, algo que debía de constar. De este modo y después de violar la ley, en 1971 Braunsteiner tuvo que asistir a un nuevo juicio. Ni siquiera la inestimable ayuda de sus vecinos, que no podían creerse las aberrantes acusaciones, contribuyeron en el pleito. Numerosas personas decidieron testificar a su favor.

«La señora Ryan me invitó a entrar en su casa cuando le toqué el timbre para informarle que J había roto su ventana sin querer con una pelota de béisbol. Ella me dio unas tortitas con azúcar. Tampoco nos dejó pagar la ventana. Es una señora muy amable»
[45]
.

Hasta diversos grupos neonazis americanos tomaron partido en la causa de Braunsteiner organizando una campaña de recogida de fondos. Gracias a publicaciones como la revista
Liberty Bell
, el dinero recaudado sirvió para pagar el abogado y la manutención de la familia durante el juicio.

Pero las testificaciones de algunos exsupervivientes contribuyó a que por fin Hermine Ryan (Braunsteiner) entregase la nacionalidad durante la celebración del proceso judicial neoyorquino.

«Si escuchabas el nombre de Hermine, entonces sabías que no venía nada bueno. Ella nos gritaba, "¡tu cerdo, tu maldito judío, ponte recto!".

Ella ha cambiado el color de su pelo; creo que solía ser oscuro. Pero tiene la misma boca apretada)»
[46]
.

Para evitar males mayores la exguardiana nazi decidió entregar su certificado como ciudadana norteamericana. De primeras impediría que la deportaran. Pero la historia no acaba aquí.

En 1973 la República Federal de Alemania presentó una diligencia al Secretario de Estado de los EEUU para efectuar su extradición. El motivo: una corte alemana había emitido una orden de arresto alegando que Hermine Ryan (Braunsteiner) había cometido múltiples asesinatos como guardia de las
Waffen-SS
en el campo de concentración de Lublin-Majdanek. Se la hacía responsable de la muerte de 200.000 personas.

Nuevamente, un jurado norteamericano tenía que decidir acerca de su futuro. Pese a que en primera instancia la normativa denegaba expatriar a un ciudadano americano a Alemania, en realidad los cargos eran por delitos políticos incurridos por una residente «no alemana». En conclusión, el juez certificó su extradición el 1 de mayo de 1973.

El 7 de agosto de 1973 Hermine Braunsteiner Ryan se convirtió en la primera criminal nazi expulsada de Estados Unidos a Alemania.

1975: TERCER JUICIO DE MAJDANEK

Nada más aterrizar en Alemania Braunsteiner fue conducida directamente a la cárcel de Düsseldorf, donde estuvo en prisión preventiva. A la espera de la celebración del juicio, poco tiempo después fue puesta en libertad bajo fianza y el matrimonio Ryan adquirió un pequeño apartamento próximo a los juzgados.

El memorable «juicio de Majdanek» dio comienzo el 26 de noviembre de 1975 prolongándose hasta el 30 de junio de 1981. Fueron prácticamente siete años de testimonios, interrogatorios y aportación de pruebas, donde Hermine Braunsteiner y otros 15 antiguos miembros de las SS del campo de concentración de Majdanek se jugaron su futuro ante la Corte alemana. Aquella comparecencia volvió a crear un revuelo mediático.

Las declaraciones de los testigos asegurando que la
Aufseherin
«agarraba niños de los pelos y los tiraba dentro de camiones que se dirigían a las cámaras de gas» hacían estremecer a los allí presentes. De nuevo se escucharon las salvajes prácticas y las despiadadas palizas que ejecutaba
Kobyla
.

A lo largo de las 474 sesiones que duró aquel proceso judicial —el más duradero y caro celebrado en Alemania— la fiscalía intentó que todos y cada uno de los inculpados pagaran por los asesinatos acometidos. En una ocasión Simon Wiesenthal declaró: «la muerte es más rápida que la justicia alemana. Y pronto no habrá más testigos contra esta gente». Y no le faltaba razón, porque algunos de los acusados murieron sin ser juzgados como debían. En el caso de Braunsteiner por un total de 200.000 prisioneros aproximadamente.

Sin embargo, la Audiencia dictaminó falta de pruebas en seis apartados de la acusación y la condenó tan solo por tres: asesinato de 80 personas; inducir al asesinato de 102 niños y colaborar en la muerte de 1.000 mediante la participación en la selección de mujeres y niños judíos a las cámaras de gas. El trabajo de su abogado defensor, Vincent A. Schiano, fue excepcional, en especial porque llegó a recusar prácticamente todo al Tribunal.

«Ella estaba en Ravensbrück, fue declarada culpable, creo que después de un curso de conducta en Ravensbrück por golpear a los internos, pero nunca fue juzgada ni condenada [para] un curso de comportamiento en el campo de concentración de Majdanek en Polonia.

Recuerden esto, la acusación en su contra por la deportación no fue necesariamente un tipo de conducta durante ese periodo de tiempo, sino una condena por un delito que implicaba la depravación moral en Austria. Ahora, eso fue importante en referencia a esta exposición, porque si el único cargo era que ella mintió cuando consiguió el visado, lo habrían evitado como ella decía, porque el apartado 241 dice que en el fondo si usted está casado con un ciudadano, automáticamente le exoneran de su fraude»
[47]
.

Asimismo, en el interrogatorio que realizó a su defendida, llevó a cabo la siguiente táctica:

«
P:
En todos los seis años que estuvo en estos campos, ¿entiendo bien que no había nada de lo que usted hizo que la avergonzara?

R:
No, yo solo hice mi trabajo, lo mejor que supe, lo que tenía que hacer».

En los últimos meses del juicio la prensa internacional se hizo eco de cada una de las actuaciones representadas en la Audiencia germana. De hecho, me gustaría destacar principalmente el reportaje escrito por el diario español
El País
, cuando el 27 de febrero de 1981 publica «El fiscal del
proceso Majdanek
pide 20 cadenas perpetuas contra cinco nazis criminales de guerra». A través de sus páginas, encontramos un apartado especial a la
Yegua Hermine
:

«Los veintitrés supervivientes de los prisioneros recluidos en Majdanek han coincidido en reconocer a
La Yegua
Hermine como ayudanta de la comandanta del campo, Ehrich, y autora de numerosos crímenes. Los exprisioneros han reflejado la gran satisfacción de esta nazi cuando veía el terror que producían a los que esperaban en la 'rosaleda' (el patio anterior a la cámara de gas) los gritos agónicos de los que iban muriendo dentro de ella»
[48]
.

El 30 de junio de 1981 la Corte condenó a Hermine Braunsteiner a dos cadenas perpetuas consecutivas. Aquel martirio fue el más brutal de los adjudicados al resto de sus compañeros en la acusación por los crímenes perpetrados en el campo de concentración de Majdanek.

Kobyla
fue trasladada a la prisión femenina de Mülheimer, donde, según el periodista del
The New York Times
, Lelyveld, esta se negó a hablar con el resto de sus camaradas. Se pasaba el tiempo cosiendo muñecos y peluches.

Pero su salud empeoró. Sufría de una diabetes severa que le ocasionó la amputación de una pierna. Aquellas complicaciones la llevaron a ser excarcelada de Mülheimer en abril de 1996.

Tras su liberación Hermine decidió marcharse junto a su marido a una residencia de ancianos en Bochum-Linden.

Un semanario alemán,
Süddeutsche Zeitung Magazin
, escribió acerca de la pareja en 1996, diciendo que habían visto al Sr. Ryan empujar la silla de ruedas de la exsupervisora. Caminaban a través del mercado. Cuando su marido le preguntó si le gustaría un ramo de flores, ella ni siquiera respondió, miró su reloj y continuaron su camino.

La mayoría de investigadores y datos encontrados apuntan a que Hermine Braunsteiner falleció el 19 de abril de 1999 en Bochum (Alemania). Por el contrario, algunos expertos aseguran que en realidad aún seguía con vida en el 2005. Esta última hipótesis no se puede contrastar con ningún documento oficial. De todos modos, lo que sí podemos afirmar es que
la Yegua de Majdanek
llevaba unas botas altas y pulidas, con punta de acero, y que sus patadas fueron tan famosas como el sonido de su látigo.

Tras el escándalo que rodeó la deportación y enjuiciamiento de Hermine Braunsteiner, en 1979 el gobierno de los Estados Unidos puso en marcha una oficina para buscar criminales de guerra. Su pretensión era encontrarlos para retirarles la nacionalidad —si la tuviesen— y expatriarlos para ser juzgados.

Simon Wiesenthal podía sentirse orgulloso del esfuerzo y del ímpetu empleados en la caza de
Kobyla
.

Juana Bormann. La mujer de los perros

«Cuando no obedecían las órdenes o lo que les había dicho que

hicieran, entonces les golpeaba su cara o les daba un bofetón en

sus orejas, pero nunca de una forma que les saltasen los dientes.»

Juana Bormann

Escogía a sus víctimas de forma cuidadosa hasta el punto de provocar situaciones de insolencia para tener motivos más que suficientes para matar a sangre fría. No empleaba sus manos, sino las fauces de unos perros lobos que ella misma entrenaba y adiestraba. Ellos ya se encargaban de despedazar y devorar a las prisioneras ante la mirada atónita de sus propias compañeras. Las supervivientes hablan de circunstancias verdaderamente dantescas donde el placer sádico de la supervisora les dejaba sin aliento. Sin embargo, para Juana Bormann aquello era un simple entretenimiento.

Su actitud impertinente, fría y atemorizante le valió el apodo de
La mujer de los perros
. No había nada ni nadie que se le resistiera durante sus largos paseos por los barracones del campo de concentración, primero de Lichtenburg y después de Ravensbrück y Auschwitz. Bajo un aspecto duro y despiadado, de mirada arrogante y mezquina, la carcelera nazi sostuvo durante su juicio en Nuremberg que el motivo de su ingreso a las SS en el año 1938 no fue otro que el económico. Necesitaba el dinero para subsistir. No obstante, de nada le sirvió su defensa. Aun siendo verdad que el ambicioso sueldo fue la razón principal por la que se alistó, ¿cómo podía explicar los asesinatos que perpetró durante su estancia?

Juana Bormann fue ejecutada en la horca el 13 de diciembre de 1945, el mismo día que su camarada Irma Grese. Sin mostrar arrepentimiento alguno en el momento de su ajusticiamiento, sus últimas palabras en alemán fueron: «tengo mis sentimientos…».

BOOK: Guardianas nazis
2.15Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Whispers from the Shadows by Roseanna M. White
Four Roads Cross by Max Gladstone
Starbound by J.L. Weil
Montana Bride by Joan Johnston
Stranded by J. C. Valentine
From Russia Without Love by Stephen Templin
Cinderella in the Surf by Syms, Carly