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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (2 page)

BOOK: Guía de la Biblia. Antiguo Testamento
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Existe otro resto de tradición primitiva que, al igual que el Documento S, sólo utiliza Elohim en relación con Dios, y es el «Documento E». El J y el E son mucho más personales que el S; cuentan historias con detalles circunstanciales y no se preocupan mucho de los aspectos más formales del tema.

El Documento J pudo escribirse en fecha tan temprana como el siglo noveno en el más meridional de los dos reinos en que los israelitas estaban divididos por entonces. Era el reino de Judá. El Documento E se llevó a su forma escrita un siglo después, en el reino norte de Israel.

La tribu dominante en el reino norte era la de Efraím, que a veces se ha utilizado como un sinónimo poético de Israel. Así se da la interesante coincidencia de que el Documento J puede representar tanto a Judá como a Jehová, y el Documento E, lo mismo a Efraím que a Elohim.

El reino del Norte quedó destruido hacia finales del siglo octavo aC, y los sacerdotes de Judá incorporaron E a su propia tradición J. Ello hacía más completa la historia primitiva de sus antepasados, pero también incluía repeticiones ocasionales, con el mismo relato contado dos veces, uno con orientación norteña y otro con orientación sureña. A pesar del cuidadoso encadenamiento de los versículos, tales versiones duplicadas pueden aislarse e identificarse.

Durante y después del exilio babilónico, el sacerdocio adoptó la versión conjunta JE, le añadió sus propios textos S y compuso el Génesis tal como lo conocemos en la actualidad. En este libro no pretendo desentrañar el Génesis y determinar la fuente de cada versículo (algo que se ha hecho en el Anchor Bible, por ejemplo), pero es bueno saber que existen tales fuentes diferentes.

El hombre

En el relato J de la creación, más primitivo que el S, Dios no da la existencia a dos seres sólo con una orden verbal, sino que los modela en arcilla, como un escultor:

Génesis 2.7. Modeló Yahvé Dios al hombre de la arcilla y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado.

La palabra «hombre» es la traducción del término hebreo
adam
, que es una expresión general muy semejante al concepto que queremos comunicar con la voz «humanidad». La palabra hebrea para el hombre como individuo es
ish
.

La palabra
adam
, utilizada en relación con el primer hombre creado, llegó a ser un nombre propio, Adán. En el mismo capítulo, más adelante, la versión King James adopta este uso:

Génesis 2.19. Formó... Jehová Dios toda bestia... y toda ave, y trájolas a Adam...
[2]

En realidad, el hebreo no parece hacer uso de Adán como nombre propio hasta el comienzo del capítulo quinto:

Génesis 5.1.
Este es el libro de la descendencia de Adán...

Y la Biblia de Jerusalén, por ejemplo, mantiene con cuidado la traducción de
adam
por «hombre» hasta ese mismo punto.

Tras formar al hombre, Dios le inspira aliento de vida, señal de que en los tiempos primitivos el aliento se igualaba frecuentemente a la vida por razones evidentes.

Los seres muertos ya no respiran, y el aliento es invisible e impalpable; en consecuencia, parecía una representación adecuada de ese algo misterioso que abandona el cuerpo en el momento de la muerte. Efectivamente, el término «animado» utilizado en el Génesis 2.7 es la traducción de la palabra hebrea
nefes
que significa «aliento».

Edén

Tras haber formado al hombre, Dios le prepara también un lugar de residencia, y ello entraña la mención del primer nombre de lugar en la Biblia:

Génesis 2.8.
Plantó luego Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente...

Nótese que lo que se llama Edén no es el propio jardín. No puede hablarse de «Edén» como si fuera sinónimo de jardín, lo mismo que no se puede hablar de «California» como si fuese sinónimo de Parque Yosemite.

El jardín se planta en alguna parte de una tierra llamada Edén, que se localiza «al oriente»; es decir, al oriente de Canán, que es el núcleo de referencia de la historia bíblica y el país tanto de los autores como de los lectores primitivos del Génesis.

Entonces, la cuestión es: ¿dónde está Edén?

Ha habido numerosas respuestas a esta pregunta, algunas sumamente improbables, y no existe ninguna contestación concreta que sea aceptable para todos. Sin embargo, si siguiéramos la idea más sencilla y directa posible, surgiría una solución razonable.

En primer lugar, supongamos que consideramos a la geografía de la región no como era en la época en que los antiguos judíos creían que la creación había tenido lugar (aproximadamente en el 4000 aC según la convención cronológica moderna), sino como existía en un tiempo posterior, cuando se escribió el texto del libro del Génesis.

Hasta cierto punto, el Génesis se basa en tradiciones muy antiguas, pero tales tradiciones no se pusieron por escrito hasta el siglo nueve aC como muy pronto. Algunas partes del libro no se escribieron hasta varios siglos después, y su conjunto no se unificó y no recibió la forma que ahora conocemos hasta el siglo quinto aC.

Por tanto, las referencias geográficas del Génesis deben remitirse a la etapa que va desde el siglo noveno al siglo quinto aC (el período asirio y algo después), cuando la situación poseía sentido para el escritor y para el lector.

Así, si alguien fuera en la actualidad a escribir un libro sobre los indios norteamericanos del siglo catorce, bien podría escribir acerca de «las tribus indias que habitaban lo que ahora son los Estados Unidos». Para ahorrar espacio, podría hablar de manera elíptica de «los indios de los Estados Unidos», dando por sentado que los lectores comprenderían que los Estados Unidos no existían realmente en el siglo catorce y no se confundirían. En la antigüedad, cuando todos los ejemplares de un libro se hacían a mano y no a imprenta, la necesidad de ser parco con las palabras era mucho mayor. No podía esperarse que alguien escribiera: «Y Yahvé Dios plantó un jardín al oriente de la tierra que ahora llamamos Edén».

De modo que debemos preguntarnos dónde estaba Edén durante el período asirio; y la Biblia nos lo dice con toda claridad. En varias ocasiones se refiere a Edén no como un primitivo emplazamiento místico de un jardín por el que vagaban Adán y Eva, sino como una tierra prosaica y cotidiana que los asirios conquistaron en el siglo octavo aC.

Así, cuando las huestes asirías de Senaquerib sitiaron Jerusalén en el 701 aC, enviaron un mensaje a los hombres que guardaban las murallas de la ciudad, advirtiéndoles de que no confiaran en su Dios para salvarse, pues los dioses de otras naciones no habían evitado que éstas fuesen conquistadas por los asirios:

2 Reyes 19.12.
Los dioses de los pueblos que mis padres han destruido, ¿los libraron en Gozán, Harán, Resef, y libraron a los hijos de Edén, que habitan en Telasar?

Telasar es el nombre de una provincia asiria, mencionada como Til-asuri en inscripciones asirias. Se extiende a ambos lados de los tramos medios del río Éufrates, de manera que está efectivamente situada «al oriente» de Canán, a unos seiscientos kilómetros hacia el Este, para ser más exactos.

Y aun así, no es necesario suponer que el escritor bíblico se refiriese a la zona concreta, relativamente pequeña, de Edén en la provincia de Telasar. Con el tiempo, los nombres de lugares tienden a dilatarse y diluirse. De ese modo, «Asia», que originalmente aludía a la región occidental de lo que ahora es el Estado de Turquía, se extendió para incluir todo un vasto continente, mientras que «África», que en principio señalaba la parte norte de lo que hoy es la nación de Túnez, se amplió para abarcar un continente casi igual de grande.

En consecuencia, Edén bien pudo utilizarse no sólo como un término geográfico específico, sino también en un sentido bastante general para todo el valle del río Éufrates. Esto también es probable, porque si la Biblia hace de Edén el país original de la raza humana, la arqueología ha revelado que en las orillas del río Éufrates surgió una de las primeras civilizaciones, si no la más antigua.

Hacia el 3000 aC, ciudades florecientes salpicaban las riberas del Éufrates, una compleja red de canales de irrigación estaba en funcionamiento, se inventaba la escritura y, en general, existía el hombre civilizado.

El río Éufrates

En la época en que el libro del Génesis recibió su definitiva forma escrita, el redactor que ordenaba los textos de las diversas fuentes debió comprender que «Edén» se había convertido en un término vago, y se dispuso a delimitar el emplazamiento del jardín en términos más precisos que sin duda tenían más sentido en su tiempo, pero que con el paso de más de dos mil años se han hecho mucho menos claros.

Establece su definición situando a Edén y su jardín en la confluencia de ríos importantes o cerca de ella:

Génesis 2.10.
Salía de Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos.

Génesis 2.11.
El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea toda la tierra de Evila, donde abunda el oro,

Génesis 2.12.
Un oro muy fino, y a más también bedelio y ágata;

Génesis 2.13.
Y el segundo se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Cus;
[3]

Génesis 2.14.
El tercero se llama Tigris y corre al oriente de Asiria; el cuarto es el Éufrates.

Los ríos se mencionan en orden de familiaridad creciente respecto al escritor, de manera que éste se limita a aludir al Éufrates. No cree necesario situarlo mediante la descripción de las regiones que atraviesa. Ello es comprensible porque el Éufrates era bien conocido por los judíos del período asirio e incluso de antes, y había partes de él que no estaban muy alejadas. De hecho, en tiempos de David, cuando el reino judío era más extenso y poderoso, su frontera más al norte quedaba en la parte alta del Éufrates.

Los asirios llamaban al Éufrates «Pu-rat-tu», palabra derivada de un término aún más antiguo que significa «río grande». El término hebreo que se utiliza en la Biblia es «Perat», forma clara del nombre asirio; la palabra «Éufrates» se acuñó con los griegos, que convirtieron las extrañas sílabas asirias en una forma que tenía más sentido a sus oídos.

(La Biblia inglesa nos ha llegado, en gran medida, del hebreo; primero a través del griego y, luego, del latín. Por tanto, muchos nombres hebreos vienen en forma grecolatina. En general, la versión católica de la Biblia se atiene más estrechamente al grecolatín, mientras que la King James y, aún más, la Revised Standard Version tienden a volver al hebreo original.)

El Éufrates es realmente un «río grande». Es el más largo del suroeste de Asia, y su curso mide dos mil setecientos sesenta kilómetros. Nacen dos corrientes en la Turquía oriental, la más al norte a sólo ciento quince kilómetros del mar Negro. Discurren separadamente hacia el Oeste durante trescientos sesenta kilómetros y luego se unen para formar el Éufrates. Fluye entonces el río hacia el Sur y se acerca a ciento sesenta kilómetros del Mediterráneo, entra en Siria y tuerce al sudeste, dejando Siria y pasando por Irak hasta que finalmente vierte sus aguas en el golfo Pérsico. Aunque nace y pasa muy cerca de mares abiertos al océano Atlántico, el río llega al fin al océano Índico.

Es un río lento, navegable durante bastante distancia. Durante la primavera, la nieve se funde en la zona montañosa de su manantial y produce un incremento de su cauce dando lugar a una crecida lenta y potencialmente útil. Adecuadamente controlado, ese abastecimiento de agua puede emplearse para convertir las tierras aledañas en un jardín fértil y productivo, y a lo largo del período bíblico los canales de irrigación se utilizaban de esa manera.

El tercer río de Edén es el Tigris, Hiddekel en hebreo, que es la versión del asirio «i-di-ik-lat». En el Génesis 2.14 se dice que va «hacia el oriente de Asiria»; es decir, que forma la frontera oriental de Asiria, y eso ciertamente no era así. Asiria era un imperio extenso durante los siglos en que se escribió el Génesis, y se levantaba a ambas orillas del río. Sin embargo, Asiria es la forma griega del hebreo «Asur», que no sólo se aplicaba a la nación, sino también a su capital primitiva. Aquí se hace referencia a la ciudad, y el Hiddekel rodea efectivamente la ciudad por el Este.

El Hiddekel no es tan largo como el Éufrates, pero su longitud es igualmente respetable: 1.800 kilómetros. Es más turbulento que el Éufrates y no es navegable salvo para balsas y embarcaciones pequeñas. Tal vez por el peligro de su fuerte turbulencia es por lo que los griegos le dieron el nombre de «Tigris» (tigre), nombre por el que lo conocemos en la actualidad.

El hecho de que la Biblia describa a los ríos de Edén como «un río que... se partía en cuatro brazos», haría pensar que el Tigris. y el Éufrates, junto con los otros ríos aludidos, tendrían una sola fuente. Y casi es así. Uno de los manantiales del Tigris al este de Turquía es un lago que sólo está a unos dieciocho kilómetros de uno de los manantiales que forman el Éufrates.

Por tanto, existiría la fuerte tentación de situar concretamente el jardín del Edén al este de Turquía, si no tuviéramos en cuenta que los autores del Génesis no empleaban necesariamente nuestras modernas convenciones geográficas.

Cuando decimos que un río se parte en dos o más brazos, imaginamos que nosotros mismos vamos avanzando corriente abajo. Pero supongamos que confluyen dos ríos a medida que bajamos por la corriente; si se sigue la confluencia aguas arriba, se comprobará que se divide en dos ríos.

Veamos cómo se aplica esto al Éufrates y al Tigris. Ambos ríos corren hacia el sudeste en forma casi paralela. En un punto, a unos 540 kilómetros del golfo Pérsico, se acercan a una distancia de treinta y cinco kilómetros, y luego se separan antes de volver a aproximarse.

En la época de las primeras civilizaciones que surgieron en la región, el Éufrates y el Tigris entraban en el golfo Pérsico por bocas separadas; la del Tigris, a casi ciento sesenta kilómetros de la del Éufrates.

En aquellos tiempos, sin embargo, el golfo Pérsico se extendía a unos 260 kilómetros más al noroeste que ahora. Los ríos, que corren en dirección suroeste desde las montañas turcas, arrastran barro y cieno que a lo largo de seis mil años han llegado a formar un delta que rellena el extremo norte del golfo Pérsico, desplazando el litoral a 260 kilómetros al sureste.

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