Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2 page)

BOOK: Harry Potter y el prisionero de Azkaban
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¡AQUÍ NO VIVE NINGÚN HARRY POTTER!
—gritó tío Vernon, manteniendo el brazo estirado, como si temiera que el teléfono pudiera estallar—.
¡NO SÉ DE QUÉ COLEGIO ME HABLA! ¡NO VUELVA A LLAMAR AQUÍ! ¡NO SE ACERQUE A MI FAMILIA!

Colgó el teléfono como quien se desprende de una araña venenosa.

La bronca que siguió fue una de las peores que le habían echado.


¡CÓMO TE ATREVES A DARLE ESTE NÚMERO A GENTE COMO... COMO TÚ!
—le gritó tío Vernon, salpicándolo de saliva.

Ron, obviamente, comprendió que había puesto a Harry en un apuro, porque no volvió a llamar. La mejor amiga de Harry en Hogwarts, Hermione Granger, tampoco lo llamó. Harry se imaginaba que Ron le había dicho a Hermione que no lo llamara, lo cual era una pena, porque los padres de Hermione, la bruja más inteligente de la clase de Harry, eran
muggles
, y ella sabía muy bien cómo utilizar el teléfono, y probablemente habría tenido tacto suficiente para no revelar que estudiaba en Hogwarts.

De manera que Harry había permanecido cinco largas semanas sin tener noticia de sus amigos magos, y aquel verano estaba resultando casi tan desagradable como el anterior. Sólo había una pequeña mejora: después de jurar que no la usaría para enviar mensajes a ninguno de sus amigos, a Harry le habían permitido sacar de la jaula por las noches a su lechuza
Hedwig
. Tío Vernon había transigido debido al escándalo que armaba
Hedwig
cuando permanecía todo el tiempo encerrada.

Harry terminó de escribir sobre Wendelin la Hechicera e hizo una pausa para volver a escuchar. Sólo los ronquidos lejanos y ruidosos de su enorme primo Dudley rompían el silencio de la casa. Debía de ser muy tarde. A Harry le picaban los ojos de cansancio. Sería mejor terminar la redacción la noche siguiente...

Tapó el tintero, sacó una funda de almohada de debajo de la cama, metió dentro la linterna, la
Historia de la Magia
, la redacción, la pluma y el tintero, se levantó y lo escondió todo debajo de la cama, bajo una tabla del entarimado que estaba suelta. Se puso de pie, se estiró y miró la hora en la esfera luminosa del despertador de la mesilla de noche.

Era la una de la mañana. Harry se sobresaltó: hacía una hora que había cumplido trece años y no se había dado cuenta.

Harry aún era un muchacho diferente en otro aspecto: en el escaso entusiasmo con que aguardaba sus cumpleaños. Nunca había recibido una tarjeta de felicitación. Los Dursley habían pasado por alto sus dos últimos cumpleaños y no tenía ningún motivo para suponer que fueran a acordarse del siguiente.

Harry atravesó a oscuras la habitación, pasando junto a la gran jaula vacía de
Hedwig
, y llegó hasta la ventana, que estaba abierta. Se apoyó en el alféizar y notó con agrado en la cara, después del largo rato pasado bajo las mantas, el frescor de la noche. Hacía dos noches que
Hedwig
se había ido. Harry no estaba preocupado por ella (en otras ocasiones se había ausentado durante períodos equivalentes), pero esperaba que no tardara en volver. Era el único ser vivo en aquella casa que no se asustaba al verlo.

Aunque Harry seguía siendo demasiado pequeño y esmirriado para su edad, había crecido varios centímetros durante el último año. Sin embargo, su cabello negro azabache seguía como siempre: sin dejarse peinar. No importaba lo que hiciera con él, el pelo no se sometía. Tras las gafas tenía unos ojos verdes brillantes, y sobre la frente, claramente visible entre el pelo, una cicatriz alargada en forma de rayo.

Aquella cicatriz era la más extraordinaria de todas las características inusuales de Harry. No era, como le habían hecho creer los Dursley durante diez años, una huella del accidente de automóvil que había acabado con la vida de los padres de Harry, porque Lily y James Potter no habían muerto en un accidente de tráfico, sino asesinados. Asesinados por el mago tenebroso más temido de los últimos cien años: lord Voldemort. Harry había sobrevivido a aquel ataque sin otra secuela que la cicatriz de la frente cuando el hechizo de Voldemort, en vez de matarlo, había rebotado contra su agresor. Medio muerto, Voldemort había huido...

Pero Harry había tenido que vérselas con él desde el momento en que llegó a Hogwarts. Al recordar junto a la ventana su último encuentro, Harry pensó que si había cumplido los trece años era porque tenía mucha suerte.

Miró el cielo estrellado, por si veía a
Hedwig
, que quizá regresara con un ratón muerto en el pico, esperando sus elogios. Harry miraba distraído por encima de los tejados y pasaron algunos segundos hasta que comprendió lo que veía.

Perfilada contra la luna dorada y creciendo a cada instante se veía una figura de forma extrañamente irregular que se dirigía hacia Harry batiendo las alas. Se quedó quieto viéndola descender. Durante una fracción de segundo, Harry no supo, con la mano en la falleba, si cerrar la ventana de golpe. Pero entonces la extraña criatura revoloteó sobre una farola de Privet Drive, y Harry, dándose cuenta de lo que era, se hizo a un lado.

Tres lechuzas penetraron por la ventana, dos sosteniendo a otra que parecía inconsciente. Aterrizaron suavemente sobre la cama de Harry, y la lechuza que iba en medio, y que era grande y gris, cayó y quedó allí inmóvil. Llevaba un paquete atado a las patas.

Harry reconoció enseguida a la lechuza inconsciente. Se llamaba
Errol
y pertenecía a la familia Weasley. Harry se lanzó inmediatamente sobre la cama, desató los cordeles de las patas de
Errol
, cogió el paquete y depositó a
Errol
en la jaula de
Hedwig
.
Errol
abrió un ojo empañado, ululó débilmente en señal de agradecimiento y comenzó a beber agua a tragos.

Harry volvió al lugar en que descansaban las otras lechuzas. Una de ellas (una hembra grande y blanca como la nieve) era su propia
Hedwig
. También llevaba un paquete y parecía muy satisfecha de sí misma. Dio a Harry un picotazo cariñoso cuando le quitó la carga, y luego atravesó la habitación volando para reunirse con
Errol
. Harry no reconoció a la tercera lechuza, que era muy bonita y de color pardo rojizo, pero supo enseguida de dónde venía, porque además del correspondiente paquete portaba un mensaje con el emblema de Hogwarts. Cuando Harry le cogió la carta a esta lechuza, ella erizó las plumas orgullosamente, estiró las alas y emprendió el vuelo atravesando la ventana e internándose en la noche.

Harry se sentó en la cama, cogió el paquete de
Errol
, rasgó el papel marrón y descubrió un regalo envuelto en papel dorado y la primera tarjeta de cumpleaños de su vida. Abrió el sobre con dedos ligeramente temblorosos. Cayeron dos trozos de papel: una carta y un recorte de periódico.

Supo que el recorte de periódico pertenecía al diario del mundo mágico
El Profeta
porque la gente de la fotografía en blanco y negro se movía. Harry recogió el recorte, lo alisó y leyó:

FUNCIONARIO DEL MINISTERIO DE MAGIA RECIBE EL GRAN PREMIO

Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos
Muggles
, ha ganado el gran premio anual Galleon Draw que entrega el diario
El Profeta
.

El señor Weasley, radiante de alegría, declaró a
El Profeta:
«Gastaremos el dinero en unas vacaciones estivales en Egipto, donde trabaja Bill, nuestro hijo mayor, deshaciendo hechizos para el banco mágico Gringotts.»

La familia Weasley pasará un mes en Egipto, y regresará para el comienzo del nuevo curso escolar de Hogwarts, donde estudian actualmente cinco hijos del matrimonio Weasley.

Observó la fotografía en movimiento, y una sonrisa se le dibujó en la cara al ver a los nueve Weasley ante una enorme pirámide, saludándolo con la mano. La pequeña y rechoncha señora Weasley, el alto y calvo señor Weasley, los seis hijos y la hija tenían (aunque la fotografía en blanco y negro no lo mostrara) el pelo de un rojo intenso. Justo en el centro de la foto aparecía Ron, alto y larguirucho, con su rata
Scabbers
sobre el hombro y con el brazo alrededor de Ginny, su hermana pequeña.

Harry no sabía de nadie que mereciera un premio más que los Weasley, que eran muy buenos y pobres de solemnidad. Cogió la carta de Ron y la desdobló.

Querido Harry:

¡Feliz cumpleaños!

Siento mucho lo de la llamada de teléfono. Espero que los
muggles
no te dieran un mal rato. Se lo he dicho a mi padre y él opina que no debería haber gritado.

Egipto es estupendo. Bill nos ha llevado a ver todas las tumbas, y no te creerías las maldiciones que los antiguos brujos egipcios ponían en ellas. Mi madre no dejó que Ginny entrara en la última. Estaba llena de esqueletos mutantes de
muggles
que habían profanado la tumba y tenían varias cabezas y cosas así.

Cuando mi padre ganó el premio de
El Profeta
no me lo podía creer. ¡Setecientos galeones! La mayor parte se nos ha ido en estas vacaciones, pero me van a comprar otra varita mágica para el próximo curso.

Harry recordaba muy bien cómo se le había roto a Ron su vieja varita mágica. Fue cuando el coche en que los dos habían ido volando a Hogwarts chocó contra un árbol del parque del colegio.

Regresaremos más o menos una semana antes de que comience el curso. Iremos a Londres a comprar la varita mágica y los nuevos libros. ¿Podríamos vernos allí?

¡No dejes que los
muggles
te depriman!

Intenta venir a Londres.

Ron

Posdata: Percy ha ganado el Premio Anual. Recibió la notificación la semana pasada.

Harry volvió a mirar la foto. Percy, que estaba en el séptimo y último curso de Hogwarts, parecía especialmente orgulloso. Se había colocado la medalla del Premio Anual en el fez que llevaba graciosamente sobre su pelo repeinado. Las gafas de montura de asta reflejaban el sol egipcio.

Luego Harry cogió el regalo y lo desenvolvió. Parecía una diminuta peonza de cristal. Debajo había otra nota de Ron:

Harry:

Esto es un
chivatoscopio
de bolsillo. Si hay alguien cerca que no sea de fiar, en teoría tiene que dar vueltas y encenderse. Bill dice que no es más que una engañifa para turistas magos, y que no funciona, porque la noche pasada estuvo toda la cena sin parar. Claro que él no sabía que Fred y George le habían echado escarabajos en la sopa.

Hasta pronto,

Ron

Harry puso el chivatoscopio de bolsillo sobre la mesita de noche, donde permaneció inmóvil, en equilibrio sobre la punta, reflejando las manecillas luminosas del reloj. Lo contempló durante unos segundos, satisfecho, y luego cogió el paquete que había llevado
Hedwig
.

También contenía un regalo envuelto en papel, una tarjeta y una carta, esta vez de Hermione:

Querido Harry:

Ron me escribió y me contó lo de su conversación telefónica con tu tío Vernon. Espero que estés bien.

En estos momentos estoy en Francia de vacaciones y no sabía cómo enviarte esto (¿y si lo abrían en la aduana?), ¡pero entonces apareció
Hedwig
! Creo que quería asegurarse de que, para variar, recibías un regalo de cumpleaños. El regalo te lo he comprado por catálogo vía lechuza. Había un anuncio en
El Profeta
(me he suscrito, hay que estar al tanto de lo que ocurre en el mundo mágico). ¿Has visto la foto que salió de Ron y su familia hace una semana? Apuesto a que está aprendiendo montones de cosas, me muero de envidia... los brujos del antiguo Egipto eran fascinantes.

Aquí también tienen un interesante pasado en cuestión de brujería. He tenido que reescribir completa la redacción sobre Historia de la Magia para poder incluir algunas cosas que he averiguado. Espero que no resulte excesivamente larga: comprende dos pergaminos más de los que había pedido el profesor Binns.

Ron dice que irá a Londres la última semana de vacaciones. ¿Podrías ir tú también? ¿Te dejarán tus tíos? Espero que sí. Si no, nos veremos en el expreso de Hogwarts el 1 de septiembre.

Besos de

Hermione

Posdata: Ron me ha dicho que Percy ha recibido el Premio Anual. Me imagino que Percy estará en una nube. A Ron no parece que le haga mucha gracia.

Harry volvió a sonreír mientras dejaba a un lado la carta de Hermione y cogía el regalo. Pesaba mucho. Conociendo a Hermione, estaba convencido de que sería un gran libro lleno de difíciles embrujos, pero no. El corazón le dio un vuelco cuando quitó el papel y vio un estuche de cuero negro con unas palabras estampadas en plata:
EQUIPO DE MANTENIMIENTO DE ESCOBAS VOLADORAS
.

—¡Ostras, Hermione! —murmuró Harry, abriendo el estuche para echar un vistazo.

Contenía un tarro grande de abrillantador de palo de escoba marca Fleetwood, unas tijeras especiales de plata para recortar las ramitas, una pequeña brújula de latón para los viajes largos en escoba y un
Manual de mantenimiento de la escoba voladora
.

Después de sus amigos, lo que Harry más apreciaba de Hogwarts era el
quidditch
, el deporte que contaba con más seguidores en el mundo mágico. Era muy peligroso, muy emocionante, y los jugadores iban montados en escoba. Harry era muy bueno jugando al
quidditch
. Era el jugador más joven de Hogwarts de los últimos cien años. Uno de sus trofeos más estimados era la escoba de carreras Nimbus 2.000.

Harry dejó a un lado el estuche y cogió el último paquete. Reconoció de inmediato los garabatos que había en el papel marrón: aquel paquete lo había enviado Hagrid, el guardabosques de Hogwarts. Desprendió la capa superior de papel y vislumbró una cosa verde y como de piel, pero antes de que pudiera desenvolverlo del todo, el paquete tembló y lo que estaba dentro emitió un ruido fuerte, como de fauces que se cierran.

Harry se estremeció. Sabía que Hagrid no le enviaría nunca nada peligroso a propósito, pero es que las ideas de Hagrid sobre lo que podía resultar peligroso no eran muy normales: Hagrid tenía amistad con arañas gigantes; había comprado en las tabernas feroces perros de tres cabezas; y había escondido en su cabaña huevos de dragón (lo cual estaba prohibido).

Harry tocó el paquete con el dedo, con temor. Volvió a hacer el mismo ruido de cerrar de fauces. Harry cogió la lámpara de la mesita de noche, la sujetó firmemente con una mano y la levantó por encima de su cabeza, preparado para atizar un golpe. Entonces cogió con la otra mano lo que quedaba del envoltorio y tiró de él.

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