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Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

Hikaru (11 page)

BOOK: Hikaru
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Entonces, toca nuevamente la punta y la suelta. Esta sale a toda velocidad hacia abajo, rompe su atadura a la soga y pasa de largo el fondo del pozo, hundiéndose y desapareciendo en la tierra.

Todos quedan en silencio y expectantes.

La tierra empieza a temblar y el petróleo a surgir. El capataz abre los ojos bien grandes, en seguida sale corriendo gritando órdenes y se olvida por completo del padre de Lau.

Hikaru se acerca a Lau y a su padre. Se ve agotado.

—Listo, ayúdame a subir a tu padre al todoterreno y vámonos.

Hikaru y Lau cargan juntos al padre que se encuentra muy golpeado. Sin perder ni un segundo lo suben al vehículo y comienzan el viaje de regreso. Hikaru luce exhausto.

—Hikaru, ¿te sientes bien? —pregunta Lau.

—Siento… que la energía me abandona… —y se apaga.

Regreso

Hikaru ha pasado toda la noche apagado en el taller, conectado a un enchufe recargando sus baterías. Lau comienza a quitarle los cables que entran a su abdomen abierto.

—¡Qué increíble! —dice el padre mirando detenidamente los circuitos expuestos de Hikaru—. ¿Lo has hecho tú?

—Lo encontré en el basurero mientras buscaba partes para el todoterreno, yo sólo lo he reparado. —Lau termina por cerrarlo.

—¿Qué me ha sucedido? —Hikaru despierta y mira alrededor.

—Has realizado un gasto de energía muy grande, las baterías que te he dado no tienen tanta potencia. No sé qué fue lo que hiciste en el pozo de petróleo, pero ya no podrás hacerlo sin arriesgarte a quedar sin energía.

—Hm… comprendo. —Hikaru luce enérgico nuevamente y sonríe—. Bueno, tu padre está a salvo, considero que esto salda mi deuda contigo. Me voy de aquí.

—No es posible abandonar el pueblo —dice el padre.

—¿Eh? ¿Por qué no?

—Es un largo trecho hasta el próximo pueblo y es fácil perderse. Sólo los mercaderes se atreven a semejante viaje… y ellos no pasarán por aquí hasta dentro de dos meses.

—Soy un robot, puedo caminar eternamente durante día y noche sin cansarme, y sin necesitar agua o comida, sólo necesito una dirección en la cual ir. Mi compás interno impedirá que me pierda y comience a dar vueltas en círculos.

—Y justamente porque eres un robot no puedes hacerlo —dice Lau—. Una semana expuesto al desierto y ya no podrás moverte. Eso si no te agarra antes una tormenta de arena.

—¡No! ¡No puedo permanecer aquí por dos meses más! —Hikaru se pone nervioso.

—¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que te preocupa? —Lau levanta ligeramente la voz.

—En el mundo las potencias mundiales se están matando entre sí… —Hikaru se agarra la cabeza— y yo cargo con la responsabilidad… No puedo vivir con eso en mi conciencia… —mira a Lau— ¡para eso hubiese sido mejor que jamás me arreglaras!

Lau se enoja.

—¡Lo mismo digo! ¿Quién iba a saber que un robotito tirado a la basura iba a tener tantos problemas? Si te hace feliz, ve y piérdete en el desierto nuevamente, pero asegúrate de enterrarte bien profundo cosa que nadie te encuentre… —sentencia Lau y se va hacia la cocina.

Hikaru deja la casa.

—Yo no me meto… —murmura el padre, que permanece en el taller.

Hikaru está sentado sobre el techo de una camioneta derruida abandonada en la arena. Mira el desierto extenderse hasta el horizonte.

Lau llega en su todoterreno y se detiene al lado de la camioneta, lleva consigo unos bolsos.

—Vamos, te llevaré a la ciudad, no será difícil con mi todoterreno.

Hikaru sonríe y salta al vehículo.

—Gracias, es muy considerado de tu parte. Pero, ¿por qué quieres ayudarme así de repente?

—Me sentía un poco mal por lo que te dije… y me preocupo por ti. Después de todo puse mucho empeño en repararte y eres mi robot.

—Hm… ¿sigues con eso? —acota Hikaru sonriendo.

—No volveré al pueblo —dice de repente Lau con mucha seriedad—. Le dije a mi padre que te alcanzaría hasta la ciudad, pero ambos sabemos que no voy a regresar… Quiero conocer el mundo, me iré contigo, después de todo necesitarás a alguien que sepa cómo arreglarte cada vez que te metas en líos.

Hikaru sólo la mira.

—¿Sabes…? Desde que descubriste que soy una chica te has vuelto mucho más simpático, ¿lo habías notado?

Hikaru se sonríe.

—No lo he podido evitar.

Atraviesan el desierto durante todo el día y llegan al anochecer a una ciudad construida bordeando un pequeño río. Por sobre sus cabezas pasa un avión que está aterrizando a un par de kilómetros de la ciudad.

—Aquí ya hay Internet gratis, si quieres puedes conectarte —le dice Lau.

—Genial, buscaré un lugar donde podamos vender el todoterreno y sacaré un par de pasajes hacia mi país.

—¡¿Vender mi todoterreno?! —pregunta Lau con los ojos bien grandes.

—¡Claro! ¿Qué pensabas hacer con él si no?

—Yo… yo… —dice Lau con los ojos llorosos.

Hikaru no tarda en vender el todoterreno a un muchacho de una familia con dinero. Luego, compra dos boletos de avión hacia Rupia y toman su vuelo un par de horas más tarde.

El avión llega finalmente a Rupia. Hikaru espera que Lau retire sus bolsos de la sala de arribos. Una cámara filma la sala y, del otro lado del monitor, en la sala de control, un oficial identifica a Hikaru y hace una llamada de teléfono.

—Vulpécula, estoy viendo a un sujeto que coincide con la descripción que nos dejó, viene acompañado de una jovencita un tanto extraña. ¿Qué quiere que hagamos?

MAD

Al día siguiente Hikaru y Lau se mueven en taxi.

—¡Qué serio se te ve! ¿Qué ha sucedido? —pregunta Lau.

—El sujeto que me atacó ayer pertenecía a un antiguo clan de guerreros, un grupo de humanos biónicos que tenían como objetivo detener la guerra… Por lo que puedo deducir de los hechos, la guerra que se está llevando a cabo en este momento ha sido impulsada por este mismo clan.

—¿Y qué quieren contigo?

—Eliminarme. —Hikaru sonríe irónicamente—. El líder del grupo sabe de mi existencia y sabe que soy un peligro para sus planes. Él es la causa por la que yo terminé en el desierto. —Hikaru aprieta fuerte su mano.

Lau lo mira en silencio.

—Ya hemos llegado —dice el taxista y le acerca un aparatito que muestra la tarifa y por donde Hikaru pasa la tarjeta. Luego se bajan.

—Lau, espera aquí, tengo que ver a un amigo y luego seguiremos viaje.

Hikaru se baja del taxi y toca en casa de Muro que sale a recibirlo.

—¡Hikaru! ¡Tanto tiempo! Pasa, pasa, cuéntame qué ha sucedido. ¿Por dónde has andado?

—¡Oh!, preferiría no hablar de eso. ¿Dime tú qué ha sido de los partidos de Fastball?

—Terminamos terceros. No fue tan bien como queríamos, pero al menos esta vez clasificamos. Si hubieses estado tú, todo habría sido diferente…

—No tengo la menor duda. Quizás el año que viene.

—Humilde como siempre, ¿eh? No creo que haya año que viene, estaré terminando la carrera y ya no dispondré de tiempo libre.

—¿De qué hablas? Yo a tu edad estudiaba sólo dos horas por día.

—Hablas igual que mi viejo. A veces se me olvida que adentro de ese cuerpo hay un vejete.

—¿A quién llamas vejete? Más respeto a tus mayores.

—En fin, falta tanto para el año que viene… y la guerra ha cambiado a las personas. Ya casi nadie juega Fastball, ahora se puso de moda un juego de red simulador de combate. Te asustaría de lo realista que es. Se llama Mobile Armored Division, MAD para abreviar, se cree que los militares lo están utilizando para reclutar soldados y pilotos de combate, para llevarse a aquellos que se destacan por su habilidad y sus tácticas.

—¡Mmm, qué interesante! Dime, ¿está tu padre? Necesito hablar con él. Muro se nota preocupado.

—Sí, está mirando televisión…

—¿Qué sucede?

—Quizá sea mejor que lo dejes tranquilo. Desde que destruiste el laboratorio no volvió a conseguir trabajo, y no hace más que mirar tele.

—Yo… Muro… lo siento, jamás pensé que podría suceder algo así.

—No te culpo Hikaru. Él está así por decisión propia, y podría cambiarlo si así lo quisiera. Incluso, en aquel entonces tú le diste la oportunidad para detenerte, pero él habrá creído que era lo mejor. Es responsable de su propio destino.

—Entiendo, no lo molestaré. Ahora debo irme.

Hikaru se va en silencio.

Hikaru empieza a caminar y Lau lo sigue detrás.

—¿Qué has averiguado? ¡Hey, Hikaru!

—Oh, lo siento. Quería ver a un viejo amigo, pensé que él podría conseguirme una batería original para mi cuerpo, pero no hubo caso. Igualmente he obtenido información importante. —Hikaru sonríe con un brillo malévolo en los ojos—. Los militares están reclutando gente a través de un juego de red, si logro llamar la suficiente atención ellos vendrán por mí para enlistarme, así podré vigilar a mi enemigo desde adentro. Pero primero hay algo que tengo que solucionar.

Hikaru y Lau caminan por los pasillos internos del hospital, entran en cada habitación y chequean los registros del internado, que se encuentran a los pies de su cama.

—¿Me podrías decir qué es lo que estamos buscando exactamente? —pregunta Lau, dejándose caer en una silla de las visitas, exhausta de tanto caminar.

—Sé que puede sonar un poco morboso, pero necesito a alguien que esté prácticamente muerto. Si voy a robar una identidad necesito a un hombre de mi edad y complexión, alguien que no pueda ser visto el día de mañana caminando por la calle. No puede haber dos personas iguales, eso levantaría sospechas y arruinaría completamente mis planes. —Hikaru deja el registro, camina hacia la cabecera de la cama y agrega—. Necesito además que la condición del sujeto no sea conocida por nadie, posiblemente de una familia rica que no quiso que la noticia se diera a conocer. —Hikaru observa la cara apacible de un muchacho recostado—. Lau, ¿crees poder hacerme una cirugía estética?

Lau sonríe.

—Seguro —y salta hacia la cama para ver el rostro del chico—. Vaya, es lindo… ¿quién es?

—Suigen Trats, una víctima del virus del 3I.

—Necesitaré un taller.

Taller de mecánica de la Universidad Nacional de Rupia.

—¡Ya está terminado! —festeja Lau—. Te he conseguido otra peluca y modifiqué tus rasgos faciales, también te pinté un poco el cuerpo —levanta un espejo para que Hikaru se observe.

Lau lo mira fijamente sonriendo de costado.

—¿Qué sucede? ¿Me has hecho algo raro? —No, sólo admiro mi trabajo —y se muerde ligeramente el labio.

Hikaru se levanta.

—Bien, lo que sea, debo ponerme al día con este juego —cierra los ojos por un momento—. Ya encontré un salón de juegos, me iré ahora.

—¡Espera, aún tengo que juntar mis cosas! —grita Lau a las apuradas.

—Si me ven contigo sospecharán inmediatamente, así que me iré solo. Por lo pronto puedes seguir escondiéndote aquí. La universidad es pública y está llena de estudiantes, nadie se detendrá a preguntarte nada, así también sabré dónde encontrarte si te necesito.

—¿Y dónde podré encontrarte si la que te necesita soy yo?

Hikaru la mira asombrado.

—¡Ja!… por un momento casi me agarras. Tú ya sabes cuidarte sola Lau —entonces saca una tarjeta del banco—. Ten, hice una tarjeta de débito para ti, consérvala, con ella podrás mantenerte por un tiempo. —Lau la toma con tristeza.

Hikaru se marcha solo a un Cyber. Ve unos chicos que se acercan para jugar y se dirige a ellos en general.

—Hey, soy nuevo en esto. ¿Me puedo unir a ustedes?

—No hay mucho a qué unirse —dice uno que se detiene a conversar, el resto sigue de largo—. Cada uno hace la suya una vez que empezamos, pero si quieres puedo explicarte las bases.

Hikaru y su compañero permanecen conversando, por el costado pasan dos muchachos que entran al Cyber.

El dueño del local recibe amistosamente al muchacho que va adelante.

—Luí, ¿qué cuentas?

—Hoy vengo con un amigo, Mark, va a ser su primera vez. Actívanos estas máquinas de acá por favor. —Luí le pasa una tarjeta al dueño—. Vamos a jugar los dos con la misma cuenta.

Las máquinas son esféricas, de un tamaño tal que permiten que entre un hombre sentado cómodamente. La esfera está acoplada a una base cuadrada que dispone de mecanismos para hacerla girar en todos los sentidos. Las esferas que van a utilizar los chicos giran hasta dejar la compuerta a un costado de la base, donde se encuentran un par de escalones. La compuerta se abre descubriendo el interior de la esfera.

—Cuando entres a la cabina no te alarmes —dice Luí—, tiene muchas cosas adentro, pero es intuitivo. El diseño está copiado de una nave de combate real. Si tienes suerte podrás pilotar esta nave en el juego, es muy emocionante.

Mark entra a la cabina.

—Cuando se cierre la cabina se llenará de gas. No te preocupes y respira normalmente —agrega Luí.

—¿Gas?

La cabina se cierra. Luí entra en su máquina y luego de prenderse y tocar unas cosas se comunica con Mark.

—Mark, ¿estás bien?

—Me siento raro.

—Ocurre las primeras veces, ya te acostumbrarás.

—¿Por qué hay gas en mi cabina?

—El gas es el que hace que el juego sea híper realista. Es una droga, ya lo verás. Nos estoy cargando a un mapa de principiantes.

Mark pasa de ver todo negro al escenario cargado, Luí está delante suyo. Se observa su cuerpo.

—Es increíble, me siento como si realmente estuviera aquí. Hasta podría olvidar que mi cuerpo está sentado dentro de una bola.

—Eso no es todo —dice Luí—, observa atrás tuyo.

Mark se da vuelta para observar una fogata.

—Se siente calor, me pareció sentirlo antes, pero ahora es tan intenso…

—Te hice aparecer en esa posición a propósito —cuenta Luí—. Primero viste el fulgor del fuego en el suelo, quizá no te diste cuenta, pero tu cerebro sí, y entonces comenzaste a experimentar el calor en tu espalda. Luego de que viste el fuego y determinaste su ubicación exacta y su intensidad, tu cerebro recreó la sensación correcta. Si te das vuelta ahora, esa intensidad no desaparecerá porque la has aprendido, sólo disminuirá si nos alejamos. Ven.

Mark acompaña a Luí unos pasos más allá.

—Tienes razón, ya no es tan intenso —dice Mark.

—Toma —dice Luí y arroja un arma a las manos de Mark—. ¿Cómo la sientes?

—¡Es pesada! Pero yo no conozco realmente el peso de un arma como conozco el calor del fuego.

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