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Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

Hikaru (10 page)

BOOK: Hikaru
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Hikaru sale detrás de él. El pozo está siendo perforado dejando caer una pesada punta atada a una soga que, luego de pasar por una polea, se sujeta a una camioneta.

—Joaco, ¿qué ha sucedido? —pregunta el capataz.

—La soga de la punta de perforación arrancó el malacate de la camioneta por completo y alcanzó al supervisor en la cabeza… Cuando nos acercamos a verlo ya estaba muerto.

—¡Maldición! —se rasca la frente—, entrega el cuerpo a la familia y dale mis condolencias, luego vuelve a ocupar el cargo de supervisor, pero antes tráeme al técnico, ve.

—En seguida.

El capataz camina un poco y observa la camioneta con el frente arrancado y el charco de sangre a pocos metros entre la camioneta y el pozo.

—¡Maldición! ¿Cuándo se terminarán los problemas?

Se acerca un muchacho corriendo.

—Señor, ¿me andaba buscando?

—¿Tú eres el técnico? ¡Apenas eres un niño! —el capataz se agarra la cabeza con una mano—. En fin, ¿en cuánto tiempo podremos seguir perforando?

—Eeh… esto… el eje del malacate se ha quebrado, difícilmente podremos conseguir un repuesto. Las opciones serían mandarlo al mecánico del pueblo, o quizá podamos hacerlo en nuestro taller, aunque no contamos con las mejores herramientas.

—Olvida al mecánico del pueblo, ya se ha negado antes a trabajar con nosotros. No veo por qué nos ayudaría ahora.

—En ese caso, reparar nosotros la pieza nos tomaría dos días… —con temor sigue— pero, yo sugeriría realizar la pieza nuevamente. Si la reparación no se hace correctamente correremos el riesgo de que eje vuelva a partirse o peor…

—¡Entonces arréglenlo bien! ¡Esta perforación ya se ha demorado demasiado! ¡No quiero más retrasos! —grita el capataz rojo de furia.

—Eso no fue un accidente, fue un atentado —dice Hikaru.

El capataz se sorprende, tiene a Hikaru parado atrás.

—¿Eh? ¿Qué haces tú aquí?… —se pone serio de repente—. ¿Atentado? ¿De qué estás hablando?

—Tienen un sistema muy precario de perforación aquí. Levantan la punta de perforación con el malacate de la camioneta y lo dejan caer, es simple. La camioneta pesa un poco menos de dos toneladas, está claro que la punta de perforación debe pesar menos que eso, bastante menos probablemente…

—Sí, sí, la punta apenas pesa 700 kilos —dice el capataz apremiándolo con la mano—. Háblame más acerca de lo del atentado… Últimamente ha habido tantos problemas que ya comienzo a sospechar.

—A eso voy, el malacate de la camioneta fue diseñado para ese tipo de cargas, no puede simplemente romperse.

—¡Oooh! Veo, entonces sí es posible… —el gerente se muerde el sombrero—, ¿quién podría estar haciendo esto?

—Un momento, antes de precipitarnos a juzgar me gustaría analizar el eje, quiero ver cómo se ha quebrado.

—Oh, ¿sos mecánico?

—No, pero tengo conocimientos generales.

—Bien, no perdamos tiempo. Joven, acompaña a este hombre a ver las piezas.

—Por aquí, lo llevaré al taller —dice el muchacho.

Hikaru hace señas al chico para que espere.

—También —le dice al capataz— tengo una propuesta para que pueda seguir perforando en las próximas 2 horas.

Al capataz le brillan los ojos.

—¿En serio puedes? En cuanto esto sea una broma… —agrega de repente con cara seria.

—No es ninguna broma. Pero si quiere seguir obteniendo información de mí deberá darme trabajo… —luego gira y se va caminando con el chico dejando al capataz parado.

De vuelta en el pueblo Hikaru entra a la casa y se encuentra a Lau vestida como chica, sin su disfraz. Lleva musculosa cortada por encima del ombligo y gotas de sudor recorren su cuerpo. Hikaru no puede evitar observarla de arriba abajo y morderse el labio.

—¡Ah! ¡No te escuché llegar! ¿Qué, no tocas timbre? —dice Lau.

—Eeeh… ¿se encuentra tu… padre? —pregunta Hikaru con duda.

Lau nota que Hikaru está embobado por su cuerpo, se aprovecha y pone su mejor cara de pícara.

—Eso depende… ¿quién lo busca?

—Bueno… yo aún no le he dicho mi nombre. No he tenido oportunidad. Me llamo Hikaru.

—Hikaru, ¡qué bello nombre!

—Gracias.

—Mi padre está haciendo un trabajo fuera y aún no llega. Pero puedes esperarlo, ¿quieres algo para beber?

—Oh, no gracias, no bebo. ¿Él no te ha contado nada de mí?

—No soy muy comunicativa con mi padre, de seguro él tampoco te contó a ti nada de mí.

—Cierto, no.

—Tengo que terminar una reparación aquí, pero mientras tanto puedes esperar —le dice Lau y le señala un banquito.

Hikaru toma asiento.

—Y dime, ¿qué te trae por aquí? ¿Qué negocios tienes con mi padre? —pregunta Lau volviendo a su trabajo y dando la espalda a Hikaru.

—Sólo necesito que repare algo para mí.

Lau gira su torso y observa por sobre el hombro la gran bolsa en el cinturón de Hikaru.

—Eso es mucha plata. ¿Es por el trabajo?

—Así es, esto cubre todos los gastos… al menos los primeros.

Lau sonríe.

—Si quieres yo puedo echarle un vistazo, soy tan buena en esto como mi padre.

—No, está bien, preferiría esperarlo. Es un tema importante.

—Vamos, no tengas miedo, no te dejes engañar por las apariencias.

—No, no es eso… esperaré. No es urgente después de todo. —Hikaru demuestra su desconfianza con una mueca.

Lau enseguida pierde los estribos y le arroja la llave inglesa que lleva en la mano por la cabeza.

—¿Qué? ¿No estabas tan apurado por irte de aquí a salvar el mundo? ¡Pedazo de chatarra!

Hikaru se sobresalta, no entiende nada.

—Vamos, te arreglaré ahora mismo ese brazo inservible —dice Lau caminando hacia Hikaru.

—¿Co-cómo sabes de mi brazo?

—Porque yo te arreglé, tú aún eres mi robot hasta que pagues tu libertad.

Lau lo despoja de su ropa.

—No sé qué te habrá dicho Lau, pero…

—¡Cállate! Yo soy Lau… —saca la máscara de un cajón y se la coloca, ahora habla con la voz profunda—. Si te da más confianza que te repare así, así será. Ahora acuéstate en el banco de trabajo.

Lau se encuentra trabajando en el cuerpo de Hikaru.

—¿Una chica? —murmura Hikaru—. ¿Y qué fue esa historia de recién de tu padre? ¿Dónde está tu familia?

—Yo vivía con mi padre y un hermano mayor, todos mecánicos, es la tradición familiar. Mi hermano quiso hacer dinero trabajando para la petrolera y abandonó la casa. Murió al poco tiempo en un accidente junto con otros tres muchachos. Desde entonces mi padre y las otras familias afectadas lucharon contra el Consejo para que el pueblo deje de apoyar la actividad. Pero poco a poco las familias se cansaron de reclamar y finalmente mi padre quedó solo. También él se cansó de la lucha y me dijo que ya no tenía fuerzas para seguir adelante. Un día, sin más, desapareció…

Hikaru piensa: “Ya veo por qué no quiere colaborar con la petrolera…”

—Desde entonces vivo sola —continúa Lau—. En seguida supe que no debía decírselo a nadie. Conozco bien el pueblo, alguien habría venido a adoptarme por la fuerza, y mi vida no hubiese sido muy distinta a la de una esclava. Al principio no fue fácil, pasaba gente todos los días preguntando por mi padre y los trabajos que tenía pendientes. Les dije que se encontraba en cama, que había contraído una enfermedad posiblemente contagiosa que le sacaba ampollas por todo el cuerpo y que las pústulas reventaban dejando escapar un líquido verde. Eso los mantuvo alejados por un tiempo. —Lau se sonríe—. Tuve que hacerme cargo de los trabajos de mi padre y cobrarlos para poder vivir, pero no tardaron en aprovecharse de la situación. Decían que el trabajo que yo hacía no se acercaba a la calidad de mi padre, y apenas me entregaban unas pocas monedas. Fueron tiempos difíciles… Finalmente me hice ese disfraz y con él me hice pasar por mi padre. Nadie jamás preguntó qué había debajo de la máscara…

Hikaru se queda mirándola con tristeza.

—¡Bien, ya está! ¡Como nuevo!

Hikaru se sienta y mueve su brazo.

—Genial… tu trabajo es realmente increíble. Disculpa por no haber confiado en ti antes.

Lau se encuentra cenando en la cocinita adyacente al taller, Hikaru la acompaña a la mesa.

—¿Cómo hiciste para conseguir el dinero? —pregunta Lau entre mordiscos al pan y el puchero—. No esperaba que lograras reunirlo de un día al otro… literalmente hablando…

—Resolví un par de problemas que tenían con la perforación y gané la confianza del capataz. Eso debió ponerlo muy contento porque le dije que necesitaba algo de dinero por adelantado y simplemente me lo dio.

—Debe tener muchas esperanzas en ti. ¿Qué fue lo que hiciste?

—Llegué en el momento en que se producía un accidente que se llevó la vida de una persona. Me parecieron condiciones muy extrañas, así que le pedí permiso para investigar. Descubrí que los accidentes no eran casuales. Hay señales de trabajo muy preciso detrás de cada caso, pequeños golpes o fisuras planeadas que sin duda acabarían en desastre a los pocos días, la semana o el mes. Demasiado bien calculado. Quien haya metido mano ahí sabía lo que hacía.

A Lau le brillan los ojos.

—¡Mi padre! Él siempre decía que había que detener la perforación por cualquier medio… ¡Él es el único que podría hacer algo así!

PI —PI —PI —PI….

—¿Qué es eso? —pregunta Lau.

—Es el localizador de la petrolera. Me lo dio el capataz, parece que quiere tenerme siempre a mano por si surge algún problema. —Hikaru saca el aparatito y lee el mensaje en voz alta—. Hemos capturado al culpable, ya ha confesado, lo ejecutaremos en 45 minutos.

—¡No! ¡No es posible! ¡Van a matar a mi padre! —grita Lau levantándose de golpe y dejando caer la silla detrás de ella—. ¡Hay que detenerlos!

Lau tiene sus brazos estirados y las manos sobre la mesa, hace tamborilear los dedos mientras piensa.

—¡Escríbeles de vuelta, diles que no hagan nada hasta que tú llegues allí! —agrega.

—Esto no envía mensajes, lo siento… Me gustaría poder ayudarte, pero por más rápido que vayamos tardaríamos más de una hora. Viajando en línea recta el tiempo sería sustancialmente menor, pero cualquier vehículo del pueblo se hundiría en las arenas blandas.

—No cualquier vehículo.

Lau sale corriendo al galpón, levanta una puerta del piso y baja unas escaleras. Hikaru la sigue de cerca. Allí hay un vehículo tapado por una gran manta, mueve una palanca y todo el garaje comienza a elevarse. El techo se abre dejando ver el exterior, la arena cae por todos lados. La plataforma con el vehículo se eleva y queda a un lado de la casa. Hikaru observa a un costado.

Lau quita finalmente la lona de un tirón, descubre un vehículo con un colchón de aire en su base y propulsión por dos grandes ventiladores.

—Sube —le dice a Hikaru mientras ella misma salta al asiento del conductor, lo enciende y salen a toda velocidad.

Hikaru guía el trayecto señalando con la mano. Silencio. Lau se nota más que preocupada.

Las luces del pozo están cada vez más cerca. Cuando llegan, el padre de Lau ya está arrodillado en el piso y el ejecutor tiene un arma puesta sobre su nuca. Esperan la orden del capataz que detiene el ritual abrumado por las luces del todoterreno sobre su rostro.

—¡Alto! ¡Detenga la ejecución! —grita Hikaru.

Lau salta del vehículo y corre a abrazar al padre.

—¡¿Qué intentas Hikaru?! —grita el capataz—. Él ya reconoció todos los sabotajes. Lo mataremos por eso.

Hikaru pasa al lado del capataz mirándolo con desprecio y se acerca a Lau y su padre.

—¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué me abandonaste? —dice Lau en un mar de lágrimas.

—Jamás pude recuperarme de la muerte de tu hermano. Era algo que tenía que hacer… —mira al suelo—. Yo sólo pretendía sabotear los equipos… Nunca pensé que podría llegar a dañar a alguien. ¡He matado a un hombre! No soy mejor que aquello contra lo que quería luchar, por eso decidí entregarme.

—No puedo permitir que lo maten —le dice Hikaru al capataz—. Lo correcto sería llevarlo al pueblo y que allí lo juzguen.

—No tiene sentido —dice el padre de Lau levantando la vista hacia Hikaru—. El resultado será el mismo. La petrolera cuenta con el favor del Consejo, por eso aquí la gente puede morir trabajando y a nadie le importa.

Lau se dirige a Hikaru casi suplicando.

—Si llevamos este caso al Consejo desterrarán a mi padre del pueblo. ¡Terminará muriendo de todos modos en el desierto!

—Si da igual, entonces lo mataremos aquí mismo —decide el capataz—. Es la única forma de asegurarse de que no volverá a interferir con la perforación.

El verdugo levanta el arma nuevamente. Lau grita y abraza al padre cubriéndole la cabeza. Hikaru observa la cara compungida de Lau por un instante y luego dice al capataz:

—¡Un momento! Haremos un trato. Si yo hago brotar en este momento petróleo del pozo usted dejará libre al padre de Lau. Después de todo es lo único que le importa, ¿no es así?

—Jajajaja, ¡eso es ridículo! Aún falta perforar más de 50 metros de material duro como roca, es más de una semana de trabajo.

—No tiene nada que perder —insiste Hikaru.

El capataz se limpia las lágrimas de la risa.

—Bien, seré generoso. Te daré hasta el amanecer, pero si no lo logras mataremos al viejo aquí mismo.

—No será necesario.

Hikaru camina hacia el pozo, Lau lo mira incrédula.

—¿Por qué has pactado eso? ¡Sabes que es imposible!

Hikaru llega al pozo que es iluminado por algunos focos. Hay un par de personas trabajando con el sistema que sugirió Hikaru anteriormente y le valió el dinero para reparar su brazo. Reemplazando el malacate de la camioneta por un juego de poleas, la punta de perforación es fácilmente levantada por dos hombres.

El capataz y el resto están mirando.

Hikaru da un par de instrucciones a los trabajadores que se encuentran allí, quienes le dejan la punta de perforación a la altura del piso. Hikaru toca la punta y la suelta. Los trabajadores que hasta entonces hacían fuerza para mantener la punta en su lugar sienten cómo desaparece la tensión en la soga; uno de ellos se resbala y cae de espaldas.

—Ya está, suelten la soga y aléjense —les ordena Hikaru.

Los hombres hacen caso.

—¿Qué? ¿No debió haber caído ya esa punta? —pregunta sorprendido el capataz.

—¡Recuerde el pacto! —le responde Hikaru—. Si sale petróleo dejará ir al padre de Lau.

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