Read Hikaru Online

Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

Hikaru (13 page)

BOOK: Hikaru
13.48Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Jamás había sido derrotado antes en un combate. Ahora mismo te mataré y recuperaré mi meka.

—¿Dimitriv?

El robot gris pone una mano sobre el casco del rosa para que no pueda ver nada y con la otra destruye el cañón del hombro que acaba de usar. Luego empuja a Hikaru dentro de un edificio. Hikaru observa las oficinas destruidas de los tres pisos de altura que abarca el robot.

—Es asombrosa la calidad de este juego, aún no deja de sorprenderme.

Cuando vuelve a la realidad del juego, descubre que su robot está atascado en los escombros, la parte de atrás de la cabina está bloqueada y no hay ninguna salida de emergencia. Está atrapado.

De repente, frente el rostro de Hikaru comienzan a aparecer marcas rojas, montones de ellas. A través de las pantallas no puede ver mucho más allá del polvo del impacto.

—¿Qué demonios me está indicando esto? —se pregunta Hikaru, pero a pocos metros comienza a distinguir las siluetas—. ¡Misiles!

Hikaru levanta entonces el brazo derecho del robot que transporta la minigun y dispara. Así destruye todos los misiles. Luego, escucha un ruido extraño proveniente de la izquierda. El robot de Dimitriv está atravesando el edificio a toda velocidad y embiste a Hikaru arrancándolo de su posición y atravesando otros cuatro edificios más hasta asomar sobre un gran parque.

Hikaru logra acertar un codazo que los separa y lanza rápidamente una gran cantidad de pequeños misiles que siguen al robot gris en trayectorias caóticas, pero Dimitriv no tiene problemas en esquivarlos con asombrosas piruetas y con el uso de su minigun.

La lluvia se intensifica tanto que Hikaru apenas puede ver a su rival. Comienza a perseguir a Dimitriv por el aire, intenta disparar su minigun pero ésta parece haberse averiado con la última embestida. Hikaru no puede igualar la habilidad de Dimitriv. Falla nuevamente algunos misiles y finalmente es impactado por la minigun de Dimitriv, sin daños aparentes.

Una ventana aparece frente a Hikaru con el rostro de Dimitriv riendo.

—Esos impactos de recién no fueron al azar, Hikaru. He destruido tu guía de misiles y ya no podrás disparar ni uno más. Además, tu minigun está atascada y tu cañón láser destruido. —Dimitriv luce furioso—. Me has robado mi robot, mi victoria, y mi honor… ¡Ahora te despedazaré! Demostraré al mundo que la única persona que fue capaz de vencerme sólo tuvo suerte, ¡mucha suerte!

Ambos robots están enfrentados a gran altura sobre una avenida. La cabina de Hikaru se llena nuevamente de marcas rojas de los misiles de Dimitriv que salen de todos los miembros del robot al mismo tiempo. Los misiles salen en ángulo abierto, despejando el frente del robot por un instante que Hikaru aprovecha para introducirse y dejar los misiles atrás antes de que puedan alcanzarlo de frente. Algunos misiles, todavía no activados, logran impactarlo sin daño alguno. El robot gris se encuentra aún abierto de brazos y piernas, posición en la que lanzó los misiles, y no alcanza a responder al ataque inmediato de Hikaru, quien saca el machete que esconde el meka en el antebrazo debajo del escudo izquierdo. Lo clava en el centro de la cabina de Dimitriv y lo parte en dos.

Las dos figuras comienzan a dar vueltas y a caer. Los misiles restantes continúan siguiendo al meka rosado e impactan sin patrón alguno sobre la figura que cae y se desintegra en el aire.

Hikaru llega a tierra firme más tarde, sujeto a su paracaídas, y con una gran sonrisa.

Un puesto de militares está monitoreando los MAD. Una decena de hombres mira partidas por monitores y planillas de puntajes. Uno de ellos observa, especialmente, el combate de Hikaru y su puntaje; lo agrega a una lista de reclutamiento.

Suigen Trats, el nombre falso de Hikaru, completa la lista entregada al camión militar que sale a hacer la recolección de reclutas.

Academia

Una vez aprobado el examen de admisión, Hikaru es escoltado con el resto de los nuevos reclutas admitidos a un patio interno. Allí espera formada otra docena de grupos como el suyo. Un militar habla desde un estrado al final del patio.

—Bienvenidos a la academia militar de Rupia. Los que están aquí presentes lo han logrado por su capacidad, gran valor y lealtad a la patria, la mayoría reclutados por el juego de red MAD. Si bien muchos de ustedes han aprendido acerca de armas, estrategias y la crueldad de la guerra mientras jugaban MAD, tendrán dos semanas de adiestramiento antes de entrar en combate. Una cosa es un juego y otra la realidad. Si se mueren en la vida real no volverán a aparecer en la siguiente ronda de refuerzos. Aquellos que vayan al frente deberán tenerlo bien en claro. Durante las semanas de adiestramiento veremos qué tan duros son realmente y en qué actividad se desempeña mejor cada uno de ustedes. Ahora cada grupo de reclutas será llevado a su pabellón y recibirá nuevas instrucciones de su jefe de patrulla.

“¿Qué nivel debería mostrar?” piensa Hikaru. “Si destaco en el combate definitivamente me enviarán a pelear.”

Hikaru tiene como jefe a una mujer. Todos los grupos del patio rompen filas y ella los conduce a sus barracas.

—Yo soy el oficial Turner, encargada de su evaluación —les informa cuando se detiene ante la puerta de la barraca—. Todo lo que ustedes hagan o no hagan marcará su perfil. Nuestro sistema de adiestramiento trae gente joven. Quizás muchos de ustedes estén aún en la universidad, les digo esto porque generalmente los reclutas tienden a confundir evaluación con querer realizar todo lo mejor posible. Aquí las cosas no funcionan así. Al final de la evaluación serán asignados a un cargo de acuerdo con sus puntajes, así que si muestran iniciativa en cosas que no les interesan puede que terminen en un puesto que tampoco les interesa. Eso será contraproducente para ustedes, el resto de sus compañeros y toda la campaña. Ésta será su casa durante las próximas dos semanas empezando por hoy. ¡Y su adiestramiento empieza ahora! Necesito un voluntario que se encargue de llevar registro del grupo, acomodamiento y pase revista.

—…

—Vamos, no sean tímidos. No todos pueden ser soldados, estadísticamente al menos uno de ustedes tiene que destacar en cargos administrativos.

—Yo lo haré —dice inmediatamente Hikaru levantando la mano.

—¡Bien! ¿Tu nombre?

—Suigen Trats.

Turner anota algo en un pequeño block de notas que tiene guardado. Saca una hoja de una carpeta y la deja en una mesita a su lado.

—Formarán una fila delante de la mesa y Suigen irá tomando sus datos —dice esto con la planilla en la mano, luego la deja sobre la mesa—. Una vez registrados entrarán y escogerán una cama. Tienen cinco minutos.

En la barraca.

—¡Atención! Bien, no me voy a pasar gritando el resto de sus días aquí. ¿Quién impondrá orden por mí?

—Yo podría hacerlo —dice un recluta medio tímido enseguida.

—¿Qué? ¿Alguien me habló?

—¡Yo podría hacerlo! —repite en voz más alta.

—¿Podría? —inquiere Turner acercándole la cara—. Lo siento, no entiendo ese lenguaje. ¿Alguien más decidido?

—Yo lo haré, señor —grita otro distinto.

—¡Mucho mejor! ¿Nombre?

—William Butter.

Turner anota en su libretita y comienza sus explicaciones.

—Les daremos instrucciones básicas en cada disciplina y los presionaremos a que rindan aún más. Sus desempeños e iniciativa determinarán su perfil. Los puestos que pueden ocupar son muy variados, pero todos igualmente importantes. El rango más bajo es soldado raso, el grueso de los reclutas suele caer en esa categoría, ellos son la cara visible de la guerra. El siguiente rango es soldado de primera y cabo, unos pocos terminarán el adiestramiento como cabo primero o sargento. Para la guerra son necesarios soldados, pilotos, artilleros, ingenieros, médicos, estrategas… y administradores, el cargo más honorable que pueden aspirar es el de secretario de nuestro capitán general, el führer Vulpécula.

A Hikaru le brillan los ojos.

El tiempo pasa rápidamente. Los reclutas son entrenados para disparar armas, manejar equipos, combatir mekas; son puestos a prueba en carreras con obstáculos, se lleva al límite su resistencia y se condiciona su aptitud física. Turner hace anotaciones en su libreta durante la etapa de adiestramiento.

Concluidas las dos semanas, la oficial Turner, frente a su grupo formado, pronuncia las siguientes palabras:

—En este momento concluye su adiestramiento. Ya están listos para partir a la guerra. Ésta es toda su ceremonia de graduación, no festejamos por aquellos que puedan morir o dar muerte en la guerra. A continuación diré sus destinos, cuando los nombre vendrán a buscar su identificación.

Turner nombra uno por uno y les entrega una tarjeta. Cuando termina con todos agrega:

—Pueden irse, mañana a las 8:00 salen los vehículos hacia cada destino. Pasen esta noche con sus seres queridos. Rompan filas.

Se van todos pero queda Hikaru solo, parado en su lugar—. Oficial Tuner, a mí no me ha nombrado.

—Lo sé Trats. Hay algo especial para ti, los altos mandos están al tanto de tu desempeño y les has llamado la atención. No puedo decirte nada más, no está a mi alcance. Te están esperando en la sala de reuniones de la academia.

Hikaru se presenta en la sala de reuniones, donde se encuentra con un par de militares sentados en torno a una mesa ovalada.

—Joven Trats, pase, tome asiento por favor. Iré derecho al grano. Estamos al tanto de sus capacidades, personas con su talento son escasas y demasiado preciadas para el tipo de tareas que se prepara a los jóvenes en esta academia… En otras palabras, le estamos ofreciendo un puesto en el cuartel del führer. Este es un gran honor.

—Yo… por supuesto que acepto, sin duda es un gran honor servir a mi patria al lado del führer.

Ya es de noche. Hikaru pasea solitariamente por la universidad vacía. Entra entonces al taller de mecánica y se sorprende al encontrarse con Lau.

—Lau…

—¡Hikaru! —exclama Lau y corre a abrazarlo.

—¿Aún sigues escondiéndote aquí?

—Este lugar me recuerda mi casa… me gusta. ¿Dónde más podría encontrar tantas herramientas? Escucha esto, soy asistente de docencia y… ¡pañolera del laboratorio! ¿Qué tal, eh? Ya tengo mi propio sueldo.

—Eso es genial, ¿cómo lo has conseguido?

—Los otros días estuvieron viniendo unos alumnos a hacer prácticas y no pude evitar entrometerme al ver que hacían todo mal, así que los he estado ayudando. Después de eso apareció su profesor, quedó asombrado por mis conocimientos y la limpieza que mantengo en el laboratorio, dado que prácticamente vivo aquí… así que me hizo un par de pruebas y me ofreció el puesto.

—Te felicito Lau, estoy muy contento por ti.

—Pero no te ves feliz… ¿qué sucede?

—Me voy a trabajar a la par de Vulpécula.

—¡Eso es perfecto, ya estás a solo un paso de tu objetivo!

—See…

—¿Qué es lo que te detiene? Mírate, eres puro fierro, ¿a qué le temes? —pregunta Lau dándole un golpe en el pecho.

Hikaru cambia su actitud de repente.

—Tienes razón, ¡ya nada puede detenerme! Gracias por todo Lau… —la abraza—. Adiós, no creo que volvamos a vernos.

Hikaru sale del taller. Lau, con una triste sonrisa, lo mira alejarse.

A la mañana del día siguiente Hikaru toma el avión que lo lleva a destino. El avión sobrevuela la ciudad y Hikaru observa e identifica la universidad de entre las casitas diminutas.

—¡Qué tonto soy pensando en llevar una vida como un hombre común enamorado! —Hikaru se sonríe—. Esto recién empieza.

Traición

Base Militar Osopardo.

La base está conformada por múltiples edificios, campos y galpones. Se destacan las majestuosas instalaciones del führer y, a dos kilómetros de allí, la plaza de armas, un establecimiento imponente con un gran patio en su centro.

Hikaru viste traje militar y su chaleco de baterías secretamente escondido debajo. Es escoltado por un cabo a través del patio de armas por un amplio pasillo. Se detiene frente a una puerta.

—Éste es tu lugar de asignación… —luego agrega por lo bajo—. Ten cuidado en cómo usas tus palabras con el viejo o le estaré escoltando a un nuevo recluta la semana que viene —y le abre la puerta.

Hikaru entra al cuarto, parece una oficina común salvo por la gran computadora que hay en la pared de la derecha. De ella salen varios cables de distintos grosores hasta una silla, y a través del respaldo se conectan a la espalda de un viejo que está sentado de espaldas a la puerta, concentrado mirando a través de un gran y luminoso ventanal.

—¿Por qué insisten en mandarme jóvenes semana tras semana? Lo que yo quiero es alguien con quien llevar una charla amena —dice el viejo sin darse vuelta.

—Quizás debería probarme.

—¡Quizás debería freírte el cerebro en este mismo instante, al igual que hice con el joven que te precedió y con el que precedió a tu antecesor y así sucesivamente! —dice dándose vuelta de repente.

“Este tipo está loco…” piensa Hikaru, “si no me cuido podría perder mi tapadera en este mismo instante”.

—Interesante, ¿un ataque mental? —se atreve a preguntar Hikaru.

—¿Qué te hace pensar eso? —repregunta el viejo.

—No hay armas alrededor, si las hubiera igualmente no podría utilizarlas. Y, sin ofender, un modelo de droide P-41 no es rival para un joven como yo.

—Continúa…

—La pregunta es si tiene capacidades extrasensoriales.

—¿Y la respuesta?

—Es no. Se comunica a una máquina que le da el poder. Lo extraño es que lo haga a través de cable, siendo que hoy en día todas las comunicaciones son inalámbricas, lo que sólo puede significar una cosa, necesita una velocidad de transferencia de datos por segundo que ningún sistema moderno le puede ofrecer. Considero que no sólo podría freír mi cerebro en un instante si se lo propusiera, sino que podría acabar con la vida de una ciudad entera en unos pocos minutos.

—Con unos segundos sería más que suficiente… Eres el que más ha logrado sobrevivir hasta ahora, pero ¿podrás estar a la altura de la conversación por el resto del día?

—Recibe millones de datos por segundo por ese cable. ¿Y aún así desea tener a alguien al lado hablándole?

—Mmm… el 99.9% de la información que recibo es basura. Eso me ha deteriorado a lo largo del tiempo, me come el cerebro continuamente. Siento que si no estimulo mi cerebro con una conversación inteligente, podría terminar volviéndome loco.

BOOK: Hikaru
13.48Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Perfect Scream by James Andrus
All It Takes by Sadie Munroe
Lost to the West by Lars Brownworth
A Perfect Husband by Fiona Brand
Cashelmara by Susan Howatch
Drakon by Gisby, Annette
Near + Far by Cat Rambo
Chayton's Tempest by Aliyah Burke
Hide & Seek by K. R. Bankston