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Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

Hikaru (7 page)

BOOK: Hikaru
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—Sí, así es Hikaru.

—A ver… ¿cómo decirle esto? Si en su laboratorio estuvieran desarrollando un robot con apariencia humana… algo así como un joven como yo… ¿quién cree que estaría a cargo del diseño?

—Sin duda sería yo, ya que soy el jefe del área de modelado 3D —y muestra una sonrisa.

Hikaru se sorprende.

—Eso quiere decir que usted…

—Mmmm… mira esto, aquí encontrarás todo lo que necesitas —mientra habla Javier saca su computadora portátil y abre los archivos de diseño de Hikaru.

Hikaru lee el manual completo en pocos segundos con fascinación.

—Gracias, esto es más de lo que esperaba.

Hikaru regresa a la pieza.

—Muro, ¿podrías dejarme un momento solo? Muro no llega a comprender el porqué y se le nota en su expresión, aún así accede.

Hikaru toma el adaptador con el dispositivo de almacenamiento y se lo enchufa a sí mismo en un compartimiento escondido debajo de la axila. Hikaru cae al piso y queda inmóvil, la información comienza a correr velozmente. Libros enteros, filmaciones, fotografías, imágenes y textos se suceden de a millones durante unos minutos, y van quedando grabadas en el cerebro de Hikaru. Al finalizar, se levanta con una sonrisa torcida, se mira los brazos y exclama:

—Finalmente estoy completo.

Enfrentamiento

—Al final era cierto… —Hikaru se queda meditativo—. Yo soy solamente un robot… un robot que originalmente tenía las emociones de Feder, y ahora he recuperado todos mis recuerdos. No, ahora soy Feder, no hay duda de ello.

Hikaru sale de la habitación, su amigo lo espera.

—¿Y? ¿Lograste ver la información? —pregunta Muro.

—Sí, ya está terminado.

—¿Y de qué se trataba?

—Sólo eran… viejos recuerdos. Necesito hablar con tu padre nuevamente.

Hikaru pasa de largo a Muro y éste lo sigue hasta el borde de la sala.

—Javier uña negra.

Javier se sobresalta.

—¿De dónde has sacado eso?

—Javi, soy yo, Feder. He transferido mi memoria dentro de Hikaru.

—Feder… no lo puedo creer, pero tú…

—¿Mi yo verdadero? No lo sé. Cuando hice una copia de mi memoria para Hikaru lo hice porque sabía que mi vida estaba en peligro, y cuando tomé control de este cuerpo supe a través de los recuerdos de Hikaru que yo estaba desaparecido, pero nada más…

—Aún no comprendo Feder… ¡¿Por qué?! ¡¿Cómo?!

—El laboratorio degeneró mis investigaciones de Internet por IdIn y han creado un programa capaz de volver locas a las personas. Ante mi negativa de seguir colaborando experimentaron conmigo y Hikaru, y desde entonces me han estado siguiendo. Luego de ver en las noticias las primeras muertes supe que querrían una coartada. Si me han dejado vivir era sólo para eso, podrían alegar que estaba demandando más de lo que me correspondía y que me habían terminado despidiendo, y finalmente yo podría estar causando esas muertes como venganza para hacer quedar mal a la empresa y boicotear su éxito.

—¡Guau!, esas son muchas suposiciones, ¿no crees?

—En fin, me preparé para lo peor. A sabiendas de que Hikaru era un robot con un cerebro tan complejo como el de un humano y que él ya poseía mis emociones, dejé un dispositivo de almacenamiento con la información de mi cerebro escondido en mi casa, que sólo él podía encontrar.

—¿Qué buscas con todo esto Feder? Si lo que te preocupaba era tu vida, ¿por qué simplemente no huías de la ciudad?

—El conocimiento de que el laboratorio mata gente a través de mi invento, sus métodos para probarlo… ¡No lo puedo soportar! El laboratorio y todos sus elementos de guerra deben ser destruidos. Tú sabías de eso… de los pisos inferiores, ¿no es así?

—Sí, conozco su existencia desde que me nombraron jefe de diseño, pero honestamente no tengo nada contra la fabricación de armas. Y esos virus que mataron a las personas pudieron haber sido creados por cualquiera…

—Sí, puede ser que esto sea más personal de lo que parece. —Hikaru saca un papelito—. Ten, este es un código de autodestrucción, una vez que me lo envíes por email y yo lo reciba se desencadenará un proceso que fundirá mi cerebro. Ahora voy a destruir el laboratorio, tu lugar de trabajo y el de muchas personas más. Si crees que estoy equivocado y que mis acciones producen más daño del que quiero evitar, adelante, puedes detenerme… Si por el contrario te sientes obligado a ayudarme, ese código será útil para liberarme en caso de que falle y sea atrapado.

Hikaru se dirige a la puerta de la casa.

—Adiós… Javier.

Hikaru camina por el estacionamiento hacia el frente del laboratorio, lo captan las cámaras de seguridad y lo identifican inmediatamente los operadores de la sala de control. Uno de ellos levanta un comunicador, marca unos números y habla.

—Ruth, tenemos contacto visual con Hikaru, se acerca al edificio por la playa de estacionamiento.

El mensaje suena por un altoparlante en el cuarto de control, en el laboratorio de los Cyborgs, donde Ruth trabaja junto con dos científicos. Frente a ellos, a través de un vidrio blindado hay tres Cyborgs sentados en sillas con cables que salen de sus conectores bajo la axila y se desparraman por toda la habitación.

Ruth corre al comunicador, aprieta un botón y se acerca al micrófono:

—En seguida voy para allí.

—Un momento —suena el altoparlante—. Se está acercando a su auto… ¡Oh no! —grita de pronto.

Hikaru, en el estacionamiento, usa su poder para lanzar el auto de Ruth contra el frente del edificio. El auto sale dando vueltas y atraviesa la amplia puerta de vidrio de la recepción hasta la pared del fondo.

—¡Se ha vuelto loco! ¡Está lanzando los autos estacionados contra el edificio! —grita el altoparlante.

Fuera los autos vuelan uno seguido del otro hasta el frente del edificio.

“Maldición”, piensa Ruth, “justo ahora que es el turno nocturno y no hay nadie para defender el laboratorio”.

—Enciendan las luces del estacionamiento —ordena a través del comunicador—, que sepa que estamos aquí. Luego activen todos los centinelas que tengamos y envíenselos. Potentes matrices de focos se encienden en las torres de los cuatro extremos del estacionamiento iluminándolo como si fuera de día. Las pupilas de Hikaru se acomodan rápidamente a la nueva iluminación.

—Ya no hay más autos para arrojar —dice Hikaru.

Un portón se abre en el extremo derecho del laboratorio y salen rodando una decena de centinelas.

“Eso no hará más que retrasarlo un poco. Mierda, nuestras mejores armas necesitan de hombres que las manejen…”, piensa Ruth mientras golpea el puño contra la mesa.

—Dejen las pruebas para después —ordena a los científicos que lo acompañan—. Carguen en estos Cyborg el programa avanzado de combate y actívenlos, los quiero afuera combatiendo cuanto antes.

—Pero, señor, ese módulo aún tiene deficiencias.

—Conozco perfectamente los problemas del módulo, pero el programa básico no servirá de nada en esta ocasión. Pónganle máscaras a cada uno de ellos, así evitaremos que se maten entre sí.

Ruth sale y entra a otra sala cercana, enciende la luz y se iluminan unos pasillos con góndolas llenas de armas. Va hacia una de ellas y toma el láser que habían usado antes para atraparlo.

Afuera los centinelas tienen rodeado a Hikaru, sacan sus cañones laterales y comienzan a disparar. Hikaru salta hacia atrás, pronto todo el centro de la ronda se llena de un humo espeso. Hikaru cae inadvertido detrás de un centinela.

Los centinelas dejan de disparar y el humo comienza a avanzar hasta cubrirlos a todos, haciéndose cada vez menos denso. El asfalto en el centro de la ronda ha sido pulverizado.

Hikaru toca la esfera que tiene delante y la lanza hacia la que está enfrente, las choca y las destruye. El resto de los centinelas gira y comienza a disparar a Hikaru que corre y salta para atravesar una ventana del primer piso del edificio. Los centinelas se apresuran a seguirlo y trepan el muro transformados en ciempiés, algunos incluso continúan trepando a pisos superiores.

Ruth sube por las escaleras del subsuelo a la planta baja, la pared se cierra tras de sí ocultando los niveles inferiores.

Hikaru está corriendo por el pasillo y va tocando las paredes para hacerlas estallar. De pronto aparece un ciempiés delante de él. Hikaru toca el suelo y éste se desarma bajo sus pies. Entonces, cae a la planta baja. Hay polvo en suspensión. El ciempiés asoma por el agujero y comienza a deslizarse del piso de arriba al techo de abajo.

Hikaru toma una barra de entre los escombros y utiliza su poder para arrojarla y atravesar a un centinela, que queda empalado.

De pronto, a pocos centímetros de Hikaru, un rayo atraviesa y dispersa la nube de polvo permitiéndole ver claramente a Ruth del otro lado de la recepción destruida por su propio auto.

—¿Cuál es tu problema? La última vez que estuviste aquí habíamos acordado dejarte en paz. ¿Por qué haces esto ahora? —pregunta Ruth, y observa de reojo el indicador del arma que se carga para el próximo disparo.

—Bueno, yo nunca dije nada de dejarlos en paz a ustedes.

Un par de centinelas vienen rodando por el piso de arriba. Hikaru los escucha venir y gira para mirarlos. El primero cae por el agujero, Hikaru se agacha y lo toca aún en el aire. Ruth levanta el arma dispuesto a disparar por segunda vez.

Hikaru usa su poder para lanzar el centinela hacia Ruth, que a su vez dispara. El rayo y el centinela se encuentran en la mitad del camino y Ruth dirige el rayo hacia arriba para terminar de cortarlo y evitar que le pegue a él. Las mitades del centinela pasan a los costados de Ruth. El centinela que venía detrás del primero se detiene en el borde del agujero y apunta sus cañones a Hikaru.

Hikaru corre por el pasillo lateral a la recepción y se mete en un ascensor, aprieta el botón del tercer piso.

—¡Vamos, rápido! —dice mientras aprieta sucesivamente el botón de cierre de puerta.

El centinela se acerca con su cuchilla meridional zumbando, la puerta comienza a cerrarse desde un costado.

—¡Rápido maldición!

Hikaru toca primero la puerta de afuera y luego la del ascensor que se cierran de golpe. De pronto, la cuchilla del centinela atraviesa la puerta a la mitad sacando chispas, el ascensor comienza a subir.

Cuando baja del ascensor, el piso está oscuro. Sonríe irónicamente al observar el cartel que indica la dirección hacia el ala médica.

—Nunca jamás han curado a nadie aquí —afirma y camina hacia allí.

Se mete en la primera habitación que encuentra.

—Creo recordar que aquí me mantenían cuando todavía era el viejo Feder. Ahora debo destruir todo. ¡Qué desperdicio de equipos!

Un centinela rueda hasta la puerta y comienza a disparar, los equipos y la cama vuelan en pedazos. Hikaru corre a la pared y la lanza contra la siguiente con su poder y así una habitación tras otra. En la tercera habitación se encuentra con un centinela que ha entrado por la ventana y está cambiando su forma de ciempiés a esfera. Lo toca y lo hace volar por el techo hasta caer y hacerse pedazos en el estacionamiento. Llega a la última habitación donde se encuentra la cocina. Puede escuchar al centinela avanzar por el pasillo con la sierra encendida. Observa rápidamente la cocina, toma un set de tres cuchillos grandes, los guarda atrás en el pantalón y arranca la heladera hasta enfrentarla a la puerta, luego espera a que el centinela se presente.

La heladera sale volando y aplasta al centinela contra la pared, haciendo todo pedazos.

—Dos, tres, cuatro, cinco y con este van seis —dice Hikaru mientras cuenta con los dedos y sale al pasillo—. Si no han activado más sólo quedan cuatro.

—¡Muere! —grita Ruth asomando al pasillo del lado de los ascensores y dispara el láser.

Hikaru salta hacia la cocina y se echa al piso. Ruth lo sigue con el láser y corta todo horizontalmente.

—¿Por qué no sigues disparando? —pregunta Hikaru una vez que el rayo se detiene, y sale de la cocina caminando muy confiado—. ¿O es qué no puedes utilizarlo tan seguido?

Ruth está alerta, Hikaru lleva lentamente una mano a su espalda, toma un cuchillo y luego lo arroja a toda velocidad.

Ruth levanta el arma láser con las dos manos y la interpone en el camino del cuchillo a su cara, el láser es atravesado y el cuchillo se incrusta en él. Aun así la fuerza es tal, que el cuchillo se acerca hasta clavarse en la máscara de Ruth entre medio de los ojos.

Ruth deja caer el arma y descansa los brazos a los costados, la máscara comienza a agrietarse hacia arriba y abajo hasta partirse del todo y cae al piso. Hikaru se encuentra con su mismo rostro y se sorprende.

—Un Cyborg… ¿Y tú dices estar a cargo de la empresa? —pregunta recordando la charla de cuando estuvo atrapado—. Nadie permitiría eso… a menos que… ¿Ruth?

—Así es, luego de que destruiste mi cuerpo los científicos del laboratorio transfirieron mi mente aquí. Sólo por eso había decidido dejarte en paz, encontré en mí la perfección que estaba buscando.

—Es una pena que ahora tenga que destruirte… —Hikaru corre hacia Ruth con su brazo derecho extendido listo para tocarlo.

Del costado, del lado de los ascensores, aparece un centinela rodando y se frena frente a Ruth.

—¡Eso no me detendrá! —grita Hikaru en plena carrera, mientras Ruth toca al centinela con su mano derecha—. Mentira… —vocifera Hikaru abriendo ampliamente sus ojos.

Ruth retira su mano y el centinela sale disparado hacia Hikaru, lo arrastra a través del pasillo hasta la ventana al final y lo arranca del edificio. Hikaru y el centinela continúan volando hasta estrellarse contra la estructura de metal del gigantesco mall que se está construyendo al lado del laboratorio.

Los tres centinelas restantes aparecen en su forma de ciempiés, caminando por las paredes y el techo alrededor de Ruth, quien les ordena:

—Aún debe seguir con vida, encuéntrenlo y destrúyanlo.

Los centinelas salen entonces arrastrándose por la ventana.

Los Cyborgs del subsuelo ya tienen sus máscaras puestas, similares a la que llevaba Ruth pero más sencillas. Los monitores indican que se acaba de terminar de copiar el programa de combate.

—Bien, eso es todo. Una vez que les quitemos los cables se activarán… —dice uno de los científicos y entran juntos a la cámara.

El que habló antes comienza a retirar inmediatamente los cables del primer Cyborg.

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