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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (77 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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A pesar de la subyacente similitud táctica existente entre los ejércitos de Filipo II y Alejandro, en las tres acciones descritas hubo una crucial innovación: el uso de los elefantes de guerra, una táctica aprendida de los hindúes. Los elefantes se utilizaban como el equivalente de los tanques modernos, para atacar y desmantelar la línea enemiga. Una solución para este tipo de asalto era, en primer lugar, impedir que los proboscideos alcanzaran la línea, lo que Ptolomeo I consiguió brillantemente en Gaza, colocando delante de su ejército una pantalla de hombres armados con estacas recubiertas de hierro, fijadas al suelo para bloquear el avance de los elefantes de Demetrio. Otra solución, claramente adoptada en general, era atacar a los elefantes y sus jinetes con tropas ligeras muy móviles armadas con jabalinas o arcos. Esto significaba, a su vez, que cualquier fuerza que utilizara elefantes no podía avanzar sin su propia tropa ligera destinada a neutralizar la del enemigo. El principal problema de los ptolomeos al utilizar elefantes era conseguir un suministro adecuado de animales de buena calidad, es decir, indios. No sabemos de ninguno en el bando de Ptolomeo I en Gaza, pero tras derrotar a la fuerza de elefantes de Demetrio capturó a los animales supervivientes. Los ptolomeos intentaron resolver el problema a largo plazo utilizando elefantes africanos y nuestras fuentes mencionan cacerías de estos animales en varias ocasiones. Desgraciadamente, los únicos elefantes africanos que se pueden entrenar son los de bosque, que son una variedad más pequeña que la hindú, de modo que no es de extrañar que en Rafia los elefantes de Ptolomeo IV no tardaran en retirarse y caer contra sus propias líneas, con serias, cuando no desastrosas, consecuencias para todo el ejército. En Panion no se dice nada de elefantes ptolemaicos, aunque la única fuente que se conserva de esta acción es muy defectuosa. No obstante, conviene mencionar que se afirma que los elefantes seléucidas aterraron a la caballería etolia en la crucial ala izquierda egipcia y también se menciona a estos animales tomando parte en el movimiento final contra la falange ptolemaica, que decidió la derrota de todo el ejército.

Uno de los cambios más notables producido en el ejército ptolemaico de los siglos IV y ni a.C. fue la progresiva disolución de su elemento macedonio, inicialmente en favor de los mercenarios, pero que al final condujo a la incorporación al mismo de los
machimoi
o clase guerrera egipcia. Ya en Gaza en 312 a.C. Diodoro describe que el ejército contaba con 18.000 infantes y 4.000 jinetes, en parte macedonios, en parte mercenarios; pero también nos informa de que había numerosos egipcios, algunos encargados de la impedimenta y otros como soldados, probablemente auxiliares. Cuando tuvo lugar la batalla de Rafia, esta tendencia había progresado mucho. Ptolomeo IV dispuso de una fuerza de caballería de élite de 3.000 jinetes, de los que más de 2.000 eran libios o egipcios; en cuanto a su falange de 45.000 soldados, no menos de 20.000 eran egipcios. Ptolomeo contó también con 2.000 jinetes mercenarios, tanto griegos como no griegos, 3.000 cretenses, 3.000 libios y 4.000 tracios y gálatas. De hecho, es muy poco probable que los macedonios y sus descendientes fueran entonces más que una pequeña parte del ejército.

Los costes de una fuerza mercenaria de tal envergadura eran una sangría para los recursos de la Corona, que sólo podía asumirse si la economía del país estaba funcionado de forma adecuada; los profundos trastornos internos que surgieron tras la muerte de Ptolomeo IV están unidos a la incapacidad de los soberanos de Egipto para mantener este tipo de tropas. Los ptolomeos se ocuparon pronto del problema de garantizar un adecuado suministro de soldados, sacados de los grupos étnicos tradicionalmente explotados por Macedonia: su solución consistió en la creación de una ampia reserva militar estacionada en asentamientos diseminados por todo el país. En ellos se concedía a los soldados lotes de tierra, cuyo tamaño era determinado tanto por el rango como por el tipo de unidad a la que pertenecían. En muchas ocasiones los militares no trabajaban la tierra ellos mismos y se limitaban a utilizarla como fuente de ingresos; pero la recibían en el entendimiento de que siempre que se les necesitara entrarían en servicio, como en el caso de los 4.000 tracios y gálatas mencionados en el desarrollo de la campaña de Rafia. No obstante, resulta curioso que se trate del único contingente de este tipo mencionado por Polibio en esta coyuntura; por otra parte, el hecho de que se tratara de un porcentaje relativamente pequeño del ejército reunido para esta operación indica que los
clerucos
(colonos militares a los cuales el soberano concede unos lotes de tierra llamados
kleroi
) no eran considerados la fuente ideal para formar el grueso del ejército.

Otra solución obvia para el problema de la mano de obra militar era la milicia egipcia o
machimoi
, una respuesta que aparentemente se intentó por primera vez en Gaza y cayó en desuso durante muchos años, probablemente por una clara conciencia de sus desventajas políticas. Finalmente, las necesidades a corto plazo terminaron con las consideraciones a largo plazo y en Rafia, donde el grueso de la falange que le dio la victoria a Ptolomeo estaba formado por soldados egipcios, encontramos a este grupo utilizado con un éxito espectacular. La creciente confianza en esta clase, originada por las progresivas dificultades para conseguir tropas en las tradicionales fuentes ptolemaicas, condujo a un cambio crítico en el equilibrio del poder dentro del país, que Polibio describe con agudeza:

En cuanto a Ptolomeo, su guerra contra los egipcios siguió de inmediato tras estos acontecimientos. El ya mencionado rey, al armar a los egipcios para su guerra contra Antíoco, decidió un curso de acción que era apropiado para las circunstancias inmediatas, pero que ignoraba las consecuencias futuras. Pues los soldados, exaltados por su victoria en Rafia, dejaron su inclinación a recibir órdenes y se reunieron en torno a un líder, pensando que eran capaces de cuidarse por sí mismos. En lo cual tuvieron éxito al final, no mucho después.

No obstante, el ejército no era el único requisito. La consecución de las ambiciones ptolemaicas en el Egeo y el Mediterráneo oriental dependía también del mantenimiento de una poderosa flota de combate. Esta fuerza no sólo era un medio para crear y mantener una presencia ptolemaica en la zona, sino que también era un arma en la guerra propagandística por el prestigio y la categoría. Como en épocas más modernas, las grandes y poderosas unidades navales podían utilizarse para generar sentimientos de poder, incluso cuando no se trataba de un enfrentamiento armado directo. La tremenda importancia estratégica de la flota fue comprendida desde el comienzo del Período Ptolemaico y su auge y declive son un barómetro infalible de las fortunas imperiales y políticas de los lágidas en el mundo griego.

Tácticamente, la guerra naval se desarrolló hasta un grado notable a finales del siglo IV a.C. Esta tendencia es evidente en el mejor documentado de los enfrentamientos navales ptolemaicos, la batalla de Salamina, que tuvo lugar en la costa este de Chipre en 306 a.C. y terminó con una catastrófica derrota de la flota egipcia. La acción se originó como resultado de un intento de Ptolomeo por socorrer a su hermano Menelao, que estaba siendo asediado por tierra y mar en Salamina por Demetrio, hijo de Antígono. Ptolomeo contaba aproximadamente con 140 barcos de guerra, contra quizá unos 180 del enemigo. Diodoro, nuestra fuente más completa, desgraciadamente para nuestro propósito, proporciona más información sobre la flota de Demetrio que sobre la de Ptolomeo, pero es indudable que sus detalles son aplicables tanto a una como a otra. Varios puntos destacan: en primer lugar, se nos habla de soldados embarcados que participaron en muchas acciones; en segundo lugar, Demetrio equipó a sus navíos con balistas y catapultas capaces de lanzar flechas de tres palmos (c. 0,5 metros de longitud), que fueron utilizadas con éxito; en tercer lugar, participaron navíos de distintas categorías —por ejemplo, la poderosa ala izquierda de Demetrio contenía 30 «cuatros», 10 «cincos», 10 «seises» y 7 «sietes», si bien el grueso de la flota estaba formado por «cincos»—. Por otra parte, la flota ptolemaica estaba compuesta enteramente de «cincos» y «cuatros»; además, ambas flotas parecen haberse dispuesto para la batalla en tres grupos de combate —un centro con un ala a cada lado—, pero Demetrio hizo que su ala de mar abierto fuera particularmente poderosa, mientras que Ptolomeo hizo lo propio con su ala de tierra; finalmente, debemos mencionar que las flotas emplearon un primitivo sistema de señales.

Este resumen revela varios rasgos importantes. En primer lugar que la guerra naval estuvo poderosamente influida por la guerra terrestre. Si bien seguían realizándose las maniobras a remo, el énfasis pasó de las batallas de maniobras a las batallas terrestres embarcadas, lo que llevó a la creación de navíos capaces de transportar grandes contingentes de infantería de marina, que eran quienes decidían los combates en sus enfrentamientos cuerpo a cuerpo con el enemigo. La descripción de Ateneo de la flota de Filadelfo demuestra perfectamente lo que queremos decir: no sólo menciona que contenía 2 «treintas», 1 «veinte», 4 «treces», 2 «doces», 14 «onces», 30 «nueves», 37 «sietes», 5 «seises», 17 «cincos» (así como una fuerza que doblaba en número al resto, compuesta por navíos que iban desde «cuatros» hasta «unos y medios»), sino que también describe un monstruoso «cuarenta» de Ptolomeo IV, del cual menciona que era capaz de transportar no menos de 2.850 infantes de marina. La estructura de estos navíos pesados se ha malinterpretado mucho, porque la bibliografía antigua interpreta los términos utilizados para referirse a ellos como menciones al número de bancos de remos. Esto es casi imposible. Estos navíos eran impulsados principalmente, si bien no por completo, mediante múltiples filas de remeros, que nunca podrían haber sido dispuestas en más de tres alturas; por lo tanto, la «clasificación» debe referirse al número de remeros en cada
unidad
de remo. Ahora sabemos que los barcos más grandes poseían estructura de catamarán, lo cual indudablemente hubiera incrementado mucho la cubierta disponible para la infantería de marina, haciendo de estos navíos un elemento formidable en una batalla terrestre luchada en el mar. La militarización de la guerra naval se ve también en la práctica de montar artillería en los barcos, que obviamente es un reflejo de la cada vez mayor importancia que tuvo este tipo de arma, tanto para la guerra de asedio como en el campo de batalla, en los ejércitos de Filipo II y Alejandro. El uso de un ala pesada como fuerza de choque por parte de ambos protagonistas es otro rasgo de la adaptación de la guerra terrestre al mar, puesto que este principio era un dispositivo táctico fundamental en el ejército macedonio. El uso de señales también procedería de la misma fuente.

Por poderosa y efectiva que fuera la flota ptolemaica durante los primeros cincuenta años de la dinastía, sus esfuerzos en la construcción naval no podían garantizar por sí mismos éxitos constantes, por lo cual, a mediados del siglo III a.C., sus flotas sufrieron tres reveses que presagiaron la gradual disminución del poder marítimo ptolemaico en la zona: en Efeso (probablemente en 258 a.C.) una flota ptolemaica sufrió un revés a manos del almirante rodio Agatóstrato, en este caso probablemente al ser superada en capacidad marinera y no durante la lucha entre la infantería de marina; aparentemente por esas mismas fechas, los ptolomeos sufrieron un segundo gran revés, esta vez en Cos y a manos de Antígono Gonatas, rey de Macedonia, en el cual un poderoso barco de tres bancos tuvo un papel destacado a la hora de decantar la victoria para los macedonios; finalmente, parece que c. 245 a.C. Antígono, si bien sobrepasado en número, infligió otra derrota a la flota ptolemaica en Androd, esta vez al derrotar a la infantería de marina egipcia.

La tierra de Egipto

El intenso espíritu competitivo ptolemaico de autoafirmación no se limitó a los enfrentamientos militares. En el ruedo que era el mundo helenístico también se utilizaron otras armas en la lucha por la categoría y el prestigio, entre ellas la capital: Alejandría. Fundada por Alejandro en 331 a. C, la ciudad se convirtió en la capital ptolemaica y fue vigorosamente explotada desde el comienzo del período como el mejor escaparate de la riqueza y esplendor ptolemaicos y, al mismo tiempo, como el medio no militar más significativo mediante el cual los ptolomeos podían competir y sobrepasar a sus rivales. No tardó en convertirse en la ciudad mas espectacular del mundo helenístico. Estrabón, que la visitó justo antes de la desaparición de la dinastía ptolemaica, no tenía ninguna duda sobre la importancia de la ostentosa exhibición de los edificios ptolemaicos. Así describe el barrio del palacio, en la zona norte de la ciudad:

La ciudad tiene los más bellos recintos y palacios públicos, que ocupan entre un cuarto y un tercio de su extensión total. Pues como cada rey, por amor al esplendor, solía añadir algún tipo de adorno a los monumentos públicos, del mismo modo invertía a su costa en una residencia, además de las que ya existían, de modo que ahora, por citar al Poeta [Homero]: «hay edificio tras edificio». Todos, sin embargo, están conectados, tanto unos con otros como con el puerto, incluso los que se encuentran fuera del puerto.

Pero había mucho más. Estrechamente asociado a estas instalaciones estaba el
Soma
, el lugar de enterramiento de los reyes ptolemaicos, que también contenía el cuerpo del propio Alejandro Magno, guardado originalmente en un sarcófago de oro reemplazado después por otro de cristal. La posesión de este cuerpo era en sí misma uno de los principales activos propagandísticos de los que disfrutaban los ptolomeos y era el resultado de una astuta operación de secuestro, llevada a cabo por Ptolomeo, hijo de Lago, cuando el cadáver estaba siendo trasladado hacia Macedonia para ser enterrado en la necrópolis de Egas. Evidentemente, el más espectacular de todos los edificios de Alejandría era el faro, situado en el extremo este de la isla de Faros. Otro elemento destacado de la ciudad era el Museion, del que formaba parte la mundialmente famosa biblioteca. La institución fue fundada por Ptolomeo I como parte de su política para convertir a Alejandría en el centro de la cultura griega. El Museion se modeló según las escuelas de Platón y Aristóteles en Atenas y, al igual que ellas, era un centro de investigación y enseñanza. Se hicieron grandes esfuerzos para conseguir volúmenes para la biblioteca y el agente de Ptolomeo I, Demetrio de Falero, mandó a sus buscadores a todos los rincones del mundo griego para conseguir los textos necesarios. Tanto éxito tuvieron los esfuerzos de los ptolomeos en este aspecto, que al final de este período parece que la biblioteca contaba con 700.000 volúmenes y la instalación al completo proporcionaba un marco soberbio para la erudición y la investigación científica. Siendo así, Alejandría no tardó en convertirse en el principal centro de estas actividades, con figuras tan importantes como Eratóstenes de Cirene (c. 285-194 a.C.) en ciencias, Herófilo de Calcedonia (c. 330-260 a.C.) en medicina, Zenódoto de Efeso (nacido c. 325 a.C.) y Aristarco de Samotracia (c. 217-145 a.C.) en erudición literaria, y Apolonio de Rodas y Calimaco de Cirene (ambos del siglo III a.C.) en escritura creativa.

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