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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (10 page)

BOOK: Intrépido
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Geary se dio cuenta de que estaba cruzando los dedos mentalmente para que aparecieran escuadrones de naves ocultos, esperando a saltar de algún escondite imposible para rebanar la cabeza de la formación síndica. Pero lo cierto era que no contaba con tales escuadrones, ni tampoco habría habido manera alguna de esconderlos por allí. Además, cualquier navío que enviase a un hipotético ataque contra la avanzadilla síndica no iba a ser capaz de retirarse de manera segura antes de que el grueso de la flota síndica volviese a reagruparse.

Geary siguió observando las naves y sus vectores de movimiento deslizarse por la pantalla. No le hacía falta calcular el resultado. Su propia experiencia anticipando cómo acababan los movimientos de las flotas le dio una respuesta a medida que pasaban los minutos.

—Los interceptores síndicos se aproximan demasiado deprisa. La
Titánica
no va a llegar al punto de salto antes de que alguno de ellos se aproxime lo suficiente como para tenerla a tiro —comentó Geary.

Desjani asintió con la cabeza.

—Estoy de acuerdo —afirmó la capitana.

—¿Pueden detenerlos los navíos que escoltan a la
Titánica
.—preguntó Geary.

Desjani evaluó la situación por un momento antes de responder y después meneó la cabeza.

—No con sus armas de popa. Tienen que darse la vuelta —explicó Desjani.

—Y si hacen eso están perdidos —agregó Geary. Podría verme obligado a hacerlo. Podría tener que dar esa orden. No quiero perder esas naves, esas tripulaciones, pero si es o ellos o la
Titánica
, teniendo en cuenta que la
Titánica
es necesaria para que todos los demás puedan volver a casa…

La capitana Desjani volvió a asentir con la cabeza.

—Podemos abandonar a la
Titánica
. Intentar rescatar a parte de su tripulación —apuntó Desjani.

—Necesitamos ese navío —se opuso Geary.

Desjani dudó por un momento, pero finalmente asintió por tercera vez.

—Sí —aseveró.

—Entonces no podemos abandonarlo —sentenció el capitán.

Desjani lo miró con preocupación.
A ver, intentemos pensar en cómo saldría de este lío el legendario
Black Jack
Geary. Si se te ocurre algo,
dímelo, ¿eh? ¿Cómo podríamos ganar algo de tiempo para la Titánica?
Geary escudriñó las pantallas, tratando de encontrar alguna manera de cambiar las leyes físicas y obtener alguna solución al enigma, daba igual cómo.

Sacrifiquemos al menos una nave por otra. O un escuadrón de naves ligeras, o alguna nave lo suficientemente poderosa como para conjurar la avalancha de los elementos de avanzadilla síndicos pero, a la vez, menos importante que la
Titánica
. Al Intrépido sí que no lo puedo usar. ¿Pero no sería un alivio si lo hiciera?. Si resisto una última vez, ahora sí que se acabaría todo seguro. No más cargas de mando, no más legiones de gente desesperada mirándome como si fuera su única esperanza. No más sino de la Alianza, quizá, pendiendo sobre mi cabeza, y no más oír hablar de Black Jack Geary, el héroe de la Alianza. Pero no puedo. La llave está a bordo. Hice una promesa. Incluso aunque no la hubiera hecho, no puedo olvidarme de mis obligaciones para con toda esta gente. Pero, en ese caso, ¿qué nave elijo? ¿Por qué mandarlos a ellos a una muerte segura y no a otros? Sus ojos rebuscaron entre las naves, tratando de tomar una decisión que odiaba.

Y entonces vio algo.

—¿Qué está haciendo el
Resistente
? —musitó Geary—. Se está replegando.

Desjani hizo una señal a su equipo y esperó respuesta.

—Me están informando de que el
Resistente ha
notificado a la flota que va a maniobrar de manera independiente —reveló Desjani.

—¿Cómo? Póngame con el oficial al mando —ordenó Geary.

El
Resistente
estaba tan solo a treinta segundos luz, así que solo hubo que esperar un minuto a que el
Intrépido
mandase su solicitud y el
Resistente
su respuesta. El rostro del oficial al mando del
Resistente,
que recientemente se había convertido en algo familiar para Geary, apareció de nuevo frente a él.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Geary sin preámbulos—. Como no vuelvan a coger velocidad pronto, las naves síndicas los van a adelantar. Regresen inmediatamente a su posición en la formación.

Un minuto después, en lugar de responder directamente, el comandante Michael Geary se limitó a sonreír triunfalmente.

—La cagaste, tío abuelo Black Jack. Y lo sabes, ¿verdad? La
Titánica
está en aprietos. Crésida no es mala oficial, pero no tiene tanta experiencia como le gusta creer. Y puede ser muy impulsiva, a veces salta sin pensarse las cosas primero. Deberías haber examinado su plan mejor. Hay que navegar mucho tiempo alrededor de la
Titánica
para darse cuenta de lo lenta que es esa bañera, incluso en condiciones óptimas. Y eso significa que solo hay una alternativa para salvarla.

Geary trató de emplear las yemas de sus dedos para hacer retroceder un dolor cada vez mayor en las sienes.

—Soy consciente de que la
Titánica
está en apuros —reconoció Geary—. Me hago cargo de que hay que hacer algo. Pero hay diferentes formas de solucionarlo.

Un minuto más y, mientras tanto, los perseguidores síndicos seguían acercándose. Geary los observó, impresionado pese a sus reticencias al comprobar la aceleración de la que eran capaces esos modernos acorazados.

El oficial al mando del
Resistente
meneó la cabeza.

—Todas las opciones llevan al mismo sitio. Y lo sabes. Bueno, te voy a hacer un gran favor, tío abuelo Black Jack. Te voy a ahorrar el problema de elegir quién muere. El
Resistente
está cerca de la línea que separa a las naves síndicas más cercanas y la
Titánica
. Mi nave está bien posicionada para emprender esta acción y tiene la munición suficiente. Además, los propulsores principales de la nave están dañados por lo mucho que los he tenido que forzar y amenazan con fallar en cualquier momento, así que es posible hasta que no sea capaz de seguir a la flota en ningún caso. ¿Te sientes mejor así?

Geary volvió a sentir esa sensación gélida en su interior, pero lo único que se le ocurrió decir fue una palabra.

—No —rezongó.

La sonrisa del comandante del
Resistente
se ensanchó aún más al escuchar la respuesta de su tío abuelo y adquirió un punto grotesco.

—¡Gracias a tu error, al final voy a estar a la altura del legado de
Black Jack
Geary! ¡Mi nave se va a encargar de contener a toda la flota síndica! Mis antepasados, «nuestros» antepasados, se sentirán orgullosos. ¿Cuánto crees que aguantará mi nave, tío abuelo Black Jack? —preguntó Michael.

Geary apenas pudo aguantarse las ganas de gruñir de frustración. Una nave iba a perecer por su culpa. Por lo menos una, porque si el
Resistente
no conseguía contener al enemigo el tiempo suficiente, la
Titánica
seguiría sin poder llegar al punto de salto a tiempo, a no ser que Geary mandase más naves para cubrirle las espaldas. Además, lo peor era que este hombre al que quería abrazar como si en él anidase un vínculo con su hermano muerto no podía deshacerse de su furia ni siquiera ahora.

—Contenlos todo el tiempo que puedas. Van a intentar colar algunas naves por encima de la tuya, seguro —adelantó
Black Jack
Geary.

Un minuto después, Michael Geary volvió a menear la cabeza.

—No lo conseguirán. Tendré una posición de disparo franca para darles en los costados si lo intentan. —La sonrisa finalmente se desdibujó hasta acabar desapareciendo—. ¿No resulta fácil, verdad? Ahora lo comprendo un poco. De verdad que no deseaba esto. Sin embargo, uno hace lo que tiene que hacer, pero cómo acaba saliendo depende de tus antepasados. Uno solo tiene que… los síndicos capturarán a cualquier miembro de mi tripulación que pueda salir del
Resistente
antes de que quede destruido. Sé que ahora no puedes quedarte a esperar para recogerlos. Pero prométeme que un día tratarás de sacarlos de los campos de trabajo de los síndicos. No los olvides.

Otra promesa más, otra exigencia más para él, de alguien que sabía además de sobra que Jack Geary no era ningún semidiós, pero que aún necesitaba creer en él.

—Te juro que no los olvidaré y que haré todo lo que pueda para traerlos a casa algún día —se comprometió
Black Jack
Geary.

—¡Lo recordaré! ¡Y nuestros antepasados también habrán escuchado tus palabras! —Michael Geary soltó una risotada repentina mientras los ojos se le iban rápidamente hacia otro lado, en dirección hacia el puente de mando de su propia nave—. La cosa se va a poner muy caliente en cualquier momento. Tengo que irme. Saca la flota de aquí, cabrón. —Dudó antes de seguir—: Tengo una hermana. Está en la
Impertérrita,
su nave sigue en el espacio de la Alianza. Dile que ya no te odio.

La conexión se cortó y Geary se quedó mirando la sombra del rostro de su resobrino que se había quedado grabada en su memoria.

Acto seguido se dio cuenta de que la capitana Desjani lo estaba mirando como preguntándose qué se habría dicho en la conversación privada con el
Resistente.
Geary se dirigió a ella, intentando mantener su voz inquebrantable y bajo control en todo momento.

—El
Resistente
va a intentar contener a las naves síndicas el tiempo necesario para que la
Titánica
llegue al punto de salto —le explicó Geary. Desjani dudó por un momento, con los ojos abriéndose como platos.

—Señor, debe saber que el oficial al mando del
Resistente
es…

—Sé quién es —la interrumpió.

Geary se figuró que su tono de voz había sonado áspero y no tenía ni idea de cómo iba a sentar eso al personal del puente de mando del
Intrépido
. pero realmente en ese momento no le importaba en absoluto.

Desjani se quedó mirándolo durante bastantes segundos para acabar volviendo la vista hacia otro lado.

Cada minuto después de aquello parecía imposible de puro eterno. Geary observaba a la
Titánica
avanzar lenta y dolorosamente mientras que los vectores de los acorazados síndicos seguían incrementando la velocidad a medida que iban recortando la distancia. Las naves síndicas más rápidas habían aumentado su cadencia hasta sobrepasar una décima parte de la velocidad de la luz.

—¿No hay ninguna manera de hacer que la
Titánica
vaya más rápido? —saltó Geary finalmente.

Los otros hombres que se encontraban en el puesto de mando se miraron los unos a los otros, pero ninguno dio ninguna respuesta. A pesar de que antes se había convencido de la necesidad de no perder la perspectiva general, Geary se centró en el
Resistente,
sabedor de que lo que pasara en torno a esa nave iba a determinar el sino de los demás navíos. El resto de la flota de la Alianza se encontraba acelerando hacia el punto de salto, limitando la velocidad para evitar que las naves más lentas se quedaran atrás, pero alejándose del
Resistente
con paso firme. El crucero de batalla, que a estas alturas ya tenía bastantes daños, había dejado de acelerar, surcando el espacio por detrás del resto de la flota como si se le hubieran roto por completo los sistemas de propulsión. Ahora se encontraba ya a casi cuarenta y cinco segundos luz del
Intrépido
y no dejaba de perder terreno. Geary hizo un cálculo mental rápido y llegó a la conclusión de que para cuando los perseguidores síndicos hubieran alcanzado al
Resistente,
este se encontraría a más de un minuto luz del resto de la flota.

El muro que antes formaba la flota síndica se había estrechado hasta originar una especie de cono desigual, con el grueso de las naves síndicas en la base y las más rápidas a la vanguardia, deslizándose todo lo rápido que podían para dar caza a la
Titánica
. Geary divisó entonces la gran oportunidad que ofrecía la formación tan dispersa de los síndicos para cebarse con un contragolpe. Era justo la clase de oportunidad que un comandante mítico como
Black Jack
Geary seguramente no desaprovecharía.
Pero sé qué le ocurriría a mi flota si lanzo un ataque contra la vanguardia de las naves síndicas y el resto de la flota síndica nos coge después. Además, no soy el
Black Jack
Geary que esta gente se piensa que soy.

Como si fueran miembros de un majestuoso
ballet
ejecutando los pasos del gran final, las naves síndicas dibujaron un grácil arco descendente en dirección a la
Titánica
y el solitario navío de guerra de la Alianza, el
Resistente,
bloqueándoles el camino. A la cabeza del destacamento, tres naves de caza asesinas síndicas, que debían de estar apurando sus propulsores al máximo y que trataron de adelantar al
Resistente
incrementando su aceleración hasta sobrepasar una décima parte de la velocidad de la luz, fueron directamente a por la
Titánica
y sus escoltas. Geary observó la batalla en la pantalla virtual que flotaba delante de él, consciente de que lo que él estaba viendo ya había sucedido hace un minuto, observando como la silueta del
Resistente
se giraba con parsimonia para hacer frente a los perseguidores. Demasiado despacio. Según parecía, sus propulsores principales habían perdido gran parte de su capacidad de maniobra y aceleración, lo cual dejaba al
Resistente
sin poder moverse a mucha velocidad.

Según la última actualización de datos del Resistente, su sistema de propulsión no estaba tan dañado. ¿Por qué se ralentiza tanto entonces? Segundos después Geary se dio cuenta de que las naves de caza asesinas síndicas no alteraban su ruta, sino que pasaban de largo a la altura del Resistente. Aquello bastó para que Geary comprendiese lo que estaba haciendo su resobrino. Está fingiendo estar peor de lo que está. Es la única baza que le queda y la está jugando muy bien. Ojalá tuviera algo más de tiempo para conocer a ese hombre.

El
Resistente
, que se balanceaba lenta y majestuosamente hacia arriba y hacia los lados, a duras penas se las podía apañar para seguir cargando sus armas, así que empezó a disparar metralla cinética, largas hileras de bolitas metálicas destinadas a interceptar a las naves de caza asesinas antes de que llegaran a su objetivo. A la velocidad que se estaban moviendo las naves enemigas, los efectos de la relatividad implicaban que estarían teniendo una imagen distorsionada del universo exterior; lo cual, unido a los desfases temporales provocados por las distancias involucradas en el movimiento, significaba, en suma, que las naves síndicas podrían perder un tiempo vital a la hora de percibir y responder a las amenazas que se cerniesen sobre ellas.

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